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Médico homeópata: un oxímoron

En los meses de febrero y marzo se concentra nuestra docencia de Bioestadística en la Facultad de Medicina de Albacete. Es por esta razón por la que, junto con otros muchos quehaceres docentes, de investigación o gestión, no he tenido tiempo material para poder seguir colaborando con Diario Sanitario denunciando las pseudoterapias y a los pseudoterapeutas, ni contestar a la carta enviada por D. Juan Manuel Marín Olmos bajo el título “Puntualizaciones de un médico” en la que hacía referencia a mis aportaciones.

En dos meses intentamos proporcionar a nuestros alumnos una serie de herramientas estadísticas que les permitan diseñar estudios, recabar evidencias, realizar análisis adecuados de datos, etc. como complemento a otra asignatura sobre Fundamentos de la Investigación en Medicina. Suelo comenzar la primera sesión con una doble viñeta en la que se compara Ciencia y pseudociencia. En la de la izquierda, dos científicos comentan “estos son los datos, ¿qué conclusiones podemos extraer?” mientras que a la izquierda, otras dos personas, con un diploma de homeopatía y terapia floral en la mano, dicen “aquí tenemos las conclusiones, ¿qué datos podemos hallar para confirmarlas?”. Es un ejemplo gráfico de la importancia que tiene conocer, aplicar y saber discutir y criticar el método científico para poder realizar una descripción adecuada de la Naturaleza o buscar soluciones a problemas de forma objetiva; es la base de la Ciencia, en particular de la Medicina.

En mis colaboraciones en las que el Sr. Marín Olmos dice que me expreso de forma chulesca y faltona, que pueden gustar o no, intento llamar a las cosas por su nombre, evitando un uso torticero de los términos pues son meridianamente claros. Y es que la falsa Ciencia se llama pseudociencia, pues pseudocientífico dice la Real Academia es aquello que es “falsamente científico” y es lo que tienen en común la orinoterapia, el reiki, las flores de Bach, la quiropráctica o la homeopatía y muchas más que seguiré denunciando desde aquí. Engañar dice la RAE que es “dar a la mentira aspecto de verdad” y cuando el que engaña busca un beneficio económico es un “estafador”. Si ese beneficio se obtiene jugando con la Salud de los enfermos, cuando ese engaño falsamente científico causa muertes y dolor a las personas, me gusta más el término “miserable”, según la RAE “ruin y canalla”.

Sí, es posible que mi tono sea faltón y chulesco, que no deja de ser una interpretación personal, pero es que mi agresividad, mi llamada ¡al ataque!, tiene que ver con aquellos que se dicen médicos o terapeutas y causan, o al menos no evitan, muertes y sufrimiento por el uso de terapias que no han demostrado eficacia alguna. Y sí, mi respuesta será vehemente y sin ambages, por cierto, usando argumentos y evidencias objetivas y no falacias ad hominen en mis opiniones, porque aunque no, no soy médico, puedo garantizar que mi compromiso por evitar el padecimiento del enfermo se fundamenta en el compromiso personal con mis alumnos, con su formación, en mi responsabilidad en su proceso de formación científica, en el respeto a lo que serán algún día y al titánico esfuerzo que deberán desarrollar para llegar a lo que llevan años soñando ser. Es por ello que pongo además un gran empeño en mostrarles cómo algunas pseudoterapias desprecian todo ese esfuerzo con palabrería pseudocientífica que suena y engaña bien al paciente desesperado, vulnerable e indefenso.

Todas estas pseudoterapias, o falsas terapias, utilizan un lenguaje pseudocientífico para explicar cómo podrían funcionar en nuestro organismo cuando, a día de hoy, sabemos a ciencia cierta que todas ellas no tienen mayor poder terapéutico que el placebo y, generalmente, para que un tratamiento sea eso, un tratamiento válido, éste debe haber demostrado su efectividad más allá del placebo. Así que en esa falta de rigor que me achaca, sólo he hablado de pseudoterapias que no han demostrado su efectividad y que utilizan conceptos y lenguaje pseudocientíficos para dar a esa mentira el aspecto y el aval de la Ciencia.

Cita nuestro replicante en su réplica, aunque dice no tener posibilidad de ella, el Código de Deontología Médica, pero sólo aquellos aspectos que le interesan. Se olvida del artículo 26 que desaprueba a los facultativos que prescriben tratamientos sin evidencia científica demostrada. En su carta parece pretender algo demasiado atrevido, que la homeopatía, basado en un empirismo no científico, sea elevada a categoría de Ciencia, cuando él mismo reconoce que esta pseudoterapia no funciona de acuerdo a los cánones establecidos; sí, sabemos que no hay evidencias que la apoyen y, mejor, si acaso que las evidencias van en su contra. Y es que la Ciencia es el “conjunto de conocimientos obtenidos mediante la observación y el razonamiento, sistemáticamente estructurados y de los que se deducen principios y leyes generales con capacidad predictiva y comprobables experimentalmente” y, cuando alguien quiere “explorar territorios que van más allá de la ortodoxia médica o científica” corre el riesgo de acabar en la viñeta de la derecha: inventándose los datos para que concuerden con sus conclusiones prestablecidas.

Porque el empirismo basado en el “a mí me funciona” no vale, no sirve; algo que debería haber aprendido durante su carrera. Porque el empirismo, el conocimiento originado desde la experiencia, requiere del método científico para evitar sesgos, requiere del escrupuloso análisis de otros científicos, de la divulgación, reproducción de los resultados en condiciones controladas y refutación de las hipótesis planteadas. Si yo tengo un burro y digo que vuela, tendré que dejar el burro a otra gente para que confirme que, en condiciones controladas y contrastadas, verdaderamente vuela. Algo que a día de hoy, no ha conseguido ni el reiki, ni la homeopatía, ni tantas y tantas pesudoterapias que se venden bien y a buen precio, incluso en farmacias, gracias a no tener efectos secundarios, pues tampoco primarios más allá del, mil veces repetido, “a mí me funciona”. Y cuidado con esos inexistentes efectos secundarios, pues hoy sabemos que muchas de estas pseudoterapias invitan a los pacientes a abandonar terapias médicas válidas, costándoles en algunos casos, la vida.

