Los años pasan, y ya son 25 cursos como profesor en la UCLM. A veces uno se pregunta si tu labor docente e investigadora merece la pena: demasiado esfuerzo a veces, demasiadas horas robadas a la familia, a la vida personal. Demasiados sacrificios. ¿Para qué?
El pasado 21 de febrero encontré la respuesta. Se celebró un acto para honrar a nuestros ya ex-alumnos que han ganado el premio al mejor Trabajo Fin de Grado del curso pasado. Todos, tanto los ganadores como los que han obtenido accésit, excelentes personas y, seguro, futuros grandes profesionales cualquiera que sea el reto que se propongan.
Tuve la suerte de tutorizar a una de las personas premiadas, la ganadora del premio al mejor trabajo en el grado en ADE. Esperanza.
Una persona trabajadora, humilde, decidida, meticulosa, detallista. Eso lo pude comprobar en el transcurso de la dirección de su trabajo.
Pero descubrí más cosas. Nos dirigió unas palabras a los asistentes.
Y he descubierto a una persona, además, con carisma. Una persona que no se ha dejado vencer por las dificultades del camino. Una persona que ha sido capaz de, en un momento, transmitirnos el entusiasmo por luchar por las metas, individuales y colectivas, que merecen la pena. Una persona agradecida, con sus familiares, con su pareja.
Una persona agradecida a mí por haber tutelado su trabajo. ¡Ay Dios mío! Se lo he dicho y ella creía que lo hacía «por cumplir»: fue una suerte orientarla en su trabajo. ¿Por qué? Porque aprendí. Sí, me ayudó a aprender, a entusiasmarme por el tiempo que invertía en aportar lo poco que podía en su trabajo. Porque fue capaz de hacer de unos cuantos consejos un gran trabajo.
Personas, alumnos, como Esperanza, tienen la capacidad de convertir tu labor en algo maravilloso. En volver a dotar de sentido a tu trabajo, a tu dedicación.
Gracias, Esperanza. Me has contado algunos de tus próximos proyectos. Tienes capacidad de sobra para alcanzar esas metas. Cómo no la la vas a tener. Y con ese nombre que tienes.
Mucha suerte.