Durante la década de los setenta, la obra de Müller fue leída y representada como la obra del gran dramaturgo contemporáneo. Durante la década de los ochenta, se convirtió en la de un maestro. Hoy, es la de un clásico. Heiner Müller no es ya nuestro contemporáneo en mayor medida que otros clásicos de nuestro siglo, y, aunque su obra nos ofrezca aún infinidad de estímulos para la invención de nuevas respuestas, las formas que nos propone pertenecen a otra época.
Habría que enfrentarse a la producción de Müller con la misma distancia con la que Susan Sontag presenta sus ensayos de los años sesenta, consciente de que ese mundo en que escribió sobre un arte marcado por la utopía, la decisión y la beligerancia “ya no existe”, pero sin caer por ello en la tentación de pensar que la convicción de treinta años atrás (“que nos encontrábamos en el umbral de una transformación real de la cultura y de la sociedad”) fue meramente ilusoria.
Texto publicado en Quimera nº 156 (marzo), Barcelona, 1997, pp. 37-44.
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