Un dilema clásico de los partidos que tratan de adoptar un modelo orgánico participativo es el riesgo de cierre interno. Si sus participantes no mantienen un esfuerzo permanente de apertura e integración de los que no lo son («los que faltan»), para transcender y refrescar su cultura interna, se produce una clausura y se desconectan del afuera.
Publico en Huffington Post este análisis sobre este fenómeno de tensión democrática inevitable, al hilo del segundo congreso nacional de Podemos (conocido como Vistalegre II):