Archivo de la categoría: Crisis

El «casi» peor de los escenarios posibles

En materia de política económica no estamos en el peor de los escenarios posibles, pero casi. Como es bien sabido la actual estrategia económica se ha construido en torno a dos pilares fundamentales: la austeridad y las reformas; dando lugar a una situación que, a juicio de muchos, está alargando la salida de la crisis y, lo que es peor, la agonía y el sufrimiento de miles de ciudadanos. A la luz de los parcos resultados cabría preguntarse tanto si los tratamientos -gasto público y reformas estructurales- como las dosis son las correctas. A mi juicio SI y NO. ¿Las variables a tratar son las adecuadas?; pues SI. ¿El enfoque adoptado es adecuado?; pues NO. Vamos por partes.
Si consideramos que cada una de las dos variables objetivo admite dos estrategias (y una sucesión de estados intermedios entre ellas), la combinación nos daría lugar a cuatro escenarios. En relación con la variable gasto público no moveríamos entre el estímulo y la austeridad y en relación con la variable reformas nos moveríamos entre avanzar en el camino reformista o quedarnos quieto. Así pues los cuatro escenarios serían:

  1. Estímulos con reformas
  2. Austeridad con reformas
  3. Austeridad sin reformas
  4. Estímulo sin reformas

La particular ordenación corresponde a lo que, a mi juicio, sería una gradación del mejor al peor escenario. ¿Adivinan en cual nos encontramos? Pues no en el peor, pero sí en el siguiente.
El estímulo sin reformas es un pésimo escenario por muchas razones, pero básicamente por su insostenibilidad en el tiempo si vienen mal dadas. Esta es una estrategia de muy corto plazo y abocada al fracaso cuando la crisis persiste más allá de un intervalo muy corto de tiempo. Fué, si no recuerdan mal, lo que intentó nuestro ínclito anterior presidente del gobierno con su política chupi-güay de «mas madera» y buen rollito para todos los miembros y miembras de nuestra sociedad, sin querer ver que la crisis era mucha crisis, incluso para la conjunción astral Obama-Zapatero. Al final se cayó del guindo y el 10/05/2010 giró el timón y puso rumbo al escenario número 3. En el cual nos encontramos todavía; pues aunque el PP publicita a bombo y platillo a Mariano Rajoy como «reformator», las cosas no son tan así. El PP dice situarse en el escenario 2, pero aún anda a medio camino.
Los costes principales de las empresas son los laborales, los financieros y los energéticos. Si analizamos cada uno de ellos veríamos que las reformas están muy lejos de alcanzar un escenario que fomente la competitividad. La reforma laboral complica, más que clarifica, el escenario de las relaciones laborales (multitud de contratos, judicialización,…). La reforma financiera no ha incrementado el crédito a disposición de las empresas y familias. El sector energético, si alguien entiende cómo se fija el precio de la energía, pues que me lo explique. En definitiva, mucha austeridad, pocas reformas y ninguna de calado que nos haga salir de este capitalismo castizo (recomendable lectura), controlado por pocas estirpes empresariales y dependiente del BOE, que dificulta enormemente la competencia. Por no extenderme demasiado, ya no hablo de la reforma de administración o de la reforma del sistema educativo que cada 4 años toca.
En cualquier caso, el escenario 2 tampoco nos va a sacar de la crisis.

Parece que Rajoy, al igual que Zapatero, también ha caído del guindo y empieza a reconocer que el escenario que eligió tampoco es el correcto. Es necesario moverse al escenario número 1. Pero en este sentido, al gobierno le faltan bemoles para liderar un bando con los países del Sur y Francia que hagan ver al bloque germánico que así no se puede. Que los estímulos son necesarios como reconoce la Reserva Federal, el Banco de Japón, el FMI… y multitud de organismos y economistas menos los «econócratas» europeos con nuestra amiga Merkel a la cabeza.
En definitiva, reformas que nos saquen de nuestro capitalismo castizo SI, pero con estímulos.

