Hiperparentalidad y padres helicóptero: la psicologización de fenómenos sociales

 

A finales de los 90 se comenzó a hablar, principalmente en EE.UU., de padres helicóptero. Fueron los periodistas los que acuñaron este término, que, más adelante, pasó al entorno académico con el nombre, más moderado, de hiperparentalidad. Según los reporteros, distintas universidades habían alertado sobre las nuevas prácticas de las madres y padres de sus estudiantes, incluso de los ya graduados. Madres y padres que supervisaban con cuidado el proceso de emancipación de sus hijos e hijas en el primer año de universidad, seleccionando su lugar de residencia y pidiendo información precisa sobre las condiciones de su estancia. Padres y madres que solicitaban audiencia con el profesorado para informarse de los criterios de evaluación y revisar exámenes suspensos de sus hijas e hijos e, incluso, padres que acudían a las entrevistas de trabajo de sus hijos e hijas recién graduadas.

No tenemos una cifra  de las familias que adoptan este supuesto constructo de parentalidad. Dada la cantidad de artículos periodísticos que encontramos sobre el tema en los primeros años del milenio, principalmente en el mundo anglosajón, pareciera ser que es un fenómeno multitudinario. Sin embargo, no he logrado encontrar un solo artículo de investigación en el que se de una cifra de prevalencia de estos fenómenos. A partir de la primera década de nuestro siglo han ido apareciendo investigaciones correlacionales, llevadas a cabo principalmente en EE.UU., en las que se busca (y se encuentra) la relación entre la hiperparentalidad (medida con un cuestionario que cumplimentan los padres y/o los hijos) y distintos constructos psicológicos como la ansiedad y el arrepentimiento por parte de los padres, y el narcisismo y la falta de estrategias eficaces de afrontamiento por parte de las hijas e hijos (Segrin y cols., 2013)

No hace falta decir que el método correlacional no demuestra ningún tipo de causalidad. El hecho de que las familias que puntúen más alto en un cuestionario en el que se les preguntan cosas como “hago sugerencias a mi hijo/a para ayudarle a conseguir las cosas”, “Hago lo que puedo para evitar a mi hijo/a situaciones difíciles” o “Dejo que mi hijo/a adopte responsabilidades personales relacionadas con su felicidad o su vida”, también puntúen más alto en medidas de ansiedad y de arrepentimiento y sus hijos puntúen menos en un cuestionario sobre estrategias de afrontamiento no significa que las conductas de los padres sean la causa de las características de los hijos/as o que la causa de las conductas paternas sean procesos de arrepentimiento sobre cómo han tratado a sus hijos e hijas en el pasado que les llevan a estados de ansiedad que, a su vez, les impulsan a sobreproteges a su descendencia. Podría suceder, perfectamente, al contrario: niños y niñas que desarrollan pocas habilidades de afrontamiento o que tienen determinadas características personales producen ansiedad en los padres y madres, cierto arrepentimiento y eso les conduce a desarrollar conductas hiperparentales.

Por otra parte, estas investigaciones no nos dicen nada de los contextos en los que se producen estos supuestos episodios de hiperparentalidad y la forma en que estos episodios son interpretados por los protagonistas y por los demás agentes implicados en los mismos. La forma en que este fenómeno empieza a cobrar cuerpo socialmente es a partir de las quejas de los responsables de los campus universitarios anglosajones, que informan de que, en cada vez más ocasiones, tienen que dar explicaciones a las familias sobre el bienestar de sus hijos e hijas y los procesos de calificación y revisión de exámenes. A este respecto, es interesante el artículo de la periodista canadiense Adriana Barton (2010), quien señala la existencia de una presión social creciente para que las familias protejan y vigilen a sus hijos e hijas desde pequeños y la cada vez mayor demanda para entrar en la universidad, lo que hace necesario prácticamente un programa de entrenamiento académico desde primaria. Barton señala:

“Las escuelas se quejan de los padres que llaman continuamente a los profesores, incluso cuando estos profesores piden niveles de implicación parental sin precedentes. Los deberes comienzan en la educación infantil. Luego llegan los proyectos de ciencias, los informes para aumentar los fondos para las escuelas y los viajes al campo que confían en que los padres se ofrecerán como choferes voluntarios.  Antes, era suficiente con tener buenas calificaciones para que un estudiante de bachillerato pudiese acceder a una buena universidad. Ahora, los responsables de las admisiones favorecen a los candidatos que están enrolados en gran cantidad de actividades extracurriculares que requieren más tiempo y dinero de las familias. La dificultad para entrar en la universidad no está solo en las cabezas bien educadas de los padres. Hay un número récord de bachilleres- 3,2 millones -graduados en los EE. UU. el último año, y las solicitudes en la universidad han alcanzado cifras récord también en Canadá, EE. UU. y U.K. Para que tus hijos entren en una buena universidad – dice el Dr. Nelson- tienes que trabajar con ellos desde una edad muy temprana.”

