Archivo de la etiqueta: Cuerpo

Three posters

Comentario a la pieza de Rabih Mroué y Elías Khoury

En compañía de Lina Saneh, Rabih Mroué ha desarrollado un trabajo en que interroga los límites de la representación y del teatro en relación con lo real y con el contexto histórico (social y político) en que se inscribe su práctica. La reflexión sobre el teatro ocupó un lugar central en su pieza Biokhraphia (2002), en la que Lina Saneh dialogaba con su propia voz grabada en un casete, mientras su cuerpo iba siendo sustituido por la imagen proyectada sobre una pantalla de arena. Ficción y realidad se sucedían y se alternaban, del mismo modo que se alternaban y sucedían la presencia física, la voz grabada y la representación de la ausencia por medio de la imagen. La imagen volvió a ser objeto de indagación en su pieza Who’s afraid of representation (2005), en la que montaba monólogos interpretados por Saneh y supuestamente redactados por diversos artistas corporales de los setenta, cuya obra trataba de resistir precisamente a la representación, con otros monólogos interpretados por Mroué en los que un asesino múltiple ofrecía el relato de su acción y las múltiples explicaciones (psicológica, económica, social y política) que podrían servir a su defensa. Como en Biokhraphia, un dispositivo audiovisual prolongaba la estrategia lúdica y distanciadora que sirve a Mroué para proponer una reflexión sobre el dolor individual y sobre el dolor colectivo, el de la historia reciente libanesa, fuera de los límites de las historias oficiales, pero también de las simplificaciones que afectan con la misma facilidad a la comprensión de la acción política y a la comprensión del arte como consecuencia de la reducción del discurso a imagen.

En esta obra, como en otras muchas, Mroué recurre a material de archivo. Y algunas de sus propuestas, como Make me stop smoking (2006), consisten precisamente en el despliegue y combinación de sus archivos: archivo histórico, archivo mediático, archivo personal, archivo artístico. Fue precisamente durante una de esas investigaciones de archivo cuando Mroué encontró casualmente el material que sirvió para la elaboración de Three posters. La pieza podría ser definida como una vídeo-actuación, dividida, como su título indica, en tres partes. En la primera parte, el público contempla a oscuras las imágenes visibles en un monitor de televisión: un actor que se presenta a sí mismo como el camarada mártir Khaled Rahhal, realiza tres grabaciones consecutivas en las que, con mínimas variaciones, explica quién es, qué ha estudiado, por qué ingresó en el Partido Comunista y en el Frente Nacional de Resistencia, por qué quiso actuar en el Sur del Líbano y por qué finalmente decidió ejecutar una acción suicida. Sucesivos cortes le sirven para matizar los deslices sentimentales al referirse a sus padres y a su compañera y dejar claro su respeto al líder y al presidente de Siria. Al concluir sus discursos, se enciende la luz de la sala y entra en escena el actor que ha interpretado al suicida vestido con una sencilla camiseta; se presenta como Rabih Mroué y ante el mismo fondo escenográfico utilizado anteriormente, pero en directo, con su imagen duplicada sobre el monitor de la secuencia anterior, revela su verdadera identidad, su pertenencia al Partido en el pasado y confiesa su intención, una vez resuelto el conflicto del Sur del Líbano, de honrar la memoria de los mártires. Presenta entonces con ese fin una segunda grabación: la del suicida real Jamal Satti.

Lo que el público ve a continuación es una grabación realizada por Satti el día antes de perpetrar una acción suicida contra los cuarteles generales del ejército israelí en 1985 con el fin de que fuera emitida en televisión después del atentado, pero no es la misma grabación que se retransmitió en televisión, sino tres grabaciones consecutivas en las que Satti ensaya o más bien trata de encontrar las palabras más adecuadas para sintetizar todo aquello que quiere decir antes de su muerte, aunque quien habla, habla ya como un muerto a quien sólo emociona la inminencia de la operación suicida o la emulación de los héroes y los mártires que le precedieron (su tercer ensayo concluye de hecho con una cita de Ernesto Che Guevara). La aparente frialdad, el desapego a la vida sólo se explican en una visión dualista del ser que el propio suicida explicita: “Ahora, cuando abandone mi país sólo con el cuerpo, seguiré existiendo en el espíritu de todos los auténticos patriotas del Líbano”.(1) Sin embargo, las vacilaciones, las dudas en el uso de ciertas palabras, la desviación ocasional de la mirada evidencian una cierta dificultad para representar el papel que se le ha asignado y que ha aceptado voluntariamente interpretar. “¿Por qué intenta Jamil Satti interpretar un papel?”, se pregunta Mroué. “¿Acaso su martirio requiere dejar unas huellas más eficaces aún que las que resulten de la operación suicida […]? ¿Acaso la imagen mediatizada es más eficaz que el propio martirio, la propio muerte física?”(2) Por otra parte, la necesidad de ensayar o repetir la grabación podría ser interpretada como “un deseo de aplazar la muerte en esta desdichada zona del mundo donde el deseo de vivir se considera una bochornosa traición al Estado, al Estado-Nación, la Madre Patria”.(3)

