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No me importa tanto quién ganó las elecciones, sino más bien quién las perdió, y no fue únicamente el PP.

En mi primera clase de Estadística de cada curso, siempre comienzo recordando una cita que Internet atribuye a Mark Twain y a Benjamin Disraeli (lo raro es que no sea a Tutankamon, a Billy el Niño o a Wiston Churchill como le gusta a mi amigo Fernando) que dice: “Hay tres clases de mentira: la mentira, la maldita mentira y las estadísticas”. Es por esto que tras cada proceso electoral, salgan victoriosos todos los partidos menos IU y UPyD.

El 28 de julio de 2014 se publicó en el Diario Oficial de Castilla-La Mancha la Ley 4/2014 de 21 de julio de reforma de la Ley Electoral de Castilla- La Mancha de 1986. En la exposición de motivos se habla de “sufragio universal” como principio básico que debe ser respetado para poder traducir el número de votos a escaños respetando el deseo mayoritario de los electores y que “impida resultados que puedan falsear la voluntad popular”. Por esto, y por cuestiones económicas, justificaron entonces, se realizó un nuevo reparto de diputados para cada provincia.

En la exposición de motivos, se añade casi al final que “estos criterios se fijan de tal forma que no responden a supuestos de oportunidad sino que se configuran en una actuación guiada por otros criterios. Excusatio non petita, accusatio manifesta, aunque teniendo en cuenta que con la ley anterior, hubiera ganado el PP, pues parece que por una vez fueran sinceros, aunque más bien, como ya comenté en un texto anterior, realmente les fallaron los cálculos.

Este nuevo sistema no es “más democrático ni más justo” como se empeñaron en decir los del PP en el verano de 2014. Por cierto que aprobar una ley de esta importancia en esas fechas, se suele decir que se hace “con agosticidad”. Pues bien, si finalmente se confirma que el escaño asignado provisionalmente, con el 98,98% escrutado, a Podemos en Albacete va a recaer al PSOE, en la Comunidad quedarán sin representación 219.924 votantes (un 20,8% de los votos emitidos sin contar blanco y nulo, 1 de cada 5) frente a los 80.081 votos de 2011 (un 7,6%).

Quiere esto decir que, sin contar la abstención que por cierto creció un 3,2%, uno de cada cinco votantes que intentaron expresar su voluntad de elección mediante la introducción de su voto en una urna, no vio su esfuerzo recompensado. Si bien se respetó su derecho al sufragio universal, pudo votar, hubiera sido lo mismo si hubiera depositado su sobre en el retrete como bien me enseñó mi padre cuando contaba yo unos 12 años. Pero no nos olvidemos de la abstención pues si en 2015 han votado 1.119.938, se abstuvieron 419.169 y 219.924 votos fueron a la basura ¿a quién representan nuestros diputados electos? Pues únicamente a un 55,6% del censo. Así se traduce que el 37,5% de apoyo del PP y el 36,11% al PSOE no es más que un 20,9% y un 20,1% de apoyo real respectivamente.

Más cosicas. Cabe destacar que a PODEMOS le habrá costado cada diputado 41.254 votos (35.522 si se confirmara el de Albacete) frente a los 25.680 del PP y los 26.370 del PSOE. Pero peor lo ha tenido Ciudadanos que con 94.626 votos no tiene representación alguna. O IU-GANEMOS que también es ninguneada con 34.85 votos. ¿Es esto justo o democrático?

Para terminar con mi análisis, querría llamar la atención sobre la pérdida de apoyo del bipartidismo. Ambos partidos pierden en conjunto 268.262 votos, 154.068 el PP (un -27,3%) y 114.194 el PSOE (un -22,40%). Muy contentos no deberían estar, salvo que sólo les importe el cómputo final de diputados y se olviden de la gente.

En definitiva, no sé quién ha ganado las elecciones pero tengo claro quien las ha perdido. En primer lugar las ha perdido la Democracia al permitirse que un 20% de votantes queden sin representación y en segundo lugar todos y cada uno de esos votantes que con ilusión depositaron su sufragio en la urna el pasado 24 de mayo y que al final, han acabado en la basura.

El dichoso voto útil, en CLM, debe ser para Podemos.

Hace unas semanas, en el coche con Fernando Cuartero, compañero muy ateo y muy crítico que de matemáticas y de matemáticas electorales sabe un poco, comentábamos lo que consideramos el golpe de estado antidemocrático que supone la reforma del sistema electoral en Castilla-La Mancha perpetrado por Cospedal y sus secuaces. Fernando me comentaba lo que intentaré relatar aquí, que no es idea mía sino suya, pero que comparto plenamente y yo, solamente, he dado forma.

En cada ciclo electoral nos acordamos de la forma en la que se asignan el número de diputados mediante la dichosa Ley D’Hondt. No obstante, la culpa no es del famoso jurista belga y de su sistema proporcional de asignación de cargos electos (sí, más o menos proporcional aunque peculiar) a partir de los votos conseguidos y que data de 1878, sino de la existencia de circunscripciones y más bien del uso torticero que los políticos en turno de mando hacen de ellas. El problema de este reparto, que bien conocen los políticos, es que existan circunscripciones con un número de diputados/representantes bajo. En estas condiciones, el sistema D’Hont castiga duramente a los partidos minoritarios. Es por esto que, cuando se acercan elecciones, el voto útil, salga a colación, castigando antes de la votación a los partidos que no se espera que lleguen al mínimo para poder jugar en el sistema D’Hondt.

