Hace muchos años, cuando mis hermanas y yo éramos pequeños, coincidiendo con unas elecciones, le preguntamos a nuestro padre que en qué consistía votar. Para explicárnoslo, como buen profesor, nos hizo tomar un papel y escribir el partido al cuál queríamos dar nuestra confianza para que decidiera por nosotros durante los siguientes 4 años. Los tres escribimos nuestras preferencias en secreto, pues el voto debía ser secreto. Lo doblamos y nos dijo: “¡venid conmigo!”. Le seguimos hasta el cuarto de baño y él levantó la tapa del retrete. Nos dijo a continuación “depositad vuestro voto en la urna”. Sorprendidos, nos miramos y obedecimos. Una vez habíamos depositado nuestros sufragios en la húmeda urna blanca, tiró de la cadena y nos dijo “ya habéis votado”.
Con los años comprendí aquella lección que desarrollaba un lema que, años después, intento inculcar a mis alumnos: “Me lo contaron y lo olvidé; lo vi y lo entendí; lo hice y lo aprendí“. Nuestro padre nos hizo votar de aquella manera para que aprendiéramos en qué consistía la #mierdademocracia que ya, entonces, teníamos: elecciones cada 4 años, listas cerradas, partidos que gobiernan de espaldas a la ciudadanía; una falsa democracia en la que las urnas de verdad no distan mucho de aquel inodoro marca Roca.
Mi compromiso con la Democracia Participativa, en la que el elegido no debe ser más que un portavoz que recoja la opinión de la gente a la que representa, se forjó desde entonces. La absolutamente injusta Ley D`Hont que hace que millones de votos acaben en el mismo sitio por el que se iban nuestros votos cuando nuestro padre tiró de la cadena, así como las listas cuya elaboración en los senos de los partidos tienen más que ver con la capacidad de figurar y hacerse ver que con las cualidades y habilidades, o la simple formación, del candidato, o el sistema de votación de listas cerradas, son sólo tres ejemplos de por qué “lo llaman democracia y no lo es”.
Durante los días anteriores a la presentación de candidaturas a Secretario General de Podemos Albacete, varias personas me preguntaron por la posibilidad de que yo encabezara sus listas. En todos los casos indiqué lo mismo: “no me gustan las listas“. Incluso rechacé liderar la lista “Claro que Podemos” avalada por el mismísimo Pablo Iglesias. Tras varias horas insistiendo, algunos de los presentes en aquella reunión me decían que era cabezonería, yo les dije que era coherencia y compromiso moral.
Así que aquí estoy, independiente y sin pedir el voto a la gente que debe decidir por sí misma. Sin lista, sin equipo, pero con la cabeza muy alta de haber llegado a este momento con la convicción de haber hecho las cosas que debía.
Y ¿por qué no presentar mi propia lista, mi propio equipo? Parece lógico pensar que un candidato a Secretario General debe contar con un equipo para trabajar a gusto, con compenetración y unos objetivos comunes. Pero para mi, este razonamiento muestra que no se ha entendido nada de la esencia de Podemos: un grupo de gente, variopinta, que ya tienen un objetivo común: cambiar las cosas. Si no creyera en la inteligencia colectiva y en las listas abiertas, no me presentaría en estas condiciones. El Consejo Ciudadano resultante de este proceso no debería ser una lista de personas de la que no sabemos cuáles han sido las razones por las que están ahí, sino un fiel reflejo de la sociedad, resultante de una votación abierta, en la que los votantes elijan a aquellos candidatos más preparados o con los que sientan más afinidad. El Secretario General debe ser capaz de lidiar con mucha gente diferente, debería ser obligatorio que en ese Consejo Ciudadano hubiera gente contraria a los criterios del que debe ser un mero coordinador y portavoz.
Es por todo esto por lo que no sólo no me gustan las listas, sino que apelo a una elección abierta, en la que el votante actúe con responsabilidad y se deje llevar por sus percepciones y que no vote a una lista, que como toda lista, ha excluido a mucha gente válida.
Te animo a que votes, no hace falta que me votes a mi, pero te ruego que revises las biografías y motivaciones de los diferentes candidatos y que no caigamos en aquello que me llevó hace muchos años al borde de un retrete blanco.