Delitos y penas en el Quijote
Luis Arroyo Zapatero
No fue Cervantes ni jurista ni menos criminalista, pero fue buen conocedor de la justicia y de los criminales, conocimientos que plasmó con ingenio crítico -elevándose una vez más sobre su época- en el propio Quijote y en no pocas de sus demás obras.
El más apropiado texto para un penalista es sin duda el Capítulo vigésimosegundo de la Primera Parte, el “de la libertad que dio Don Quijote a muchos desdichados que, mal de su grado, los llevaban donde no quisieran ir”, es decir, el Capítulo de los galeotes, capítulo de sabrosa enjundia, munición de boca para las enfrentadas ideologías de los cervantistas al discurrir sobre el pensamiento político de Cervantes1 y, por si fuera poco, y en la autorizada opinión de Rodríguez Marín2, quizás no haya en el Quijote otro capítulo que ofrezca tantas dificultades para su buena inteligencia.