La familia, para lo bueno y para lo malo

Lo Malo.
Uno de los aspectos más comentados del denominado «informe Wert para la reforma universitaria» es el aspecto de la desfuncionarización del profesorado. Para los miembros de la «Comisión de Expertos para la Reforma del Sistema Universitario Español» (con excepción del voto particular) uno de los elementos que explicarían la baja posición (matizable, por cierto) de las universidades españolas en los rankings internacionales (aquí aquí) serían la falta de incentivos y competitividad asociados al sistema funcionarial. La Comisión deja traslucir cierta querencia por el modelo anglosajón en que los centros gozan de gran autonomía para contratar (y remunerar) a su personal, en la confianza de que la dirección fichará a los mejores pues de ello depende su propia supervivencia y la rendición de cuentas ante la sociedad.
El comentado programa Salvados «cuestión de Educación» reflejaba similar planteamiento al describir el sistema del profesorado finlandés. No hay carrera funcionarial, sino fichajes de los mejores, para ofrecer los mejores resultados ante la sociedad (y ocupar los puestos más altos en los rankings).
Indudablemente, estoy convencido de que en abstracto, un planteamiento gerencial y competitivo alienta la contratación de los mejores. No obstante, si algo nos ha enseñado la economía institucional es que las circunstancias importan. Y que, con demasiada frecuencia, la tozudez de la realidad destroza un excelente, elegante y científico modelo académico.

Pensemos ahora en la propuesta de «fichajes» por estos lares, donde los vínculos familiares son sagrados, la partitocracia política tiene una enorme capacidad de presión y donde las envidias, nos hacen recelar de la cualificación de cualquiera. Bueno, no hace falta que pensemos mucho: históricamente cerca tenemos la figura Galdosiana del Cesante, tan característica de la alternancia política de finales del XIX. De hecho, el actual estatuto tan garantista de la Función Pública, se planteó como una respuesta ante el disparate de las Cesantías y el nepotismo. Pero como los españoles somos de naturaleza tozuda y persistente, visto la imposibilidad de funcionarizar a familiares y amigos pues optamos por un camino intermedio a través de los cargos de confianza. Hemos sustituido la figura del funcionario cesante, por la del cargo de confianza cesante, en expectativa de destino. En definitiva, parece ser que hemos hecho del «quien no tiene padrino no se bautiza» toda una filosofía de inserción laboral. Así pues, ya me dirán como casamos esta psicología socio-laboral con dotar a los equipos gerentes de centros educativos con el poder de contratar a quien quieran y por el salario que quieran.
Desde este punto de vista, las relaciones familiares serían un fuerte hándicap para implantar modelos más competitivos.
Lo bueno.
Como hemos visto las familias latinas son muy exigentes con sus miembros a la hora de demandar apoyos, pero también generosas -a la hora de dar cobertura económica y emocional ante reveses de la vida. ¿Cómo explicar que con una tasa de paro del 26% y con las miles de ejecuciones de desahucio anuales no estemos ante revueltas sociales más cruentas? Pues porque las familias están acogiendo, de vuelta, a hijos con familias enteras. El trauma de pedir «asilo» a tus propios padres tras independizarte durante 10,20 o 30 años debe ser mayúsculo, pero ese techo y esa comida están librando a miles de familias, provenientes de una clase media acomodada, de la exclusión social. Las organizaciones asistenciales están alertando de que la crudeza de la crisis está tensando excesivamente las relaciones familiares pero, por el momento, el dique resiste.

Para concluir, no seré yo quien defienda un sistema en el que se «fichan» a los amigos y familiares por encima de los mejores, pero olvidarnos de la capacidad de presión familiar y del deseo que todos podamos tener de hacer favores es negar la realidad. El modelo anglosajón es, seguramente, más eficiente pero requiere una institución familiar diferente, menos visceral. Estoy convencido de que los valores economicistas nos están haciendo caminar hacia ese modelo de mayor independencia familiar y desapego, y en una par de generaciones quedará poco de ese concepto de clan. Lo estamos ya percibiendo en el trato a los mayores. Y no sé yo si con el cambio ganamos o perdemos.

El Oxímoron de la «austeridad expansiva»

     Tenía algo (o mejor mucho) olvidadas las figuras literarias retóricas; pero estos días ando dándole vueltas al «Oxímoron»; aquella en la que se utilizan dos conceptos de significado opuesto para generar un tercero que, en principio, se manifiesta como absurdo y bien obliga a una interpretación metafórica o bien introduce un concepto nuevo. Se utilizó mucho por los clásicos para hablar del amor «hielo abrasador, fuego helado» (Quevedo) y por los místicos «La música callada, la soledad sonora» o «que tiernamente hieres» (San Juan de la Cruz). Algunas de estas figuras generan más asombro que admiración poética; en la línea de la famosa «inteligencia militar» que acuñara Groucho Marx, como por ejemplo: «Tolerancia cero»;  «Ciencias Ocultas»; «Sociedades Unipersonales»; «Realidad Virtual»; «Copia Original»; «Guerra Santa»; «Luchar por la paz»…

