Vivimos en una sociedad de bienestar y de consumo que ofrece a los niños/as todo lo que necesitan y quieren: me apetecen las cosas, las quiero y las tengo casi de inmediato.
Pensar que las cosas no cuesta trabajo conseguirlas tiene un coste personal muy grande, porque los niños/as presentan una incapacidad para soportar esfuerzos, y esta incapacidad trae consigo una serie de consecuencias:
– Se tienen sentimientos de impotencia: «yo no puedo hacer las cosas».
– De conformismo: cuando lo intento y a la primera no me sale ya no lo vuelvo a intentar.
-No se valoran las cosas: hay una incapacidad de disfrutar de lo que se consigue y una falta de entusiasmo.
Todo en esta vida requiere un trabajo y un esfuerzo.
El esfuerzo es aquello que nos ayuda a conseguir las metas que nos proponemos, vencer y superar esos obstáculos que nos impiden conseguir esas metas.
¿Cómo empezar a trabajar el esfuerzo en los niños/as?
El esfuerzo no viene de nacimiento, es algo que los padres/madres tienen que enseñar a sus hijos/as y que necesita un entrenamiento. Ese entrenamiento está basado en la creación de hábitos desde que son pequeños, a través de establecer un orden en la vida, una constancia desde los primeros momentos y promover momentos con los hijos/as que les hagan sentir que merece la pena el esfuerzo realizado.
Se puede empezar con cosas muy sencillas, como tener responsabilidades en casa: por ejemplo, poner la mesa, aunque yo te tenga que ayudar; si hay que lavarse las manos, no te las lavo yo, lo haces tú desde el momento en que tú sabes. Son pequeñas cosas que poco a poco se van haciendo de forma automática y que evitan que papá o mamá tengan que estar constantemente repitiendo: «pon la mesa» o «lávate las manos». Si adquieren estos hábitos desde pequeños, cuando llegue la hora de comer automáticamente van a poner la mesa o van a ir a lavarse las manos. El hábito es lo que hace que no te duela realizar un esfuerzo.
Hacer las cosas puede gustarnos más o menos, pero hay que enseñar a los niños/as que hay que hacerlas siempre y que no se pueden dejar a medias. Los niños/as tienen que aprender que lo importante es hacer lo que se debe en algunos momentos y no lo que se quiere, ya que cuando seamos adultos, habrá cosas que tendremos que hacer queramos o no queramos, nos guste o no nos guste.
Es importante, también, enseñarles a marcarse metas que sean realistas, que empiecen a decidir las cosas por sí mismos, cuando puedan. Y esto se hace a través de preguntas cuando tengan que resolver algo: ¿y tú qué harías?, ¿cómo lo harías?, ¿qué es lo que pretendes conseguir? A lo mejor hay que darles dos opciones, porque si no los niños/as divagan mucho, irles acotando el terreno hasta que sean ellos los que deciden.
¿Que aprenden los niños/as con esto aunque parezcan pequeñas cosas? Aprenden a controlar los impulsos, a vencer estados de ánimo, a controlar la impaciencia. Son una serie de habilidades sociales que les van a ayudar a enfrentarse a las dificultades de la vida diaria, a que tenga unas buenas relaciones sociales. Y si estas habilidades las aprendemos de pequeños nos va a costar mucho menos esfuerzo que aprenderlas cuando seamos mayores. Cualquier esfuerzo resulta ligero con el hábito.
Cuando una persona se ha esforzado en algo y eso le sale bien, el bienestar que esto le genera no se lo provoca ninguna otra cosa. Todo en esta vida requiere un esfuerzo y cuando al final lo consigues te hace sentirte más capacitado, sentirte bien, encontrar cualidades que a lo mejor pensabas que no tenías.
¿Qué me vas a dar si lo hago? Esa es la pregunta que los niños/as aprenden rápidamente. Al principio los niños/as aprenden las cosas porque se les da algo a cambio, aunque este algo no tiene que ser siempre material, puede ser un beso, un abrazo, una sonrisa por parte de los padres. Esta es la manera que tienen los niños/as para comprender que, aunque para conseguir algo hay que «sufrir», al final este «sufrimiento» va a ser algo positivo.
Hasta ahora hemos tenido un buen nivel de vida, un confort, que ha caído repentinamente. En estos momentos que estamos viviendo en los que todos estamos muy preocupados porque las cosas materiales pueden desaparecer muy fácilmente, la mejor herencia que los padres/ madres podemos dejar a nuestros hijos/as es enseñarles a valerse por sí mismos. Lo más importante es tener herramientas para
poder salir adelante, para enfrentarse a las dificultades de la vida diaria: tolerancia a la frustración, una buena autoestima y saber tomar decisiones de manera adecuada. Que los padres/madres podamos decir: He educado a una persona que sabe seguir adelante porque se va a poder adaptar a las circunstancias que hay en este momento.
Mª Pilar Martín Pérez 2ºB