Nos recuerda el Sr. Marín Olmos que “el 15 de diciembre de 2009, la Asamblea General de la Organización Médica Colegial (OMC) refrendó por unanimidad la homeopatía como acto médico” pero es mucho resumir pues obvia ciertos detalles importantes. No sé si a propósito o por descuido. En el mismo comunicado de la OMC, se decía que “no forman parte del acto médico aquellas acciones u omisiones que, al margen del ejercicio de la medicina, un ciudadano con la condición de licenciado o especialista en medicina pueda realizar en relación a sus convicciones, creencias, tendencias, ideología o cualquier otra circunstancia”. Ese documento define el ejercicio de la medicina como “un servicio basado en el conocimiento científico aplicado, en la destreza técnica y en actitudes y comportamientos éticos” y las pseudoterapias, la homeopatía en particular, carecen de base científica y de pruebas que la avalen. Así “es un acto médico toda actividad lícita, desarrollada por un profesional médico, legítimamente capacitado, sea en su aspecto asistencial, docente, investigador, pericial u otros, orientado a la curación de una enfermedad, al alivio de un padecimiento o a la promoción integral de la salud”. En ese acto médico se incluyen “actos diagnósticos, terapéuticos o de alivio del sufrimiento, así como la preservación y promoción de la salud, por medios directos e indirectos”. Con todo esto, cuando un médico que se dice homeópata explora a un paciente finalizando con el diagnóstico de cierta patología, eso es un acto médico.

Ahora bien, si para tratar esa patología receta un producto homeopático, no cumple con lo establecido en el Código de Deontología Médica que dice que los médicos están obligados a emplear productos “cuya eficacia se haya demostrado científicamente”, no podría, por tanto, considerarse acto médico. Esa misma declaración, que nos recordaba en su carta, añade “que no son éticas las prácticas inspiradas en el charlatanismo, las carentes de base científica y que prometen a los enfermos la curación, los procedimientos ilusorios o insuficientemente probados que se proponen como eficaces, la simulación de tratamientos médicos o intervenciones quirúrgicas y el uso de productos de composición no conocida”. Aunque no cita específicamente a la homeopatía, podríamos concluir que su práctica, no es ética.

Olvida también nuestro crítico, conocido igualmente por su posicionamiento antivacunas, decir que en marzo de 2016 el Presidente de esa OMC a la que se refería, Juan José Rodríguez Sendín, decía, poco después de que la Universidad Autónoma de Barcelona cancelara el infame máster de homeopatía del que D. Juan Manuel era colaborador, que la homeopatía es un proceso “ilusorio y engañoso” que no cuenta con “ningún tipo de evidencia científica” y que pertenece al “mundo de las creencias”.

La pseudociencia tal vez no sea charlatanería o estafa, pero lo que no es, es Ciencia. Es verdad que no debe descalificarse una hipótesis científica porque vaya en contra del dogma, pero la hipótesis debe ser eso, científica, y no derivada de creencias, deseos o esperanzas, sino del conocimiento previo. La homeopatía y otras pseudomedicinas alternativas derivan casi por completo de la falta de comprensión científica, o de la pura negación sin más evidencias del conocimiento científico establecido. Está bien desafiar lo establecido, pero debe hacerse de manera científica. Citaba D. Juan Manuel al Nobel de Medicina y Fisiología Luc Montagnier, conocido últimamente por sus patinazos acientíficos. En 2009, realizó un experimento mediante la metodología y el equipamiento del ínclito Jacques Benveniste, famoso por la realización de fraudulentos experimentos para demostrar lo que los homeópatas llaman memoria del agua y por la manipulación flagrante de resultados para defender a la homeopatía. El trabajo, que según la cuestionada revista que lo publicó demostraba que “la homeopatía funciona”, contiene importantes errores metodológicos, especulaciones vagas y exageraciones varias. Y es que debemos evitar caer en un argumento o falacia ad verecundiam. Desgraciadamente, el caso de Luc Montagnier nos muestra a las claras que ni siquiera un premio Nobel en una disciplina, la virología, está por ello inmunizado contra el atractivo emocional de las pseudociencias en áreas en las que no es experto.

Termino este ladrillo con dos citas de George Bernard Shaw, quien además de decir que “la Estadística demuestra que si mi vecino tiene dos coches y yo no tengo ninguno, los dos tenemos uno”, alertaba sobre que hay que tener “cuidado con el conocimiento falso; es más peligroso que la propia ignorancia”.

Publicado en Diario Sanitario de Albacete el 26 de marzo de 2017.

Es hora de dar respuesta: ¡Al ataque!

Han pasado ya 2 meses desde mi última colaboración en Diario Sanitario de Albacete. Vuelvo con ganas de seguir denunciando las pseudoterapias, la superchería, las creencias y, en general, a los vulgares estafadores que se aprovechan del dolor y del desconocimiento de la gente para enriquecerse.