En la extraña indiferencia del suicida y en el aparente cinismo de quienes le observan anónimos desde el otro lado de la cámara se esconde también un dolor real que no encuentra otro medio de expresión que su multiplicación inútil. Ese dolor está fuera de la acción: en la humillación de un pueblo, en su destierro o en la ocupación de sus tierras, en su opresión política y económica, en la pobreza, en la reglamentación de su vida diaria. Y está también en las consecuencias de la acción: en las víctimas, en la familia del suicida, en las víctimas de la represalia. ¿Acaso la representación real redime y justifica tanto sufrimiento?

Tras la grabación, un segundo actor explica los detalles de la acción suicida efectivamente cometida por Jatti y algunos detalles sobre la grabación y la difusión de la cinta definitiva. A continuación, se presenta al público una entrevista realizada a Elías Atallah en su casa de Beirut el 19 de junio de 2000. Atallah, miembro del Consejo Nacional del Partido Comunista y uno de los dirigentes del Frente Libanés de Resistencia Nacional, explica su visión del “plan de operaciones suicidas”, reconoce los errores cometidos por el Partido e, indirectamente, la inutilidad de una lucha “que empezó comunista y acabó islamista”. Lo que las palabras del Político descubren es el complejo juego de intereses y presiones que el suicida desconocía y cómo su muerte, lejos de ser recordado como un acto heroico, acabó siendo clasificada como un error por los mismos dirigentes a quienes obedecía.

Mroué realizó esta pieza consciente de los riesgos que conllevaba: por violar la privacidad del mártir, por apropiarse de un material que había llegado a sus manos por casualidad, por utilizar ese material con finalidad artística y hacerlo además con una intencionalidad crítica. Sin embargo, el propio Satti convirtió lo que debería ser un acto íntimo, el de su testamento vital, en un acontecimiento público teatralizado. Con sus ensayos y su atuendo aceptó su condición de actor, y su inscripción por tanto en una zona híbrida, entre lo real y lo simbólico. Y con sus vacilaciones y repeticiones escenificó intuitivamente la crítica que Mroué haría más tarde explícita.

En la acción mediática, el suicida renuncia a su privacidad, reduce su identidad a la de militante del Partido, y, para poder cumplir su cometido dimite anticipadamente de la vida. Brecht había llevado a escena este tipo de comportamiento en La medida. Cuando ese comportamiento es incorporado realmente, se muestra con claridad la distancia entre el discurso teórico y el práctico, la resistencia del cuerpo, descubierta en la respuesta de Heiner Müller (Mauser) y la dimensión real de la muerte singular con la que el teatro o el discurso político meramente juegan.

El rostro del mártir enfrentado a la cámara evita la mirada de los otros, el reconocimiento del rostro de los otros, tanto el de aquellos a quienes ha amado y a quienes dedica su muerte, como el de aquellos a quienes no conoce y va a quitar la vida intercambiándola por la suya propia. La condición para que la muerte sea asumible pasa por la privación de la identidad. Los jemeres rojos privaron de identidad a sus víctimas mediante el interrogatorio y las fotografías, convirtiéndolas en documentos; Satti se convierte a sí mismo en documento antes de cometer su suicidio: de esa forma pretende, paradójicamente, seguir viviendo entre los suyos. El terrorista se quita el rostro, lo deja en la filmación, se suicida irónicamente antes de suicidarse físicamente, convencido de que de ese modo quedará garantizado el valor simbólico de su acción.

