¡Cuántas veces se había repetido esa frase en su cabeza!
Se sentó frente a él, y ya sentía que para ella eso iba a suponer un alivio, iba a comenzar a hablarle y sintió como un peso que se desprendería de su cuerpo.
Nació en una ciudad del sur de Francia, Cannes. Pasó sin pena ni gloria su vida rodeada de su familia, una familia humilde. De su infancia y adolescencia recordaba su pueblo, sus abuelos, sus amigas, su colegio, los cumpleaños, fiestas de carnaval, finales de curso y también en el recuerdo de esos años a algún que otro profesor. Tenía en su mente a una profesora a la cual recordarla le producía sentimiento de odio, asco, la verdad que se lo hizo pasar mal, la suspendió en reiteradas ocasiones sin ningún remordimiento aun haciendo que por ello tuviera que repetir el curso completo en dos ocasiones. Pero esto pasó en el bachillerato y por suerte, de años anteriores también tenía buenos recuerdos de otros profesores, en concreto dos, Fabián y Mercedes, estos en un par de ocasiones la cogieron aparte y charlaron con ella. Una pequeña charla, unas pocas frases, muy poco tiempo, pero hoy se da cuenta, aunque en su momento ya lo valoró y agradeció, de que esas palabras, ese gesto, esa atención eran muy importantes. El que una persona observe que algo te ocurre, el que alguien te mire, te analice, descubra en ti que necesitas atención, que quieres ayuda, aunque sea solo eso, unas palabras.
Siguió su vida, desde los dieciséis años trabajó, aunque nunca dejó de estudiar, compaginó sus estudios con trabajos que se lo permitían, pero hoy contaba orgullosa que tenía su título de la E.S.O, Bachillerato, un CFGS y hoy por hoy se encontraba en la universidad. Jamás nadie pensó que llegaría allí, nadie, ni ella misma, y cuando digo nadie es nadie, porque tuvo que escuchar las palabras como: ¡No vas a conseguir el Bachillerato ni por asomo! Esto para ella era una inyección de adrenalina, estas palabras entraban en su cerebro transformadas en un ¡ahora sí que tienes que conseguirlo sea como sea, cueste lo que cueste!, y así fue, le costó pero lo consiguió. Sus padres jamás le ofrecieron la posibilidad de ir a la universidad, jamás le preguntaron si quería ir a la universidad, al contrario, ya que su madre al enterarse de que ella se marchaba a vivir a París a estudiar Educación Infantil la desanimó, intentó quitarle la idea de la cabeza, aquello era una locura le decía. Pero la decisión estaba tomada, marchaba, comenzaba una nueva vida, en una nueva ciudad, lejos muy lejos de todo su asqueroso presente, esto incluía un hermano parasito de la sociedad el cual había llegado a robarle cosas. Este «hermano» y lo dice entre comillas, porque hasta llamarlo como tal le resulta repulsivo, no trabajaba y tenía 32 años, en varias ocasiones había desaparecido de casa, haciendo con ello sufrir muchísimo a su madre, había estado de «chulo», había comprado un coche con el aval de sus padres, coche del cual luego no se hizo responsable del pago y así un largo etc. A ella lo que más le dolía era que su madre se levantara a las cinco de la mañana para ir a trabajar y llegara a las 11 de la noche a casa y «ese» no hiciera nada, nada aparte de crear gastos y ser un estorbo, pero su madre lo había parido y una madre es una madre y permitía todo aquello. Sus otros puñales, o espinas clavadas en el pecho referentes a su vida eran un padre con síndrome de Diógenes, una cuñada que dejaba mucho que desear como madre y lo peor de lo peor, «él».
Se conocieron cuando ambos tenían 18 años, todo marchó sobre ruedas los tres primeros años, ella estaba LOCAMENTE ENAMORADA de él, se habría quitado la vida por él, pero un buen día él comenzó a cambiar. Después ella aguantó más de dos años de amargura, él la mentía constantemente pero luego la recuperaba, con rosas, con ramos de flores que le mandaba al trabajo, postales, anillos de oro, palabras como: no me puedes dejar, quiero que seas la madre de mis hijos. Todo a la vez que ella se quedaba todos los fines de semana sola, el salía, sin ella. Un día le propuso irse a vivir juntos, ella lo pensó, finalmente aceptó, se dijo a si misma que ella iba a agotar hasta el último cartucho por su parte, por intentarlo. Fue lo peor que pudo hacer. Se levantaba a las 5 de la mañana y unas veces él aun no había llegado a casa, otras se lo encontraba en el salón jugando a la consola con sus amigos, otras…
Un buen día se dijo a sí misma que no quería esa vida, trabajar, llegar a casa, la comida sin hacer, lavar calzoncillos, limpiar el baño, mientras él… ella temía a que llegara el fin de semana porque el se iba, por más que ella le suplicara llorando que no lo hiciera, él se iba. Más tarde se enteró que llevaba dos años tomando cocaína.
