La especificidad y la sociedad

Partamos definiendo la especificidad según el Diccionario Mosby: «La especificidad es la cualidad de ser distinto». Ateniéndonos a esta definición, podemos clasificar como personas específicas a todas aquellas que no son iguales al resto, es decir, a las personas con discapacidad. Si revisamos la definición de discapacidad, encontramos que la Organización Mundial de la Salud lo define como «Cualquier restricción o impedimento de la capacidad de realizar una actividad en la forma o dentro del margen que se considera normal para el ser humano.». 
Tras leer ambas definiciones, podemos decir que una persona específica o discapacitada es aquella distinta y que no puede realizar una actividad dentro de lo que se considera normal para el ser humano. Pero me pregunto ¿Qué es ser distinto al resto? ¿Qué se considera normal para el ser humano? Interesantes preguntas que vamos a intentar dar solución.
En relación a la primera pregunta, ser distinto al resto significa no ser igual, pero ¿Quién es igual al resto? Si miramos a nuestro alrededor, no existen dos personas iguales, todos somos diferentes, todos tenemos la cualidad de ser distintos. Es decir, todos somos específicos.
Si nos centramos en la segunda pregunta, encontramos varios vacios a lo que se considera normal para el ser humano. Hace poco un hombre saltó desde la estratofera ¿Es eso normal para el ser humano? ¿Somos todos capaces de hacerlo dentro de un contexto normal? Vayamos a un ejemplo más cercano, tocarse la punta de la nariz con la lengua ¿Es eso normal para todas las personas? ¿Todo el mundo es capaz de hacerlo? Otros ejemplos que podemos citar (de forma rápida) es hacer formas con la lengua, o mover los ojos como Sara Montiel, etc. Entonces, si volvemos a revisar la definición, somos incapaces de realizar esa actividad por impedimentos (véase la genética personal de cada uno) en la forma o dentro del margen que se considera normal.
Como podemos comprobar, todos somos específicos y discapacitados. Ahora bien, la gran pregunta ¿Porqué clasificamos a ciertas personas de «Específicos» o «Discapacitados» si todos lo somos a nuestra medida? ¿Por qué etiquetamos a aquellas personas que no son como nosotros (a nuestros ojos prejuiciosos) con algo que no son?
Actualmente, vivimos en una sociedad que pone etiquetas y clasificaciones a todo, sin pararse un solo minuto a mirarse si está en lo cierto o no. ¿Qué conseguimos con eso? Tan solo incultura. Suscribiendo las palabras de Miguel Angel Pérez Lucas (Revista INFOMÉDULA): «El prejuicio es solo el desconocimiento […] Hay que trabajar en crear cultura para que la sociedad tome conciencia de su alrededor».
A día de hoy, el 33% de la población es «discapacitada». Muchos de nosotros miramos sonrientes y compasivos a estas personas cuando pasan por nuestro lado y, rápidamente, florece el sentimiento de pena. Pero, a la misma vez, intentamos no hablar (o, si lo hacemos, que sea mínimo) con estas personas. Y, ¿Por qué hacemos esto? ¿Qué tenemos? ¿Qué nos lo peguen?…
La sociedad del consumo nos llena de imágenes de chicos con Síndrome de Down trabajando en centro ocupaciones felices y de personas ciegas sonrientes vendiendo cupones en quioscos. Imágenes muy tiernas y con un trasfondo monetario para las empresas muy importante, pero ¿Una persona ciega es realmente feliz vendiendo cupones? ¿Una persona con Síndrome de Down es feliz en un centro ocupacional?
Solo nos importa nuestro propio bienestar y, muchas veces, aparcamos a un lado a aquellas personas «diferentes» (a nuestros ojos) para evitar hacernos el camino un poquito más difícil. Decidimos por ellos, firmamos por ellos, hablamos por ellos… Pero nunca les preguntamos a ellos, a esas personas que son como nosotros, que tienen una familia como nosotros, un nombre como nosotros y que viven en la misma sociedad que nosotros.
Isabel Salvador (Cadena SER CLM) dijo que «No hay nadie normal, todos somos presos de nuestras incapacidades e inseguridades. La madurez está en vencer, tratar de vencerlas». Si nosotros somos capaces de vencerlas y ser dueños de nuestro destino ¿Por qué no dejamos que ellos sean dueños de su propio destino?
Al igual que las modas en textil, ahora está de moda la palabra «Inclusivo». Si nos paramos a pensar en su significado, encontramos términos como «igualdad de oportunidades», «acceso en mismas condiciones que el resto», etc. Pero ¿Qué hacemos nosotros por la inclusión social?
Vivimos en la sociedad y el momento oportuno para empezar a predicar con el ejemplo. Es el momento de crear la comunidad inclusiva que de la que todo el mundo habla, pero no debemos de esperar a que se cree desde el tejado, sino desde los cimientos. Pequeñas acciones diarias son suficientes para crear el entorno normalizado e inclusivo que todos deseamos.
En nuestra mano está la eliminación de barreras. Los medios de comunicación (que mucha gente denominan como el cuarto poder) ya han empezado a predicar con el ejemplo con «Los Juegos Paralímpicos», dándonos la visión de una persona poniendo su capacidad de esfuerzo y superación en una imagen tan icónica que ayuda a tirar barreras. Pero, nosotros somos los que debemos tirar y derribarlas.
En nuestra mano está el poder hacerlo. Las sociedades que se distinguen por la inteligencia colectiva, trabajan para todos. De nuevo, quiero hacer referencia a las palabras de Gema Bustarviejo: «No hay que visibilizar, hay que normalizar. Hay que hacer que sea normal. La sociedad no sabemos cómo mirarlos, cómo tratarlos… En definitiva, tenemos miedo. Todo lo que hay que hacer es darles una oportunidad.» «Lo que discapacita no es que alguien vaya en silla de ruedas, lo que discapacita es una escalera (Miguel Ángel Pérez Lucas, Hospital Nacional de Parapléjicos).
Por último, quiero terminar con las palabras del nadador paraolímpico brasileño, Daniel Dias: «Lo que no puedas hacer, que no te impida hacer lo que puedas hacer».

Óscar Gómez Jiménez

Dirección de correo: osquitagomez@gmail.com