Hay un dato llamativo y evidente que aparece de forma reiterada en todas las estadísticas, pero que los responsables de la educación parecen ignorar totalmente: El fracaso escolar en nuestro país constituye una problemática principalmente masculina. El chico tipo está un año y medio detrás de la chica tipo en lo que se refiere a leer y escribir, está menos comprometido en el colegio y es más improbable que acabe realizando estudios universitarios.
En relación con las niñas todos están pendientes de los fallos del sistema educativo, del acoso de las escuelas, de la falta de estimulación de los padres, de los roles y estereotipos que la sociedad les impone. Pero en el caso de los niños se les echa la culpa a ellos de su propio fracaso, no a las circunstancias, al modelo educativo o a la sociedad.
Los varones son los grandes perjudicados en este empeño por considerar idénticos a ambos sexos en la escuela. Necesitados de mayor movimiento, más independientes y curiosos acerca del espacio que habitan y las cosas que hay en él, los niños, quieren tocar, armar, desarmar, las manos se vuelven una extensión de sus ojos conforme descubren por sí mismos el mundo de las cosas. Construyen chozas, estaciones espaciales, les gusta explorar, provocar, tensar la cuerda, la acción, exploración, competición, movimiento y objetos. Pero en la escuela le piden que se siente quieto, callado, que escuche, que no moleste y que ponga atención a las ideas como lo hacen sus compañeras de clase féminas; todo lo cual, de hecho, son cosas, que su cerebro y su cuerpo le piden no hacer. Algunos llegan a sentir aversión a la escuela y acaban abandonando los estudios. El 90% de los docentes, no son conscientes de las diferencias entre niños y niñas en intereses, aficiones, prioridades, formas de pensamiento, movimiento y comportamiento, ideales, maneras de jugar y expresarse…O no aplican medidas adecuadas, exigiéndoles lo mismo, de idéntica forma a niñas o niños, en el mismo tiempo y pretendiendo obtener una misma respuesta por parte de ambos sexos como si fueran idénticos e intercambiables. Lo que resulta sencillamente imposible y frustrante, tanto para el profesorado como para los alumnos. Los chicos españoles tienen problemas pero nadie sabe a qué se deben o como abordarlos. Los planes de igualdad en las escuelas no hacen sino ahondar aún más en una postura radicalmente errónea que pretende negar unas características propias a los varones y que les impone un «ideal femenino» en las aulas, en especial, en un sistema escolar como el actual en el que el 96% del profesorado en infantil y primaria está constituido por mujeres.
Nuestro sistema educativo está dando a los chicos mucho menos de lo que merecen académicamente hablando. Es necesario que los poderes públicos y las administraciones educativas se quiten la venda de los ojos y reconozcan la existencia de unas diferencias sexuales en el aprendizaje que están siendo despreciadas, provocando un elevadísimo fracaso escolar masculino. De este modo, los chicos se frustran, reducen su nivel de aspiraciones, piensan que estudiar es «cosa de chicas» y en ocasiones se hacen notar por medio de los excesos de violencia.
Ángela Gómez-Rey Almagro