Recuerdo cuando en el Colegio, el profesor nos mandaba hacer trabajos en grupo sobre algún tema de la asignatura. ¡Qué odisea!
Teníamos que quedar todos para ir en procesión a la Biblioteca Municipal, ingeniárnoslas para encontrar los libros que necesitábamos, organizarnos para copiar la información que nos era útil, ponerla en común, uno copiaba, otro dictaba, en fin, un trabajo con todas sus letras. Y al día siguiente, a casa de Gonzalo, ¡que tenía máquina de escribir!… y a darle al dedo índice.
Si decidíamos, en un alarde de complejidad, añadir alguna foto, pues búsqueda en las trojes de revistas antiguas de nuestros padres que estuviesen dispuestas a dejarse mutilar, y si no, y como último recurso, recurriríamos a las dotes artísticas de Pablo y en un abrir y cerrar de ojos tendríamos una pequeña obra de arte en forma de dibujo. ¿Cuántas copias del trabajo hay que hacer? ¿Tenemos papel de calca?….
¡¡¡Dios mío!!!, parece que estoy hablando del siglo pasado ( y en realidad así es). Me produce un vértigo atroz ver como toda esta evolución tecnológica ha ocurrido en un suspiro y nos ha facilitado la labor a alumnos y profesores.
También debo decir que me sorprende negativamente que el resultado, refiriéndome al aprovechamiento de todas estas nuevas herramientas por parte de los alumnos, no haya desembocado en un plantel de cerebritos y alumnos brillantes. ¿Es que quizá se les exige más ahora que antes? No lo creo. Entonces, ¿dónde está el problema? En mi modesta opinión, creo que la vorágine de avances en la tecnología nos ha pillado un poco fuera de juego y no hemos sido capaces de canalizar esa enorme fuente de ventajas y su enorme potencial para sacarle todo el provecho que se hubiera podido en materia educativa.
Hoy en día, los chicos que han nacido y crecido en la “era tecnológica” están a años luz por delante de la mayoría de los profesores en el conocimiento de las nuevas tecnologías, por ello pienso que es fundamental que para exprimir todo el posible jugo a las herramientas que esta era nos brinda, los docentes deben ponerse manos a la obra de forma masiva, adaptándose, formándose y valiéndose de esos nuevos recursos para conseguir sus objetivos didácticos। Tenemos esa tremenda responsabilidad y la tenemos que cumplir.
Autor: Mariano del Valle.