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Ararat (2002)

Comentario a la película de Atom Egoyan

 La película muestra, entre otras cosas, el proceso de rodaje de otra película que trata sobre un genocidio olvidado, el genocidio de los armenios turcos a manos de sus compatriotas árabes durante la primera guerra mundial (1915), una matanza sistemática de un millón de personas que borró del mapa de Turquía a los armenios residentes en ese país. Recuperando procedimientos postbrechtianos, Egoyan recurre al cine dentro del cine para evitar la espectacularización del sufrimiento, aunque la distancia respecto a lo único real en la película, el genocidio histórico, obliga al director a plantear una estructura más compleja, en la que se cruzan diversas líneas argumentales y diversas experiencias vitales. Una compleja trama de relaciones personales marcadas por la memoria se posa sobre el objeto mismo de la película, relaciones construidas a partir de tres núcleos: el cineasta Saroyan, que rueda la película sobre el genocidio, el aduanero David, que interroga al joven Raffi a su regreso de Armenia portando tres latas cerradas que presumiblemente contendrían droga, y la familia de Ani, la historiadora del arte experta en la obra de Arshile Gorky, madre de Raffi y madrastra de la amante de éste. Las relaciones entre estos personajes, que se cruzan de diversos modos a lo largo de la película, permiten la constante interpenetración de lo privado y lo público, de la memoria y la historia. La historiadora turco-armenia escribe un libro sobre el suicidio de su compatriota Gorky; al hacerlo, escribe también en parte sobre la muerte de su primer marido, padre de Raffi, muerto en el intento de asesinar a un diplomático turco. La hijastra, Celia, pertenece a otro mundo, y a veces habla francés con su madrastra, a quien le reprocha el haber inducido el suicidio de su padre tras comunicarle que lo abandonaría por un nuevo amante. La relación tormentosa entre madre, hijo e hijastra atraviesa toda la película, estableciendo un paralelismo constante con la figura de Gorky. El segundo eje de personajes lo compone la familia del aduanero, incapaz de adaptarse a la nueva realidad familiar: su hijo, tras asumir su homosexualidad, se ha separado y convive con un actor de origen turco, musulmán, cuya presencia interfiere la relación del aduanero con su nieto. El tercer eje es el de Saroyan y su guionista, los autores de la película sobre el genocidio armenio, que deciden contratar como asesora a la historiadora del arte.

El punto de arranque lo constituye el retrato que Gorky hizo de su madre a partir de una fotografía en la que se les ve a ambos posando frente a la cámara en 1915.  El director y el guionista de la película deciden introducir al personaje de Gorky en ella, para lo cual contratan a Ani como asesora. Es una licencia poética más, como tantas otras que se admiten en el cine de ficción. Pero Egoyan descubre la licencia y de esa manera se puede permitir no sólo introducir a Gorky en la película de Saroyan sino convertir el cuadro en motivo recurrente de la misma. Ese cuadro, inspirado en un relieve de una pequeña iglesia armenia que representa una maternidad, es el lugar de encuentro de todos los personajes: Gorky, testigo directo del genocidio; Raffi y Ani, que se identifican con esa representación; Celia y el padre suicidado; el aduanero y su hijo (y su nieto); el propio Saroyan y la memoria de su pueblo. Los personajes se encuentran y desencuentran, se confrontan con sus memorias y sus fantasmas en tres niveles narrativos: el interrogatorio del aduanero al joven, cuando éste vuelve de Turquía con varios vídeos digitales con imágenes de la zona arrasada y tres latas de película precintadas; el proceso de rodaje de la película y los sucesos que ocurren alrededor de la misma; las escenas de la película: el asedio al barrio armenio de Van, los intentos de Usher por salvar a la población armenia en torno a la misión estadounidense, la deportación masiva y los asesinatos en masa.

