Por Luis Arroyo Zapatero (foto: Sofía Moro)
A finales de septiembre me remitía una cariñosa carta en respuesta a la que le había enviado para anunciarle el pronto comienzo del proyecto de investigación sobre las penas crueles de cuyo consejo asesor era presidente. Me trasladaba su pesar tras la pérdida de su esposa Nancy; ahora estaba solo en la vida y asustado por el covid en su apartamento sobre el Camino de Pescadores del Támesis en Oxford. Con su extraordinario sentido del humor comparaba la situación de tantos durante la primera parte de la pandemia con el “solitary confinement”, que es la más cruel forma de cumplir una pena de prisión y que es objeto crítico de tantos de nuestros trabajos académicos. Me manifestaba su disposición a contribuir al libro “Imágenes de la crueldad” con un comentario oportuno de un cadalso británico. Me adjuntaba su última publicación sobre las dificultades para la abolición de la pena de muerte en el Caribe anglosajón y me anunciaba que nos encontraríamos los dos en el libro homenaje a Hans Jörg Albrecht. Pero de repente enfermó hace unas semanas y el 17 de noviembre falleció. (LEER MÁS)