Publicado en El País, 21 de febrero de 2000
Las actuales facultades de Bellas Artes españolas son centros de formación e investigación inadaptados. Renovadas o creadas en los años de bonanza del mercado artístico, permanecen ajenas al cambio de paradigma según el cual desde hace ya unos años comenzamos a entender la inscripción social del arte. En tanto la consolidación y el refinamiento del capitalismo especulativo desplaza la producción artística hacia los ámbitos del protocolo, la educación o la industria del ocio, las nuevas academias, alejadas de la realidad, se resisten a las transformaciones esgrimiendo armas inútiles contra las implacables imposiciones del mercado. No se trata de que la Universidad asuma como tarea exclusiva la formación de profesionales adaptados a las demandas de la sociedad productiva (entre otras cosas, porque el concepto de productividad, como el de progreso, admiten definiciones alternativas), sino de que sea capaz de plantear conceptos de productividad alternativos, para lo cual no puede ignorar las funciones que le asigna el sistema.Las licenciaturas en Bellas Artes constituyen un eslabón intermedio en la cadena que arranca con los estudios medios de bachillerato artístico y debería concluir con los estudios avanzados de doctorado. Lo cierto es que tal continuidad no existe. La experiencia demuestra que, por el momento, el bachillerato artístico está haciendo llegar a la Universidad estudiantes con mejor preparación en determinadas técnicas, pero con una formación teórica y crítica muy deficiente; por otra parte, está creando una demanda creciente de plazas universitarias como continuidad de unos estudios cuyos objetivos no aparecen claramente definidos.
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