La virtud de esta opción de cine dentro del cine es que evita el sentimentalismo que afecta a la representación de la masacre e invita al espectador a buscar más documentación sobre un hecho histórico olvidado y a pensar sobre las consecuencias del genocidio en las relaciones cotidianas que se establecen entre personas en teoría muy alejadas del mismo. Además de las situaciones de conflicto derivadas de la compleja relación familiar, una de las más intensas se produce cuando se encuentran el actor de origen turco que representa al militar responsable de la masacre de Van y Raffi, que no puede dejar de mirar al actor con odio ni perdonarle su incredulidad respecto al genocidio. De la película interior, en cambio, sólo se ven fragmentos, durante las secuencias que representan su estreno. La mirada de Saroyan en ese momento es tan importante como las imágenes de la película.

Lo importante de la película de Egoyan es que invierte el sentido de la mirada. La multiplicación de planos de realidad, la reflexividad y el barroquismo, que en el teatro y el cine de los ochenta habían servido para poner de relieve la imposibilidad de la representación de la realidad, aquí son puestas al servicio de un redescubrimiento de la realidad olvidada. La eficacia de ese redescubrimiento puede medirse por las reacciones que la película provocó en Turquía: más allá de la compleja trama de ficción, los espectadores vieron aquello que durante tantos años se había tratado de silenciar. Lo mismo cabe decir respecto a la interrelación entre lo público y lo privado: lejos de convertir lo histórico en paisaje de una relación privada (esquema habitual no sólo en producciones posmodernas, sino también en muchas producciones comerciales), el cuidadoso seguimiento de las relaciones entre los personajes permite, mediante una especie de ósmosis entre los diversos planos narrativos y temporales, introducir densidad humana en una historia de la que sólo quedan huellas, documentos y memorias.

 

José A. Sánchez

Las reglas del arte

Comentario al libro de Pierre Bourdieu sobre La educación sentimental, de Flaubert

Bourdieu parte del análisis de La educación sentimental, de Flaubert, para mostrar de qué modo opera la literatura en el descubrimiento de las estructuras de la realidad. Defiende la posibilidad que las ciencias sociales tienen de utilizar la obra literaria y su campo para definir esas estructuras de la realidad que la literatura sólo descubre velándolas. Y muestra la ausencia de contradicción entre la reivindicación de la autonomía del campo literario y la posibilidad de una crítica sociológico de este campo. El análisis sociológico no atenta contra la autonomía del campo, sino que la asume como punto de partida, incluso como condición necesaria para que el análisis sea efectivo. Y la defensa de la autonomía se extiende al trabajo del intelectual y al campo de los intelectuales, definido al final del libro como un corporativismo de lo universal.

El texto de Bourdieu, con el que arranca su libro Las reglas del arte, trata de desarrollar la hipótesis según la cual La educación sentimental restituye fielmente la estructura del campo social de la cual esa misma novela es producto. Al hacerlo, asume la eficacia del proyecto realista flaubertiano, si bien reconoce la necesidad de completar sus logros mediante un análisis sociológico que permita el desenmascaramiento de las estructuras sociales que subyacen a las interacciones sentimentales frente a las que habitualmente se han detenido quienes han realizado el análisis desde un “sentido literario”.

La educación sentimental es, como se le echó en cara a Flaubert en su momento, “un trozo de vida”. Relata el proceso de maduración de Fréderic, un joven provinciano, estudiante de derecho a expensas de su madre, quien recién llegado a París, se enamora de la señora Arnoux, mujer de un editor de una revista de arte y vendedor de cuadros. Este amor imposible condicionará toda la vida del protagonista, a quien Flaubert retrata como un personaje incapaz de implicarse profundamente en nada: la economía (los negocios que le propone el señor Dambreuse), la política (su candidatura a diputado) o los juegos de la alta sociedad. Fréderic es un personaje que, literalmente, pasa por la vida. Flaubert se encarga de construir su narración de modo que el tiempo transcurra rápidamente, sin grandes cambios. Incluso la revolución de 1848 se desliza sobre la vida de Fréderic sin afectarle mayormente. Sin embargo, como observa Bourdieu, esa apariencia de naturalidad, ese “trozo de vida” es el resultado de una “magia evocadora de palabras aptas para hablar a la sensibilidad y para conseguir una creencia y una participación imaginaria análogas a las que atribuimos habitualmente al mundo real”. “El efecto de realidad”, añade Bourdieu, “es esta forma muy particular de creencia que la ficción literaria produce a través de una referencia denegada a lo real designado que permite saber rehuyendo saber de qué se trata en realidad. (63)