En este tiempo han sucedido cosas importantes en la lucha contra las pseudoterapias que me gustaría compartir contigo. A finales de septiembre se hacía pública una carta abierta sobre la homeopatía firmada por numerosos farmacéuticos (dos de ellos de Albacete) dirigida al Consejo General de Colegios Oficiales de Farmacéuticos, a los Decanos de las Facultades de Farmacia, al Presidente de Sociedades Científicas Farmacéuticas y al Ministerio de Sanidad. En esta carta se recordaba que “el farmacéutico proporcionará una información veraz y adecuada a cada paciente, no fomentando en ningún caso expectativas terapéuticas injustificadas o inadecuadas y promoviendo su derecho a la prevención y diagnóstico de la enfermedad y a tratamientos eficaces y seguros” y, puesto que la homeopatía no ha demostrado científicamente ninguna eficacia, se solicitaba que “no se permita el engaño de la llamada terapéutica homeopática” en oficinas de farmacia. Esta carta estaba promovida por el grupo Farmaciencia (https://twitter.com/Farma_Ciencia) y ya cuenta con cientos de firmantes.

Al poco tiempo, la Sociedad Española de Farmacia Hospitalaria (SEFH), la Sociedad Española de Farmacéuticos de Atención Primaria (SEFAP) y, más recientemente, la Sociedad Española de Farmacia Familiar y Comunitaria (SEFAC) se han posicionado en contra de los productos homeopáticos. El rechazo de estas sociedades científicas es una victoria sin precedentes contra una potente, económicamente hablando, pseudoterapia como la homeopatía en nuestro país y piden a sus asociados que saquen la homeopatía de sus boticas y se obligue a eliminar la denominación de “medicamento” en estos productos.

Antes, en marzo, el presidente de la Organización Médica Colegial (OMC) española, Juan José Rodríguez Sendín, ya calificó a la homeopatía de proceso “ilusorio y engañoso, práctica que no cuenta con “ningún tipo de evidencia científica” y el pasado lunes, la OMC anunció un plan de choque para contrarrestar la homeopatía.

Y si la acción en España está siendo frenética, esta semana también recibimos la noticia de que en EE.UU. los productos homeopáticos deberán advertir en sus envases de que no funcionan.

Pues bien, a todo esto, el pasado jueves participé en un Workshop organizado por Telefónica, en el que varios grupos de investigación (Carlos III, CSIC y UCLM) expusimos nuestros resultados acerca de la, hasta ahora inexistente, relación entre antenas de telefonía móvil y salud. En el debate compartimos los ataques que habíamos recibido por denunciar a quien, utilizando lenguaje pseudocientífico, se aprovechaba del miedo de la gente para enriquecerse. Hecho que generalicé a otros ámbitos de la magufería, permítaseme el término, dedicada a promover la pseudociencia y las pseudoterapias. El ataque más reciente que he recibido hacía referencia explícita a los artículos que vengo publicando en este medio. Acusaba, en general, a los escépticos de poco más o menos que fascistas del conocimiento que vestidos con camisas pardas sólo quieren pruebas científicas y denuncian  el “amimefuncionismo”. A raíz de ese escrito decidí actuar con determinación: basta de medias tintas.

El término magufo (contracción de los términos ingleses magic y ufo) define perfectamente a un movimiento anticientífico, muy agresivo y visceral formado por un ejército de personas que, sin pruebas y desde el más profundo desconocimiento científico o epistemológico, como no podría ser de otra manera, ataca a la Ciencia y a los científicos que denunciamos sus prácticas. Parece una guerra encarnizada en la que, durante años, en general, la comunidad científica ha permanecido al margen o que respondía tímidamente a sus ataques y promoción de la pseudociencia.

Pero esto está cambiando. Cada vez más científicos o escépticos bien formados, no damos tregua al magufo y nos unimos a quienes lo vienen haciendo desde hace décadas, maestros como Luis Alfonso Gámez, José Miguel Mulet, Fernando Frías, Wicho, Aitor Sánchez, Antonio Martínez Aberrón, Carlos Chordá, Clara Grima, Pepo Jiménez, América Valenzuela, Yanko Iruin, José M. López Nicolás, Mauricio Schwarz, Guillermo Quindós, Inma León, Juan Ignacio Pérez, Fernando Cuartero, Eparquio Delgado, Jorge Laborda, José Luis Tajada y otros muchos divulgadores, así como redes de escépticos y asociaciones como la Asociación para avance del pensamiento crítico (ARP-SAPC), el Círculo Escéptico, Qué mal puede hacer, Farmaciencia, la Asociación para Proteger al Enfermo de Terapias Pseudocientíficas, entre otras. En definitiva, hemos decidido no dar cuartel y unirnos ¡al ataque!

Publicado en Diario Sanitario de Albacete el 1 de diciembre de 2016.

Quiropráctica o mueve el esqueleto

En una entrega anterior, hablé de las flores de Bach y decía que no había centro naturópata que se precie que no venda las falsas esencias curativas. Hoy me meto con la quiropráctica, prima de la osteopatía, y es difícil no relacionarlas erróneamente con la fisioterapia. Y en este punto, parte de la culpa la tienen algunos centros de fisioterapia que utilizan a la quiropráctica y a la osteopatía no sé si como reclamo publicitario en sus folletos y carteles, o porque aplican estas peligrosas pseudoterapias, dándole así visibilidad y cierta credibilidad.

La quiropráctica se ha trabajado bien su imagen y se asocia rápidamente, como decía, con la fisioterapia y parece, incluso, una terapia fiable. Pero cuando uno va un poco más allá y comprende los principios de esta pseudoterapia, no debería más que salir huyendo del quiropráctico por mucho que te digan tus vecinos que tiene unas manos que te dejan nuevo. Veamos por qué. El inventor fue el canadiense Daniel Palmer, apicultor y tendero, apasionado del espiritismo y de la anatomía quien, al parecer, a finales del siglo XIX, curó de la sordera a un conserje manipulándole la espalda mediantesubluxaciones para redirigir la ya consabida energía vital.

