Con este título Sara García y yo hemos realizado un taller en el XII Seminario de Medios de Comunicación y Cooperación Internacional en Cuenca, organizado por Cáritas y la Asociación de la Prensa. Algunas de las ideas de las que hemos hablado están recogidas en el texto que aparece a continuación.
Durante mucho tiempo, y especialmente a lo largo del siglo XX, los periódicos, el cine, la radio y la televisión han tenido un protagonismo fundamental en la ciudadanía. Sin embargo, la popularización de Internet a finales de siglo y el desarrollo de la telefonía móvil, y las redes sociales han eclipsado la hegemonía de los medios más tradicionales.
Hemos pasado de la era Gutemberg (Imprenta) a la era Zuckerberg (Facebook), de la era del limitado acceso a la información a la era de la sobreinformación sin que los ciudadanos hayan aprendido todavía en muchos casos a adaptarse a este nuevo ecosistema en el que conviven medios de comunicación analógicos y digitales (Herranz y Cantero, 2019, p.29 )
El artículo 20.1.d) de la Constitución española dice que se reconocen y protegen los derechos: “A comunicar o recibir libremente información veraz por cualquier medio de difusión. La ley regulará el derecho a la cláusula de conciencia y al secreto profesional en el ejercicio de estas libertades”. El periodista tiene la obligación de publicar información veraz, porque es lo que le ampara en la Constitución. Como señala Alex Grijelmo (2012, p. 397)
“lo «veraz» excluye el silencio manipulador, porque «veraz» implica decir la verdad: entendida esta palabra como la coincidencia entre lo que hay en la mente y lo que se transmite en realidad. Si se omite algo relevante, ya no se produce esa coincidencia […] Lo «verdadero», por el contrario, puede -puede, insistimos- incluir el efecto manipulador del silencio sin dejar de ser verdadero, puesto que a lo nombrado por tal palabra sólo se le exige contener verdad para responder a la primera acepción del Diccionario […] «verdadero» se opone, pues a «falso» o «erróneo» y «veraz» se opone a «engañoso»” (Grijelmo, 2012, p. 397).
Y frente al concepto de veracidad, que es la piedra filosofal de cualquier periodista se encuentra el concepto de desinformación. Durandin (1995, p. 21-22) señala que la palabra desinformación viene del término ruso dezinformatsia, y que “Aparece en el diccionario de la lengua rusa de S. Ojegov en 1949, donde se define como: «La acción de inducir a error mediante el uso de informaciones falsas»”. Con posterioridad otros documentos matizan que el término es de origen francés y la edición del 1978 del Petit dictionnaire politiquelo define así: “la desinformación supone presentar como verdadera una noticia provocadora y falsa con el fin de inducir a error a la opinión pública. La desinformación es muy utilizada por la prensa burguesa, que se sirve de ella, de la radio, de la televisión y de los demás medios de comunicación para lanzar campañas anticomunistas y calumnias contra los países socialistas” (Durandin, 1995, p. 21-22).
Lo que hace más de cuarenta años planteaba la dicotomía entre ideologías, ahora vuelve a reaparecer bajo el concepto de fake news, noticias falsas, bulos, leyendas urbanasy con connotaciones no solo ideológicas sino también políticas, culturales o económicas. Romero (2019) define la desinformación como:
“La difusión intencionada de información no rigurosa que busca minar la confianza pública, distorsionar los hechos, transmitir una determinada forma de percibir la realidad y explotar vulnerabilidades con el objetivo de desestabilizar. Y ya no estamos hablando de filosofía; estamos hablando de obtener ventajas políticas, de minar los valores democráticos, de extender una nueva narrativa para, en definitiva, cambiar nuestra realidad. Y también de una forma nueva, barata y eficaz de injerencia, como puso sobre la mesa la posible interferencia rusa en las elecciones estadounidenses de 2016, el referéndum del Brexit, los procesos electorales de Francia y Alemania o lo ocurrido en Cataluña” (Romero, 2019).
La cuestión no es que los procesos de desinformación o la elaboración de noticias falsas sea nuevo, sino que el nuevo contexto de Internet y las redes sociales aceleran la distribución y socialización de los contenidos. Massot (2017) afirma que las informaciones circulan tan masiva y aceleradamente en las redes sociales que tendemos a agarrarlas y retransmitirlas con el mismo instinto compulsivo que el de un jugador de ping-pong: las capta y rebota, sin detenerse a comprobar su veracidad. Y en las últimas semanas el tema del coronavirus ha puesto de manifiesto muchos de estos elementos, llegando a criminalizar a los ciudadanos chinos, y ahora en España a los italianos como importadores de la enfermedad a España.