La lectura sociológica rompe el hechizo y saca a la luz la estructura del espacio social en el que se desarrollan las aventuras de Frédéric, resulta ser también la estructura del espacio social en el que su propio autor está situado.” Lo hace habitualmente, atravesando los velos de esa “ilusión (casi) universalmente compartida” que llamamos realidad social. Lo hace en este caso, atravesando el “hechizo” de una creación narrativa que consigue reproducir fielmente esa ilusión. La utilización de los términos ilusión y realidad que Bourdieu realiza se sitúa en dos niveles. En el campo social, la ilusión literaria se opone  a la ilusión compartida (realidad social), de la que en este caso es “reflejo”. En el campo literario, la ilusión personal se opone a la realidad social reproducida, de la que es antagonista (tanto en el caso de Fréderic como en el caso de Madame Bovary o de Bouvard y Pécuchet). Lo real sería aquello que resquebraja la ilusión en cualquiera de sus niveles, aquello que provoca la experiencia amarga en el ámbito literario y el conocimiento científico en el ámbito sociológico. Pero lo real escapa a la representación: toda representación lo es siempre de una ilusión, más o menos compartida, a la que denominamos realidad.

De modo que, podríamos distinguir al menos tres niveles en el campo de la construcción realista: lo real, la realidad (ilusión compartida) y la ilusión (segunda realidad). En el análisis de Bourdieu, lo real se identifica con la estructura social. Pero en otros análisis podría ser identificado con el espíritu racional (idealismos), la materia (realismo crudo), la vida (realismo impresionista). La realidad es “el referente universalmente garantizado de una ilusión colectiva”, que sirve como garantía para la evaluación del resto de las ficciones; es la representación o composición en que la sociedad se concibe, que incluye lo real, pero disponiéndolo de un determinado modo. Finalmente, estaría la “illusio”, la segunda realidad, no compartida, sino reservada a unos pocos, o incluso a uno solo, esa realidad en la que deciden vivir los principales personajes novelescos de Flaubert.

Bourdieu procede estableciendo un esquema del campo del poder según La educación sentimental: los personajes se dividen en dos ámbitos: el del arte y la política, de un lado, y el de la política y los negocios de otro. En la intersección de ambos campos se encuentra el protagonista, Frédéric, sobre el que Flaubert proyecta gran parte de sus preocupaciones y sus gustos.

El campo del poder es descrito por Bourdieu como un campo de juego: “las posesiones, es decir el conjunto de propiedades incorporadas, incluyendo la elegancia, el desahogo o incluso la belleza, y el capital bajo sus diversas formas, económica, cultural, social, constituyen bazas que impondrán tanto la manera de jugar como el éxito en el juego, en resumidas cuentas todo el proceso de envejecimiento social que Flaubert llama “educación sentimental”. (29)

Gran parte del estudio de Bourdieu está dedicado precisamente a la constatación de eso que él llama la “adolescencia” de Fréderic. La adolescencia es ese momento en que aún no se ha “entrado en la vida”, en el que aún no se han aceptado “las reglas del juego social” y se persiste por tanto en dar la espalda a la realidad, aferrándose al territorio de la “illusio”. “Entrar en la vida”, como se suele decir, es aceptar entrar en uno u otro de los juegos sociales socialmente reconocidos, e iniciar el compromiso inaugural, económico y psicológico a la vez, que implica la participación en los juegos serios que integran el mundo social. […] Fréderic no consigue comprometerse en uno u otro de los juegos de arte o de dinero que propone el mundo social. Rechazando la illusio como ilusión unánimemente aprobada y compartida, por lo tanto como ilusión de realidad, se refugia en la ilusión verdadera, declarada como tal, cuya forma por excelencia es la ilusión novelesca en sus formas más extremas (en don Quijote o Emma Bovary, por ejemplo). La entrada en la vida como entrada en la ilusión de realidad garantizada por todo el grupo no es tan evidente. (35)