     Habría que añadir a la lista uno que recién ha nacido con la actual crisis financiera: «Austeridad Expansiva» (Expansionary Austerity) que vendría a decirnos algo así como que los recortes estimulan el crecimiento, pues la ortodoxia fiscal da confianza a los mercados que, en definitiva, son los que financian las inversiones. La deflación salarial y la contracción del Estado del bienestar serían las consecuencias inmediatas del Oxímoron. Esta corriente intelectual se manifiesta como dominante en la gobernanza económica mundial y europea. Sobre las consecuencias no hace falta que me extienda, pues todos las estamos viviendo. Me parece,  sin embargo bastante sorprendente, que incluso en el olimpo de la ortodoxia económica, la Reserva Federal siga apostando por políticas monetarias expansivas con una inyección mensual de 40.000 millones de $ hasta que  se vea la luz al final del túnel. Aunque por estas tierras siempre nos caracterizamos por ser más papistas que el papa.
No sé si en estos momentos podríamos aplicar la máxima de que persistir en el error es errar dos veces o como dijera más poéticamente Cicerón: «De hombres es equivocarse; de locos persistir en el error». Si tras 5 años de crisis y 3 de durísimo ajuste, los «brotes verdes» sólo aparecen en la imaginación de unos cuántos, ¿no querrá decir que realmente la «austeridad expansiva» no es la solución?. Al final, indudablemente, saldremos de la crisis, pero puede que el camino de la «austeridad fiscal» no haya sido el atajo transitable que nos devolviera antes a la senda del crecimiento, sino un camino de cabras que nos está destrozando el vehículo. Con el agravante de que cuando consigamos incorporarnos de nuevo a una carretera normal, tendremos un vehículo destrozado y sin recursos para cambiarlo.
Ps.- Por cierto lo opuesto al despilfarro no es la austeridad, sino la gestión eficiente y honesta de los recursos públicos. El que tengamos serias dudas sobre nuestra clase política para hacerlo, no quiere decir que no sea posible.

Así no, Mariano

Como ya dije anteriormente, en una de las entradas más leídas, los economistas aciertan cuando la realidad se comporta como el modelo, pero fracasan estrepitosamente cuando se olvidan de la dimensión histórico-institucional. El ejemplo de la transición económica de la Ex-URSS es paradigmático. Hace unos días veía una antigua entrevista a Gorbachov, en la que el antiguo dirigente se quejaba amargamente sobre como occidente se comportó: «hicimos lo que vuestros expertos nos dijeron». De todos es sabido cual ha sido el resultado: un estado desamortizado y vendido al mejor postor, con nulos beneficios sobre el común de los mortales. No digo yo que al final del túnel y con el desarrollo económico y la estabilización democrática, la población rusa no estará mejor que en el antiguo régimen; pero sí estoy convencido de que el camino tomado va a ser más largo y penoso que el que hubiera resultado de una transición menos liberal y más controlada.

La anterior disgresión sobre Rusia me sirve para insistir en que la realidad es muy tozuda. Dos años de recortes no han servido sino para profundizar en la crisis. Numerosos expertos, seguramente tan bien intencionados como los que asesoraron a Rusia, insisten en la vía de la austeridad para el crecimiento económico. Y así lo único que hacemos es tomar el camino más largo y doloroso. Tras los excesos, la purga era y todavía sigue siendo necesaria; pero ha de acompañarse de otras medidas.
Muchos repiten, con el ministro Montoro, «que no hay dinero» y que por tanto las medidas son inevitables. Pongo en duda la premisa: los inspectores de hacienda llevan tiempo advirtiendo del fraude fiscal, así como del incremento de las operaciones en paraísos fiscales. Pero, además, aunque se acepte la premisa «no hay dinero», no tiene por qué aceptarse la consecuencia de la austeridad y los recortes como única política posible. Existe otra alternativa, involucrar al Banco Central Europeo en la estrategia del crecimiento económico y no sólo sobre el control de la inflación. Que dicha práctica este explícitamente prohibida (Art 101 Tratado UE), no debería ser un problema ante lo extraordinario de las circunstancias. Otros artículos se han modificado en las sucesivas versiones del tratado constitutivo. Prestar dinero a los gobiernos endeudados o monetizar la deuda tiene efectos perversos sobre la inflación, pero ahora la inflación es el menor de nuestros males. Una expansión monetaria a través de los préstamos directos al tesoro puede dotar de la liquidez que necesita el sistema y así frenar la especulación y sacarnos de ésta por un camino menos doloroso que el de la austeridad-hacia-el-crecimiento.
Los mercados han olido sangre. Saben que España se va a dejar los higadillos (recortes y más recortes) para poder pagar y no dudan de los retornos, lo que, por el momento, les da unos pingües beneficios. El problema es que puede que aprieten tanto que la sangre deje de fluir. Entonces los de la sabiduría convencional dirán que el mercado pone a cada uno en su sitio. ¡Ya! 
Posiblemente el presidente del gobierno no tiene mucho margen de maniobra, pero sí puede, al tiempo que introduce reformas estructurales de hondo calado y de resultados a largo plazo, pelear por cambiar el status quo del Banco Central para hacer más fácil el camino a corto plazo.