Esta técnica se apoya en la kinesología, que se vende como el estudio “científico” del movimiento de cuerpo humano desde un punto de vista físico, y se diferencia de la fisioterapia, según los “expertos”, en que el quinesiólogo evalúa el movimiento y actúa en consecuencia, cosa que, al parecer, el fisioterapeuta no. La diferencia fundamental es que el segundo tiene una formación especializada y científica y el primero vende humo. Pues esta kinesiología está más relacionada con la auriculoterapia, la reflexiología y el vudú que con la fisioterapia seria. Existen calcetines de reflexiología que son un mapa de dónde debemos dar los masajes en la planta del pie para conseguir efectos terapéuticos milagrosos. Siempre me pregunto para cuándo unos calzoncillos/bragas/tanga de reflexiología. En el caso de la quiropráctica, la representación del organismo no se ubica ni en la oreja ni en la planta del pie, sino en la columna vertebral. Pues según los quiroprácticos, al manipular la columna se consigue equilibrar al individuo y curar la enfermedad.

No obstante, los riesgos son altos. Si bien un masaje nos hará sentir bien, la manipulación quiropráctica con movimientos violentos, giros de cuello y espalda por personas sin preparación ni conocimientos anatómicos o de fisioterapia, puede llevarnos rápidamente al hospitalcon una luxación, una vértebra rota o, incluso, un derrame cerebral como está documentado en la literatura científica. El caso más famoso es el del actor Kevin Sorbo, que en los noventa protagonizaba la serie de televisión “Hércules”, quien tras una visita a su quiropráctico sufrió un aneurisma y tres trombos. Seguramente tuvo que ir a un médico de verdad a que le arreglaran el desaguisado.

Publicado en Diario Sanitario el 26 de septiembre de 2016.

Flores de Bach, mejor de plástico

Hay pocas pseudoterapias “naturales” que molen tanto como las flores de Bach, por su estupidez, pero por su sencillez y su calado en la sociedad. No hay centro naturópata que se precie que no prometa la curación mediante las archifamosas flores de Bach (pronunciado como “bach” y no como “baj”, el compositor).

Esta terapia “esencial” aplicada por pseudoterapeutas que se dicen “esenciales” se basa en unos “principios” enunciados por el médico inglés Edward Bach a principios del siglo XX. El funcionamiento es extremadamente sencillo: se basa en el efecto de las energías sutiles, estas energías recurrentes que sólo detectan y sienten aquellas mentes preparadas y no los Físicos en el CERN ni ningún dispositivo científico que se precie, y las esencias de las plantas para curar cualquier estado mental negativo. Trabajan sobre nuestro espíritu, transmutando y cambiando aquello que no es bueno para nosotros, creando armonía. No lo digo yo, lo dicen los “expertos esenciales”.

Preparar flores de Bach es sencillo: con agua de manantial, no vale del grifo, se ponen flores en un cuenco al sol y tras un rato, se mezcla el preparado con brandy. Así como con el agua se debe ser cuidadoso, con el brandy no especifican si vale con un Terry o hay que tirarle al Peinado 100. A partir del preparado se hacen diluciones, esas que tan bien hacen los homeópatas, y se depositan unas gotas debajo de la lengua. Esto nos llevará a otro estado de energía, a otro estado vibracional, siempre según los “expertos”, ayudándonos a unir la mente y el alma.

En este anuncio, la fórmula se basa en los remedios “emocionales”.

Un poco de cordura. El preparado no tendrá ningún principio activo, más allá del alcohol, no tendrá ningún efecto más allá del placebo. Y nada tendrá que ver con la fitoterapia o el uso de plantas medicinales. Los expertos en sacarle el dinero al crédulo utilizan un lenguaje místico, casi mágico, atacan generalmente a la Medicina y, como no podría ser de otra manera, a los fármacos basados en la odiosa química.

Un punto a su valor es que hacen mucho hincapié en el efecto psicológico de esta estafa, lo cual no les debe dar credibilidad ninguna, pues generalmente son personas sin formación, ni escrúpulos, que se atreven a hacer diagnósticos en lo que debería ser un claro ejemplo de intrusismo. Si aun así te apetece probar esto de las flores de Bach, podrás preparar tus propios “medicamentos” a base de flores, pero conseguirás el mismo efecto si utilizas flores de plástico. Yo recomiendo un buen brandy, con moderación, y diluir lo justo. Como siempre, ante un problema de salud, al médico, que para algo está.

Publicado en DiarioSanitario el 24 de agosto de 2016.

Orinoterapia, por favor, no seas guarro

Continúo esta serie de textos con los que pretendo denunciar las pseudoterapias y la pseudociencia para prevenir al lector y que no le timen. A veces, sólo con un poco de sentido común, ese que es el menos común de todos los sentidos, podemos llegar a la conclusión de que lo que me están contando es un timo, una tontería o, simplemente, una guarrada. Y es que muchas veces, para que estas pseudoterapias tengan algún efecto, más allá de vaciarte el bolsillo y vía efecto placebo, deben incluir términos y cuestiones místicas, extrañas o, como es el caso, escatológicas.

Hoy veremos en qué dicen que consiste la orinoterapia. No sé si esta pseudoterapia está muy extendida, pero el caso es que se encuentra en algunos centros de terapias alternativas y naturales; razón suficiente como para no entrar y huir rápidamente del lugar. Bien, los orinoterapeutas (me encanta este palabro) dicen, como otros pseudoterapeutas, que la enfermedad no existe, que es la desconexión del cuerpo y la mente, que ya hemos tratado en textos anteriores como una falacia terrible que llevamos arrastrando ya miles de años, la responsable de enfermar. Es más, según estos caraduras, este desequilibrio se produce en el momento del nacimiento cuando dejamos de beber nuestra propia orina mezclada con el líquido amniótico. Es por esto que proponen la autocuración mediante el consumo de nuestra propia orina.