Según Bourdieu, la negativa de Fréderic a “entrar en la vida” es indicio de una impotencia para tomarse en serio lo real, pero también consecuencia de su cobardía, de su miedo al fracaso. Desde esta perspectiva, la construcción del mundo imaginario en la que se empeñan tanto Fréderic como Emma no son más que el resultado de su incapacidad para intervenir en lo real. ¿En qué medida el bovarysmo afecta también al propio autor de la novela? A juzgar por el retraimiento de Flaubert, su vida de retiro en la provincia y su amor por el Arte (en cuanto “mundo de ficciones” donde “todo es libertad”), cabría pensar que también él habría estado afectado por la enfermedad de la adolescencia, ese desfase entre el envejecimiento biológico y el envejecimiento social que sufren sus personajes. Y, sin embargo, la diferencia es clara: si Fréderic rehúye “entrar en la realidad” por cobardía, por temor al fracaso en el interior del campo social elegido, el autor, dueño de su campo, el literario, decide voluntariamente recluirse en él y hacer de la literatura un duplicado de la realidad, un mundo tan bien estructurado como el real. Al contrario que Fréderic, Flaubert entra de lleno en el “juego serio” de la literatura, ocupando así un lugar definido en el interior del campo social, del campo de la realidad. Lo peculiar de este campo es que permite a sus habitantes la práctica de una actividad en que la “illusio” tiene una función en el ámbito de la realidad.

De modo que la adolescencia, despreciada como síntoma de impotencia y cobardía en el campo social (o en el interior del campo de la ficción literaria en cuanto reflejo del social), puede convertirse en un rasgo valioso de carácter en el interior del campo artístico.

 

José A. Sánchez,

México, 2004

 

Pierre Bourdieu, Las reglas del arte. Génesis y estructura del campo literario (1992), Anagrama, Barcelona, 1995.

Gustave Flaubert, La educación sentimental (1869), trad. de Miguel Salabert, Alianza, Madrid, 1981.

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Los Idiotas (1998)

Comentario a la película de Lars von Trier


Filmada de acuerdo a las reglas de Dogma, el director consigue que la cámara se introduzca plenamente en la pequeña comunidad de los idiotas, se convierta en uno más de ellos, forzando al espectador a la función de observador-cómplice o, como mínimo, testigo parcial de la acción. La acción es sencilla: un grupo de personas entre los treinta y los cuarenta se reúnen en una casa residencial y dan rienda suelta a su idiota interior. Lo hacen colectivamente en diferentes lugares para engañar a quienes los reciben e incluso sacar dinero con ello. Y lo hacen individualmente en el seno de la pequeña comunidad. La película plantea en su nivel más básico un conflicto moral: ¿está bien engañar a los demás, jugar con la compasión de la gente, instrumentalizar el sufrimiento de quien realmente es idiota? Pero plantea también otro problema límite: el de la libertad. Los “idiotas” consiguen la liberación, la expresión del idiota interior, gracias a la aceptación de unas reglas de comportamiento en el seno de un grupo cerrado: liberación del dinero y de las relaciones mercantiles, liberación de las obligaciones y compromisos familiares, liberación del cuerpo en la naturaleza o en la sexualidad (la orgía). Pero esa liberación se descubre como ficticia cuando se plantean trasladar su juego a un contexto abierto, al de las relaciones habituales de cada uno de los miembros. Todos fracasan, a excepción de Karen, la última en incorporarse al grupo y la que nunca ha hecho el idiota. Su situación personal es tan fuerte (ha perdido a su hijo, su marido la maltrata y su familia la oprime) que no pierde nada jugando a la idiotez. Es ella la que salva el juego precisamente anulando el juego: porque para ella no es un juego sino meramente una opción de supervivencia. La inclusión de ráfagas documentales en las que los protagonistas nos hablan de su experiencia como algo acabado, permite concluir que el juego, a pesar de la hazaña de Karen, no tuvo continuidad.

