Cada vez resulta más difícil la convivencia del profesor en el aula, sobre todo en el ámbito familiar. En la actualidad, la figura del docente se ve afectada por la pérdida de autoridad y de poder.
Ante este tema podemos hacer distintas reflexiones. Las dos que expongo son porque las he presenciado:
- – Hace algunos años, el profesor era la máxima autoridad para alumnos y padres. El profesor disponía los castigos pertinentes sin temor a represalias. Con esto no vengo a decir que los castigos de dar con la regla y otros métodos sean los más adecuados pero, se puede decir que si un niño decía a sus padres: «el profesor me ha castigado», los padres le responderían con un: «habrá sido por algo que hayas hecho».
- Hoy día, si un niño es castigado por su profesor, en la mayoría de los casos, la reacción de los padres está encaminada a echar las culpas al profesor y defender desde un principio a su hijo, sin conocer los desencadenantes de ese castigo. En muchas ocasiones existen enfrentamientos cara a cara con los profesores e, incluso, agresiones físicas y verbales. Esto implica que las conductas de los padres sean asumidas y llevadas a cabo por los hijos, dando lugar a que los niños también pierdan el respeto por su profesor.
Esta situación, desde mi punto de vista, como futura docente, no se puede permitir. Debemos cambiar. Pero, ¿estamos dispuestos a hacerlo? ¿Cómo?
Por último, en relación con este tema, quiero hacer referencia a que hace muy poco fue aprobada la Ley de Autoridad del Profesor. Esta ley tiene como objeto reforzar la autoridad de maestros y profesores con el fin de garantizar el derecho individual a la educación, mejorar la convivencia en los centros educativos y aumentar la calidad de la enseñanza.
Esperamos que en un futuro no muy lejano, los profesores y maestros volvamos a ser esa figura de autoridad para alumnos y padres y, también, ese eje de referencia para niños.
Sandra Molero López-Hazas
2ºB MAGISTERIO EDUCACIÓN INFANTIL