¡Oh entrenador, mi entrenador! Eficiencias de los entrenadores de La Liga

Autores: Carlos Gómez-González y Julio del Corral

Terminó la liga de fútbol masculina en primera división y llega el momento de que los clubes hagan balance. Estos días los clubes discuten en las oficinas los resultados obtenidos y la consecución de los objetivos. Además, se empiezan a buscar ya alternativas de cara a la próxima temporada, que en muchos casos vendrán en forma de nuevos entrenadores.

Pero, ¿cómo evalúan los clubes a sus técnicos? Esto es una verdadera incógnita. Los artículos científicos en economía del deporte proponen el uso de apuestas para extraer las probabilidades de victoria de los equipos. Las cuotas de apuestas incorporan toda la información disponible sobre los resultados esperados de los encuentros[1], y a partir de ahí, se puede calcular la eficiencia de los entrenadores. Podéis encontrar un ejemplo de este tipo de estudios publicados en revistas internacionales aquí.

Esta forma de calcular la eficiencia se define como la capacidad de los entrenadores para conseguir más puntos de los que se esperan del equipo. La Tabla 1 recoge el análisis de esta temporada, que ha dejado algunos casos muy curiosos. En la parte alta de la clasificación encontramos a Alavés (Abelardo), Getafe (Pepe Bordalás), Atlético de Madrid (Diego Pablo Simeone) y Espanyol (Joan Francesc Ferrer “Rubi”). Algunos de estos entrenadores son ya expertos en competir por encima de sus posibilidades en las últimas temporadas.

Por el contrario, la parte baja de la clasificación la ocupan Rayo Vallecano (Míchel-Paco Jémez), Celta de Vigo (Miguel Cardoso-Fran Escribá), Villarreal (Javier Calleja-Luis García) y un inesperado farolillo rojo, el Real Madrid (Lopetegui-Solari-Zidane). Como puede verse, el bajo rendimiento de los equipos se ha cobrado el puesto de varios entrenadores a lo largo de toda la temporada.

Una de las destituciones más recientes, y con mayor repercusión, ha sido la de Quique Setién en el Betis. Jornada tras jornada, la afición ha reprochado al técnico la mala temporada y el club finalmente ha decido dejarlo caer. Sin embargo, los resultados del técnico no se alejan tanto de las previsiones que hacían las casas de apuestas para el Betis (-2 puntos). Una cuestión relevante es el tipo de datos que utilizan los equipos para tomar estas decisiones, y hasta qué punto favorece a los equipos la poca continuidad de los entrenadores.

Puede verse que entrenadores con muy buena fama como Lopetegui o Machín han resultado muy ineficientes, en cambio, entrenadores como Bordalás o Abelardo, que han tenido hasta dificultades para encontrar banquillo en equipos de primera han resultado los más eficientes. Es decir, que es muy complicado predecir si un entrenador va a realizar una buena temporada o no. Dado que si los equipos no están realizando una buena temporada suelen despedir al entrenador desde el punto de vista económico no tiene mucho sentido firmar contratos largos (3-4 temporadas) a entrenadores. Sería más sensato contratos de un año combinados con primas altas y renovación inmediata en caso de actuación buena (por ejemplo, eficiencia por encima de 0,65). De esta forma, en caso de despedir al entrenador será más barato y en caso de que tenga buena actuación será recompensado en su justa medida.[2]


[1] Este argumento puede verse ampliado en los capítulos de libro titulados “Magicians, scapagoats and firefighters: the peculiar role of head coaches in profesional football” y “Economía del Comportamiento en el Deporte”. El primer está escrito por Bernd Frick, que es uno de los investigadores más reputados en Economía del deporte, formando parte del libro Personnel Economics in Sports, mientras que el segundo está escrito por Julio del Corral y Carlos Varela-Quintana formando parte del libro Sports (and) Economics recientemente editado por FUNCAS.


[2] Las cuotas de apuestas tienen en cuenta tanto el talento del que disponen los entrenadores, e.g., valor monetario del equipo, como factores externos que puedan influir en el resultado, e.g., lesiones de jugadores, malas rachas, o enfrentamientos “malditos”.