La crisis en 22 viñetas

¿Vivimos una crisis económica? Por supuesto, pero no sólo. Los lectores del blog ya sabrán que uno de mis temas recurrentes es el trasfondo ético de las presente crisis económica. Querer exprimir al máximo cualquier oportunidad de beneficio sin importar el «cómo» y el «a-qué-costa» no es la mejor estrategia de un proyecto común de sociedad. Me envía un beligerante colega y contertulio de animadas conversaciones una colección de viñetas de «El Roto», que en su conjunto perfilan con fina ironía y certera precisión algunos de los caracteres estelares de la película de no-ficción en que se ha convertido esta nuestra crisis occidental.

Antes burócrata, que sencillo

Estoy convencido, tras saber sobre las últimas reformas estructurales, de que en Moncloa tienen que tener un adagio cincelado en mármol en cada despacho que debe decir algo así como: «si puedes complicarlo, no lo hagas fácil». Un adagio que hasta ahora ningún gobierno ha decido cambiar; pues la burocratización y complejidad legislativa (por favor, no me confundan con desregulación) es algo que les pone un pelín a todos. La reforma laboral, que ahora anda de boca en boca, es una nueva oportunidad perdida para simplificar las cosas: para establecer un contrato único, que fije un marco de referencia estable y sencillo para empresarios y trabajadores. Un marco laboral cuya idea-fuerza sea primar la contratación, en las fases iniciales de la relación laboral, y la protección incremental, en las fases posteriores, buscando la mutua fidelización empresario-trabajador. El resto son cuestiones técnicas. De esta forma el mapa de contratos laborales se simplificaría al máximo. Sencillo, ¿no? Pues entonces mejor nos olvidamos y aplicamos el anterior adagio.
Un nuevo caso es el «Código de Buenas prácticas de la Banca», que trata de limitar los desahucios en las familias en situación de marginalidad. La idea es estupenda. Además va en el buen camino de introducir medidas de solidaridad social. Estas medidas tienen un importante efecto material-económico -el más obvio- y otro, no menos importante, que es el pedagógico social: en una etapa de desánimo generalizado las medidas que reintroducen escenarios de solidaridad frente al individualismo descarnado del mercado son una terapia absolutamente necesaria para devolver la confianza en la sociedad que nos acoge. Bueno, que me despisto, a lo que vamos: este código establece unos requisitos técnicos que complican la idea inicial e introducen incentivos a la pillería; otra cosa que aquí también nos pone mucho. Ante cualquier nueva regulación que introduzca ayudas, lo primero que hacemos es ver si cumplimos los requisitos y, si andamos en el límite, a ver cómo los sorteamos.
Las medidas establecidas son: Fomentar la refinanciación, la quita de la deuda y la dación en pago; esta última con un período de carencia en el deshaucio a cambio de un alquiler. Todas ellas buenas iniciativas, pero que a mi juicio, deberían tratarse de otra manera. Las dos primeras podrían quedar a la libre negociación de las partes (cosa que ya se hace según declara la banca). La última, el verdadero meollo de la cuestión, debería modificarse en la ley hipotecaria. Sería bueno establecer la dación en pago para todas las hipotecas, sin requisitos técnicos y sin tramos. Para algunos economistas, esta cláusula incrementaría el precio de las hipotecas; yo no lo creo. Puede ser que al principio así sea, pero cuando se convierta en una práctica habitual y dado el entorno de competencia que «presuponemos» en el sector financiero, al final el precio hipotecario estará en función del riesgo asumido (solvencia del cliente, valoración del inmueble…). Ademas se conseguiría evitar que la banca se extralimitara en la concesión de créditos de dudosa recuperación. Sencillo ¿no? Pues no, mejor lo complicamos todo y hacemos de la dación en pago una carrera de obstáculos. ¿para proteger a quién? Me pregunto.

