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Los restos de la ilusión. El (gran) teatro kleeiano (1992)

La vida como espectáculo que el pintor cuidadosamente recoge en las páginas de diario. Lo más doloroso, filtrado por la ironía del escriba, se convierte en objeto de de placer estético. Lo más ridículo, tratado con la humildad de quien reconoce su propia precariedad, conduce a la reflexión dolorosa. El arte kleeiano es un arte sabio: su sabiduría radica en el reconocimiento de los límites, pero también en la conciencia de que la insuperabilidad de tales límites reside en nuestra incapacidad de inventar otros nuevos y contenernos en ellos. La práctica del formato reducido, la  utilización de soportes pobres son parte de un intento por constreñir la creación a otras pautas, por traducir a otros procedimientos la creación, buscando en el momento mismo de la traducción las huellas de lo otro.

Publicado en  Arc Voltaic nº 19 (1992/I), Barcelona, pags. 31-32.

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El problema de la abstracción en el pensamiento plástico de Paul Klee (1986)

El arte no repite las cosas visibles, sino que hace visible. La esencia del la gráfica induce a menudo con justeza a la abstracción. […] Cuando más puro el trabajo gráfico, es decir cuanto mayor la importancia atribuida a los elementos formales sobre los que se basa la representación gráfica, más defectuosa la disposición a representar realistamente los objetos visibles.[1]

 

Si en la “Confesión creativa” (1920) Paul Klee describe el camino que conduce a la abstracción como fruto de una “edificación”, de un desarrollo constructivo (afirmativo) de las posibilidades formales, en los Diarios (1898-1918) nos habla de una vía paralela, que tiene que ver con la experiencia de un caos, socialmente no asimilado, que históricamente conduce a la guerra en cuanto confirmación empírica de una destrucción que Klee —y muchos otros— ya habían superado. “Se abandona la región de este lado y se edifica a cambio un paso hacia la otra, que puede ser una total afirmación. Abstracción. (…) Cuanto más terrible este mundo (corno por ejemplo hoy), tanto más abstracto el arte.” [2]

En 1908, W. Worringer publica Abstraktion und Einfühlung, obra que conoció una amplia difusión y que fue utilizada por los artistas (especialmente por el círculo de Kandinsky) como confirmación teórica de sus desarrollos formales. La tesis de Worringer es simple, y fácilmente reconocible en la anterior de Klee: “Cuanto menos familiarizada está la humanidad, en virtud de una comprensión intelectual, con el fenómeno del mundo exterior, cuanto menos íntima es la relación con éste, tanto más poderoso es el ímpetu con que aspira a aquella suprema belleza abstracta”[3].

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