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Carmen Lucía Mora Hernández (3º educación primaria)
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Carmen Lucía Mora Hernández (3º educación primaria)
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Volver al sitio que me enseñó que los sueños no sólo “sueños son” significa poder mostrar cómo la ilusión, la motivación y la formación forman parte de una realidad axiomática que para nada son fruto de la teoría o de lo que un estudiante pueda creer que sólo le ocurre “a otras personas”. La Facultad de Magisterio (antigua –Escuela-) me propuso un gran reto durante mis años de estudiante; hacer felices a “los clientes” que iba a ir encontrándome en mi camino a través de experiencias que supusieran un tipo de enseñanza que aprendí en didáctica general y en pedagogía; la funcional, la motivadora, la que aprovechara los conocimientos previos, aquella en que el aprendizaje colaborativo y cooperativo diera como resultado final la sonrisa en un niño.
– También existen emisiones en las que antiguos alumnos de nuestro centro, alumnos que ya están en el instituto y que aportan por una parte información y confianza a los alumnos que pronto darán el paso a la secundaria y por otra parte son partícipes de entrevistas a otros miembros de la comunidad educativa.
– Dependiendo de las actividades o de los eventos en relación con el colegio acuden a la emisora miembros de asociaciones, instituciones, administración o personas que van haciendo intervenciones en las que se pone de relevancia la gran importancia que tiene una escuela en a que se de cabida no sólo a maestros, alumnos y familias, si no que otros sectores de la sociedad, de la población pueden instruirnos a través de sus experiencias.
– Las intervenciones del alumnado del Programa de Acompañamiento que se lleva a cabo en nuestro centro con los niños y niñas que necesitan algún tipo de ayuda en su proceso de enseñanza-aprendizaje para lograr el éxito escolar son emisiones que tienen lugar por las tardes y precisamente la radio, el estudio, se convierte en un espacio-herramienta a través de la cual logran en muchos casos la motivación que les falta o incluso mejoran su nivel de lectura con la preparación de los programas.
– No podemos olvidar a otros centros de la localidad que a veces acuden también con sus alumnos para hacer sus propios programas de radio.
En definitiva, la escuela no es “una república independiente” de un edificio en concreto. Es mucho más que eso. Por una parte es contar en todo momento con la voz y el diálogo de los alumnos y por otra es dar cabida a todos los agentes externos e internos que participan en la educación de nuestro alumnado día a día y sin los cuáles la riqueza que van aportando con cada una de sus intervenciones se vería relegada a un esquema sistematizado que, aunque positivo estaría incompleto para lograr una verdadera ESCUELA. Así pues, “el mayor bien es pequeño porque toda la vida es sueño “y los sueños, sueños son”. HAZ REALIDAD TUS SUEÑOS y no te olvides ponerle banda sonora ( The Corrs “Toss the feathers”).
Dioni Estévez Carmena, maestra del C.E.I.P. Gabriel Uriarte en Seseña (Toledo)
· Proyecto de Innovación concedido por la Junta de Comunidades de Castilla La Mancha “GABRIONDAS, LA RADIO EN LA ESCUELA”
¿Han reflexionado alguna vez sobre por qué las empresas, conscientes de la importancia que para un rendimiento adecuado en el puesto de trabajo tiene la comunicación – las habilidades sociales-, se preocupan cada vez más de propiciar la creación de un ambiente agradable y de fomentar el trabajo en equipo?
Ese cambio de “chip” atañe a toda la comunidad educativa, porque la nueva universidad altera aspectos fundamentales: en la relación profesor/alumno, en el cambio de roles entre uno y otro, en el cambio del protagonista; en el cambio de los planes universitarios y en los objetivos que estos persiguen; en la sustitución de los programas y los objetivos, en lo qué son las competencias (académicas, profesionales y personales); y en la transformación de la relación campus/sociedad.
Importa resaltar que El Espacio Europeo de Educación Superior pretende conseguir sistemas compatibles en todos los países de la Unión, no que éstos sean iguales; que la universidad tenga una apariencia más práctica y se convierta en una escuela de futuros profesionales con una investigación rentable; que se homologuen la forma de enseñar y sus contenidos; que los alumnos sean más participativos y los profesores se impliquen más con las actividades que se desarrollan fuera del aula.
