Las Furias. Alegoría política y desafío artístico. Catálogo y texto de Miguel Falomir. Madrid. Museo del Prado 2014.
Gran exposición en el Prado sobre las Furias, como alegoría política y como desafío artístico. Más allá de ambas dimensiones tiene la exposición especial interés para penalistas pues, por una parte, las representaciones figuran el castigo con dolor y el dolor mismo como castigo, por otra, lo más novedoso para quien observa ahora, es que la creación artística contribuye a la definición de la crueldad de los castigos, aunque no haya en ello denuncia de la misma. Es más, la comparación que alumbra una entera época de representación de las Furias, que son la composiciones con que Tiziano adorna el Palacio de Biche en Bruselas, de la Reina gobernadora de los Países Bajos, María de Hungría, hermana de Carlos V, están destinadas a advertir a todos del castigo que recae inexorablemente sobre quienes se levanten contra el Emperador Carlos. O sea, son representaciones destinadas a la advertencia y a la intimidación frente el delito de sedición. Pura prevención general. El castigo inexorable será la derrota – no en vano todo sigue a la batalla de Mülberg – y la muerte con eterno dolor.
En la Furias se trata de la representación de cuatro historias trágicas de cuatro grandes condenados: Xión, que da vueltas a la rueda de su ambición; Sisifo, quien con la gran piedra a sus espaldas alude a la difícil vida del gobernante; Tántalo o la avaricia y Ticio, el que se interesa por lo que no le importa o ambiciona acumular tesoros.
Aunque el tiempo ha terminado por poner el nombre de Furias a los propios condenados, se debe precisar que el termino Furias sustituye al originario de Erineas y también conocidas por el de Euménides, “benévolas”, término este que por oposición al primero servía para aludirlas sin nombrarlas, evitando así su furia. Personificaban el castigo y la venganza, una cuestión punitiva por excelencia.
A los cuatro personajes citados se solía unir a Prometeo, quien a diferencia de los demás sufrió solo el castigo temporal de, encadenado, ser presa de las rapaces. Su delito no era menor: quería hacer partícipe a la humanidad de los secretos divinos, un moderno Assange.
En el catálogo de la exposición, Miguel Falomir, comisario y conservador de pintura italiana y francesa del Prado nos pasea de modo magistral por todo el panorama de la representación artística a que da comienzo Ticiano, en la forma de Furias o en las Gigentomaquias : Leone Leoni, Carlos V y el Furor ; Peter Fris, Orfeo y Eurídice en los infiernos.(1652); Hendrick Goltzius , Ticio, 1613; Pedro Pablo Rubens, Prometeo, 1611, v. en el Catálogo p. 89; Caravaggio, Judith y Holofernes, 1598, con quien precisamente en este punto se alcanza la normalización de la estética del horror (Cfr. Falomir, cit. p. 91) especialmente José de Rivera. El suplicio de Marxias, 1637, Ticio 1632. Xion, 1632. Y es José de Ribera, sobre todo en el Xión, quien da en la expresión del dolor un paso más allá que sus predecesores (Cfr. Falomir, cit, p. 104).
Lo que nos interesa y perseguimos los penalistas con avidez es la representación de la causación cruel del dolor y las Furias de Tiziano son su puesta de largo, con las innovadoras representaciones de los “affetti”, de modo independiente respecto de las las tradicionales representaciones sobre todo de motivos religiosos .( v. Falomir, cit. p. 75). Lo esencial ahora es la expresión del dolor cruel. En la generalidad de las Furias el personaje expresa en su rostro el dolor del castigo pero la dimensión de la crueldad se encuentra en el hecho de representarlo dejado a merced del ave rapaz, el dejar el cuerpo del condenado a disposición de la misma. Lo cruel está en el modo de dar la muerte. Pero Ribera en su Ixion incorpora a la escena a un demonio cuyo rostro expresa, además, la voluntad del trato cruel. Falomir dice que “no es el condenado, sino el verdugo, quien transmite con su mirada la crueldad del castigo, con su fiero gesto, ( Cfr. cit. p. 106) En este post puede verse el detalle.
En todo caso, las Furias o Benévolas representan en la mitología, además de otras variantes, el cuidado en el cumplimiento inexorable de las penas de los delitos más graves, es decir, el principio de la ciega venganza talionar y retributiva, sin reconocimiento de atenuante alguna, encargada de perseguir al delincuente inclusive en el infierno. Allí, en la ciudad de Dite, que era la entrada al sexto circulo inferior del infierno, el que acoge a los herejes, así lo representó Dante en la Divina Comedia en el canto IX.
Willian Bougerean las representó jóvenes y hermosas persiguiendo a Orestes, pero en verdad eran tan horribles como el furor o locura que producían en sus perseguidos. En verdad tenían cabeza de perro, alas de vampiro y serpientes por cabellera, como la Medusa.
Las Furias en su versión más terrible, como venganza talionar, de ojo por ojo, se desatan en regiones y momentos, reclaman la pena de muerte como si esta fuera exigida por los dioses y no por los seres humanos primitivos, los cuales no saben rechazar la crueldad. El punitivismo, que afecta también al reclamo constante de incrementar las penas, tiene también la misma raíz: el rechazo de la razón y el desconocimiento de la compasión.
Pronto -a mediados de octubre- nos ilustrará César Chaparro sobre la crueldad en el mundo clásico, de dónde venimos y otros colegas en tiempos más cercanos.
De todos modos conviene recordar que la Benévolas es el título de una extraordinaria novela de historia contemporánea que gano el Premio Goncourt en 2000, con el nombre de Les Bienveillants, del joven Jonathan Littell, joven judío norteamericano que vivía en Barcelona y escribía en francés, como se ve, con notable éxito, un libro sobre los fundamentos y puesta en práctica del sistema de crueldad estatal más grande de la Historia. Junto con El Quijote se incluye en las recomendaciones de este Blog.
Una presentación de El Prado puede verse aquí.