La simetría

 

 

Estudiar la simetría  que presenta una molécula puede ayudarnos a comprender algunas de sus propiedades.

Por ejemplo, a la hora de construir el diagrama de Orbitales Moleculares, partimos de estudiar los posibles solapamientos entre los diferentes orbitales atómicos de los átomos constituyentes. Existen varias “reglas” que deben cumplir esos orbitales atómicos para dar un solapamiento adecuado entre ellos, que dé lugar a Orbitales Moleculares que expliquen adecuadamente el enlace en esa molécula. Una de esas reglas es que los orbitales deben tener la misma simetría. Un estudio previo del Grupo Puntual de simetría de la molécula permite, a través del uso de la correspondiente Tabla de Caracteres,  que es una representación matemática simplificada de las operaciones de simetría, establecer la simetría de esos orbitales atómicos.

Con un estudio similar, se pueden justificar las vibraciones de los enlaces en moléculas sencillas, que se pueden medir mediante el uso de la espectroscopia infrarroja.

Para todo esto y más, es necesario pues establecer fácilmente el Grupo Puntual de la molécula. Para ello es necesario encontrar unos pocos elementos de simetría. Y aquí es donde comienza la dificultad, porque implica tener una cierta visión espacial, una facilidad para manejar en nuestra mente figuras geométricas en movimiento. Afortunadamente, la Naturaleza nos da una cierta ventaja para este trabajo. Está claro que la facilidad para reconocer cierta simetría en las cosas no tiene que ver con el uso que comentamos ahora, pero ayuda. ¿Y para qué sirve esa capacidad instintiva de reconocer la simetría? Pues según diversos estudios, nos permite elegir bien a nuestra pareja. Al parecer, presentamos una tendencia a la búsqueda de compañeros con rostros muy simétricos, como una forma externa de indicarnos unos buenos genes con los que combinar los nuestros para conseguir una descendencia sana.

Para buscar esa simetría, dividimos la cara (y supongo que el cuerpo), en dos mitades iguales. En Química, diríamos que estamos usando un plano de reflexión para hacer esa operación.

Pero claro, luego nuestra parte de inteligencia emocional puede hacer que nuestra pareja no sea tan simétrica. El gen egoísta no triunfa siempre.