«La educación es la única forma que hay de liberar a los hombres del destino, es la antifatalidad por excelencia, lo que se opone a que el hijo del pobre tenga que ser siempre pobre; a que el hijo del ignorante tenga que ser siempre ignorante; la educación es la lucha contra la fatalidad. Educar es educar contra el destino, que no hace más que repetir las miserias, las esclavitudes, las tiranías, etc. Además hay que educar para la ética, hay que saber que educar es ya, en sí, una labor ética, emancipadora» (Fernando Savater, 1999).
«En toda educación es importante la figura del educador (padre y profesor) y la tarea de autoformación del propio educando. El poder del educador depende menos de su palabra que de su ejemplo. El chico necesita un modelo de identidad, una persona ejemplar a la que admirar y en quien aprender. Las palabras mueven, pero el ejemplo arrastra» (Arturo Ramo García).
Para Piaget: «la maduración, la experiencia, la transmisión social y la educación son el equilibrio supremo del desarrollo mental, la función principal de la inteligencia es comprender e inventar, o de otra manera construir estructuras estructurando lo real a través de la acción de estas estructuras, o en otras palabras la inteligencia es una asimilación de lo dado a estructuras de transformaciones, de estructuras de acciones elementales a estructuras consisten en organizar lo real en acto o en pensamiento, y no simplemente en copiarlos.»
Desde mi punto de vista, educar significa crecimiento y desarrollo personal. Es la adquisición de todas aquellas habilidades y destrezas que nosotros mismos somos capaces de conseguir y que utilizaremos para desenvolvernos en el mundo que nos rodea. La educación nos permite perfeccionar ciertas facultades humanas que poseemos o que alcanzaremos a lo largo de nuestra vida. Además de un proceso que trata de seguir construyendo y enriqueciendo a las personas teniendo en cuenta sus experiencias. Los individuos deben de obligarse y exigirse una serie de pautas y normas para lograr un buen equilibrio entre sus facultades intelectuales, su cuerpo y sus relaciones sociales.
Estoy convencida de que el sujeto principal del proceso de educación, no es más que uno mismo. De manera particular cada uno debe de tener su propio proyecto. Y es ilícito pensar que esto se podrá conseguir sin un mínimo esfuerzo.
Por último, sería ineludible que la educación se centrará en crear hombres que fueran idóneos para innovar y crear nuevos conocimientos. De este modo iríamos creciendo y no nos conformaríamos con todo lo que nos ofrecen sino que seriamos capaces de reprender y confrontar lo que no nos guste.
CAROLINA ESTEBAN VELASCO,
2ºC Educación Primaria