Publicado en La Verdad el 20 de febrero de 2009.
Escribo en relación al artículo de opinión publicado el pasado viernes por D. Gregorio A. Salvador en su diario. Lógicamente el Sr. Salvador puede considerar infinidad de cosas más importantes que la creación de una asociación de ateos en Albacete, pero para aquellos que día a día vemos pisoteados nuestros derechos o asistimos atónitos a un agravio comparativo entre creyentes y no creyentes con respecto a sus convicciones morales, sí es importante y, precisamente por las resistencias que suscita, urgente. Cualquier asociación con unos fines como los planteados por los futuros Ateos de Albacete, y que pronto quedarán plasmados en un manifiesto y unos estatutos, debería ser bienvenida, porque no pretende sino afirmar el compromiso de personas no creyentes con el trabajo por una sociedad más igualitaria y más libre.
La campaña del «Bus ateo», que cada uno desde sus creencias podría calificar de muy diversas formas y sin hablar del lema utilizado, es un éxito. Gracias a ella, ateos de todo el mundo desean hoy alzar la voz y pedir que se respeten sus convicciones morales, no fundamentadas en normas sacralizadas, muchas veces ya caducas, sino en conocimientos y evidencias científicas. No se pretende crear una nueva religión o proyectar una imagen folclórica, ni mucho menos; se intenta animar a todos aquellos ateos que sufren en silencio, a que «salgan del armario» y exijan sus derechos.
Pero lo más grave de su texto es su justificación, debido a la mayoría católica de la población, de que un representante religioso opine sobre un determinado aspecto médico en un comité de ética en un hospital. ¿Por qué la opinión de alguien que cree en ideas que otros, basándose en evidencias científicas conocen falsas, debería influir sobre el tratamiento médico o la decisión de seguir aplicándolo o no? ¿Únicamente sobre la base de que cree en un dios en el que, de todos modos, muchos otros creyentes no creen, aunque carezca de los conocimientos necesarios para emitir un juicio? Merece la pena recordar los impedimentos que durante siglos, la religión ha impuesto, e impone, al desarrollo de la Medicina con una ética retrasada siglos, la cual, para no perder demasiados adeptos, ha ido adaptando a los tiempos. Hoy exigimos a nuestros estudiantes de Medicina la toma de decisiones fundamentada en evidencias científicas, lo que impacta frontalmente con lo que la religión imponía no hace mucho, a saber, que la enfermedad era un castigo divino, que para sanarse el paciente debía arrepentirse y confesarse, fomentando el desprecio hacia el enfermo pecador, considerando la cirugía como un pecado, proclamando que el hecho de ser zurdo u homosexual es una enfermedad, o el retraso que la religión está causando a la investigación con células madre en todo el mundo. En general, los ateos son personas que defienden una actitud humanista, racional y científica con el ser humano y con el mundo, para mejorar la vida de todos, para aumentar la felicidad de la humanidad.
Ahora escribo en un ordenador y le envío este mensaje por correo electrónico gracias al empeño de personas como Miguel Servet, Galileo Galilei o Giordano Bruno, entre muchos otros. Son ellos quienes han hecho avanzar el mundo, mientras otros se oponían a su desarrollo tras la muralla de la religión. Sólo por esta razón ya merecería la pena celebrar el nacimiento de dicha asociación, y mucho más en una ciudad de Castilla-La Mancha, como Albacete.