Diversidad funcional e inclusión social

Bebé con IC
Bebé con IC

En el Grado de Logopedia hablamos mucho de personas con diversidad funcional, como no puede ser de otra forma. La finalidad última de esta titulación es formar profesionales que trabajen con personas que tienen dificultades en las áreas de la comunicación y el lenguaje, de  modo que es importante que nuestras/os estudiantes tengan una orientación ética muy clara sobre lo que supone tener competencias diferentes a las de la media poblacional y cómo se ha de abordar esto desde los entornos profesionales.

Sin embargo, el discurso dominante en nuestro entorno sobre la discapacidad hace muy difícil abordar esta formación. Es lo que yo llamo la “visión caritativa” hacia la discapacidad, esa que afirma que las personas con discapacidad “son iguales a nosotros, son personas normales y hay que tratarles igual que a cualquiera“. Esto es lo que sueltan como loros ante cualquier pregunta sobre la forma en que hay que abordar la inclusión social de personas con formas diversas de comunicación.

Esta visión caritativa es la que encontramos a veces entre equipos desinformados de profesionales en el entorno educativo, por ejemplo. Imaginad que un orientador de un instituto tiene que abordar la inclusión en el aula de un niño con un implante coclear. Si este orientador no sabe cómo oye un niño con un implante, difícilmente podrá reflexionar sobre las necesidades especiales de este estudiante en un aula de 30 alumnos, que suele ser un espacio ruidoso por definición. Y si aplica como único precepto para la inclusión que al niño hay que tratarle como a cualquier otro, desde una visión caritativa de la discapacidad, lo único que conseguirá será que ese estudiante se pierda entre un marasmo de ruidos incomprensibles y desesperantes.

Un logopeda debe ser consciente de que la inclusión social de una persona con dificultades de comunicación y lenguaje parte de una implicación activa del entorno. Y esta implicación no supone, ni mucho menos, tratar a esta persona “como una más” y dejar todo como está, sino que es necesario introducir modificaciones en el entorno que permitan a esta persona comunicarse en igualdad de condiciones. Por lo tanto, el buenismo implícito en la afirmación “a este niño le tenemos que tratar como a cualquier otro” puede convertirse en un grave obstáculo para la inclusión social de personas con competencias comunicativas diferentes. Para que estas personas sean como una más hay que hacer cosas diferentes, hay que tratarles conociendo su diversidad y adaptando el entorno para que sea operativo para que estas personas puedan funcionar con sus peculiaridades y diferencias.

Volviendo al ejemplo del estudiante con un implante coclear (IC), un orientador informado, aún no siendo logopeda, pediría a los profesores de ese estudiante que tuviesen en cuenta sus peculiaridades en cuanto a la audición. Un estudiante con un implante coclear no oye como un estudiante con audición natural (aquí podéis escuchar una simulación de como oye una persona con IC) . Las condiciones sonoras del entorno son muy importantes para conseguir que este estudiante pueda seguir una clase y avanzar en igualdad de condiciones con sus compañeros. Y esto implica una concienciación del entorno. Es importante que no haya ruido de fondo, que las personas hablen de una en una, que se respeten los turnos, que la clase guarde silencio durante las clases magistrales o las explicaciones al grupo, etc. Esto en cuanto al entorno. Luego habría otro tipo de consideraciones educativas sobre el lenguaje escrito y la comprensión de textos en las que no vamos a profundizar aquí, pero que son cruciales para el rendimiento académico de nuestro hipotético estudiante.

En conclusión, cuando hablamos de inclusión social y diversidad funcional es útil alejarse de las nociones bienintencionadas del discurso reinante en nuestra sociedad y adoptar un discurso profesional que asume responsabilidades en dicha inclusión. Para fomentar la inclusión social hay que cambiar el entorno social, no basta con ser muy buenos y tratar a las personas diferentes como si fuesen “uno de los nuestros“.