La utilización de la improvisación y el estilo documental emparentan esta película con La conexión, del Living, y Shadows, de Cassavettes. Sin embargo, el cinismo contenido en esta y otras películas de von Trier indica con claridad el cambio de perspectiva en el tratamiento de las relaciones entre lo público y lo privado y también en la relación entre cuerpo e imagen, así como la función de lo corporal en el proyecto de liberación. Lars von Trier lleva el hiperrealismo propuesto de los sesenta al extremo de lo pornográfico, haciendo desaparecer los límites entre la simulación y la acción real a la que se entregan los actores, filmados documentalmente en su actividad pretendidamente privada por el constructor de la ficción pública. Las dificultades del rodaje, los límites de la improvisación durante el mismo, los conflictos con los actores, las humillaciones constantes a las que fueron sometidos son síntomas no sólo de un rasgo de carácter, sino de una distancia histórica insalvable respecto a las producciones de los sesenta basadas en la actuación real. Los actores de von Trier fueron más bien forzados hasta el límite de su resistencia de forma no del todo previamente acordada. A von Trier no le interesaban las personas, sino su aparición en escena; lo real de la acción le interesaba más que la realidad de los actores: de ahí que no dudara en utilizar dobles para la escena de la orgía o en recurrir a mongólicos reales en una de las escenas que más molestó a algunos críticos.[1] Lo real, tal como explicó Clément Rosset, es idiota: “la existencia en tanto que hecho singular, sin reflejo ni doble es una idiotez”[2]; y la ruptura de las barreras, preconizada por Beck, queda restringida a un juego privado. En este contexto, el cuerpo desnudo ya no irrumpe en escena como manifestación de una libertad natural que abre el espacio de un encuentro sincero con el otro, sino como una realidad idiota, que sólo mediante su acción, su gesto o sus marcas puede llegar a ser significante. La utilización de la persona en beneficio de un fin más alto y la construcción de la acción sobre un ejercicio de permanente violencia permiten contemplar Los idiotas como la inversión treinta años más tarde del sueño sesenta y ochesco plasmado, por ejemplo, en Paradise Now, del Living Theatre.

José A. Sánchez

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Mediaciones Africanas (2003)

En colaboración con Landry Wilfrid Miampika

Una propuesta para recorrer las interconexiones entre las modalidades artísticas (artes plásticas, fotografía, cine) y las creaciones literarias postcoloniales (francófonas, hispanófonas, lusófonas y anglófonas) del África Negra en su diversidad de tendencias y problemáticas.

Exposición de fotografía de Angèle Etoundi Essamba

Ciclo de cine a cargo de la asocación L’Ull Anonym:

-Si Gueriki, la reine mère de Idrissou Mora-Kpai

-Kini & Amas, de Idrissa Quedraogo

Concierto del dúo malgache Tamae.

Seminario: Donato Ndongo-Bidoyo, Jean-Godefroy Bidima, Angèle Etoundi Essamba, Victorien Lavou, Bárbara Fraticelli Rege-Cambrin, Elvira Dyangani Soe, Marie-Elene Valpuesta, Marta Sofía López Rodríguez, Maya García Vinuesa.

Fundación Antonio Pérez, UCLM, Multicines, Teatro Auditorio

Cuenca, del 10 al 14 de noviembre de 2003.

Todos los buenos espías tienen mi edad

Reseña de la pieza de Juan Domínguez. Publicada en AVAE, 2003

La función del espectador es la del lector. Pero la lectura está condicionada por un tiempo y una presencia, que impone el manipulador de las cartulinas, un cuerpo neutro en quien, sin embargo, se reconoce al autor del texto.

