A la hora de ejercer nuestra función como educadores tenemos que tener en cuenta la situación familiar de nuestros alumnos, dado que la educación de ellos es algo que compete a las familias y al colegio. Hoy en día en España, el 30% de los matrimonios acaban en divorcio y el 25% de los hijos de matrimonios separados acaban abandonando los estudios.
Cuando una familia se separa, sus hijos sufren las consecuencias. Algunos se culpabilizan porque creen que la separación de sus padres se debe a su mal comportamiento, o a que sus padres ya no los quieren. Los niños de 2 a 6 años están en la etapa del pensamiento egocéntrico y se sienten los protagonistas de todo lo que sucede a su alrededor. Piensan que se van a quedar solos y en algunas ocasiones se dan en ellos conductas regresivas. Es muy probable que los niños intenten llamar la atención de los padres con rabietas y malos comportamientos, además de que su carácter se puede ver alterado y convertirse en niños tímidos y retraídos.
Es fundamental que los padres se pongan de acuerdo en lo que respecta al niño y eviten los conflictos delante de él y sobre todo que no se aprovechen del menor para hacer daño a su expareja.
Por otra parte, la situación diaria de los niños se vuelve muy difícil; desaparecen las rutinas familiares que antes regían su vida diaria, se encuentran con dos casas distintas, dos horarios, y a veces nuevas personas que se relacionan con sus padres. Todo ello hace que los niños se sientan perdidos y su rendimiento en clase se resiente.
Aunque los progenitores intenten ponerse de acuerdo, actitud muy difícil en los primeros momentos de la separación, los niños sufren las consecuencias de esta situación.
Y suelen darse dos realidades: padres que consienten y “miman” a sus hijos para ganarse su cariño y los convierten en pequeños tiranos; y padres que se aprovechan del niño para atacar a su expareja y lo sumergen de lleno en sus desavenencias.
Estos niños sufren especialmente la separación de sus padres porque acaban sin ver a uno de ellos o teniendo sentimientos encontrados hacia él o ella porque a esta edad son fácilmente influenciables. Por ejemplo, cuando escuchan a su madre o a la familia de ella hablar mal de su padre, no entienden lo que ocurre y pueden acabar no queriendo irse con su padre o teniéndole miedo.
La separación de unos padres es una situación que no se puede prever y en algunos casos tampoco evitar. Pero los adultos sí pueden evitar hacer daño a sus hijos, intentando por todos los medios que su vida se normalice lo antes posible, que los niños sigan sus rutinas diarias con ambos progenitores, y que los padres consensuen todas las acciones y decisiones que regirán su pequeña existencia.
Cristina Oliva Mora
2º Educación Infantil