A lo largo de nuestros años de estudios hemos conocido como los cereales son plantas cultivadas por el hombre y que pertenecen a la familia de las gramíneas y cuyo objetivo principal está en su grano.
Desde la antigüedad los cereales han sido mucho más que un alimento básico para el hombre; el propio nombre de cereal, procede de la palabra cerialia, una celebración en honor a Ceres, diosa romana de la agricultura, la cosecha y la fecundidad.
La producción mundial de cereales supera los 1600 millones de toneladas; solo los cereales más tradicionales como el trigo, maíz y arroz suponen 400 millones de toneladas.
El trigo y el arroz suponen el alimento básico de 4/5 partes de la humanidad y cerca del 60% de las proteínas consumidas por la población mundial.
Especialmente para esta página nos interesa un cereal: el trigo.
Hace unos 9000 años en el valle del Eúfrates descubrieron que si almacenaban de forma apropiada las semillas, estas se podían comer posteriormente. Unos de estos granos era un trigo primitivo.
El trigo se cultivaba en Irak hacia el año 6700 a.c. y se extendió hacia Asia Menor y el mediterránea, encontrándose huellas de su existencia en el delta del Danubio en el año 4000 a.c.
Inicialmente se consumía crudo hasta que se comenzó a moler para obtener una harina que permitía cocinar unas papillas o tortas asadas sobre piedras, es lo que hoy conocemos como pan sin fermentar y cuya forma sigue estando vigente en países como India, Pakistan y algunos países árabes.
El trigo ha sido tradicionalmente el origen de la harina para fabricar pan, gracias a su gluten que facilita su panificación, cuando se prepara la masa de harina de trigo con agua y levadura, el gluten se expande y atrapa las burbujas del gas dentro de la masa. La harina fuerte, rica en gluten, da un pan de textura esponjosa y gran volumen, en cambio la harina débil, baja en gluten, permite cocinar bizcochos, pasteles y galletas. Otros trigos de menor calidad o triturados con texturas de mayor tamaño han sido también alimento para animales.