Convertir al espectador en lector durante una hora y media puede parecer un ejercicio demasiado arriesgado, casi un acto de crueldad. Sin embargo, el resultado es brillante.
El contenido de las cartulinas escritas trata de reproducir el proceso creativo de la pieza. El proceso de construcción de la pieza se convierte en objeto, y ese objeto es la pieza misma, que se cierra sobre sí en contra de lo que el proceso anuncia.
Como todo proceso, el de Juan Domínguez está plagado de interrupciones, dispersiones, vacilaciones, contaminado por impresiones cotidianas, recuerdos, vivencias emocionales, golpes de realidad y sometido a la disciplina que el propio autor se impone a nivel de tiempo, espacio, código… El despliegue del proceso podría haber dado lugar a una presentación sin límites, a un espectáculo amorfo, expandido en el tiempo y en el espacio. O bien a un espectáculo comprimido y recargado, una acumulación difícilmente penetrable para el espectador.
Pero Juan Domínguez encuentra en la escritura convertida en imagen un medio adecuado para vehicular su discurso: la adecuación entre los materiales y el formato resulta perfecta.
El autor-manipulador consigue que el espectador penetre poco a poco, sin quererlo y con placer, en los vaivenes del proceso creativo, hasta dimensiones muy profundas, y que se sienta cómodo ahí.
A pesar de que el acomodo que se le ofrece es algo a primera vista tan incómodo como el juego de los códigos. Porque toda la pieza no es más que la codificación de un proceso coreográfico interrumpido antes de su materialización física. Y ello produce un tránsito constante entre los códigos de la literatura, el vídeo y la danza (teatro).
Al mismo tiempo que el espectador va leyendo las cuartillas, realiza una doble lectura. Por una parte, lee el proceso de trabajo. Por otra parte, puede hacer una lectura del código mismo, y trazar puentes con otros códigos: hacia las fotos de Santos, las novelas no escritas de Borges, los proyectos de vidas de Sophie Calle… y tantas otras. Y todo va penetrando en el discurso, en una enriquecedora mezcla de experiencia personal y ampliación libre.
La sencillez del planteamiento es síntoma de una complejidad controlada, y por ello resulta tan eficaz. Hay textos de una fuerza irresistible, y momentos en que los saltos de lo vivido a lo soñado y a lo metalingüístico resultan sorprendentes. Lo anecdótico se convierte en signo. Y la experiencia cotidiana, sin perder su cotidianidad, adquiere rango de discurso.
Igualmente eficaz resulta la alternancia de la cotidianidad, la biografía, la biografía imaginada, en cruce constante con la construcción, que tiene su correlato en la transformación escénica del autor-manipulador. Y esto es lo más interesante, que, a pesar del nivel conceptual del discurso, siga siendo tan necesaria esa presencia, tan determinante en la recepción.
El final, cuando el autor, a quienes nos hemos acostumbrado a ver como mero manipulador, se levanta y se pone una máscara de sí mismo a la edad de setenta años (replicando la imagen deformada de su rostro envejecido que antes ha proyectado como final de su biografía fotográfica) tiene la función de subvertir la temporalidad y el sistema espectacular creado durante la pieza situándonos ante un final que en realidad es un principio.

José A. Sánchez
Madrid, 2003

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Discursos Compartidos (2003)

Madrid, La Casa Encendida, 22 de octubre de 2003

Una jornada de acciones, presentaciones, conciertos, actuaciones y encuentros con motivo de la presentación de los libros Cuerpos sobre blanco y Situaciones: un proyecto multidisciplinar en Cuenca. Los libros recuperaban documentos procedentes de las tres últiimas ediciones de Desviaciones (Madrid 1999-2001) y las tres de Situaciones (Cuenca 1999, 2001 y 2002).