Termino. Este tesoro que tiramos por el WC y que es una excelente medicina y alimento natural, según ellos, no es del todo conocido y es por culpa de los científicos, como siempre perversos, que no queremos investigar por los, lógicamente, intereses de las grandes corporaciones. Como podemos comprobar, este tipo de argumentos funcionan y son repetidos por los magufos como un mantra. ¿Magufo? Es un término que no me gusta del todo, porque se usa despectivamente para aquellos que creen en la magia (MAG-ic) y en los ovnis (-UFO), pero que sirve para calificar, en mi opinión, a los crédulos que odian la Ciencia y antes beben su orina que hacer caso al médico.¿Y qué podremos curar? Pues todo, absolutamente todo, desde una uña encarnada, a la diabetes, la celulitis o un cáncer. Según ellos, si todavía no estás flipando del todo, dicen que se debe tomar un vaso de orina al día en ayunas. Si no vomitas, recomiendan hacer ayunos de 2 o 3 días tomando únicamente orina y agua. Si tu enfermedad es grave o crónica, recomiendan ayunos de 15 a 21 días. Las “evidencias” que dicen tener es que ha habido gente que ha sobrevivido tras un naufragio o un terremoto sólo tomando su orina. ¿Y cómo cura? Pues dicen que equilibra nuestro cuerpo químicamente y, sobre todo, mentalmente, si es que beberse su propia orina no es de estar suficientemente desequilibrado. Pero insisten en que bebiendo tu propia orina podrás ver el mundo desde otro punto de vista y nivel espiritual.

Si todavía no te he convencido para beber tu propia orina o hacer un ayuno de 20 días estando enfermo, gracias. No me hagas caso ni a mí, ni a los orinoterapeutas. Haz caso a tu médico.Decía mi padre, anatomopatólogo, “o médico, médico o curandero, curandero”, cuida tu salud y confía en la Ciencia… y por favor, guarradas de este tipo, las justas o sólo en caso de emergencia.

Publicado en Diario Sanitario el 4 de agosto de 2016.

Homeopatía: el azúcar más caro del mundo

He de ser sincero y confesar que hablar de homeopatía, de que es una estafa, de cómo fabrican sus preparados a base del azúcar más cara del mundo, de que no cura nada… me aburre cada día más.

No obstante, cada vez que entro en una farmacia, que debería vender medicinas con base científica, y me encuentro, incluso delante de las cremas, los potitos o los cepillos de dientes de Peppa Pig, una estantería llena de productos homeopáticos, me hierve la sangre y me indigno más que con los recortes en Sanidad y Educación. ¿Por qué? Si no hacen nada (literal), dirá algún alumno aventajado. Pues veamos por qué.

La homeopatía es una pseudoterapia sin base científica que se fundamenta en premisas subjetivas enunciadas por el alemán Samuel Hahnemann en el siglo XVIII. Sin experimentación ni observación que las corrobore, la homeopatía se basa en dos leyes básicas: 1) si una sustancia me produce un efecto, la misma sustancia muy diluida me producirá el efecto contrario. Este es el principio similia que realmente no es un simple “lo similar cura lo similar”. Por ejemplo, si la cafeína me quita el sueño, si yo tomo cafeína muy diluida, me producirá insomnio ¿ridículo? Completamente.

Así encontramos falsos remedios basados en cangrejo (para el cáncer, por lo del horóscopo y que cáncer es un cangrejo, así de insultante), cebolla (para la depresión) o caca de perro (no sé para qué). He aquí una muestra de por qué digo que este principio va más allá. Y 2) el otro principio es el de la dilución, diluir mucho la supuesta sustancia sanadora, de manera que cuanto más diluida, más potente. Si quiere emborracharse, de acuerdo a estos principios, debería diluir mucho alguna sustancia que le quite la borrachera, por ejemplo, se me ocurre agua o, por qué no, cafeína, que vale para todo en homeopatía. ¿Y cuánto es diluir mucho? Hay remedios que diluyen el equivalente a un grano de arroz en el volumen de agua que ocuparía una esfera del tamaño del sistema solar.

Además, recuerda, que cuanto más diluido más potente. ¿Tiene sentido? A lo mejor en el siglo XVIII sí, ahora no, pues entre otras cosas va en contra de todo lo que hoy sabemos sobre la Farmacología, Bioquímica, Fisiología… Así en nuestro caso práctico para emborracharnos, podríamosdiluir una gota de café en el océano atlántico y esperar un efecto homeopático, pero como siempre, bebe con moderación. Y recuerda que Hahnemann decía que para que el preparado sea efectivo, había que golpear la mezcla con una biblia.

En los últimos tiempos, gracias fundamentalmente a las redes sociales y la gran difusión, rápida y efectiva, de información, los homeópatas (nunca diré médico homeópata porque es un oxímoron), han denunciado una campaña contra ellos. La verdad es que lo único que se les pide es que demuestren que sus preparados que, actuarían de forma mágica, tienen algún efecto más allá del placebo o de sacarle el dinero a la gente.

Hasta el principal fabricante de estos productos, Boiron ha reconocido recientemente que no sabe cómo “funcionan”. Es más, en la clasificación que recogen en su web tienen un tipo de “medicamentos” que no saben ni para qué sirven, o insinúan que sirven un poco para todo. Y es que unos mínimos conocimientos de química básica, muchos recordarán el Número de Avogadro, nos llevarán a entender que una dilución homeopática de 12CH supone que en el preparado no queda ni una molécula del supuesto principio activo, ¿entonces por qué se vende?