Bolonia persigue que el estudiante pase a ser protagonista de su proceso de aprendizaje, trasladando el centraje en el profesor al centraje en el alumno, lo no que implica de ninguna manera que el profesor adquiera un segundo plano, sino que cambia su rol, pasando éste a ejercer una función mucho más tutorial, más estratégica (estratega del aprendizaje), tanto dentro de la universidad como fuera de ella.
Los planes de estudio, la formación se adaptará a la demanda de la sociedad, a la realidad socio-laboral y tendrá como objetivo la empleabilidad; aquí es donde el binomio universidad/puesto de trabajo adquiere su verdadero valor; se conjura la dicotomía entre teoría y práctica, entre conocer y hacer. Por ello, los objetivos son sustituidos por competencias profesionales, es decir, ya no se trata de conseguir un conjunto de conocimientos y prácticas sino de adquirir un conjunto de saberes, procedimientos, estrategias, métodos, actitudes, aptitudes y valores combinados en el sentido de que el alumno ha de saber hacer (y poder hacer, y querer hacer), saber estar (y saber ser) para el ejercicio profesional. Es este dominio lo que le hace capaz de actuar eficazmente en situaciones profesionales. La competencia abarca, pues, tanto el ámbito académico, como el profesional y personal. Esa dimensión personal cobra un importante protagonismo y como consecuencia, la incidencia en valores, como el compromiso, la responsabilidad, la implicación.
Que se evalúen competencias supone que en la nueva universidad no sirve el método tradicional de exámenes que miden adquisición de conocimientos, porque no se evaluarán sólo éstos, sino los resultados del aprendizaje en un sentido más global, con más variables.
Pero debemos ser muy conscientes de que el proceso será lento y las adaptaciones complicadas y no exentas de fricciones inherentes a un cambio de esta naturaleza: principalmente en el profesorado y en el alumnado, quienes pasan de meros espectadores del cambio a actores que deben interpretar personajes muy diferentes a los que venían desempeñando en la obra. Miralles dice que todo progreso comporta un retroceso, lo que denomina las consecuencias del “culatazo”. Y ahí es donde cavilo: debemos controlar el ritmo del cambio y las adaptaciones de los actores para que el “culatazo” sea controlable, asimilable.
Por otra parte, esta importante apuesta de futuro obliga a replantear y alterar todo el sistema educativo, desde primaria a bachillerato, no sea que hayamos conjurado el divorcio universidad/sociedad y lo sustituyamos por el de enseñanzas media/superior: ¿serán realmente conscientes nuestros políticos de este crucial reto al abordar el pacto educativo, en vez de distraerse en detalles que poco o muy poco tienen que ver con lo que aquí hablamos.
¡Pensemos!
Miguel Ángel Heredia García
Presidente de la Fundación Piquer
1. El fracaso educativo.
De vez en cuando salta con especial intensidad a los medios el tema de la educación. La mayoría de las veces para manifestar su fracaso, ante determinadas noticias como pueden ser los sucesivos informes PISA, la última gamberrada o el último botellón con batalla campal incluida, la brutal agresión a un mendigo, el maltrato continuado a unos padres acobardados e impotentes o la espeluznante violación y asesinato de alguna criatura. Se dice entonces que a dónde van nuestros jóvenes, que estas cosas no pasaban antes y que cuál es la educación que los chavales están recibiendo por parte de sus padres y maestros a la vista de conductas tan desviadas y asociales.
A mí, sin embargo, me resulta chocante que estas mismas quejas no se expresen a raíz de otros comportamientos, individuales y/o grupales, igual o más escandalosos. Por ejemplo las desigualdades indecentes que condenan a la exclusión y la pobreza a casi la mitad del género humano; el hecho de que seis millones de niños mueran cada año en el mundo de hambre o desnutrición; las guerras desatadas por nacionalismos, enfrentamientos étnicos o inconfesables intereses imperialistas y económicos; las descarnadas y sucias luchas entre las formaciones políticas y sus líderes, más preocupados de alcanzar o conservar el poder que de solucionar los problemas de los ciudadanos; el derroche energético y el consumo desaforado de recursos naturales, alimentos y productos manufacturados en una parte del mundo, capaz de comprometer la subsistencia de las generaciones futuras.., y tantas y tantas situaciones que, sobre el (mal) funcionamiento del mundo, podríamos traer a colación y ante las cuales tendríamos que preguntarnos: ¿Los adultos que, por acción u omisión, son responsables de estos desastres –y que, por cierto, fueron “educados” hace ya años, cuando había ese mayor respeto, control y autoridad que tantos añoran- no están demostrando también el fracaso de la (“su”) educación?
