España, una experiencia a la mexicana

       Recientemente hemos contado con la visita de unos alumnos becarios procedentes de México que han venido a realizar prácticas a España. Tras su paso por nuestro país han querido dejarnos algunas de sus vivencias.
        Para mí, ha sido todo un placer poder contar con su amistad y su confianza. Finalizo, no sin antes resaltar su trato afable y cordial en todo momento, y su ansia por aprender de todas las experiencias que surgieron en su devenir cotidiano.
España, una experiencia a la mexicana
“Escribir sobre mi estancia en España” eso fue lo que se me propuso para redactar esta breve reseña. A través de estas líneas, intentaré describir cómo fue vivir el día a día en un lugar tan lejos de mi país y de qué manera me adapté a las costumbres y a la cultura española, el país en el que residí por un tiempo maravilloso e inolvidable.
Mi nombre es Miguel Ángel Becerril Orenda, soy mexicano y estudiante de la Licenciatura en Educación Primaria por la Benemérita Escuela Nacional de Maestros (BENM). Llegué a España para realizar un proyecto educativo con el cual diera a conocer a los estudiantes españoles de primaria las costumbres y tradiciones de mi país mediante una jornada de práctica pedagógica en un colegio público a través del programa de Intercambio de Jóvenes Maestros (INTERJOM) acordado entre la Universidad de Castilla la Mancha (UCLM) y mi universidad.

Lo primero que les comparto, lo que jamás olvidaré, fue mi llegada al aeropuerto de Madrid y es que cuando estaba a punto de cruzar la aduana, casi me deportan. ¿Por qué? Por no cumplir con los requisitos necesarios para entrar al país. ¿Qué me dejó esto? Aprendí que para visitar cualquier país, como turista, estudiante o empleado, debes conocer sus leyes y lo que se requiere para su ingreso. ¿Cómo es que logré entrar? Explicando, justificando y demostrando hasta con el último recurso que pude el motivo de mi estancia en España. Dicen que la verdad, tarde o temprano, siempre sale a flote. ¡Y qué bueno que sale! Después del percance en el aeropuerto. Mi destino final fue Toledo, y en específico el Colegio Mayor Gregorio Marañón, mi nuevo hogar, en el casco antiguo.

El lugar me gustó mucho, tranquilo, rodeado de edificios históricos, cuestas por todos lados y unas escaleras mecánicas que por alguna razón extraña me costaron mucho encontrar (a pesar de que estaban a unos metros de la residencia) así que tuve que caminar mucho, acción que hice siempre porque como las calles son estrechas y empinadas el transporte público (los buses) sólo circulan alrededor de Toledo.

Pues bien, durante mis primeros días lo más difícil fue manejar los sentimientos encontrados. Por un lado, la emoción y la alegría de estar en otro país, de recorrer un nuevo camino en mi vida; y por el otro, saber que ya no estaba en casa, que mi familia y mis amigos se habían quedado ahí, muy lejos. Extrañaba a todos y todo. Pero la nostalgia disminuyó una vez que me integré al trabajo en el C.P. Fábrica de Armas. Al respecto, puedo decir que existen diferencias notables tanto en el tipo de estudiantes como entre el sistema educativo de mi país y el de España. Por ejemplo, aquí predomina la lección magistral, diversos maestros atienden a un mismo grupo, cada asignatura se toma por hora (de 40 minutos) en un horario de 9:00 am a 14:00 pm; mientras que en México, sólo las especialidades (inglés, educación física) se dan por maestros distintos al titular del grupo, el horario va de 8:00 am a 14:30 pm y se trabaja por proyectos didácticos.
En fin, dentro de las anécdotas que tengo hay una referente al lenguaje. En un inicio daba por hecho que al hablar
español no habría ningún problema, sin embargo, aunque “nuestro español” es parecido, no es igual. Recuerdo que una ocasión entré a una tienda y pedí a la señora que atendía un “moño”. Ella me dijo, con el tono que sólo los españoles pueden emplear: ¿qué quieres? Yo respondí: ¿un moño? Y después de una hora, la mujer entendió que lo que quería era un “lazo”. Desde mi punto de vista, los toledanos se caracterizan por ser personas de carácter fuerte que, en ocasiones, parece que están de mal humor y a quienes si no conoces puedes considerar agresivos o groseros, pero detrás de eso, la gente es muy alegre y muy buena. Les encantan las fiestas, cualquier motivo es bueno para celebrar algo. Les gusta salir y valoran mucho su tiempo libre.
La sensación de libertad que te da el estar aquí fue lo que más me impresionó cuando llegué a Toledo. Evidentemente, eso me provocó un contraste cultural por lo que fue inevitable hacer comparaciones entre España y mi país; me quejé de muchas cosas. Pero al final, valoré los aspectos buenos de cada lugar y llegué a la conclusión de que un lugar no es mejor que otro, sino que sencillamente son sitios diferentes con personas distintas, pero personas al final de cuentas.
Dentro de las cosas que más extrañé de México (además de mi familia y mis amigos) fue la comida. El chile, las tortillas de maíz, la salsa de tomate (verde) y el aceite de girasol se volvieron pimentón, barras de pan, puré de tomate (rojo) y aceite de oliva. Por cierto, al estar en un restaurante no se debe decir “me regalas otro refresco” porque la respuesta será: “se venden”. Otra cosa, los diminutivos muy peculiares en el vocabulario mexicano en España, no valen. Imagínense lo que pensaron cuando pedí “otro poquito de…”. Y aunque la atención de los meseros sea muy buena, no se da propina o muy rara vez.
En aspectos generales, las expresiones “gracias”, “por favor” o “con permiso” muy frecuentes en los mexicanos aquí se utilizan mínimamente y las cosas se piden, les recuerdo, con ese tono característico de aquí. Y hablando de dar las gracias cuando se camina por las calles o se tiene que cruzar alguna avenida siempre se debe utilizar el paso peatonal; sí lo haces no importará cuantos coches vengan, se detendrán pues el peatón es la prioridad. Eso lo supe varios días después de mi llegada así que muchas veces al ver un coche me detenía para esperar que se fuera y poder cruzar. Los conductores se sorprendían de eso y me hacían señas para que avanzara pero lo que los dejaba perplejos era cuando con la cabeza o la mano les daba las gracias. Entonces, alguien me dijo: “No tienes por qué hacer eso, es su deber detenerse”. Así aprendí algo más.
Finalmente, me despido de esta nación. A propósito, cuando se saluda a alguien en España, se suele dar dos besos (uno por mejilla). No se dan abrazos y hay que evitar invadir el espacio del otro. En fin, agradezco a México, mi país, porque me dio la oportunidad para estar aquí. También, a España por permitirme compartir un poco de México con sus niños, su futuros ciudadanos; de quienes, por cierto, aprendí muchísimo. Y os recomiendo darse la oportunidad para visitar y conocer la cultura de México y a ustedes colegas mexicanos a que conozcan España puesto que entre la gente, las calles, los edificios, la comida, la música, los bailes y las celebraciones de cada país obtendrán la visión de dos culturas diferentes sobre el mundo, pero que en esencia es la misma, ser felices.

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