Cuando hace tres años me planteé volver a la universidad, no me imaginaba que las cosas habrían cambiado tanto. El plan Bolonia ha introducido en nuestras aulas una gran cantidad de cambios. Aprendemos a trabajar de forma cooperativa para luego poder trasladarlo a nuestros futuros alumnos. Nos centramos en la exposición de los trabajos, fomentando nuestra capacidad como oradores ya que, claro está, como maestros seremos o intentaremos ser buenos comunicadores. Aprendemos a manejarnos con las nuevas tecnologías, un futuro de posibilidades cada vez más amplio. Pero lo importante de verdad es cambiar el sistema de enseñanza. No podemos introducir las nuevas tecnologías y seguir con el esquema tradicional de la pizarra, pero ahora en lugar de la tiza, usar el ratón. El profesor como orador y la clase magistral han quedado obsoletos y el alumno adquiere cada vez más protagonismo. Eso es lo que debemos saber transmitir en nuestro futuro docente.
El Plan Bolonia también ha introducido la modalidad presencial o no presencial con un sistema diferente de baremación de los trabajos y exámenes que depende del profesor. Este sistema “premia” al alumno que asiste a clase y hace cada vez más difícil a las personas que están trabajando estudiar una carrera. Es algo muy controvertido sin duda, puesto que antes, uno pagaba su matrícula y sin necesidad de contar detalles de su vida ni asistir a tutorías tenía derecho a examen. Por supuesto que es una enseñanza diferente, la relación profesor-alumno es mucho más estrecha. Pero, ¿qué ocurre con las personas que trabajan? Siempre podrán acogerse a la modalidad no presencial, pero no resulta nada fácil. Mi amigo Juan, sevillano, a punto de jubilarse, ha emprendido la carrera de Psicología y me contaba la dificultad que entrañaba el ir a clase y equiparse con las personas jóvenes que no trabajan. Desde luego, esto no tiene nada que ver con la universidad donde estudiaron los maestros de ahora.
En ocasiones pasar lista es un requisito para los alumnos presenciales. Los alumnos somos nombrados uno por uno o debemos firmar en una lista con nuestros nombres, DNI, etc. Me hace gracia cuando el “hombre de pelo blanco” de mi clase contesta a la profesora: “presente”, como si estuviéramos en el colegio y hubiéramos retrocedido en el tiempo. He visto como todavía hoy, en muchas clases de asistencia obligatoria las aulas se llenaban de gente que ni siquiera escuchaba al profesor, que iban obligados porque tenían que firmar. ¿Os recuerda a algo? A mi me recuerda al colegio y al instituto, las dichosas faltas que si no justificabas llegaban a oídos de tus padres. Y yo me pregunto, ¿qué tiene esto de ventajoso? Los alumnos universitarios asisten a unas clases en las que no prestan atención y donde lo mejor que pueden hacer, en lugar de hablar, es ponerse con el ordenador a hacer otros trabajos sin molestar a nadie. Por otro lado, el profesor habla para unos pocos, mandando callar continuamente, y solo a la hora de tratar los trabajos surgen multitud de dudas. ¿Dónde quedan aquellas clases abarrotadas de gente porque simplemente el profesor los “enganchaba”?
A veces me pregunto si esto sigue siendo una enseñanza para personas adultas, que uno hacía porque quería tener unos estudios universitarios y donde los jóvenes maduraban tras los años de instituto y adolescencia.
Desde luego, esta situación no es generalizada. Y de forma progresiva se están introduciendo cambios significativos, puesto que si queremos mejorar el sistema de enseñanza en nuestros colegios, ¿por qué no empezar desde la universidad? Muchas de las asignaturas nos plantean verdaderos retos, puesto que dan una vuelta de 360º al sistema tradicional. El ordenador se convierte en la herramienta básica para los alumnos, que se conectan de forma online con el profesor. Un blog o pagina Web se utiliza como un espacio de expresión libre donde los alumnos comparten el conocimiento de todos y para todos. Se nos abre una ventana al mundo exterior con múltiples posibilidades, ya no es un simple temario que dar y del que examinar. Al estudiante universitario se le enseñan los recursos con los que puede contar, y se le anima a seguir avanzando, es solo un punto de partida, donde cada uno elige su camino.
Un medio para aprender a aprender. ¿No es esto lo que queremos transmitir a nuestros niños en un futuro docente? Este es el camino, sin duda.