La pieza de Mroué denuncia teatralmente la perversión del teatro de lo real, su falsedad cruel. La fascinación que el teatro de lo real produce en los espectadores se basa en lo mismo que de niño impactó a Georg Tabori y le llevó a confundir la muerte real (el accidente en el circo) con el teatro. También Mroué remite a la anécdota de un actor que fue ovacionado e incluso premiado por mantener su actuación a pesar de un accidente que le hizo sufrir y sangrar profusamente durante la representación. Sin embargo, esa fascinación por los teatros de lo real es la misma que conduce a disfrutar con la muerte ajena, con la destrucción, con las guerras en directo, la misma que lleva a aplaudir las ostentaciones del poder político y económico, cada vez más aficionado a las escenificaciones mediáticas, la misma que lleva al perderse ocioso en la espectacularización de lo privado, un sucedáneo de realidad que desvía la mirada de la complejidad del presente, que delega la subjetividad en actores ya no tan desconocidos o que asume cínicamente la colonización de lo íntimo. La teatralidad terrorista juega de forma siniestra con esa fascinación. Pero la usurpación de la teatralidad por unos y otros no invalida el medio, sino que fuerza a la construcción de escenarios de la realidad en los que el criterio de verdad prime nuevamente sobre las manipulaciones simbólicas de lo que se ofrece como real.

 

José A. Sánchez, 2006

 

(1) Elias Khoury y Rabih Mroué, “Three Posters”, en Fundación Antonio Tàpies, Tamáss. Representaciones árabes contemporáneas, Barcelona, 2002, p. 109

(2) Rabih Mroué, “La fábrica de la verdad”, en Fundación Antonio Tàpies, o. cit., p. 115.

(3)  Idem, p. 117.

 

Este texto está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 España

La danza empieza por la mirada (2003)

 Conversación con Olga Mesa

Este texto es el resultado de dos conversaciones mantenidas con Olga Mesa. La primera tuvo lugar en su casa de Madrid en otoño de 2000, en presencia de Ignacio Oliva, que filmó toda la conversación con la intención de elaborar algún día un documental sobre la nueva danza madrileña. La trayectoria creativa fue el objeto de esa conversación. La segunda, más reflexiva, transcurrió en Granada, en junio de 2001, donde nos encontramos con motivo de la entrega a La Ribot del premio nacional de danza. Unos días antes habíamos coincidido en Ginebra, donde invitados por ”scar Gómez con motivo de la carta blanca que le había ofrecido el Théâtre de Saint Gervais, Olga presentó un trabajo breve titulado Corps en blanc y yo una conferencia, El juego del arte. Lo reciente de esta experiencia y la excelencia de la cena que la noche anterior nos ofreciera el padre de la premiada en un magnífico carmen desde el que se dominaba gran parte de la ciudad nueva, animaron una conversación de casi dos horas en el recibidor de un hotel confortable, aunque monstruoso.

Publicado en José A. Sánchez  y Jaime Conde-Salazar, (ed.), Cuerpos sobre blanco, UCLM – Desviaciones – Comunidad de Madrid, Cuenca, 2003, pp. 71-83. ISBN: 84-8427-267-2

Leer texto en AVAE

Desviaciones (1999)

