No te preocupes, tú también la cagarás algún día en las redes sociales…

12512369_560637647443298_8001619886089482595_nHace un par de semanas asistí junto a @LFiggo a la I Jornada de Estudiantes de Medicina y Redes Sociales en el Ilustre Colegio Oficial de Médicos de Madrid organizada fantásticamente bien por varios alumnos y con la participación de excelentes ponentes (@mgalandejuana, @dantachan, @atrinid, @mjaldasoro, @javsan, @doctoritobravo). Los vídeos, presentaciones y documentación están accesibles desde aquí.

En esta entrada pretendo hacer un resumen personal de las principales ideas que se expusieron y debatieron y que creo que debemos tener muy en cuenta, no sólo si eres médico o estudiante de medicina, sino si eres usuario de cualquier red social… vaya que entiendo que será interesante para más de la mitad de los españoles que tienen cuenta en alguna de ellas. Espero que nadie la juzgue con demasiado espíritu crítico, pues no pretende ser un manual de uso ni nada por el estilo, sino el compendio de ideas que me traje de esta Jornada.

El punto de partida que debemos tener claro es que una red social es una vía más de comunicación, de intercambio de información pero con infinitas posibilidades. Un símil que me gustó mucho es que una red social es como estar en la calle: todo lo que digas puede ser escuchado, grabado y compartido por cualquiera que lo vea o escuche. Lo que me lleva a la primera regla de oro de las redes sociales: si no quieres que se sepa, no lo compartas. 

La forma de comunicar y compartir información depende de la red social que utilicemos: debería estar claro que no es lo mismo Facebook que Twitter. En la primera puedes gestionar más o menos tu grupo de «amigos» a quienes llegará la información que compartas. Creando filtros puedes dirigir la información, bloqueando algunas cosas a ciertas personas. Por ejemplo, en Facebook donde yo tengo más de 1000 «amigos» sólo unos pocos «elegidos» pueden ver las fotos personales de mis viajes o de mis hijos: la familia. Y soy muy cuidadoso en este asunto, regañando a mi madre cada vez que comparte una de mis imágenes entre sus «amigos». En cuanto recibo la alerta, le obligo a borrarla. Después tengo un grupo de «Alumnos», otro de «Amigos1» donde están mis amigos y no mis «amigos» (se entiende, ¿no?), otro de «Amigos2» donde están esos otros «amigos», otro de «Resto» y otro de «Resto de los restos». En este último están esas personas que no tienes más remedio de aceptar como «amigos» por el qué dirán… pero que no tienen acceso a casi ninguna de mis publicaciones (sólo aquellas que hago en «público»). A lo que voy. Teniendo cuidado y siendo bastante meticuloso, puedes clasificar tus publicaciones y la gente a la que llegarán. Piensa que todo lo que publiques podrá ser comentado o compartido por cualquiera de los receptores: hay cosas que puedes decir en la intimidad y confianza de la familia, pero otras que no deberías gritar en la plaza del pueblo.

En Twitter la cosa cambia, puedes bloquear tus publicaciones para que sólo sean vistas por tus seguidores, pero lo normal es tenerlo «en abierto», esto es, cualquiera podrá ver las tonterías que dices, comentas o retuiteas sin ningún control. Así hay cientos de ejemplos de meteduras de pata que encontraremos con una simple búsqueda en Google. Y a todo esto ¿para qué sirve Twitter? Pues es algo que no tienen claro ni quien lo inventó… pero a mi me resulta muy útil para seguir eventos o noticias (mediante hashtags) o estar al día. Twitter convierte en reportero a cualquiera que tenga una cuenta y algo que contar, sobre todo si es noticia… con los problemas y las ventajas que esto significa.

Me centro en estas dos redes sociales obviando otras con gran penetración como Instagram o LinkedIn pues fue sobre las que nos centramos en la Jornada. No estaría de más para otras ediciones una charla monográfica sobre LinkedIn… no me enrollo, pero a día de hoy es un buen escaparate para dar a conocer nuestra actividad y nuestro curriculum vitae.