Desde este punto de vista, los estudios que he encontrado sobre hiperparentalidad carecen de lo que Bonfenbrenner (1988) aludiría como un análisis del proceso que da lugar a este tipo de conductas parentales y la forma en que estas afectan al desarrollo de las hijas e hijos. Como podemos comprobar, leyendo el extracto del artículo de Barton, la hiperparentalidad no es algo que se produzca en un vacío social. Deberíamos analizar los procesos que se dan en los múltiples sistemas que influyen en el desarrollo de la persona, desde los contextos más próximos en los que participa directamente (el contexto familiar y los centros educativos), las relaciones entre estos contextos, los contextos en los que no participa pero que influyen en su desarrollo (el trabajo de los padres, por ejemplo) así como los entornos culturales en los que se desarrolla y marcan patrones de comportamiento definidos, como la clase social o el grupo cultural de pertenencia. Por último, el momento histórico en el que se transita también impone unas condiciones de desarrollo concretas que no pueden ser pasadas por alto. No podemos estar atribuyendo conductas hiperparentales, de las que no tenemos siquiera una cifra de prevalencia, a las características internas y psicológicas de los padres y las madres, sin analizar todos los condicionamientos históricos, sociales y contextuales que pueden estar incidiendo en su supuesta aparición.

En muchos de los artículos periodísticos a los que he podido acceder, se atribuyen estas formas de hiperparentalidad a los “babyboomers”, como un supuesto resultado de un rechazo a la forma en que ellos y ellas fueron criados, con cierto desapego y desatención, lo que podría haber producido un efecto contrario en sus prácticas de crianza. De nuevo, no encuentro ningún dato empírico que avale esta hipótesis. Sí considero, sin embargo, que esta psicologización de problemas sociales traslada la culpa al terreno individual y, de esta forma, las soluciones propuestas son solo personales e individuales. De esta manera, sale mucho más barato el cambio social, un cambio que, por alguna razón, y dado el impresionante boom de artículos y libros sobre este tema en nuestro país, debe interesar que se produzca.

El hecho de que el fenómeno de la hiperparentalidad y los llamados “padres helicóptero” haya surgido fundamentalmente de manos de periodistas que, de repente, se han erigido en expertos en Psicología del Desarrollo, da mucho que pensar. ¿Por qué ese empeño en rebajar las conductas de cuidado de las madres y padres hacia sus hijos/as, cuando el gran problema de nuestra sociedad es, en todo caso, la desatención a la infancia? ¿Por qué molestan tanto los padres y las madres ocupándose de sus hijos e hijas, y se les ridiculiza constantemente aludiendo a ejemplos extremos que, quizás, sucedieron alguna vez en algún lugar? Lo que está claro es que, de alguna forma, el celo en el cuidado y supervisión de los hijos e hijas está convirtiéndose en un estorbo.

En conclusión, podemos decir que no hay datos empíricos sobre un aumento exacerbado y no motivado de conductas de hiperparentalidad, ya sea en los países anglosajones o en nuestro país. Tampoco existen análisis serios de por qué y en qué contextos surgen los conflictos supuestamente motivados por estas conductas de hiperparentalidad. Sería sumamente interesante un análisis de estos conflictos y de las percepciones que tienen de los mismos todos los agentes implicados. Pero, de momento, lo único que tenemos son cientos de artículos periodísticos haciendo afirmaciones contundentes sobre las malas prácticas familiares. ¿Podemos llamar a esto “pseudociencia”?

Referencias bibliográficas

Bronfenbrenner, U. (1988). Interacting systems in human development. Research paradigms: Present and future. Persons in context: Developmental processes, 2, 25-49.

Segrin, C., Woszidlo, A., Givertz, M., & Montgomery, N. (2013). Parent and child traits associated with overparenting. Journal of Social and Clinical Psychology32(6), 569-595

Estudios sobre hiperparentalidad 

Darlow, V., Norvilitis, J. M., & Schuetze, P. (2017). The relationship between helicopter parenting and adjustment to college. Journal of Child and Family Studies26(8), 2291-2298.

LeMoyne, T., & Buchanan, T. (2011). Does “hovering” matter? Helicopter parenting and its effect on well-being. Sociological Spectrum31(4), 399-418

Padilla-Walker, L. M., & Nelson, L. J. (2012). Black hawk down?: Establishing helicopter parenting as a distinct construct from other forms of parental control during emerging adulthood. Journal of adolescence35(5), 1177-1190

Rousseau, S., & Scharf, M. (2015). “I will guide you” The indirect link between overparenting and young adults׳ adjustment. Psychiatry research228(3), 826-834.

Scharf, M., Rousseau, S., & Bsoul, S. (2017). Overparenting and young adults’ interpersonal sensitivity: Cultural and parental gender-related diversity. Journal of Child and Family Studies26(5), 1356-1364.

Schiffrin, H. H., Liss, M., Miles-McLean, H., Geary, K. A., Erchull, M. J., & Tashner, T. (2014). Helping or hovering? The effects of helicopter parenting on college students’ well-being. Journal of Child and Family Studies23(3), 548-557

Segrin, C., Givertz, M., Swaitkowski, P., & Montgomery, N. (2015). Overparenting is associated with child problems and a critical family environment. Journal of Child and Family Studies24(2), 470-479.

Segrin, C., Woszidlo, A., Givertz, M., Bauer, A., & Taylor Murphy, M. (2012). The association between overparenting, parent‐child communication, and entitlement and adaptive traits in adult children. Family Relations61(2), 237-252