En el programa del acto se escribió:

“No hemos querido una presentación convencional de estos libros, porque su interés no radica exclusivamente en los textos que contienen, sino sobre todo en ser huella y testimonio de dos espacios pensados al servicio de la creación contemporánea. Lo que tuvieron en común Desviaciones y Situaciones, junto al interés por formas artísticas fronterizas y transdisciplinares, fue la intención de generar contextos que funcionaran como discursos, como discursos compartidos en los que se integraran, sin perder su autonomía, las propuestas individuales de cada uno de los participantes.

Ahora que ninguno de ellos continúa, contemplamos con optimismo sus huellas, no sólo las impresas, sino también las activas en la obra de muchos artistas que pasaron por uno u otro, y en el creciente interés por adecuar los modos de producción y los contextos de exhibición a las necesidades de los creadores y las diferentes expectativas de un público que no acepta ser pasivo.

Por ello, hemos preferido que la presentación de estos libros fuera un episodio más en ese proceso dinámico, nunca interrumpido, de acción y comunicación, y convocar en un acto al tiempo lúdico y cargado de nuevas propuestas, a todos aquellos que han estado vinculados a ambos proyectos y quienes tienen interés por lo que fueron y lo que derivará de ellos.”

Participaron: José Luis Abajo, Ana Buitrago, Ricardo Cadenas, Blanca Calvo, Dionisio Cañas, Jaime Conde-Salazar, Óskar Gómez, Patricia Lamas, Espe López, Jaime Lorente, Juan Loriente, Óscar Martínez, Rafael Martínez, Olga Mesa, Montserrat de Pablo, Ion Munduate, María Ribot, José A. Sánchez, Mónica Valenciano.

Programa del evento

Génesis y contexto de la creación escénica contemporánea en España (2003)

La aprobación de la Constitución Española en 1978 inició la etapa democrática en la que se enmarca la producción artística sobre la que se trata en este ensayo. En el ámbito escénico, el cambio de régimen tuvo consecuencias importantes. Las más visibles fueron el fin de la censura, la apertura al exterior, la creación de nuevas instituciones públicas y el notable aumento de las subvenciones públicas, que alcanzaron también al teatro y la danza de creación.

Aspectos de la transición

En un contexto cultural internacional marcado por el pensamiento postmoderno, el fin de la censura, que había condicionado el trabajo de la generación anterior, y la creciente confianza en las nuevas instituciones democráticas favorecieron una progresiva orientación de los creadores hacia motivaciones de índole estética o a un tratamiento mucho más abstracto de la cuestión política. Uno de los grandes éxitos del teatro independiente español en 1978 fue Antaviana, de Dagoll-Dagom, un espectáculo basado en cuentos de Pere Calder que fascinó por su contenido poético-mágico y la calidad estética de la escenificación. Se trataba de un nuevo modelo, que respondía a la política real con poesía e imaginación, y que proponía una alternativa a los modos de hacer del teatro independiente de la época anterior. […]

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Texto publicado en ARTEA / José A. Sánchez (dir.), Artes de la escena y de la acción en España 1978-2002, Cuenca, UCLM, 2006, pp. 15 -24. ISBN: 84-8427-440-3

Eyes in movement (2003)

Performance Research  vol. 8 nº 4 (“Moving bodies”, december 2003), pp. 92-99

Alcalá de Henares, an old half-ruined church, reformed and converted into a performance space. Three performers come to meet the spectators when they enter the space, empty, “forbidden to sit”. At a transept’s corner, the sound and video control. Somewhere among the pillars that divide the naves, Olga Mesa, the choreographer who looks at. Once the entrance has been closed the performers start quietly their work: measuring the space in relation to their own bodies, surprising themselves over and over by the articulation of the limbs, by the infinite possibilities of watching upon oneself, without ever reaching the state that would lead to the unity of looking and being. Meanwhile Olga Mesa observes. The spectators also observe: bodies at times erect, at times naked, at times laying on the marble floor, or retreating to the remains of the altar, where they search for a intimacy in dialog with a tiny camera. The images of their faces in the intimacy, or those of the bodies in the public space of the church recorded life, camera in hand, by Daniel Miracle.