Leyendo sobre… «Manías, pánicos y cracs» (una y otra vez)

La semana pasaba andaba de limpieza en el despacho y me topé con el, ya convertido en clásico, libro de Kindleberger «Manías, pánicos y cracs». Recuerdo que utilicé el libro para un trabajo de la asignatura «Sistema Financiero Español» de cuarto curso de licenciatura. Como soy de natural curioso y, sobre todo, de frágil (y selectiva memoria, según mi entorno más cercano) decidí releer las notas que tenía sobre el libro y el propio trabajo. Y cual no sería mi sorpresa cuando descubrí que aquel trabajo podría ser perfectamente presentado por una alumno 20 años después. En el año 1993 vivíamos una crisis financiera que, salvando las distancias, presenta patrones similares a la actual… y, en definitiva, a todas las crisis que en el mundo han sido. Lo cual me hace preguntarme ¿Seremos incapaces de aprender del pasado?
La tesis principal del autor es que «…los mercados funcionan bien en general y que normalmente se puede confiar en ellos para decidir la distribución de los recursos y, dentro de ciertos límites, la distribución de las rentas, pero que ocasionalmente los mercados estarán abrumados y precisarán cierta ayuda. Naturalmente, el dilema reside en que si los mercados saben de antemano que se les dispensará una ayuda generosa se derrumban con mayor frecuencia a la vez que funcionan con menor efectividad«. Es decir, un clásico problema de riesgo moral: en situaciones críticas hay que rescatar para evitar males mayores, pero la perspectiva del rescate conduce a prácticas  irresponsables y aumenta las posibilidades de llegar a esa situación crítica.
Ahora los bancos son demasiado grandes para caer (TBTF), pero no siempre ha sido así y haber dejado caer a algunos bancos pequeños o medianos quizás hubiera alentado la prudencia y la sensatez en las inversiones financieras, frente a los riesgos desproporcionados y la espiral especulativa. Sadeq Sayeed, un relevante financiero del que ya hablé en otra ocasión, situaba el origen cercano de la presente crisis en el rescate del fondo de inversión «Long-Term Capital Management«. El fondo perdió 4600 millones de dólares con la crisis rusa lo que llevó a la intervención de la Reserva Federal. La importante lección es que el Fondo no era lo suficientemente grande para que su caída pusiera en peligro al sistema, pero transmitió a todo el mundo financiero la seguridad de que la Reserva Federal no dejaría caer a nadie. En otras palabras, la caída no habría tenido impacto sobre el sistema financiero, pero sí lo tuvo la lectura que el mundo de las finanzas hizo de dicha intervención. «Barra libre al riesgo». ¿Para qué centrarnos en inversiones prudentes y de rentabilidad normal, si podemos conseguir rentabilidades extraordinarias y forrarnos con inversiones arriesgadas? Además, en el peor de los casos, nunca nos dejarán caer.
En segundo lugar, el libro resulta interesante por la familiaridad con que puede releerse a la luz de la presente crisis (no tan diferente de otras anteriores) siguiendo la secuencia (que Kindleberger toma prestada de Minsky): Shock externo (Detonante) =>  Oportunidad negocio => Auge => Expansión Crédito => Especulación-Aumento Demanda => Euforia o sobrenegociación (Manía) => Apalancamiento => Burbujas => Especulación desplaza de objetos valiosos a ilusorios => Aceleración interés, circulación dinero y precios => Alguien decide vender y obtener beneficios => Dudas y Vacilación => Estampida por deshacerse activos tóxicos => Pánico => Crac.

Cae el PIB Alemán. ¿Malas noticias?

Según el último parte de guerra de Eurostat, el PIB de la Eurozona y de la Unión Europea ha caído en ambas  un 0,3% durante el último trimestre del 2011, con el agravante de que la locomotora alemana también empieza a sufrir las embestidas de la crisis y verá contraída su economía en un 0,2%. Pésimas noticias para los Europeos ¿o no?

