Trae los papeles de la objeción que aquí hay otro maricón.

Cada vez que paso por la Prisión de Herrera de La Mancha me acuerdo deJuly García y de Pedro Oliver

Cuando le dije a mi padre que iba a declararme insumiso allá por 1993, me dijo que vale, pero que me lo pensara… que una de las consecuencias podría ser la inhabilitación para puesto público y que con mi carrera, que me lo pensara bien (no fue verdad, pero era alguna de las amenazas). Así en mi primer llamamiento, solicité ser Objetor de Conciencia. No había estructura, los papeles me los dieron en la delegación del ayuntamiento del distrito de Fuencarral-El Pardo (centro de reclutamiento 112) y se solicitaba en una oficina de hacienda, en la calle San Bernardo. Por cierto que cuando dije que quería ser objetor, un de los dos militares que estaban en Fuencarral le dijo al otro “trae los papeles para la objeción que aquí hay otro maricón”.

Me dijeron que no pidiera prórroga de estudios porque, según ellos, no era necesario para los objetores. Aquí hubo un lío porque como no había nada de información, me dijeron que las sucesivas prórrogas no había que solicitarlas que cuando recibiera destino, que solicitara la prórroga. Así, en 1997, 3 años después de haber sido reconocido oficialmente como objetor por la autoridad militar competente, me enviaron el listado de destinos, en Madrid, cuando yo estudiaba en Salamanca, entre los que debía elegir y al que me debía incorporar aquel mismo año. Me dijeron que no tenía derecho a prórroga de estudios, así que tuve que pedir prórrogas de estudio extraordinarias de las que sólo daban 2. Periódicamente, me escribía el Ministerio de la (in)Justicia… cartas que, como decía un amigo, abría sentado en el WC. Al final, gracias al RD, me libré porque, según me dijeron en la Oficina de la Objeción de Conciencia (cuando la hubo) en la calle Ríos Rosas, mi expediente era irregular…

En esta imagen se recogen “mis motivos” por los que quería que me reconocieran Objetor de Conciencia y que tuve que escribir deprisa y corriendo, apoyado en una columna. Se puede leer: “Mis motivos son de carácter moral, ético y humanitario. no me cabe pensar en el s.XX a puertas del XXI una postura ante la sociedad que no sea de ayuda y cooperación y no encuentro lógico el servicio militar en una sociedad que desea la PAZ”. Era el 10 de diciembre de 1993, tenía 16 años.

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No puedo expresar con palabras el agradecimiento a todos aquellos compañeros que por coherencia decidieron anteponer sus valores personales a su propia libertad. Gracias.

Hoy, pocos recuerdan aquella época. Los jóvenes no pueden entender lo que suponía todo esto. El compromiso social de aquellos que “no se harían hombres” nos hicieron ser mejores personas.