¿Habéis sentido alguna vez frustración por no conseguir vuestros logros pese a contar con grandes méritos? ¿Pensáis que la formación actual nos lleva únicamente a la consecución de títulos que nos permitan exponerlos en una vitrina? ¿Por qué personas menos preparadas que nosotros consiguen mayores logros?
Pues bien, todos nos hemos planteado alguna vez estas cuestiones (o, probablemente, otras muy similares). Todos hemos tenido aquella sensación de que nuestro esfuerzo no ha obtenido los frutos por los que tanto hemos luchado, por los que nos hemos sacrificado y por los que hemos dejado cosas a mitad del camino. Esa sensación se denomina «alienación».
Tal y como explicaba Karl Marx (1818 – 1883), los estudiantes actuales nos encontramos en una situación de alienación donde los obreros (estudiantes en nuestro caso) cambian su fuerza de trabajo (su esfuerzo en el estudio) por la mercancía capitalista (en este caso, la consecución de un puesto de trabajo «mínimamente decente»); también debe destacarse que la fuerza de trabajo del estudiante se basa en el esfuerzo en el ámbito académico, lo que se supone le dará los medios necesarios para subsistir. Ahora bien, el obrero (estudiante) no puede cambiar su condición de obrero, lo que sí que puede cambiar es al capitalista que tiene por encima (distinta institución académica, si lo que pretende es seguir con el rol de obrero – estudiante y con su esencia existencial). El problema viene derivado de la no consecución de los frutos por parte del obrero (estudiante), quien no recibe dicha «plusvalía» (en este caso, la consecución de una posición laboral acorde al esfuerzo invertido).
De esta manera, el estudiante siente que el trabajo no le pertenece y se encuentra alienado ¿Cuántos de nosotros no hemos ido puerta por puerta con nuestros currículos solicitando un trabajo que, finalmente, no hemos conseguido pese a haber invertido un esfuerzo mayor y contar con mayores conocimientos, que aquél que únicamente pertenece a un ámbito social más favorable que el tuyo? Es en este preciso momento cuando nos sentimos a nosotros mismos como «extraños» (como afirmaría Michel Foucault, 1926 – 1984), dedicándonos a «denunciar la confiscación de nuestra voluntad y de nuestro pensamiento», es decir, sentimos que hemos perdido todos los «privilegios» que hasta ahora se habían conseguido gracias al esfuerzo de «obreros anteriores». Nuestra voluntad queda tan anulada permitiendo incluso que otros disfruten de nuestros bienes en nuestro lugar.
Sin embargo, y para impedir que esto ocurra, debemos poner en alza y en valor nuestro propio capital humano, el cual se erige como un término alusivo a los factores de producción (no sólo cuantitativos, sino también cualitativos), es decir del grado de formación y de la productividad de las personas involucradas en el proceso productivo (en este caso, nosotros como estudiantes o viejos estudiantes).
Por otro lado, es irónico atender a la definición de capital cultural desde el punto de vista economicista, quien nos postula que a mayor especialización (ya sea por la vía formal –ámbito académico – o la no formal – ámbito laboral – ) aumenta nuestra productividad y repercute en un aumento salarial. Esta premisa, desde mi punto de vista, es demagogia que permite que la sociedad quiera seguir intentando progresar en un sistema cerrado donde las clases que ya tienen ese trato diferencial lo mantendrán y, aquellos que no contamos nunca con él, no lo conseguiremos. Si bien no queda claro con la visión economicista del capital humano, pondremos de ejemplo la visión asignacionista, la cual nos explica cómo las calificaciones escolares proporcionan un criterio de selección para los empresarios: ¿acaso es cierto que a mayores resultados, más posibilidades de trabajo?
Por tanto, se tendría que cumplir la siguiente relación: persona con carrera y máster (con buenas calificaciones), experiencia laboral (aunque mínima) y buen nivel de inglés conseguirá antes un trabajo que aquél que sólo cuenta con la carrera y sin experiencia. Sin embargo, dicha relación no se cumple sino que volveríamos al tema en cuestión: alienación del estudiante.
No obstante, no vamos a hablar de la alienación como lo hacía Tomás de Aquino (1224 – 1274) quien habla de la alienación como la posesión del hombre por parte del demonio, pero sí que lo haremos como Foucault, quien ve al individuo alienado como un extraño que rechaza y se siente rechazado por la sociedad por no entender el «estado» en el que se encuentra. Así, los alienados son la prueba tangible y viviente de las desigualdades sociales creadas de manera sistemática e indirecta sobre los que quieren avanzar en la sociedad y no se conforman con las migajas o restos que la sociedad les «regala».
Así, tal y como diría Herbert Marcuse (1898 – 1979), si la situación actual persiste se puede llegar a un «contra – movimiento internacional» que dinamite los pilares sobre los que dicha alienación se sustenta. Algunos ejemplos son los llevados a cabo en Francia y México por los jóvenes en 1968 (Revolución Cultural), la oposición a la Guerra de Vietnam en Estados Unidos (surgiendo el movimiento hippie), la oposición de los jóvenes egipcios el 25 de enero de 2011 (por la implantación de la democracia) y los movimientos ¡Democracia Real YA! y el Movimiento 15-M (por la situación crítica actual).
Muchos verán en estas líneas un intento premeditado de arremeter contra la sociedad actual y su sistema de elección azarosa, otros veremos la necesidad imperiosa de demostrar que no todos estamos de acuerdo con lo establecido en esta materia y la necesidad de un cambio que nos lleve a la consecución de personas plenas y sin frustraciones por no conseguir aquello por lo que tanto lucharon. Además, con el presente artículo de opinión se pretende dar un ejemplo más de cómo la sociedad actual, por muy libre que se crea, sigue alienada siendo el Estado, según Hegel (1770 – 1831) «el mediador entre la sociedad alienante y el espíritu absoluto del ser individual». Por eso mismo, Hegel no ve la «alienación» como algo negativo, sino que lo ve como el primer
paso para salir de este estado de «extrañeza» y acabar con la frustración.
Patricia Velasco Rico
Excelente reflexión!!!Enhorabuena!!
Me encanta tu reflexión y cómo expresas tus ideas, estoy muy de acuerdo con esto que has redactado. Muy buen trabajo Patricia.