Suena ridículo y es que lo es. Pero deja de serlo cuando vas a una farmacia y el farmacéutico obvia su código ético y te recomienda uno de esos tubitos con bolitas de azúcar que no te harán nada, pero que te venderá a precio de oro. Así que ya lo sabes, dile que no te engañe y que te dé medicinas de verdad, las que funcionan.

Publicado en Diario Sanitario el 18 de julio de 2016.

Medicina cuántica, ayurvédica y holística

Tras explicar el porqué de estos textos, en qué se fundamentan las mal llamadas terapias alternativas y poner de manifiesto la estafa del Reiki, hoy trataré de explicar en qué consisten varias pseudomedicinas “con apellidos”. Dice mi amigo José Miguel Mulet, autor del libro “Medicina sin engaños” de lectura muy recomendada e inspirador de estas modestias aportaciones, que la Medicina que funciona se llama simplemente Medicina. Es aquella que los homeópatas mal llaman “alopática” y que ha demostrado su eficacia científicamente; no necesita de apellidos más o menos llamativos o mercantilistas como cuántica, ayurveda u holística.

Lo que hace pocos años era “ir al curandero”, ahora es ir al terapeuta natural, alternativo o complementario con cualquiera de los apellidos anteriormente indicados. Aunque casi todas estas pseudoterapias tienen en común que no hacen nada, que no tienen efectos secundarios ni primarios más allá del placebo, pueden llegar a ser muy peligrosas cuando el paciente abandona su tratamiento médico convencional o llamémoslo “científico”. Es verdad que la Medicina no lo cura todo, pero también es claro que estas pseudoterapias no han demostrado curar nada de forma controlada, objetiva y sistemática, que es lo mínimo que le debemos exigir a un tratamiento.

Veamos entonces en qué consisten o en qué se diferencian las pseudomedicinas ayurveda, cuántica y holística. Pues lo primero es comprobar que las tres tienen en común una cosa, además de la falta de evidencia que las avale, y que dicen tratar al paciente como un todo, la unión de la mente y el cuerpo. En la pseudomedicina holística entran en juego otras pseudoterapias como la homeopatía, la acupuntura, la fitoterapia, las flores de Bach o la aromaterapia, de las que hablaremos en futuros textos. La pseudomedicina ayurveda es la más divertida por todos los términos, doshas o tattwas que utiliza para marear la perdiz. Los doshas hacen referencia a los humores (como los griegos y los romanos; imagino que nadie querría para sí un tratamiento de hace 2000 años basado en elementos, cualidades o estaciones). Los tattwas son 24 principios cósmicos entre los que se encuentra el éter, el ano o la inteligencia cósmica. Todo, cual cuento chino, mejor dicho indio, para engañar a incautos con lenguaje oriental que vende mucho y cura poco o más bien nada.

La última que desgrano brevísimamente es la pseudomedicina cuántica que es la que más me indigna. Como Físico y sufridor de varias asignaturas de Física y Mecánica Cuántica y Nucleardurante mi licenciatura, cuando escucho el uso del término “cuántico”, no puedo más que enfadarme y sentir una increíble rabia interior. Dudo que esos mal llamados terapeutas sepan qué quiere decir “cuántico” o ni mucho menos entender una simple descripción de la naturaleza en términos cuánticos, obviemos aquí la ecuación de Schrödinger o la interacción débil. Pero claramente usan el desconocimiento generalizado de algo que, de primeras, suena a que es difícil o incomprensible, casi mágico, para como el resto, aprovecharse del dolor de la gente.

Pues bien, la pseudomedicina cuántica es el colmo de la paja mental en la que los términos pseducientífícos como energía vibratoria, paquetes de energía o cuantos, orden cuántico o resonancia forman la base de su descripción como “nuevo paradigma” para entender la unión del cuerpo humano y el universo: las células o las moléculas interactuando con estos campos universales que nada tienen que ver con los campos gravitatorios o el bosón de Giggs y su relación con las enfermedades como un juanete o una fístula; dónde vamos a parar.

En definitiva, estas pseudoterapias utilizan un lenguaje más o menos místico, o más o menos pseudofísico, para, aprovechándose del desconocimiento de la gente, utilizar la falta de tiempo que el médico le puede dedicar a su paciente en su consulta, para venderles pseudotratamientos que lo único que consiguen es vaciarles el bolsillo a base de mamarrachadas. La hiperespecialización de la profesión médica, que en mi opinión creo que es buena, genera a veces en el paciente ese desconcierto del “ni me han mirado” y sea ahí, por culpa del estrés, las listas de espera, la falta de tiempo, en mi opinión, donde se encuentra el principal problema y caladero de porqué los vendedores de humo tienen éxito.

Publicado en Diario Sanitario el 1 de julio de 2016.

Reiki: otra milonga con nombre japonés

Publicado en DiarioSanitario el 6 de junio de 2016.

Esto de las energías invisibles es un recurso recurrente en muchas terapias alternativas pesudocientíficas. Esas que no han demostrado que funcionen más allá del efecto placebo, como por ejemplo la que hoy nos ocupa: el Reiki. Esta pseudoterapia consiste en desbloquear el flujo de energía vital por medio de la imposición de manos. Energía que sólo quien cree en estas cosas es capaz de detectar y que está fuera del alcance de la Ciencia y la Tecnología actuales.

Bien, ¿qué pasaría si un médico en su consulta, para curar un catarro, una alergia o incluso un cáncer impusiera las manos y mandara a casa a sus pacientes? Pues que probablemente sería inhabilitado. Pero, ¿qué pasa si dice que lo que está haciendo es Reiki? ¿Qué pasaría si, para cubrirse las espaldas dijera que es un tratamiento “complementario” y “compatible” con la medicina “tradicional” o alopática? Pues que es una simple y peligrosa estafa y, para que no nos timen con cuentos, lo mejor es el Conocimiento. Veamos.

