Algunas personas se preguntarán el por qué del título de esta entrada. Se supone que un estudiante que accede a la universidad tiene una dilatada experiencia en la lectura de textos y que comprende lo que lee. Sin embargo, los textos que se van a encontrar nuestros estudiantes en la universidad son, por lo general, muy diferentes a los que han leído hasta ahora. Probablemente, las personas que tienen un hábito lector tendrán menos problemas al leer los textos típicamente universitarios. Sin embargo, no es lo mismo leer una novela que leer un artículo científico o una revisión bibliográfica. Cuando nuestros y nuestras estudiantes llegan a la universidad, las experiencias con la falta de comprensión lectora aumentan y se agudizan hasta el punto de no permitir una asimilación adecuada de los conocimientos.
Por eso, nos tenemos que poner a trabajar cuanto antes para atajar las dificultades que puede acarrear esta falta de comprensión lectora. Una de las primeras medidas que debemos tomar es implicar a nuestros estudiantes en la lectura de textos académicos. Si nos seguimos escudando en los formatos menores, como libros de texto o manuales de consulta, y no introducimos a nuestros estudiantes en la lectura de textos típicos de la comunidad universitaria, quizás tengamos menos problemas a corto plazo, pero llegará un punto en que los estudiantes no puedan seguir avanzando.
Es importante elegir bien los textos que les ofrecemos a nuestros estudiantes. Deben ser textos de un nivel de dificultad adaptado a sus conocimientos previos y que tengan una estrecha relación con los contenidos y competencias que estamos trabajando.
En segundo lugar, debemos hacer conscientes a nuestros estudiantes de que los textos académicos se leen de manera distinta a cómo se lee una novela, un periódico, un libro de texto o una revista, que son los formatos con los que ellos y ellas están más acostumbrados. Estos textos requieren de un tiempo de lectura más prolongado y, en momentos iniciales, requieren de lecturas repetidas para su correcta asimilación y comprensión. Por tanto, es fundamental planificar la lectura con antelación para poder cumplir los tiempos y progresar adecuadamente en el curso.
En tercer lugar, quizás sea necesario enseñar a nuestros estudiantes algunas estrategias para leer de forma eficaz ese tipo de textos. Les podemos aconsejar que, en una primera lectura, apunten todas las palabras desconocidas y busquen su significado. Así mismo, que se fijen en el título de los distintos apartados y generen un esquema básico del texto con las ideas principales. Es importante también que apunten todas las dudas que surjan en la lectura y acudan a una tutoría para solventarlas, o participen en los foros que habilite el profesorado en las aulas virtuales para comentar las lecturas.
Por último, lo que he observado en mis años de docencia universitaria es que, en algunas ocasiones, las ideas preconcebidas y las teorías de andar por casa (muy numerosas en relación a las disciplinas que imparto) son un obstáculo para comprender los textos académicos. Por ejemplo, a quienes creen que es necesario comenzar la enseñanza de la lectura y la escritura por la exposición al abecedario, les resulta muy complicado comprender que la lectura conjunta de cuentos tiene que ver con el éxito lector a largo plazo. Por eso, es muy importante detectar estas ideas intrusas y producir conflictos cognitivo a para cambiarlas o hacer conscientes a los estudiantes de que lo que están leyendo contradice sus nociones tácitas sobre el tema en cuestión.
En definitiva, la competencia lectora de nuestros estudiantes, una competencia general y transversal, es crucial para su éxito en la adquisición de competencias específicas relacionadas con su disciplina. El profesorado universitario puede y debe contribuir de manera eficaz a que sus estudiantes se conviertan en lectores eficaces en la comunidad académica de la que empiezan a formar parte.