EL FRACASO ESCOLAR, UNA PROBLEMÁTICA PRINCIPALMENTE MASCULINA

Hay un dato llamativo y evidente que aparece de forma reiterada en todas las estadísticas, pero que los responsables de la educación parecen ignorar totalmente: El fracaso escolar en nuestro país constituye una problemática principalmente masculina. El chico tipo está un año y medio detrás de la chica tipo en lo que se refiere a leer y escribir, está menos comprometido en el colegio y es más improbable que acabe realizando estudios universitarios. 

Los chicos presentan tasas de fracaso escolar más elevadas que las de las chicas en todos los tramos educativos. Los varones están en crisis desde el punto de vista educativo. Lejos de aparecer tímidas y desmoralizadas, las alumnas de hoy ensombrecen a los chicos. CONSIGUEN MEJORES CALIFICACIONES. Tienen aspiraciones educativas más altas. Siguen programas académicos más rigurosos y participan en clases de alto nivel en mayor porcentaje. Muchas más chicas que chicos estudian en el extranjero. Se diría que las chicas se comprometen más académicamente. El fenómeno afecta por igual a todas las enseñanzas y ciclos. Es una realidad que se da en todo el territorio nacional, independientemente del color político de los diferentes gobiernos autonómicos. Sin embargo, las administraciones educativas no parecen ser conscientes de esta problemática y de las consecuencias que pueda provocar a medio plazo.
Judy Kleinfeld es una profesora de la Universidad de Alaska que ha dedicado varios años al estudio de este fenómeno. Según sus investigaciones las niñas tienen bastante claro a que quieren dedicarse en la vida y se esfuerzan desde pequeñas por conseguirlo. Sin embargo, los chicos están desnortados, sin ambiciones, ni ilusiones claras que les marquen o determinen su comportamiento y esfuerzo durante la juventud. El objetivo de Kleinfeld: elevar  la autoestima de los chicos y ayudarles a convertirse en hombres capaces de alcanzar las metas que se propongan con plena seguridad y confianza en sí mismos.
En España, se ignora la existencia de un fuerte componente sexual en el fracaso escolar. Es un aspecto del que nunca se habla pero que los docentes viven diariamente. Se barajan otras muchas variables, la edad, la raza, el nivel económico, pero la variable relativa al sexo se ha extirpado de nuestros datos porcentuales. En consecuencia, no hay ninguna actuación para darle solución, ni experimental, ni administrativa. Este asunto se suele despachar en la mayoría de las ocasiones con la idea simplista de que las chicas son más estudiosas, pero lo cierto es que detrás de los datos de fracaso escolar masculino se esconden otras realidades psicológicas y sociales que son absolutamente despreciadas e ignoradas actualmente por los responsables de la educación. 

En relación con las niñas todos están pendientes de los fallos del sistema educativo, del acoso de las escuelas, de la falta de estimulación de los padres, de los roles y estereotipos que la sociedad les impone. Pero en el caso de los niños se les echa la culpa a ellos de su propio fracaso, no a las circunstancias, al modelo educativo o a la sociedad. 

Los varones son los grandes perjudicados en este empeño por considerar idénticos a ambos sexos en la escuela. Necesitados de mayor movimiento, más independientes y curiosos acerca del espacio que habitan y las cosas que hay en él, los niños, quieren tocar, armar, desarmar, las manos se vuelven una extensión de sus ojos conforme descubren por sí mismos el mundo de las cosas. Construyen chozas, estaciones  espaciales, les gusta explorar, provocar, tensar la cuerda, la acción, exploración, competición, movimiento y objetos. Pero en la escuela le piden que se siente quieto, callado, que escuche, que no moleste y que ponga atención a las ideas como lo hacen sus compañeras de clase féminas; todo lo cual, de hecho, son cosas, que su cerebro y su cuerpo le piden no hacer. Algunos llegan a sentir aversión a la escuela y acaban abandonando los estudios. El 90% de los docentes, no son conscientes de las diferencias entre niños y niñas en intereses, aficiones, prioridades, formas de pensamiento, movimiento y comportamiento, ideales, maneras de jugar y expresarse…O no aplican medidas adecuadas, exigiéndoles lo mismo, de idéntica forma a niñas o niños, en el mismo tiempo y pretendiendo obtener una misma respuesta por parte de ambos sexos como si fueran idénticos e intercambiables. Lo que resulta sencillamente imposible y frustrante, tanto para el profesorado como para los alumnos. Los chicos españoles tienen problemas pero nadie sabe a qué se deben o como abordarlos. Los planes de igualdad en las escuelas no hacen sino ahondar aún más en una postura radicalmente errónea que pretende negar unas características propias a los varones y que les impone un «ideal femenino» en las aulas, en especial, en un sistema escolar como el actual en el que el 96% del profesorado en infantil y primaria está constituido por mujeres.


Nuestro sistema educativo está dando a los chicos  mucho menos de lo que merecen académicamente hablando. Es necesario que los poderes públicos y las administraciones educativas se quiten la venda de los ojos y reconozcan la existencia de unas diferencias sexuales en el aprendizaje que están siendo despreciadas, provocando un elevadísimo fracaso escolar masculino. De este modo, los chicos se frustran, reducen su nivel de aspiraciones, piensan que estudiar es «cosa de chicas» y en ocasiones se hacen notar por medio de los excesos de violencia.
Nuestros chicos no necesitan medicamentos contra la hiperactividad, psicopedagogías liberadoras. Políticas de género o planes de igualdad que los rescaten de su masculinidad. Lo que necesitan son enormes dosis de comprensión y un sistema de enseñanza que se adapte a sus peculiaridades características y a sus tareas vitales específicas.   

Ángela Gómez-Rey Almagro