Esta pseudoterapia “milenaria” surge en Japón, pero de milenaria tiene poco. Se la inventó Mikao Usui en 1922 tras una peregrinación al monte Kurama de Kioto donde adquirió los conocimientos de esta milagrosa técnica por medio de una revelación. Mágicamente adquirió la capacidad de manipular “la energía vital universal”. Además, su revelación era clara: se trataba una técnica milenaria, pero de la que no se ha encontrado constancia anterior al siglo XX. Pequeños detalles sin importancia.

Según los practicantes de Reiki, mediante la imposición de manos, los maestros, son capaces de desbloquear ese flujo de energía vital, que lógicamente sólo pueden detectar ellos. Ese bloqueo es el causante de un desequilibrio y, por tanto, promotor de enfermedades, entre ellas el cáncer, que, al parecer, tendría un origen emocional. Y se quedan tan anchos.

A día de hoy, sigue sin existir ninguna evidencia de la existencia de esa energía vital, pero lo mejor es que en 1998, una niña de 11 años, Emily Rosa, publicó junto a sus padres un artículo titulado “A close look at therapeutic touch”, en el Journal of the American Medical Association (JAMA). El diseño del estudio era sencillo. Los expertos en Reiki, alguno con más de 35 años de experiencia, que decían tener el don de detectar la energía vital debían decir, sin ver, si el investigador ponía su mano a pocos centímetros de su mano derecha o izquierda.

Si un médico impusiera las manos para curar, sería inhabilitado

Lo lógico es que alguien que no sólo es capaz de detectar la energía vital, sino que además es capaz de reconducirla y desbloquearla, fuera capaz de sentirla en la mano del investigador a pocos centímetros de la suya y acertar más del 50% de las veces. Los resultados fueron demoledores. De 280 intentos, sólo acertaron 128 veces (el 44%) y las conclusiones fueron igualmente demoledoras: La incapacidad de expertos practicantes del toque terapéutico de demostrar la base fundamental de su terapia, es la evidencia irrefutable de que dicha técnica no tiene fundamento y que el uso profesional adicional o complementario está totalmente injustificado.

Entonces ¿por qué hay gente a la que le funciona? ¿por qué algunos centros públicos dan cobertura a esta terapia pseudocientífica sin evidencia de curar absolutamente nada? Lo primero que debe quedar claro es que el Reiki no equilibra la energía vital ni ninguna mamarrachada de esas. Pero ¿acaso una simple atención más personalizada y cercana no mejora a los pacientes? El efecto placebo, relajador, el saberse atendido y otros factores emocionales podrán hacer que el paciente se sienta mejor. El Reiki no hará que la quimioterapia sea más efectiva o que un paciente se cure de cáncer, pero es posible que al menos esté entretenido en su habitación mientras le ponen las manos por el cuerpo y le dan conversación.

Así podríamos llegar al debate de si es ético dar cobertura a este fraude o no. Y es que ahora está de moda eso de que las pseudoterapias alternativas son complementarias, de que no hacen ningún mal. Pero da lugar a que el paciente crea que lo que le cura no es la quimioterapia, la radioterapia o la intervención que le hicieron, dando cabida a vulgares estafadores que ponen sus manos y su cara dura al mismo nivel que la Medicina de verdad, la que funciona.

Sana, sana, culito de rana

Publicado en DiarioSanitario el 24 de mayo de 2016.

Desde hace miles de años, el ser humano, probablemente para protegerse de su vacío existencial, ha alimentado e inculcado, adoctrinando a su progenie, la falsa idea de la separación entre lo material y lo espiritual en cuanto, al menos, a la consciencia, a los sentimientos y al razonamiento se refiere. Llámelo alma si prefiere. Hoy sabemos que nuestra identidad deriva de las reacciones físico-químicas que ocurren en las diferentes regiones de nuestro cerebro.

Sabemos que no hay separación entre cuerpo y alma, pues eso que llamamos alma o consciencia, no depende sino de miles de millones de neurotransmisores reaccionando a toda velocidad en las sinapsis entre las neuronas de nuestro sistema nervioso. El amor, la amistad, el miedo o la nostalgia no son más que consecuencia de reacciones químicas que nuestro cuerpo produce.

También sabemos que podemos controlar esas emociones actuando molecularmente, físicamente, químicamente sobre el sistema nervioso y que, por tanto, no somos un ser especial en el universo. Ya dejamos de creer que la Tierra era el centro del universo, después asumimos, no sin dificultad, que el ser humano no es centro de la creación, incluso algunos han asumido que no ha habido creación, que no hay un Dios creador, pero nos resistimos a ser un animal más, que antes o después desaparecerá sin dejar ninguna huella especial en la evolución de las cosas.

A lo largo de millones de años, la evolución, la selección natural, ha ido cribando aquellas cualidades que suponían una ventaja. Probablemente, la automatización de muchos procesos en nuestro cuerpo para darnos mayor consciencia y control sobre aquellas cuestiones que podrían salvarnos la vida, ha sido un elemento clave en el desarrollo de las capacidades racionales de las que hoy disponemos. Así, el ser humano, y el resto de animales más evolucionados, se pueden concentrar más en buscar comida o en evitar que los predadores se los coman en vez de estar pendientes de la respiración, la digestión o los procesos inmunitarios internos.