Parece que Alemania, con su fortaleza exportadora y su capacidad de endeudarse a coste 0 o negativo, pensó que la crisis no iba con ella, que era cosa de otros, que había que meter en cintura a los vagos y derrochadores habitantes del sur.No diré yo que desde el sur no se hayan dado argumentos sobrados para hacer enfadar a los vecinos del norte, pero la estrategia terapéutica emprendida por Alemania, al más puro e inflexible estilo germánico, basada en las teología de los recortes, ataca directamente la línea de flotación del barco del Euro y, lo que me parece más relevante, a la propia esencia del proyecto político de integración europea; hasta ahora, conviene recordar, la única fórmula anti-conflictos bélicos europeos que ha demostrado ser verdaderamente eficaz.
Pues bien, que me despisto, Alemania con su premeditado estrangulamiento fiscal y monetario y la confianza ciega en el efecto expansivo de la austeridad fiscal está haciendo zozobrar el barco, y que si nos hundimos, nos hundimos todos. Puede que no económicamente pero sí Europeísticamente.
Por esto, el decrecimiento Alemán puede no ser tan mala noticia. Quizá lleve a la señora Merkel a ver la necesidad de abrir el grifo de los euros y del gasto público. Si no hay dinero, si la actividad económica se paraliza, si cae en picado la confianza de los consumidores y en cadena la de los empresarios y la inversión ¿dónde van a colocar los su estupenda maquinaria de última tecnología producida hiper-eficientemente?
Como ya dije, la estrategia alemana tiene un claro efecto pedagógico pero cuidado no vayan a pasarse de frenada.

Ecuaciones vs Arte y buen oficio

Lo siento, pero creo que de esta no salimos a base de ecuaciones.
La instrumentalidad de la economía axiomática es indudable, pero la realidad suele ser muy tozuda. Las ecuaciones, los modelos y las políticas económicas (herramientas) que de ellos se derivan funcionan relativamente bien en circunstancias «normales» pero no en circunstancias «extraordinarias», como con las que ahora mismo nos toca lidiar. Para arreglar el euro, vamos a necesitar algo más que las herramientas convencionales.
El siguiente ejemplo puede ser ilustrativo. Imaginemos un ingeniero al que le encargan la construcción de un puente. Con toda seguridad el proyecto será «perfecto» en los planos y las cargas, medidas, distancias… cuadrarán con precisión milimétrica. Ahora bien, en la fase de ejecución, la dirección de obra se enfrentará a innumerables contratiempos que habrá de solucionar sobre el terreno, tomando decisiones que alteren los parámetros inicialmente proyectados; de lo contrario, peligra la el puente en sí y su buen funcionamiento. por otra parte, no está de más recordar que cuando los técnicos se empecinan en obviar la realidad, aumentan las posibilidades del desastre, como de cuando en cuando nos recuerdan trágicas noticias (un puente o una carretera arrastrados por la riada, una urbanización anegada….). Como ya hemos señalado la realidad suele ser muy tozuda. Abro paréntesis. Este ejemplo me vino a la cabeza al recordar la historia que un abuelo me contó sobre la construcción de la variante de su pueblo. Los ingenieros diseñaron el trazado y los mayores del lugar les advirtieron el trazado pasaba por una torrentera natural; los ingenieros obviaron el consejo con el resultado de que cuando llueve en abundancia el agua impide la circulación. Cierro paréntesis.
Retomo el discurso económico. Pensemos ahora cual es la actitud de nuestros prohombres europeos a la hora de afrontar los problemas asociados al Euro. Puede que los mercados funcionen eficientemente pero, habrá de reconocerse que no siempre es así, que surgen contratiempos y que los contratiempos requieren «modificar» los planos originales y aplicar soluciones imaginativas. No parece ser el caso. Los líderes europeos, asesorados por sesudos (y ortodoxos) economistas, han decidido seguir construyendo el Euro con los planos originales (sin inflación y controlando el déficit público). Esta ortodoxa política económica, que sería muy recomendable en «circunstancias normales», no parece serlo ahora pues o bien no conseguirá solucionar el problema a corto plazo o bien lo conseguirá a un coste humano y social altísimo.
Ya comenté anteriormente que la Economía tiene algo de Alquimia (Aquí). Las formulas magistrales (léase ecuaciones) no suelen ser de aplicabilidad universal y el buen economista es aquel que sabe cómo combinar los ingredientes, según las cambiantes circunstancias, para obtener el resultado deseado. Es decir, que necesitamos mucho arte y buen oficio y no sólo ecuaciones convencionales, válidas sólo para circunstancias normales.

