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La importancia del diagnóstico temprano en la Dislexia

Últimamente escucho con relativa frecuencia eso de «mi hijo tiene que repetir 2o curso porque no sabe leer.» Y esto, sin que el niño en cuestión haya sido diagnosticado, ni siquiera evaluado para determinar en qué consiste su dificultad con el lenguaje escrito.

La mayoría de las niñas y niños aprenden a leer y escribir sin dificultad y en poco tiempo, incluso si no existe una enseñanza explícita del código escrito. Los niños y niñas que tienen acceso a la manipulación libre de material impreso, que juegan con el lenguaje escrito y que tienen modelos letrados en su hogar, aprenden a leer y escribir de manera natural, igual que aprenden a hablar. Este es el fundamento de lo que Kennet y Yetta Goodman llamaba «juego de adivinación psicolingüística», y que a su vez está en la base de la orientación pedagógica llamada Whole Language o Lenguaje Integrado.

Sin embargo, aproximadamente un 5% de las niñas y niños no aprenden a leer y escribir fácilmente. Su cerebro tiene una configuración diferente, y tienen dificultades para establecer la relación fonema-grafema, que está en la base del descifrado del código alfabético. Esta dificultad hace que, en una lengua transparente como el castellano, su lectura sea poco fluida. La falta de fluidez en la lectura produce cansancio y dificultad en la comprensión lectora, lo que es desmotivante y la lectura se asocia pronto a una actividad desagradable y que ofrece pocas gratificaciones. Todo ello actúa como una pescadilla que se muerde la cola, y la falta de fluidez lleva a la falta de motivación, que a su vez impide el trabajo necesario para alcanzar objetivos de aprendizaje.

Todo esto se podría solventar relativamente si no dejásemos que los niños y las niñas con dificultades lectoras llegasen a esta situación y actuasemos ANTES de que sus problemas con la lectura se hiciesen tan evidentes que es necesario implementar medidas drásticas como la repetición de curso, con efectos colaterales relacionados con la autoimagen y las emociones que deberíamos evitar en la medida de lo posible.

Esta mirada de intervención temprana o preventiva hacia las dificultades de lectoescritura no ha prosperado hasta ahora por culpa del criterio de diagnóstico por discrepancia. Según este criterio, solo se puede hablar de dislexia cuando existen dos años de diferencia entre el nivel de desarrollo de la lectoescritura con respecto al CI. De esta forma, sólo se podía hablar de dificultades de lectoescritura cuando el niño lleva durante dos cursos luchando con la lectura y la escritura con nulos resultados. Se espera a los 7-8 años, en el mejor de los casos, para emitir un diagnóstico de dislexia que llega tarde para un niño que está harto de luchar contra el sistema educativo.

En la actualidad, este criterio de discrepancia ha sido cuestionado por numerosos autores y profesionales de la educación, que proponen comenzar a trabajar las dificultades en la lectura y la escritura ANTES de que los niños tengan que abordar su aprendizaje. En este sentido, los modelos RtI o de respuesta a la intervención proponen una intervención temprana basada en los prerequisitos cognitivos de la lectura y la escritura a todos y todas las niñas de los niveles preescolares. El cómo respondan las niñas y niños a esta intervención nos ofrecerá conocimiento sobre la posibilidad de que tengan ciertas dificultades relacionadas con estos pre-requisitos que se pueden empezar a trabajar de manera temprana.

Estos pre-requisitos tienen que ver con la Conciencia Fonológica y otras competencias de Alfabetización Temprana relacionadas con el uso de material impreso en contextos significativos y situaciones de interacción con un adulto. Trabajar estos elementos no implica machacar al niño con cartillas y otros instrumentos de tortura. En actividades interactivas, lúdicas y adaptadas a los intereses de los niños y niñas, se pueden detectar a aquellos que presentan más dificultades que sus compañeros y requieren apoyos adicionales para desarrollar estas competencias.

En este sentido, hay que tener en cuenta que la dislexia no es una cuestión de todo o nada y la intervención temprana en cociencia fonológica y otras competencias puede mejorar mucho el pronóstico. Además, la motivación del niño o niña hacia las actividades relacionadas con el lenguaje escrito será un elemento de inestimable valor a la hora de abordar tareas más complejas. Muchas veces, el tedio y la sensación de fracaso más que la falta de capacidad es lo que conducen a un estancamiento en el aprendizaje de la lectoescritura.

Vivimos en un mundo letrado en el que aprender a leer y a escribir ha cobrado una importancia que no tenía hace pocos años. Por tanto, es importante que nos tomemos en serio las dificultades de lectura y escritura y que haya un conocimiento fundado y basado en la evidencia sobre las mismas. No podemos seguir realizando diagnósticos tardíos y sin instrumentos adecuados y dejando al azar el rendimiento y la adaptación escolar de las niñas y niños con dislexia.

PARA APRENDER MÁS

Carrillo, M., & Alegría, J. (2009). Mecanismos de identificación de palabras en niños disléxicos en español:¿ Existen subtipos?. Ciencias Psicológicas, 3(2), 135-152.

