Estructura-agencia en tiempos de algoritmos:
El 14 de julio de 2025, la huelga de riders de Glovo paralizó 17 ciudades españolas. Su demanda: eliminar el algoritmo «Sherpa» que impone rutas peligrosas en olas de calor. Este conflicto encarna la tensión central de nuestra era digital: ¿somos dueños de la tecnología o sus siervos? Como analizó Cisneros Britto siguiendo a Margaret Archer, «las estructuras sistémicas condicionan la acción humana mediante hegemonía discursiva». En plataformas digitales, esta hegemonía se materializa en códigos que dictan cómo, cuándo y qué comunicamos. Ante esta jaula algorítmica, ¿es posible ejercer agencia colectiva? Las cooperativas de datos en Barcelona sugieren que sí, pero exige una alfabetización radicalmente distinta.
Ciclos morfogenéticos en el capitalismo de plataforma
La teoría de los ciclos morfogenéticos de Archer, citada profusamente por Cisneros, ofrece un marco para entender resistencias digitales. En su formulación (T1-T4), las estructuras (T1) condicionan pero no determinan la interacción social (T2-T3), que puede modificarlas (T4). Aplicado al caso Glovo:
- T1 (Estructura): Algoritmo Sherpa optimiza rutas ignorando factores humanos (temperatura, seguridad vial)
- T2-T3 (Interacción): Riders crean un mapa colaborativo en Telegram marcando zonas peligrosas durante la canícula
- T4 (Cambio estructural): La presión fuerza a Glovo a incorporar umbrales térmicos en su código (agosto 2025)
Este proceso ilustra lo que Cisneros denominó «dialéctica recursiva entre coerción sistémica y creatividad agencial». Los repartidores no se limitaron a protestar; hackearon la lógica algorítmica usando sus mismas armas: datos geolocalizados y redes P2P. Como señala Archer en Making Our Way Through The World (2007), la agencia surge cuando los sujetos convierten limitaciones en recursos para el cambio.
DeLiberaRed: reprogramando la esfera pública
La iniciativa barcelonesa DeLiberaRed lleva esta lógica más lejos. Nacida en marzo de 2025 como respuesta al «invierno democrático» —la creciente polarización alimentada por algoritmos de engagement—, este movimiento reúne a 300 ciudadanos (sociólogos, programadores, artistas) que modifican aplicaciones de código abierto para priorizar contenidos locales sobre virales. Su herramienta estrella es el plugin «Vecindad Digital», que altera el feed de redes sociales usando tres criterios:
- Proximidad geográfica: Noticias de barrio > trending topics globales
- Temporalidad extendida: Contenidos con análisis histórico > reacciones inmediatas
- Diversidad cognitiva: Fuentes con perspectivas antagónicas > cámaras de eco
Los resultados preliminares son esperanzadores: usuarios reportan un 42% menos de estrés informativo y un aumento del 67% en participación en asambleas vecinales (estudio UAB, julio 2025). Este ejercicio de agencia colectiva materializa la advertencia de Cisneros:
«Frente a la autopoiesis sistémica que anula el altruismo, solo la intervención deliberada en los códigos restaura lo comunitario».
Al reprogramar las reglas de visibilidad, los ciudadanos no solo usan tecnología: la reimaginan como espacio cívico.
Hackeo cívico: pedagogía para la agencia digital
Estos casos demuestran que la agencia es posible, pero exige nuevas competencias. Cisneros fue claro:
«La emancipación en la sociedad red requiere dominar los lenguajes de su arquitectura oculta».
Esto implica trascender la alfabetización digital convencional para abrazar lo que en DeLiberaRed llaman «código cívico»: habilidades para leer, modificar y crear tecnologías con fines democráticos.
Inspirados en el modelo de Archer, propongo talleres públicos de hackeo cívico con tres niveles:
- Decodificación: Aprender a «leer» algoritmos (qué priorizan, qué excluyen)
- Reescritura: Modificar parámetros en entornos sandbox (ej: ajustar feeds de redes)
- Co-creación: Diseñar herramientas comunitarias (como la app «Oasis» para mapear sombras en ciudades durante olas de calor)
Como señala Cisneros siguiendo a Archer,
«los agentes transforman estructuras al negociar nuevos significados en los intersticios del sistema».
Estos talleres serían espacios para esa negociación material: no discutiendo sobre tecnología, sino rehaciéndola.
Conclusión: de la jaula digital al código liberador
La jaula digital no es una prisión sin salida, sino un sistema que puede ser reprogramado colectivamente. Como demostraron riders y vecinos de Barcelona, la agencia en la era algorítmica depende de nuestra capacidad para intervenir en los códigos que moldean la comunicación.
Urge pues integrar el «código cívico» en la alfabetización digital: enseñar a desmontar algoritmos como quien analiza un texto literario, descubriendo sus silencios y sesgos. Los talleres de hackeo cívico —basados en la dialéctica estructura-agencia que Cisneros exploró— podrían ser laboratorios para esta emancipación tecnológica.
Como escribió en sus conclusiones:
«Frente al espectáculo de la comunicación automatizada, solo la acción reflexiva y compartida construye libertad».
La próxima ola de calor no encontrará ciudadanos pasivos, sino comunidades capaces de enfriar los algoritmos que los gobiernan.
¿Has participado en iniciativas de hackeo cívico o conoces experiencias de reapropiación tecnológica comunitaria? Comparte tus reflexiones en los comentarios.
