Lenguas, identidades y emociones colectivas en la Unión Europea

Co-financiada por la Unión Europea, la Cátedra Jean Monnet FELICE quiere acercar temas relacionados con el multilingüismo y la multiculturalidad en Europa a los estudiantes de Humanidades, al público general y a los profesionales de distintas áreas (enseñanza de idiomas, traducción e interpretación, servicios lingüísticos, etc, etc).

Unidos en la diversidad

El lema oficial de la Unión Europea dice In variate concordia (es decir, Unidos en la diversidad).

Durante las últimas décadas, el número de estudios dedicados a conocer y a comprender este importante proceso de integración ha crecido continuamente en todo el planeta. Estos estudios suelen centrarse en los procesos de integración legal, política y económica, algo que podría dar pie a interpretaciones erroneas, y a menudos interesadas, de la integración europea como un proceso eminentemente comercial, y a ocultar el hecho evidente de que la Unión Europea es un proceso de integración humana en la diversidad. De hecho, a día de hoy es bastante obvio que, lo que comenzó en 1957 como una Comunidad Económica Europea (EEC) ha acabado convertiéndose en unión de ciudadanos europeos, perfectamente articulada y estructurada. Pero a la hora de promover nuestro entendimiento de la Unión Europea, también necesitamos ser conscientes de la naturaleza exacta de la diversidad humana y cultural en nuestro continente, y de su papel primordial como factor de integración.

Tras las pistas de la identidad europea

Como europeos, estamos unidos por una historia compartida de muchos siglos, tal y como lo reflejan tanto las lenguas y las culturas europeas contemporáneas como la importante lista de intereses, valores y objetivos que compartimos de forma idiosincrática, y que componen los pilares de la identidad europea. En resumen, la Unión Europea no debe verse como el simple resultado de una unificación artificial de intereses políticos o ecenómicos (una visión que se intenta comunicar, de forma cada vez más frecuente y para nada desinteresada, desde las facciones populistas y anti-europeistas surgidas en todo el continente durante los últimos años). Es más, la Unión Europea es ante todo una unión natural de ciudadanos, que finalmente han decidido tomar conciencia de que lo que los une es mucho más substancial que las diferencias regionales o nacionales (y que estas, además, son a su vez un importante factor de integración, y no de lo contrario).

Esta visión de la Unión Europea, totalmente centrada en el individuo, adquiere mucha más relevancia en un período como el actual, en el cual nacionalismos y regionalismos han vuelto a convirtirse en una de las principales preocupaciones para nuestro continente, y en la que los partidos y los líderes políticos que representan estas corrientes exigen menos Europa y más poder a las naciones estado como solución mágica e inmediata a problemas complejos. Son ya muchos los procesos contemporáneos que indican el ascenso de estas corrientes en la Europa actual. Lo que es más, dichos procesos representan algunos de los más importantes para el proceso de integración europea, en tanto en cuanto nos están indicando que sectores relativamente grandes de la población de Europa no ha llegado a comprender la naturaleza exacta de la Unión Europea, y que esta falta de información (o incluso desinformación, como en el caso de las cada vez más frecuentes fake news) es el campo de cultivo perfecto para populismo de cualquier tipo, gracias a la fuerte carga emocional de un discurso casi siempre vacío de contenido o de visión. Este reto necesita acciones inmediatas por parte de los políticos, pero también por parte de la sociedad civil, la cual incluye obviamente el mundo académico.

La Europa de las lenguas

Europa es un continente abierto. La interacción constante con otras lenguas y culturas es una parte integral de nuestra historia y de nuestro futuro. Gracias a nuestro carácter abierto y dialogante, la multiculturalidad forma parte integrante de la Unión Europea. El flujo continuo de gente y de idiomas que caracteriza nuestro continente afecta a todas y cada una de nuestras regiones, uniendo a gentes de culturas totalmente diferentes.

En esta situación de creciente complejidad cultural, es urgente evitar el surgimiento de nuevas fronteras invisibles en nuestras sociedades, para lo cual hay que promover el entendimiento mutuo. Esto requiere nuevos enfoques sobre el diálogo intercultural, que tomen en consideración las distintas formas en las que las culturas ineractúan, una mayor consciencia de nuestros puntos en común y nuestros objetivos compartidos, y la identificación de los retos que conllevan las diferencias culturales.

En dicho contexto, uno de los principales objetivos del Consejo de Europa consiste en promover la diversidad lingüística y el aprendizaje de idiomas. Dentro de estas políticas, no solo se promueve el aprendizaje de los 24 idiomas oficiales de la UE, sino también la slenguas regionales, minoritarias e inmigrantes, extendiendo así el plurilingüismo, entendido como el desarrollo de nuevas destrezas plurilingües a lo largo de las distintas fases de la vida del individuo. La educación plurilingüe promueve no solo el estudio de idiomas, sino sobre todo la consciencia de cómo aprender idiomas y el respeto por las culturas que estos representan.

La Unión Europea: ¿Una comunidad emocional?

La idea de esta Cátedra Jean Monnet surge de una preocupación personal por el alarmante ascenso del populismo en la Europa contemporánea. Como profesor e investigador, he dedicado gran parte de mi carrera al estudio de temas como la variación lingüística y cultural en Europa: siguiendo los postulados de la UE, durante mis casi 30 años de docencia e investigación en una universidades europea, he intentado transmitir una visión de la diversidad de lenguas y culturas de Europa no solo como un valor añadido, sino también como un potente factor de desarrollo identitario.

Además, dado mi interés específico en el estudio sincrónico y diacrónico de las expresiones emocionales a través de expresiones lingüísticas y visuales, lo cual me ha llevado a analizar datos procedentes de numerosas áreas culturales y lingüísticas de Europa y del mundo, he mantenido frecuentes discusiones sobre estos temas con alumnos y con compañeros de profesión (algunos de los cuales colaboran conmigo en esta iniciativa); todo ello me ha llevado a concluir que las emociones y su expresión se han convertido en un potente instrumento de influencia social y política, especialmente en lo relativo al desarrollo de identidades compartidas. Muy en línea con las ideas expresadas por Moïsi en su obra Geopolitics of Emotions (2009), pienso que las emociones negativas, como puedan ser el enfado, la ira, el miedo o la vergüenza, están ahora más presentes que nunca en la comunicación pública (numerosas empresas de big data están desarrollando metodologías muy sofisticadas de análisis de estas expresiones emocionales en, por ejemplo, las redes sociales, casi siempre con objetivos de márketing político; la campaña electoral de Donald Trump del año 2016 es un claro ejemplo de esta tendencia).

Partiendo de todo lo dicho, esta Cátedra Jean Monnet quiere abrir un debate académico sobre el papel de la variación lingüística, las identidades y las emociones compartidas como importantes marcadores de la identidad europea y, en consecuencia, como importantes factores humanos de integración europea. Con estos objetivos, hemos organizado y estaremos impartiendo entre 2019 y 2021 la amplia serie de actividades que describimos en esta web (y que van dirigidas no sólo al mundo académico sino también al público general), en las cuales nos centraremos en la existencia de un conjunto de ‘sensibilidades’ (en el sentido más amplio de la palabra) que justifican ampliamente una redefinición de los europeos actuales como una gran comunidad emocional, multilingüe y multicultural, o como un conjunto de comunidades emocionales íntimamente unidas entre sí.