La escuela y la familia en el siglo XXI

Hace ya años, mi compañero David Poveda y yo escribíamos sobre la congruencia cultural en la educación de los niños y niñas gitanas. Mostrábamos cómo las estructuras conversacionales de estas niñas y niños en sus contextos «naturales» eran muy diferentes a las estructuras que se desarrollaban en el colegio. Estas diferencias, entre otras más explícitas, contribuyen al distanciamiento que se produce entre la escuela paya y la familia gitana sin apenas darnos cuenta. En ese artículo, abogábamos porque la escuela se hiciese consciente de este tipo de fenómenos y trabajase en pos de la congruencia cultural.

En la actualidad, me encuentro este artículo y observo que la brecha se agranda. No sólo con la cultura gitana, que sería un caso extremo a considerar. La escuela se está alejando de otro tipo de familias, que comienzan a entender la educación de formas diferentes y a comprender que el aprendizaje repetitivo y falto de significado que predomina en la escuela no es congruente con el modelo cultural en el que ellas se desarrollan.

La evaluación mediante exámenes, la exigencia de repetición textual de los contenidos en los libros de texto, la imposición de tareas que los niños y niñas tienen que realizar en su tiempo libre y el estilo autoritario que les obliga a estar callados y quietos en clase ya no cuadra con la sociedad de la gamificación. Mientras que nuestra sociedad está tendiendo a una forma de producción del conocimiento áltamente creativa, intertextual e interdisciplinar, la escuela sigue anclada en un marco decimonónico que impide el libre desarrollo de nuestros pequeños y pequeñas ciudadanas.

La solución a todo esto no puede ser solo de abajo a arriba, confiando en las buenas voluntades de maestros aislados como César Bona y los realilty shows en busca de maestros y maestras innovadoras. Y tampoco sólo de arriba a abajo, imponiendo por ley y por decreto una supuesta calidad educativa basada en pruebas de nivel que nuevamente exponen a niños y niñas a exámenes sin sentido. El cambio educativo requiere un cambio de mentalidad global en la sociedad española, tan dada a la copia y a la reproducción tipo loro de feria.

Por otra parte, se está adoptando por parte de la institución escolar una versión muy peligrosa del manido «la familia y la escuela tienen que colaborar». Esto se está traduciendo en que la familia tiene que estar a las órdenes de la escuela para apuntalar las acciones que se emprenden en la primera. La familia se quiere convertir en una extensión de la escuela, en la que el currículum oficial pasa a ser el objetivo principal de las actividades extra curriculares. Desde mi punto de vista, es la escuela la que tiene que adaptarse a las realidades familiares. Es la escuela la que tiene que buscar los medios pedagógicos para trabajar con las diferencias que habitan sus aulas, más que imponer un molde y una afán uniformizador al grupo.

La congruencia familia-escuela pasa por una colaboración, pero una colaboración no jerárquica. Una colaboración bidireccional en el que la familia penetre con sus métodos y sus valores en una institución que, a día de hoy, permanece cerrada y retroalimentando sus prácticas ancestrales a pesar de que el mundo sigue rodando en una dirección muy distinta.