Cuando un día por la noche le comunicó la noticia de que ella se marchaba, el lloró, lloró como un niño pero ya no había vuelta atrás, ahora le tocaba pensar en ella.
Comenzó una vida completamente nueva, lejos de todo aquello, ahora todo eran cosas nuevas, cosas por descubrir, gente por conocer, cosas por hacer.
La universidad le abrió un nuevo camino, un nuevo destino, una nueva vida, un nuevo mundo. No resulto fácil porque sus padres no le daban ni un duro, al contrario, pero ella trabajó, vendió todo lo que tenía, todo, también sus anillos de oro, algunos muy esp
eciales y de los cuales le costó desprenderse. Uno era de su comunión y se lo había regalado su abuelo al que había querido con toda su alma y aun después de diez años muerto sigue queriendo. Otro anillo tenía las iniciales de sus sobrinos y las fechas de sus nacimientos. Los otros se los había regalado «el otro» (no sabia como referirse a él).
Finalmente consiguió beca dos años seguidos y pudo vivir y respirar tranquila, pero antes en muchas ocasiones no había tenido ni los céntimos suficientes para ir a comprar un cartón de leche al supermercado. En estas ocasiones se llegó a plantear ese modo de dinero fácil que no quería ni mencionar. Su amiga estaba en ese mundo y se lo ofrecía. Un día mientras ella estaba en la universidad, recibió la llamada de su amiga que le decía que se había adentrado en la prostitución, ella rompió a llorar, pero lloró por dentro, estaba en clase y una vez más debía mantener las formas, no sabía si aquello era demasiado fuerte o no, solo sabía que eran cosas duras, cosas que guardaba para si y llevaba escondidas en lo más profundo de su alma. Ya había escondido sus lágrimas otras veces en clase, por emocionantes palabras de alguna maestra, algún video, experiencias que contaban en clase que sin más la emocionaban. Todo estaba relacionado con los niños, ella sentía una sensibilidad especial por ellos y más desde el día en el que se vio obligada a quitarse de sus adentros, de su vientre… por culpa de «él», ese mal nacido al que no le dedicaremos ni media palabra más. Quedó atrás.
Su vida ahora era ella, estudiar, leer (cosa que jamás antes había hecho por placer), descansar, aprender y entender. Quería (como su amiga le había dicho en una conversación antes de marchar) conocerse a sí misma. Ahora valoraba y agradecía un techo, una ducha de agua caliente, el olor a suavizante de la ropa recién lavada, el no tener que ponerse el despertador, la imagen de una nueva ciudad, las amigas, un atardecer, el sol, la luna, un cielo estrellado, un amor fugaz, una sonrisa, un gesto amable, una palabra bonita, todo eso agradecía.
Pasaba muchas horas en su cuarto rodeada de papeles, folios, post-its que tenían frases escritas como las siguientes:
-Todo en la vida tiene el valor que tu quieras darle.
-La vida es para vivirla.
-El triunfo no tiene sabor si no se ha vivido antes la derrota.
-Lo vas a conseguir porque la vida sigue hacia delante pero para ello debes apartar a las personas que te llevan hacia atrás.
-La confianza en ti mismo es el secreto del éxito.
-Limpia tu energía, llora, ríe, habla, escribe, canta, baila, haz ejercicio y sánate a ti mismo.
-La vida quiere más abrazos, más besos y más sonrisas.
-Si alguna vez tus sueños se derrumban busca un poco de luz en tu ventana, prométete a ti mismo un arco iris y vuelve a comenzar.
-No te detengas, construye nuevos sueños piensa siempre que en tu camino nada es imposible.
-Que la tristeza del pasado y el miedo del futuro no echen a perder tu presente.
-Da tu primer paso ahora. No es necesario que veas el camino completo, pero da tu primer paso. El resto irá apareciendo a medida que camines.
-Que tu estrella te guíe por el camino de la educación.
Ahora vivía tranquila y eso no tenía precio.
Aun le quedaba mucho por aprender, un universo entero, una inmensidad de cosas por hacer, toda una vida para conocer y como alguien dijo un día: «El día que no tenga la necesidad de aprender dejaré de ser maestra». Ella tenía claro su sueño, conseguir ser maestra, para eso estaba allí. Quería vivir en un pueblo pequeño, trabajar en un colegio y ver cada mañana esas caritas traviesas, divertidas, alegres o enfadadas, caritas de sueño, pero quería disfrutar de sus risas, ayudarlos, compartir, hacer un camino juntos, aprender, vivir, ser feliz.
A veces se pregunta a sí misma que camino habría elegido, que decisiones habría tomado, que habría hecho, que habría sido de ella sin LA EDUCACIÓN.
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