Cuando en 1800 presenta Francisco de Goya en la Corte el espléndido retrato de la familia de Carlos IV, ha alcanzado ya su plena madurez y, junto al Rey, ha visto ya demasiado, aunque no todo. No resulta nada fácil hacernos una idea de lo que pudo suponer para un Rey que hasta el feroz crítico Blanco White había calificado de buena persona…