2. Aclarando algunas cuestiones.
Hay algo que tiene que orientar siempre nuestras reflexiones en este tema: tener claro cuál es el objetivo básico de la educación. Para mí resulta evidente: el desarrollo integral de la persona –en el plano ético, intelectual, afectivo-social, físico-saludable, de la sensibilidad artística..- y de la sociedad en que esas personas se insertan hacia los valores universales (justicia, libertad, igualdad, paz, fraternidad, respeto y sostenibilidad del medio ambiente…) y la promoción de los derechos humanos. Desde esta perspectiva es incuestionable que la educación viene fracasando desde los albores de la humanidad, por más que haya que reconocer los esfuerzos y sacrificios de tanta gente que, también a lo largo de la historia humana, ha puesto lo mejor de su trabajo y su vida en este empeño.
La siguiente cuestión que deberíamos aclarar es la de los agentes educativos: ¿Quién debe educar? Es obvio que los educadores más directos deben ser los padres y los profesionales docentes. Pero, como muy bien señala José Antonio Marina, “…la educación es cosa de toda la tribu”. Los políticos y otros agentes sociales, las instituciones públicas, los medios de comunicación, los ciudadanos de a pié.., y desde luego los propios educandos cuando alcanzan un cierto nivel de desarrollo, tienen que colaborar igualmente en la consecución o acercamiento a ese objetivo básico que se enunciaba en el párrafo anterior. Todo el mundo -en mayor o menor grado, en uno u otro ámbito- tiene determinadas responsabilidades educativas que debe aceptar y desempeñar antes de lamentarse de la situación.
Con estas cosas claras y suficientemente conocidas y aceptadas por todos, podemos abordar otras cuestiones prácticas: los recursos humanos, económicos y materiales que se van a dedicar a educación; el pacto político y social necesario para evitar los continuos cambios de leyes, criterios y programas según el partido político que ocupe el poder; el diseño de los currículos de cada etapa, los sistemas de evaluación y promoción, las formas organizativas de los centros docentes, las políticas de personal.., etcétera.
3. Un poco de coherencia.
El objetivo fundamental de la educación, tal como se ha definido en el punto anterior, es poco probable que pueda ser cuestionado por nadie; no, al menos, en su formulación teórica. Ahora bien, es seguro que el camino que debería conducirnos a esa meta se ha desdibujado hace tiempo por falta de tránsito. El sistema social de valores que preconizan las constituciones democráticas, los ordenamientos jurídicos de países que se consideran avanzados como el nuestro, los códigos deontológico de ciertas profesiones y, desde luego, las leyes educativas fundamentales, se han ido convirtiendo poco a poco en papel mojado. De ahí la enorme distancia que se viene dando entre lo que es y lo que debería ser, entre lo formulado y lo practicado, entre lo escrito y lo vivido…
Estas incoherencias no pueden dejar de causar desconexiones y desgarros, capaces, a su vez, de provocar daños más o menos importantes en los individuos menos formados y más débiles (o en los más sensibles), como pueden ser los niños, adolescentes y jóvenes, usuarios principales del sistema educativo que aún no han desarrollado esa capacidad de adaptación –tal vez deberíamos decir mejor: ese nivel de hipocresía y disimulo- que nos caracteriza a los adultos y que nos permite aceptar situaciones, prácticas y conductas completamente inaceptables desde la perspectiva de los principios éticos y los valores universales que decimos aceptar y defender.
4. El reto de una educación para el futuro.
Quisiera dejar claro que lo dicho hasta ahora no exime de sus obligaciones a los actores involucrados en el proceso educativo –que, en mayor o menor medida, somos todos, como antes se apuntaba-. Por el contrario, exige de dichos actores un mayor esfuerzo y compromiso. Principalmente en el sentido de que la educación debe ser un proceso hacia fuera y, simultáneamente, también hacia dentro. Todos educamos, en mayor o menor medida y de forma más o menos consciente, pero también todos nos educamos. Y, naturalmente, no lo hacemos sólo con la palabra, con los enunciados que intentamos transmitir, sino, más que nada, con nuestros comportamientos y nuestra vida.., es decir, con lo que somos profunda y realmente.