Hecha esta mínima introducción, creo que queda claro que las redes sociales son una ventana a nuestra intimidad, un escaparate de lo que hacemos o compartimos, cómo pensamos o en qué estamos interesados que, aunque podemos controlar, siempre puede tener grietas o donde podemos cometer errores. A ver, otra cosa que debe quedar clara: una red social es para compartir información y aunque está el típico usuario que sólo mira, lo normal es usarlas para compartir cosas, recoger ideas, pero también aportarlas. Por tanto, con todo esto, las redes sociales también pueden ser vías de comunicación profesional, en mi caso como profesor con alumnos y compañeros, en el caso de médicos, entre compañeros y, por qué no, pacientes.

Llegados a este punto es importante tener en la cabeza el concepto de «marca personal«: qué imagen estamos transmitiendo, qué información estamos compartiendo, qué pensará la gente de nosotros (amigos, seguidores, conocidos, compañeros…). Este concepto se va interiorizando (y trabajando) a medida que vamos creciendo como usuarios de redes sociales y como personas (madurando 2.0). En la Jornada se puso de manifiesto el hecho de que cuando en los servicios se enteran de quién será el nuevo o la nueva residente, no tarda en circular, generalmente por Whatsapp, el enlace a su perfil personal en Facebook. Perfil que puede contener de todo: fotos de borracheras, tontunas varias o, cómo no, también cosas serias. Es tal el asunto de «intromisión en la intimidad» al que son sometidos estos nuevos residentes que todo el servicio conoce «demasiadas» cosas del nuevo antes de que se presente por allí, y por esto mucha gente cierra sus perfiles el día después de elegir plaza… o si llegan tarde, unos días después de incorporarse y que todo el mundo sepa que tu eres la estudiante de medicina que tenía pasta de dientes en el pelo en un control de alcoholemia. Esta historia sirvió también para introducir otro tema importante: el derecho al olvido en Internet que en el caso del vídeo no depende de las publicaciones en un perfil de una red social sino de cómo un vídeo, o una noticia, se viraliza en las redes sociales… y que, como en el ejemplo, a veces es difícilmente controlable.

Por tanto, como estudiantes de Medicina o de cualquier otra titulación, deberíamos tener visión de futuro y pensar que lo que hoy compartimos en redes sociales, es posible que esté accesible mañana. De ahí la importancia de tener grupos de «amigos» en Facebook con diferentes niveles de acceso a la información que publicamos. Aun así será difícil que la foto de una borrachera en la que aparecen much@s compañer@s se mantenga privada sin que nadie de los que aparece en la misma, la comparta en público.

Entonces, ¿cierro mi perfil y no digo a nadie que soy médico? Pues no, no hace falta, pero deberás tener presente que no sólo los compañeros del nuevo servicio, sino que también tus propios pacientes, podrán acceder a esa información… de ahí que la marca personal es importante, empieza a pensar en ello desde ya. Una idea que surgió, como posible solución, es la creación en Facebook de una «página» con un perfil profesional y dejar el perfil personal bloqueado casi exclusivamente a tus «amigos». No es mala solución pues puedes darle un uso más adecuado, controlando la información que se comparte, más temática, más profesional. Lo que quedó claro es que nadie se planteó el abandono de las redes sociales por todo lo que nos pueden aportar en el intercambio de información y, por qué no, de atención a nuestros pacientes. Cada vez son más los profesionales que tienen páginas, blogs o perfiles de redes sociales a través de los que responden y comentan cosas, ayudando a mucha gente. Sinceramente pienso que, como trabajadores de lo público, que damos un servicio público, el poder extender nuestras aportaciones y que lleguen cada vez a más gente, debería ser obligatorio. Yo por eso mantengo esta web donde procuro compartir materiales, libros con licencia Creative Commons, comentarios, reflexiones… con mayor o menor acierto pero ¿cuántos de mis compañeros llegan más allá de sus alumnos de clase? Tampoco están obligados, pero en el siglo XXI a lo mejor, habría que planteárselo.