Las desviaciones de la danza contemporánea conducen a espacios abiertos donde se multiplican los encuentros: los límites entre los medios se adelgazan tanto como las barreras que separan al artista del público. Por ello, en la segunda edición de Desviaciones se pudo ver en los escenarios propuestas ante las cuales no cabe sino prescindir de catalogaciones estrictas y desplazar los conceptos de danza, acción o teatro a un segundo nivel. Por la misma razón, en los debates que se programaron en paralelo no sólo había personas relacionadas con el mundo de la danza, sino también de las artes plásticas, el performance o el ‘live art’. En este libro se recogen materiales de muy diversa índole surgidos a partir de la programación propuesta en Desviaciones 2ª edición: reflexiones teóricas, ponencias presentadas en las mesas de discusión, transcripción de los coloquios mantenidos con los artistas, impresiones del público., todo ello con la intención de contribuir al establecimiento de nuevos foros de debate en torno a la creación contemporánea, de los que tan necesitados estamos en este país, pero también con la voluntad de ofrecer una vía paralela de aproximación a la nueva danza, tanto para el público en general como para las personas que dentro y fuera de España se interesan por los modos en que artistas contemporáneos dan respuesta a su tiempo con lenguajes y actitudes de su tiempo.
En la primera parte del libro, tras un primer texto en el que se propone un marco teórico general para la comprensión de la nueva danza, encontrará el lector la transcripción de las ponencias de las dos mesas redondas realizadas. El primer bloque incluye el texto de Laurent Goumarre sobre la nueva danza en Francia, en un intento de descifrar algunas claves teóricas, tanto desde el punto de vista de la creación como de la recepción, así como la transcripción de un coloquio con dos programadores (Thierry Spicher, de Lausanne y Mark de Putter, de Lisboa), centrado sobre todo en las condiciones de exhibición y difusión de las nuevas formas escénicas. El segundo bloque incluye intervenciones muy diversas que proponen aproximaciones desde fuera al tipo de creación defendido por la nueva danza española: el ‘live art’ británico (Lois Keidan), las estéticas no objetuales mexicanas (Maris Bustamante), presencias o ausencias del cuerpo en las artes plásticas y la danza (Estrella de Diego) y el interés del arte por el cuerpo desde la perspectiva del director de un centro dedicado sobre todo a las artes plásticas (Santi Eraso).
La segunda parte del libro recoge los coloquios que se programaron en los días posteriores al estreno de cada uno de los espectáculos, además de dos entrevistas que suplen la ausencia de coloquio en el caso de Claudia Triozzi y Mónica Valenciano. Puesto que a Mónica Valenciano se dedicó el monógráfico de la edición de este año, que supuso la presentación de cuatro piezas producidas entre 1992 y 1998, pareció conveniente dedicarle también en este libro un espacio extraordinario, ocupado por el texto “Mónica, en la encrucijada de la música” , en el que se propone una recuperación de algunas de las claves de la artista desde sus primeras coreografías en solitario hasta las piezas complejas producidas con El Bailadero.
Quiero expresar mi reconocimiento a Blanca Calvo y La Ribot por su enorme esfuerzo y por su acierto en la organización y programación de Desviaciones, esfuerzo que han prolongado para hacer posible este libro.
Las traducciones de los textos de Laurent Goumarre, Lois Keidan e Yvane Chapuis-Claudia Triozzi han sido realizadas por el editor, así como las transcripciones de los coloquios con Ion Munduate y Nao Bustamante y la conversación con Mónica Valenciano. La transcripción y traducción del coloquio sobre la nueva danza ha sido realizada por Rosella Mezzina. Y la transcripción del coloquio con Gilles Jobin, por Olga Mesa.
En el registro de los debates y coloquios contamos con la colaboración de Inmaculada Díaz Miguel. Las impresiones del público fueron recogidas por Catalina Obrador.
Esta edición es reflejo escrito de lo que se habló y vio en Desviaciones segunda edición, por lo que no cabe menos que reiterar el agradecimiento a quienes la hicieron posible: las integrantes de UVI-La Inesperada, el equipo de la Sala Cuarta Pared, dirigida por Javier Yagüe, los responsables del Instituto Francés, el British Institut y el Círculo de Bellas Artes, los participantes en espectáculos y debates y: Jean Marc Adolphe, Nacho Herrera de la Muela, Yolande Padilla, Sylvie Peronneau, Claude Lesbats, Marc Nogal, David Golding, Cristina Barchi, Santiago Díez, Steve Wallace, Carmen Alcalde, Rosa Moyeda y Gonzalo Ribot.

Leer libro completo en AVAE

Dramaturgias de la imagen (1994)

 

La experiencia contemporánea del arte escénico está marcada por la fijación cultural de ciertas formas del teatro burgués de mediados del XIX, que se resisten a dejar escapar de sí el concepto mismo de teatro. El aislamiento social del arte escénico se debe en gran parte a esa fijación del concepto, que implica, obviamente, una fijación de las formas de enseñanza (escuelas de arte dramático), de las formas de transmisión (teatros públicos a la italiana) y de la falsa responsabilidad de los profesionales (autores, actores, directores y críticos) en la defensa de vagas ideas de cultura y diversión. El problema de la herencia no asumida se convierte en el principal obstáculo a encarar por parte del creador escénico contemporáneo, que se ve obligado a justificar su propuesta frente a la desinformación de público y críticos o a resignarse a la incomprensión y al rechazo de unos procedimientos que en algunos casos están fuertemente anclados en una desconocida tradición de más de cien años.

[…]

 >> Leer más