Pero centrémonos ahora en los educadores por excelencia, padres y madres, maestros y maestras. ¿Qué condiciones serían necesarias en ellos, refrendadas a su vez por el sistema educativo, para g
arantizar un cierto éxito en su labor educadora? Las más importantes, a mi juicio, serían las siguientes:
· Consciencia clara de la importancia y trascendencia de esa labor, así como responsabilidad a la hora de ejercerla; una responsabilidad que incluye: dotarse permanentemente de la mejor formación personal y profesional (psicopedagógica, didáctica, cultural…); estar dispuesto a aceptar las exigencias que el trabajo educativo conlleva; ser consciente de la condición de “modelo” que representamos para los niños (y, por ello, hacer presentes en nuestro comportamiento y en nuestra vida aquellos valores y actitudes que nos esforzamos en transmitir).., etcétera.
· Saber qué tipo de personas queremos formar y en qué mundo queremos que vivan; lo que equivale a decir que el educador debe poseer una ideología, es decir, una idea sobre la construcción del mundo, los seres que lo habitan, las relaciones entre ellos…
· Tener el mayor control psicoafectivo personal: es decir, dominar las propias pulsiones, sentimientos y emociones de manera que no perturben la labor educativa. Junto a ello esforzarse en adquirir y consolidar aquellos rasgos de personalidad que pueden favorecer dicha labor: alegría y optimismo, confianza en el ser humano, empatía (capacidad de situarse en el lugar del otro), interés por el mundo de los niños y los jóvenes, sensibilidad, creatividad, autoridad personal (no la otorgada por ninguna instancia superior, sino la ganada desde la coherencia, el compromiso, la entrega y la perseverancia en el trabajo).., etcétera.
· Mantener un cierto nivel de compromiso y activismo social, ya que si tendemos a la construcción de una sociedad impregnada de determinados principios y valores, resultará lógico y coherente luchar por ella; compromiso que además influirá en niños y jóvenes más que cualquier discurso, habida cuenta de ese indiscutible modelaje que el educador, lo quiera o no, ejerce sobre sus educandos.
Creo que estas condiciones o cualidades resultan obvias a la hora de llevar a cabo un trabajo educativo de calidad. Pero también podemos constatar que cada vez son más difíciles de encontrar. Y no debemos extrañarnos de ello, ya que, de forma imparable, las personas y sus necesidades van siendo desplazadas del centro de las intenciones y preocupaciones de quienes gobiernan el mundo para ser sustituidas por los nuevos ídolos contemporáneos: el mercado, el crecimiento sin fin, el beneficio económico, el dinero… Interesa mucho más que la construcción de las personas y sus vínculos sociales –los objetivos prioritarios de la educación, como antes comentábamos- la construcción de oportunidades de negocio para unos cuantos privilegiados. Y así es ciertamente difícil plantear siquiera la cuestión educativa con un mínimo de profundidad y perspectiva.
Pero hay que seguir intentándolo.., por lo mucho que nos jugamos en ello.
Para nosotros es muy importante que se tenga en cuenta la voz de los que trabajamos “con o por” los más pequeños, por que en definitiva somos los que conocemos la realidad. Por eso, cada vez que hay alguna noticia o acontecimiento de interés, llevamos a cabo un sondeo de opinión y posteriormente, hacemos llegar estos datos a “los de arriba”. El último estudio que hicimos sobre el Estado de la Educación Infantil en España –que os invitamos a leer- fue publicado por la Revista del Consejo Escolar del Estado, el número 12 de Participación educativa, “Una mirada a la Educación Infantil”. Para acceder a la publicación on-line, hay que visitar este enlace: http://www.mec.es/cesces/revista/revista12.pdf
Sobre la Asociación Mundial de Educadores Infantiles (AMEI-WAECE): Nacimos en el 91 y desde entonces somos un Movimiento de Renovación Pedagógica de la Educación Infantil, de ámbito mundial y totalmente independiente de cualquier grupo social, si bien somos Compañeros de Primera Infancia de UNESCO, con quienes realizamos frecuentes trabajos, Miembros de la Sociedad Civil de la Organización de Estados Americanos (OEA) y ONG Asociada al DPI/NGO de las Naciones Unidas (ONU), entre otros. Nuestra oficina central está en España y contamos con delegaciones en México y Nigeria. Recibimos en Toronto, Canadá, el prestigioso Premio WANGO EDUCATION, MEDIA & THE ARTS AWARD por la labor desempeñada en la educación de valores entre los niños mas pequeños.