Francisco de Goya contra la prisión perpetua.
Luis Arroyo Zapatero
Presidente de la Société Internationale de Défense Sociale
A Francisco de Goya, que hoy se impone plenamente en todo el mundo en su expresividad para definir lo inhumano y, en consecuencia, para reclamar la humanidad de los castigos, le costó mucho quitarse de encima las descalificaciones de artista bruto e inculto que vertieron sobre él los mismos de los que tuvo que ocultarse primero vendiendo los Caprichos a Su Majestad el Rey y luego huyendo a Francia al final de su vida. Ortega y Gasset dedica a Goya algunas páginas, aunque creo que no logra liberarse de su admiración a Velázquez. Pero sí acepta que en Goya hay dos visiones, la castiza, es decir, la popular del gusto en esa época de la aristocracia y a lo que él llama plebeyismo, que es la que Goya descubre cuando se incorpora desde 1785 a los estratos superiores de la Corte y de la Gobernación, en donde en ese momento impera la reforma y la ilustración y así se apodera de él, frente al gusto de lo plebeyo contemplado desde arriba, una repulsa de lo mismo fulminada desde la “idea“ (Goya y lo popular, Obras Completas, VI, p. 768) que se impone de modo definitivo en toda su obra posterior al cambio de siglo. (leer más)