Utilidad del ayer para las tareas del presente

Con motivo de los 50 años del cierre de la Universidad de Valladolid

Al incorporarme a la Facultad en octubre  1968 nada hacía sospechar que aquel joven  tuviera razones, motivos u ocasiones para convertirse en un militante antifranquista, cierto es que gozaba de cierta formación cultural adquirida en el Colegio de los Jesuitas de Valladolid,  donde había estudiado el bachillerato, en el mejor momento de la historia del colegio en cuanto a pluralidad de aquellos curas, buena parte de los cuales hicieron el camino del progreso, a veces hasta el sacrificio  de su vida, como Ignacio Martín-Baró y Segundo Montes en la Universidad de San Salvador en 1989 y el grupo de jesuitas allí asesinados. Es oportuno señalar que la congregación general de los jesuitas presidida por Pedro Arrupe se comprometió en la lucha contra las injusticias que pesaban sobre la humanidad.

Pero tengo para mí que lo que inspiro a muchos de mis compañeros de generación no fueron los libros, sino la experiencia de la desigualdad social y la humillación que el trato del régimen nos sometía. El hecho de la irrupción de la policía en la conferencia de Jaime Miralles, presidida por el pacífico Decano y romanista Antonio Arias Bonet y el más pacífico aún, el canonista Pablo Pinedo, y el que ellos fueran detenidos y nosotros “extraídos” entre una fila de policías armados me convirtió en otra persona. Yo mismo, que no tenía muchas más lecturas que el El siglo XIX de Tuñón de Lara, y mis compañeros nos convertimos de personas de pocas ideas en personas de acción ante aquella insoportable humillación. Entre aquellos hechos incitadores se cuenta el arrojo por la ventana de la comisaria de un estudiante y una ley de educación que en nuestra opinión perpetuaba la segregación de la Universidad de los hijos de las clases trabajadoras… (LEER COMPLETO AQUI)

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