Goodman, Y. M. (1992). Las raíces de la afabetización. Infancia y aprendizaje, 15(58)

Goodman, Y. M. (2013). Learning to Read ls Natural. Theory and Practice of Early Reading, 1, 137.

Jiménez, J. E. (2012). Retos y prospectiva de la atención al alumnado con dificultades específicas de aprendizaje: hacia un modelo basado en la respuesta a la intervención. Navarro, J; Fernández, Mª. Tª; Soto, FJ y Tortosa F.(Coords.), Respuestas flexibles en contextos educativos diversos. Murcia: Consejería de Educación, Formación y Empleo.

Justice, L. M. (2006). Evidence-based practice, response to intervention, and the prevention of reading difficulties. Language, Speech, and Hearing Services in Schools, 37(4), 284-297.

Lacasa, P., Anula, J. J., & Martín, B. (1995). Leer y escribir:¿ cómo lograrlo desde la perspectiva del lenguaje integrado?. Comunicación, Lenguaje y Educación, 7(1), 31-49.

 

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Diversidad funcional e inclusión social

Bebé con IC
Bebé con IC

En el Grado de Logopedia hablamos mucho de personas con diversidad funcional, como no puede ser de otra forma. La finalidad última de esta titulación es formar profesionales que trabajen con personas que tienen dificultades en las áreas de la comunicación y el lenguaje, de  modo que es importante que nuestras/os estudiantes tengan una orientación ética muy clara sobre lo que supone tener competencias diferentes a las de la media poblacional y cómo se ha de abordar esto desde los entornos profesionales.

Sin embargo, el discurso dominante en nuestro entorno sobre la discapacidad hace muy difícil abordar esta formación. Es lo que yo llamo la «visión caritativa» hacia la discapacidad, esa que afirma que las personas con discapacidad «son iguales a nosotros, son personas normales y hay que tratarles igual que a cualquiera«. Esto es lo que sueltan como loros ante cualquier pregunta sobre la forma en que hay que abordar la inclusión social de personas con formas diversas de comunicación.

Esta visión caritativa es la que encontramos a veces entre equipos desinformados de profesionales en el entorno educativo, por ejemplo. Imaginad que un orientador de un instituto tiene que abordar la inclusión en el aula de un niño con un implante coclear. Si este orientador no sabe cómo oye un niño con un implante, difícilmente podrá reflexionar sobre las necesidades especiales de este estudiante en un aula de 30 alumnos, que suele ser un espacio ruidoso por definición. Y si aplica como único precepto para la inclusión que al niño hay que tratarle como a cualquier otro, desde una visión caritativa de la discapacidad, lo único que conseguirá será que ese estudiante se pierda entre un marasmo de ruidos incomprensibles y desesperantes.

Un logopeda debe ser consciente de que la inclusión social de una persona con dificultades de comunicación y lenguaje parte de una implicación activa del entorno. Y esta implicación no supone, ni mucho menos, tratar a esta persona «como una más» y dejar todo como está, sino que es necesario introducir modificaciones en el entorno que permitan a esta persona comunicarse en igualdad de condiciones. Por lo tanto, el buenismo implícito en la afirmación «a este niño le tenemos que tratar como a cualquier otro» puede convertirse en un grave obstáculo para la inclusión social de personas con competencias comunicativas diferentes. Para que estas personas sean como una más hay que hacer cosas diferentes, hay que tratarles conociendo su diversidad y adaptando el entorno para que sea operativo para que estas personas puedan funcionar con sus peculiaridades y diferencias.

Volviendo al ejemplo del estudiante con un implante coclear (IC), un orientador informado, aún no siendo logopeda, pediría a los profesores de ese estudiante que tuviesen en cuenta sus peculiaridades en cuanto a la audición. Un estudiante con un implante coclear no oye como un estudiante con audición natural (aquí podéis escuchar una simulación de como oye una persona con IC) . Las condiciones sonoras del entorno son muy importantes para conseguir que este estudiante pueda seguir una clase y avanzar en igualdad de condiciones con sus compañeros. Y esto implica una concienciación del entorno. Es importante que no haya ruido de fondo, que las personas hablen de una en una, que se respeten los turnos, que la clase guarde silencio durante las clases magistrales o las explicaciones al grupo, etc. Esto en cuanto al entorno. Luego habría otro tipo de consideraciones educativas sobre el lenguaje escrito y la comprensión de textos en las que no vamos a profundizar aquí, pero que son cruciales para el rendimiento académico de nuestro hipotético estudiante.

En conclusión, cuando hablamos de inclusión social y diversidad funcional es útil alejarse de las nociones bienintencionadas del discurso reinante en nuestra sociedad y adoptar un discurso profesional que asume responsabilidades en dicha inclusión. Para fomentar la inclusión social hay que cambiar el entorno social, no basta con ser muy buenos y tratar a las personas diferentes como si fuesen «uno de los nuestros«.