Hoy sabemos que nuestro cerebro, al margen de lo que nosotros opinemos, toma decisiones por nosotros; es más, las propias decisiones que “nosotros” tomamos son elegidas por el cerebro antes incluso de que seamos conscientes de la decisión que “hemos” tomado. Pues, como decía, hoy sabemos que, ante una infección, los animales no ponemos todos los recursos necesarios para acabar con ella rápidamente hasta que no tenemos la seguridad de contar con los recursos nutritivos o el apoyo del grupo social que garanticen nuestra supervivencia.

Una vez que tenemos esa seguridad, el cerebro envía la orden al sistema inmune para que éste ataque con todo su arsenal. Esta podría ser una explicación naturalista y basada en la evolución del efecto placebo, que se ha demostrado tiene un poder importante para afectar a la potencialidad de curación de nuestro cuerpo. Al parecer, estaríamos limitando nuestra capacidad curativa, o incluso el efecto de algunos fármacos, hasta que nuestro cerebro no evalúe y decida de manera inconsciente que contamos con un entorno favorable para la curación.

Se han realizado y se realizan innumerables experimentos sobre el efecto placebo. Sabemos que este efecto existe, que la gente se cura de ciertas enfermedades gracias a él. Incluso si le decimos al paciente que le vamos a dar una píldora que es sólo placebo y que no tendrá efecto, este puede mejorar. El mero contacto con otro ser humano que parece preocuparse por nosotros ya ejerce un efecto curativo.

Por eso, cuando a un niño que se ha hecho daño le decimos “sana, sana, culito de rana” le estamos dando placebo, le estamos dando la seguridad de que estamos ahí, que cubriremos sus necesidades en caso de complicaciones. Y esta es la única manera en que se ha demostrado científicamente que actúan las pseudoterapias. No, no interaccionan con nuestra energía vital inexistente, no recolocan los chacras imaginarios, no existe una espiritualidad inmaterial que ayude en la sanación material y, por tanto, tenemos que tener claro que la Medicina que funciona se llama simplemente Medicina y que, si existe algún mecanismo aún desconocido, que potencia nuestra capacidad de curación, este no será explicado de ninguna otra manera que no sea mediante la aplicación del método científico.

Nota final. Este texto es fruto de una conversación con mi amigo Jorge Laborda (@jorlab), catedrático de Bioquímica de la UCLM, quien me contó muchas de las evidencias que aquí comento y quien ha revisado y colaborado activamente en la elaboración de este texto.

No detectan relación entre el cáncer y el móvil en Diario Sanitario

El teléfono móvil, los aparatos de radio o el wifi generan campos electromagnéticos de radiofrecuencia a los que es difícil escapar. Además, las leyendas urbanas los culpan de una serie de males que llevan a miedos, hoy por hoy, infundados. Y es que un equipo de investigadores de la Universidad de Castilla-La Mancha ha dibujado un mapa completo de la ciudad de Albacete y la exposición de sus habitantes a estas ondas, trabajo pionero que ya está publicado y al que añadirán en breve otro estudio en el que demuestran que no hay relación entre estos campos electromagnéticos de radiofrecuencia y casos de cáncer sin causa definida.

No obstante, el Grupo de Investigación de Medidas de la Exposición a Ondas de Radiofrecuencia (MORFEO) de la Universidad de Castilla-La Mancha (UCLM) ha publicado parte de sus resultados de investigación en la prestigiosa revista americana Enviromental Research. Una revista con gran factor de impacto en la que se publican trabajos originales que describen los efectos de los agentes ambientales en los seres humanos, entre los que se  incluyen las ondas de radio frecuencia.

headpLos padres del estudio en una imagen del blog de Nájera. (http://blog.uclm.es/albertonajera)

El artículo que aparece publicado en dicha revista se titula: “Mapa completo de exposición personal a campos electromagnéticos de radiofrecuencia y su potencial aplicación en estudios epidemiológicos”, (“Comprehensive personal RF-EMF exposure map and its potential use in epidemiological studies”), en el que han participado los investigadores de la UCLMJesús González Rubio, Alberto Nájera y Enrique Arribas. De hecho, se trata del núcleo principal de la tesis del ya doctor González Rubio, que han dirigido Arribas y Nájera.

El trabajo recoge, como principal contribución, un mapa de la exposición de las personas a los campos electromagnéticos de radiofrecuencia (RF-EMF) -generados por la telefonía móvil, ondas de radio, wifi y otras señales en la misma banda de frecuencias- en la totalidad de la ciudad de Albacete, “del que no existen precedentes en ninguna otra ciudad en el mundo, tanto desde el punto de vista de sus resultados como de la metodología desarrollada”, según han indicado los investigadores en un comunicado.

Además, los autores piensan que se puede haber creado un paradigma para futuros estudios, ya que el mapa ha sido preparado con valores de exposición en zonas donde se conocía con exactitud la población residente. “Este hecho es esencial para el cálculo de la incidencia de cualquier enfermedad en futuros estudios epidemiológicos (aquellos que estudian la dinámica de la salud en una población), dado que se pueden comparar los datos de exposición con los datos de prevalencia (número de personas que sufren cierta enfermedad)”.

Por otra parte, el trabajo también revela la debilidad de estudios epidemiológicos anterioresque sólo tenían en cuenta la distancia a las antenas, sin tener en cuenta la exposición que éstas producían en la población. Se trata de una importante aportación a nivel internacional que sitúa a este modesto grupo de investigación en el primer plano de este campo científico.

Envirolomental Research ocupa el decimoquinto lugar en un grupo de 223 revistas (pertenece al primer cuartil, Q1), teniendo un factor de impacto de 4.373.

Además, los investigadores están comparando ahora su mapa con la incidencia de casos de cáncer sin causa definida y no encuentran ninguna relación. De hecho, el estudio lo firma el físico Alberto Nájera, conocido por defender una tesis: “Moriremos todos, pero no por las ondas electromagnéticas”.