“A veces me encuentro con la queja de las familias y el profesorado de que muchos de los chicos y chicas no tienen motivación para aprender, ni para trabajar con empeño las asignaturas: “es un chico listo pero gandul”; “no sé cómo hacerlo para que se interese mínimamente por el trabajo”; “sigue la ley del mínimo esfuerzo” son algunas de las expresiones que oigo demasiado a menudo en las conversaciones entre mis colegas. Cuando esto sucede, cuando nos encontramos ante un alumnado que no está nada motivado para aprender, para hacer bien las cosas, no sabemos bien qué hacer y cómo actuar”.
El término “motivación” se usa de formas tan diferentes que no existe un acuerdo general sobre el tipo de conducta que puede ser clasificada como motivada. En lo que sí parece que hay acuerdo es en una característica peculiar de la motivación: se trata de una conducta que está dirigida y orientada hacia la obtención de metas. Este carácter selectivo y dirigido de la conducta, esta intencionalidad, es la propiedad esencial de la conducta motivada. Por otra parte, los conocimientos existentes sobre la misma indican que la motivación es el resultado de la interacción del individuo y la situación y que, además, el grado e intensidad de ésta varía entre las personas y dentro de cada persona según el momento.
Algunos factores que inciden en la motivación del alumno/a y que debemos tener en cuenta a la hora de afrontar nuestra actividad docente son:
- Factores relacionados con la situación vital de cada uno: familiares, sociales, profesionales, entre otros.
- Factores relacionados con la actividad de estudio: hacen alusión a los factores relacionados con aspectos institucionales, características del centro, relación con el profesorado, o las propias características de la tarea.
- Factores personales: cognitivos, de personalidad, estudios previos, estrategias de aprendizajes disponibles, experiencias previas, habilidades comunicativas, entre otros.
La motivación juega un papel importante en la actualidad docente, ya que de ella va a depender en buena parte el éxito o el fracaso de nuestra labor como docentes, así como de los aprendizajes adquiridos por nuestros alumnos/as a través de la misma.
La motivación y el aprendizaje están muy relacionados por dos motivos. Por un lado, la motivación en numerosas ocasiones es considerada como un recurso importante para favorecer el aprendizaje. Y por otro lado, el tipo de actividades propuestas en el aula influyen en la motivación.
Goleman afirma que nosotros, como seres humanos, no somos apenas razón, sino también emoción; por tanto, lo que el docente siente sobre lo que está pasando a los alumnos/as, la clase y la conciencia que tiene sobre la importancia de expresar coherencia entre lo que habla y lo que demuestra con su cuerpo, puede alterar el grado de motivación de los alumnos/as en clase.
Los nuevos enfoques cognitivos han hecho de la motivación uno de los factores claves en educación, debido a que un gran número de estudios de investigación coinciden en relacionar la motivación con la curiosidad despertada en los alumnos/as, la perseverancia con la que se enfrentan a las distintas tareas que se les presentan, el aprendizaje y la ejecución.
Constantemente estamos oyendo las numerosas quejas por parte de los docentes acerca de la desmotivación de sus alumnos/as hacia los contenidos escolares y la falta de esfuerzo por parte de los mismos para adquirir conocimientos y capacidades a los que conduce la actividad docente.
Dicha desmotivación se suele interpretar a dos formas de afrontar el problema. Por un lado, estarían los que centralizan el problema en el contexto familiar y social por no favorecer la motivación de los alumnos/as, al no ver éstos que se valore el esfuerzo y la adquisición de capacidades y competencias. Lo que tendría como consecuencia al atribuir el desinterés y bajo rendimiento tanto a las actitudes personales de los alumnos/as como a factores externos a ella. Todo ello provocará, en primer lugar, que los docentes piensen que no está en su mano favorecer una mayor motivación frente a un contexto que escasamente fomenta el interés por el aprendizaje; dejando algunos de esforzarse por intentar motivar a sus alumnos/as. En segundo lugar, su autoestima profesional y valoración de su profesión se hacen más negativas ante la incapacidad de conseguir los logros educativos que alimenten su grado de satisfacción por la labor desempeñada. Otros, en cambio, ven el problema más en su propia actuación como docentes. Es decir, hacer la reflexión de que deben cambiar en su planificación, qué es lo que pueden hacer ellos para que sus alumnos/as se interesen por aprender y lo hagan con el esfuerzo necesario. Con esto no queremos decir que debemos negar que el contexto social y cultural en el que crecen nuestros alumnos/as ejerza un efecto sobre su interés y motivación por aprender. Pero implica reconocer que el contexto escolar afecta de modo importante a la forma en que se enfrentan a su trabajo en el aula.
Como ya sabemos, en numerosas ocasiones, los alumnos/as comienzan una tarea con el máximo interés pero poco a poco durante el desarrollo de la misma lo pierden.
A través de la actuación del docente, se tendría que propiciar la motivación de los alumnos/as a través de actividades atractivas relacionadas con sus gustos e intereses, tiempos libres… Es decir, lo que se
podría simplificar en aprender jugando.
podría simplificar en aprender jugando.
Para conseguir la motivación del alumnado en el aula es fundamental que el docente se sienta entusiasmado por el propio proceso de enseñanza e interesado en el bienestar de sus alumnos/as y esté siempre pensando y trabajando en la mejora de su enseñanza y del aprendizaje de sus alumnos/as.
MARTA PÁRAMO RODRÍGUEZ
2º B, EDUCACIÓN INFANTIL
marta.paramo@alu.uclm.es