Como digo, la culpa no es de Víctor D’Hondt sino, una vez más, de los políticos que quieren jugar a la democracia con las cartas marcadas. Centrémonos en el sistema electoral de Castilla – La Mancha. El PP de Cospedal ha hecho cuentas, las ha tenido que hacer dos veces y ha aprobado dos reformas en menos de tres años, de forma similar a las que antes hizo el PSOE, y ha cambiado las reglas del juego para garantizarse la victoria. El número de diputados ha pasado de 53 a 33, haciendo que los fallos del sistema D’Hondt se agudicen en su favor pero que ellos han justificado para “procurar una ley electoral más democrática, más justa” (sic). La reforma es tan radical y antidemocrática que si se aplicara en Cataluña, País Vasco o Navarra, el PP se quedaría sin representación y sería portada de La Razón durante un mes. Y ¿cómo quiere garantizarse Cospedal la victoria? Es muy fácil: al reducir el número de cargos totales, como es lógico, se reducen por circunscripción hasta el punto de que sólo podrían jugar la partida dos partidos: PP y PSOE. Además, como la mayoría absoluta depende de un único diputado, la victoria dependería de las circunscripciones con asignación impar, por lo que un único voto podría decantar la balanza. Con este sistema, se podría dar la paradoja de que el segundo partido más votado en la Comunidad tuviera mayoría de diputados en las Cortes Regionales. Todo muy democrático y justo.

Con todo esto en mente, el PP ha asignado un número par de diputados donde cree que va a perder y un número impar donde cree que puede ganar. Si por ejemplo una circunscripción tiene 4 diputados, independientemente de la diferencia en el resultado, los dos partidos mayoritarios se repartirán los diputados, 2 y 2 respectivamente, pues para romper ese empate se necesitará una diferencia superior al 50%, lo cual no parece muy probable. En cambio, en aquellas circunscripciones donde haya un número impar, imaginemos 5, los dos partidos mayoritarios se repartirán 2 y 2 y el quinto diputado se iría al ganador, aunque sea por un único voto. En cualquiera de los casos, los partidos minoritarios son ninguneados, pues a pesar de que en el conjunto de la Comunidad obtengan un buen puñado de votos, esos votos sólo entran en el juego por circunscripciones sin posibilidad de pasar el filtro D’Hondt. En algunos casos podrían llegar a necesitar un mínimo del 15-20% para optar a un diputado. Así un partido con un 15-20% de los votos en la región, quedaría sin ningún tipo de representación; recordemos de nuevo la justificación que dan desde el PP para la elaboración de esta ley: “procurar una ley electoral más democrática, más justa”. Es evidente que una vez más mienten, pues cualquier cosa menos justa y democrática.

El problema es que los calculadores del PP, cuando hicieron todas sus cuentas, contemplaron un escenario bipartidista. Después creyeron que la irrupción de Podemos les beneficiaría pues supusieron que quitaría votos al PSOE y mejoraría sus opciones en el sistema D’Hondt, pero insisto en que no hicieron todas las cuentas. La aparición de Podemos tendrá un impacto crucial en las circunscripciones en las que consiga representación, pues con ello logrará invertir la paridad que inicialmente había pensado el PP y que sea par en aquellas provincias donde esperaba superar al PSOE. De esta manera, si pensamos en una circunscripción con diputados impares, a la hora de repartir, es posible que el diputado impar que el PP contaba que le daría la victoria, vaya al tercer más votado, quedando un número par de diputados a repartir entre los dos mayoritarios, produciéndose un empate. En las circunscripciones pares, el PP seguiría consiguiendo el número de diputados que esperaba, si resulta la fuerza más votada, pero en el cómputo global, el PP podría no ganar por mayoría y el gobierno de la región quedaría a expensas de un posible pacto progresista. Para más inri, la entrada de Ciudadanos es otro factor con el que no contaron los ambiciosos calculadores del PP, pues lo lógico y esperable es que resten votos al PP, pero este hecho les preocupa menos pues parece claro que votar Ciudadanos es votar un recambio más que un cambio, pues el pacto, al parecer, está ya encima de la mesa. En este escenario, yo invoco de nuevo, aunque sea tarde, la coalición del punto único, salvo que, como pudiera ocurrir, el PSOE prefiera hablar con Cospedal o peor, con Ciudadanos, antes que con Podemos, lo cual sería, en mi opinión, más efectivo que una infusión de cianuro.

En definitiva y aunque odio la consabida llamada al voto útil, el 24 de mayo, el voto útil, si se quiere echar al PP y a Dña. Finiquito en Diferido no es votar al PSOE, pues las cuentas del PP no fallarían, tampoco a Ciudadanos, pues parece claro que son más de lo mismo, sino votar a Podemos.