Eurobonos SI, Eurobonos NO

Si algo está dejando claro la señora Merkel estos días-semanas es que hay dos cosas de las que no quiere ni oir hablar y mentárselas es mentarle a la bicha, a saber: los Eurobonos y la posibilidad de monetizar la deuda (que el BCE compre deuda pública de forma ilimitada). Las razones, a mi juicio, son principalmente tres de índole económico y una de índole pedagógico-punitivo. Empecemos por las económicas. En primer lugar, hay que señalar el pavoroso miedo a la inflación que campa por aquel país (el trauma de la hiperinflacción, el caos económico y su influencia en la llegada del nazismo ha quedado grabado de forma indeleble en la psicología colectiva alemana). En segundo lugar, no debemos olvidar la racionalidad maximizadora de beneficios que les lleva a preferir endeudarse más barato individualmente que más caro colectivamente; la pela es la pela. En tercer lugar, Alemania quiere preservar el interés de su banca con grandes cantidades de deuda soberana de dudosa solvencia y salvar los trastos lo más que pueda. Todas ellas razones muy ortodoxas y muy respetables.

Ahora bien, a mi juicio, la principal es el deseo de disciplinar a los díscolos y perezosos vecinos del sur que andan de fiesta en fiesta, viviendo a crédito por encima de sus posibilidades y queriendo dilatar el momento en que llega el cobrador del frac a base de nuevos préstamos. Si mamá Merkel viene ahora con la eurochequera, paga los desperfectos de la fiesta y simplemente da una reprimenda a los niños puede que éstos se lo tomen a chunga y vuelvan a las andadas. Por eso, dice que no paga hasta que no mejoren su compartamiento. (Esto es lo que los economistas llamamos técnicamente problema de riesgo moral).
Varias cuestiones habría que indicarle a la señora Merkel al respecto.

  • Primero, que el problema del riesgo-moral-país es importante pero no lo es menos que el riesgo-moral-banca TBTF (too big to fall) y, sin embargo, parece que el tratamiento ha sido completamente distinto. Los rescates billonarios desde el 2008 parece que no duelen al bolsillo; máxime cuando alguna porción del déficit fiscal se debe a esos rescates.
  • Segundo, el ambicioso y utópico proyecto de la Unión Europea, que Jean Monnet supo condensar en una preciosa frase (no coaligamos estados, unimos hombres), y que ha permitido el mayor período de paz y prosperidad en toda la historia de Europa, no puede construirse sólo en torno al mero concepto economicista de «¿Cuanto pastel me toca? o ¿qué hay de lo mío?».
  • Tercero, Alemania parece querer empujar al díscolo Sur al abismo con intención terapéutica; es decir, sólo cuando veamos el precipicio bajo nuestros pies nos pondremos en serio a trabajar (reformas, austeridad…). En otras palabras quiere meter miedo pero no nos dejará caer, porque no le interesa. El problema es que cuando se juega tan al borde, alguno puede tropezar y caerse.

 Si creemos, de verdad, en el proyecto de los «Estados Unidos de Europa» (Churchill Dixit) la actitud no puede ser dejar caer al rezagado. Como, de hecho, Alemania no hizo con sus hermanos del Este, aunque le costara incurrir en enormes déficits. Ya sabemos que el cáncer de pulmón lo provoca el consumo de tabaco y por esos invertimos en educar contra el tabaquismo; ahora bien, no se le niega la atención médica necesaria cuando el fumador cae enfermo y todos corremos con el gasto, aunque sea exclusivamente culpa de quien decidió comprar una cajetilla de tabaco (riesgo-moral-tabaco) . Pues esto es parecido, hay que educar en la disciplina fiscal, el esfuerzo, la austeridad… y en vigilar que todos remamos en la misma dirección pero si alguien se cae del barco hay que lanzarle un flotador antes que permitir que se ahogue. No vale el argumento de que así la barca más ligera. Si todos nos beneficiamos del Euro, todos tenemos que remar.
Señora Merkel, ¡hay que estar a las duras y las maduras!