No he entrado en un tema sumamente importante que se trató largo y tendido: el uso adecuado de la información, desde un punto de vista ético y profesional, en las redes sociales y que se recoge excelentemente en este texto: «Manual de estilo para médicos y estudiantes de medicina sobre el buen uso de redes sociales» editado por la Organización Médica Colegial de España o se resume fácilmente en este tuit de una alumna de Odontología de la Universidad del Valle de México en Reynosa, cuya historia y consecuencias se puede leer aquí.

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Por último y antes de enumerar las conclusiones que extraje de la Jornada, me gustaría comentar otra vía de comunicación que no es una red social, pero que con la creación de infinitos grupos, casi se empieza a comportar como si lo fuera: WhatsApp. ¿A quién no le han metido en un grupo con infinidad de gente que no conoces, bien porque no tienes su número en la agenda o bien, en muchos casos, porque ni los conoces? Además si te sales, aparecerá en el grupo el mensaje de que lo has abandonado, por lo que mucha gente no se va por el qué dirán. Grupos de familiares, amigos, de profesionales, compañeros, papás y mamás de colegio, asociaciones, etc. En estos grupos parece haber patente de corso para comentar, publicar y compartir todo sin medida, permiso ni control. ¿A quién no le han hecho una foto en una fiesta o reunión y la han pasado por un grupo en el que hay gente que no conoces? La semana pasada me ocurría lo siguiente en un grupo de ciclistas urbanos de Albacete. Una persona, por error, compartió la imagen de 5 niños que parecían estar en Infantil. Los niños salían perfectamente, eran fácilmente reconocibles. Al segundo, la persona que la había enviado dijo: «perdonad, no era para este grupo» y hubo una sucesión de mensajes del tipo «no pasa nada», «no te preocupes». Fui el único, probablemente sensibilizado por el tema de los riesgos de compartir información en redes sociales, que llamó la atención de lo serio del asunto y dije que sí, que era un error, que cualquiera puede cometerlo, pero que era un delito muy grave que un profesor, sin el permiso explícito de los padres, difundiera en un grupo de Whatsapp con más de 50 personas que no conoces, la imagen de menores reconocibles. Vivimos en un país en el que no pasa nada y a continuación se sucedieron una serie de mensajes en los que se me decía que me estaba pasando, que no era para tanto, que nadie la compartiría, que no saldría de allí, que le puede pasar a cualquiera… Yo sólo quise llamar la atención de algo sumamente grave, no de denunciar a nadie pues todos podemos equivocarnos, pero no lo digo yo, lo dice la AEPD en este dictamen. Y lo único que pensé fue ¿qué pasaría si en la imagen hubiera aparecido alguno de mis hijos? Probablemente nada, pero no me haría ni puta gracia. Pero si un padre se entera y quiere tocar las narices, y está en su pleno derecho, puede meter al colegio y a quien hizo la foto y la difundió en un problema más que serio. Utilizo este ejemplo para llamar la atención de los riesgos de compartir información sin ningún control. Aunque creamos que es una tontería, compartir una imagen, un comentario o un texto insultante, puede ser muy problemático.

Conclusiones (mis):

  1. Redes sociales: sí, pero con cabeza, si hablas bajito en un bar para que no te escuche el de al lado, no lo publiques en redes sociales.
  2. Abandonar las redes sociales: no. Hay que aprender a usarlas con amigos, familiares y, sin ninguna duda, también en el trabajo para aprovechar su potencial.
  3. Marca personal: importante cuidar la imagen que proyectamos a través de las redes sociales. Tener en cuenta qué queremos que la gente piense de nosotros y que lo que publiquemos, quedará ahí, por ahora, para siempre.
  4. Respeto a la legalidad, ética y manual de estilo.
  5. También divertirnos y compartir tontunas, ¡claro! ¡nos hará más humanos!
  6. Para otra Jornada: uso de LinkedIn, WhassApp y algo de Klout.

Para terminar: mi enhorabuena a los organizadores y ponentes por la iniciativa y el desarrollo de la Jornada; fue, sin duda, muy provechosa. Y el resumen final que recogí en este tuit: «las redes sociales son como una navaja de Albacete: pueden ser un arma o una herramienta, depende de cómo las uses«.