Some months later Más público, más privado (2001) was presented as the closing of the last edition of Desviaciones, at the theatre of the Círculo de Bellas Artes de Madrid. The ecclesiastic attempt had become by then a theatre piece. However the performers kept on watching. Sited among the audience they awaited their turn to perform. Serenely they would go onto the stage, give themselves up to a solitary reflection and return to their place among the audience, though not for a long time. At a certain moment the four of them (in this occasion the choreographer also performed) occupied the stage and started a game of falls, tumbles, accidents, disturbances and apologies… A bit later, naked, they totally ignored the public’s watch that scrutinised their movements and intentions. Watched even when outside the stage, thanks to a peeping monitor that transmitted images from a handycamera: grimaces, laughs, body fragments, skin. […]

Read the complete text: Eyes in movement

En Celrà

Conversación con María Muñoz y Pep Ramis

En septiembre de 2001 se presentó el proyecto del centro de creación L’animal a l’esquena, situado en las proximidades de Celrá, un pequeño pueblo de la provincia de Girona. Allí viven y trabajan desde hace trece años María Muñoz y Pep Ramis, fundadores y directores de la compañía de danza Mal Pelo. Desde 1989, fecha de estreno de Quarere, Mal Pelo ha producido dieciséis espectáculos y ocho obras de vídeo-danza, además de colaborar en espectáculos producidos por otros creadores escénicos como Àngels Margarit o Helena Pimenta. En 2001 presentaron un dúo,  L’animal a l’esquena, que dio también título a una exposición retrospectiva y a un libro que recoge diez años de la trayectoria del grupo. El mismo nombre sirve para el centro de investigación, un lugar, según Toni Cots, codirector del mismo, destinado a la investigación sobre “el análisis y estudio del cuerpo, relacionado y contaminado por el contexto en el que se convierte en objeto y producto de representación”. El centro constará de una masía restaurada, que servirá de lugar de residencia para artistas y acogerá diversos espacios de trabajo, y una nave para ensayos y talleres. La finalización de la nave fue la excusa para la presentación del proyecto y la realización de una primera serie de actividades: un taller de Steve Paxton, un seminario de reflexión (“Refugio temporal y localidad”) y una fiesta de inauguración en la que diversos artistas (creadores escénicos, musicales y visuales) presentaron fragmentos de sus trabajos utilizando la nave, la masía y el entorno natural del centro. El texto que a continuación se reproduce es un extracto de dos conversaciones mantenidas con Pep Ramis y María Muñoz en septiembre y diciembre de 2001.

Descargar texto completo: L’animal a l’esquena

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La danza empieza por la mirada (2003)

 Conversación con Olga Mesa

Este texto es el resultado de dos conversaciones mantenidas con Olga Mesa. La primera tuvo lugar en su casa de Madrid en otoño de 2000, en presencia de Ignacio Oliva, que filmó toda la conversación con la intención de elaborar algún día un documental sobre la nueva danza madrileña. La trayectoria creativa fue el objeto de esa conversación. La segunda, más reflexiva, transcurrió en Granada, en junio de 2001, donde nos encontramos con motivo de la entrega a La Ribot del premio nacional de danza. Unos días antes habíamos coincidido en Ginebra, donde invitados por ”scar Gómez con motivo de la carta blanca que le había ofrecido el Théâtre de Saint Gervais, Olga presentó un trabajo breve titulado Corps en blanc y yo una conferencia, El juego del arte. Lo reciente de esta experiencia y la excelencia de la cena que la noche anterior nos ofreciera el padre de la premiada en un magnífico carmen desde el que se dominaba gran parte de la ciudad nueva, animaron una conversación de casi dos horas en el recibidor de un hotel confortable, aunque monstruoso.

Publicado en José A. Sánchez  y Jaime Conde-Salazar, (ed.), Cuerpos sobre blanco, UCLM – Desviaciones – Comunidad de Madrid, Cuenca, 2003, pp. 71-83. ISBN: 84-8427-267-2

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