La organización FirstDraft ha desarrollado una serie de guías para explicar el fenómeno. En ellas se puede encontrar tres conceptos relacionados con la desinformación:
- Misinformation: Cuando se comparte la disinformation y la persona desconoce que es falsa o engañosa.
- Disinformation: Contenido intencionalmente falso y diseñado para causar daño. Motivado por tres factores distintos: ganar dinero; tener una influencia política; o causar problemas.
- Malinformation: Información que se comparte con la intención de causar daño.
Y proporciona una gradación de esta desinformación que puede llegar a ser de los menos dañina y con un objetivo puramente cómico o sarcástico (Noticias de medios satíricos como El Mundo Today o Revista Mongolia) hasta fabricar contenidos y noticias falso con un objetivo claro de engañar. En este punto, la periodista Carole Cadwalladr investigó la campaña del Brexit y descubrió los resultados de un aluvión de anuncios engañosos de Facebook dirigidos a votantes vulnerables que pudieron decantar la votación final. Una investigación conectada directamente con los datos privados de 50 millones de usuarios de Facebook que fueron secuestrados por la empresa Cambridge Analytica.
Los sistemas de desinformación se perfeccionan y la inteligencia artificial se puede llegar a utilizar para seguir engañando, y aparece el concepto de Deep Fake. Y en aquí también se pueden encontrar vídeos humorísticos como el del Equipo E o vídeos que pueden manipular a los ciudadanos.
En este contexto, la labor de los periodistas como verificadores de la información cobra mayor relevancia y se ha abierto un nuevo campo de trabajo para luchar contra la desinformación como proyectos como Maldito Bulo o Newtral y algunos específicos contra la desinformación en el área de los colectivos vulnerables como Stop Rumores de Andalucía Acoge o Save the Hater de Accem.
Por último quiero acabar aportando algunas ideas que hay que tener en cuenta a la hora de afrontar la información que nos llega al móvil e intentar saber si es veraz o falsa:
- Cuidado con los mensajes e información que apelan al sentimentalismo, sensacionalismo y dramatismo.
- Mira quién te ha mandado la información, quién la ha publicado y confía en las fuentes oficiales.
- Cuidado con las fotos, vídeos y audios sacados de contexto o inventados. Ya hay herramientas como las de Google (Google Image) o TinEye que permiten buscar imágenes para saber su origen.
- Ante la duda, espera, mira y no compartas la información que te llega.
Bibliografía
Alandente; D. (2019). Fake news: la nueva arma de destrucción masiva. Barcelona: Deusto.
Amores, M. (2018). Fake news. La verdad de las noticias falsas. Barcelona: Plataforma Actual.
Durandin, G. (1995). La información, la desinformación y la realidad. Barcelona: Paidos.
Grijelmo, A. (2012). La información del silencio. Cómo se miente contando hechos verdaderos. Madrid: Taurus.
Herranz, J.M. y Cantero, J.I. (2019). El tratamiento informativo de los colectivos vulnerables en los medios de comunicación. ¿Veracidad, desinformación o estereotipos? En E. Gómez (coord.) Imagen, Estigma y Derechos humanos: Claves para abordar la vulnerabilidad y la exclusion social desde el trabajo social y la comunicación, pp. 29-62. Valencia: Editorial Tirant Lo Blanch.
Jiménez, I. (2020). La nueva desinformación. Veinte ensayos breves contra la manipulación. Barcelona: Editorial UOC.
Magallón, R. (2019). Unfaking news. Cómo combatir la desinformación. Madrid: Pirámide.
Massot, J. (2017, 26 diciembre). Fake news: cuando la opinión vale más que los hechos. La Vanguardia. Disponible: https://goo.gl/KYcoMK
Romero, J. A. (2019). Desinformación: Concepto y perspectivas. Análisis del Real Instituto Elcano (ARI), (41), 1.
Seoane, F. ; Pérez, O. y Sarikakis, K. (2019). Los discuros del odio. Revista de la Asociación Española de Investigadores de la Comunicación. Vol, 6, nº 12. Número especial.