Ojo Caliente, de John Jesurun

Arena Teatro. 1993

ojo caliente

            cuatro pequeños individuos deciden convertirse en el centro del mundo. desde la soledad de sus emisoras piratas sienten sobre sí recaer el peso de una misión inabarcable. no tienen nada importante que decir. nadie les responde más allá de su propia imaginación. pero no dejan de sentirse amenazados por la persecución de las euroatoridades y de sus brazos armados: los barcos de la OTAN o las patrullas de la guardia civil. mientras pinchan un disco tras otro, anuncian la puesta en marcha de una ‘love line’, fingen entrevistas o duermen y despiertan al supuesto oyente, su ego se ve acariciado por sí mismo, sus nombres se multiplican, donde hay uno hablan cuatro, y con un pequeño transmisor se consideran capaces de hacer llegar su voz a los solitarios del otro lado del atlántico.

            todo empieza a complicarse cuando las frecuencias se cruzan e intentan invadirse unos a otros. el escenario se convierte en un campo de batalla ocupado por voces que se comunican a micrófono cerrado de emisora a emisora y que luchan a micrófono abierto por la posesión del dial. incapaces de vencer ninguno de ellos mediante la potencia de la emisión y ante el riesgo de una guerra total que lleve a la destrucción de todos los transmisores, deciden llegar a un acuerdo forzado y repartirse o compartir el espacio de las ondas. pero el acuerdo no significa la paz. se inicia entonces un juego por el poder a base de trucos, insinuaciones, pequeñas mentiras, reacciones nerviosas, que llevan una y otra vez al límite de lo pactado. la manía persecutoria que los cuatro sufren se une a la tensión de la competencia interna y provoca una nueva huida. la acción se desborda. a mayor acción mayor debilidad, a mayor convivencia más absurdo. los ‘cuatro jinetes’, como a sí mismos se denominan, acaban poniendo en común su ambición y su soledad en un barco a la deriva, emitiendo un sonido que nadie escucha.

            john jesurun, que habitualmente ha trabajado sobre el problema de la comunicación / incomunicación en la sociedad de los ‘media’ mediante el recurso a la combinación del medio escénico y el medio fílmico / videográfico, vuelve sobre el mismo recurriendo en esta ocasión a la radio. si en otras ocasiones los actores dialogaban con imágenes aparecidas en televisores o pantallas, o el público sólo tenía acceso a la acción mediante la imagen en directo aparecida en monitores sobre el escenario, en esta ocasión la barrera comunicativa son los micrófonos y receptores radiofónicos. «el contacto físico reducido al mínimo», la voz de las ondas como instrumento de mentira, la tecnología como mecanismo de poder, el medio de comunicación como obstáculo de comunicación. el juego desvela la falsedad, ridiculiza la arrogancia, evidencia la impotencia. pero la conclusión no es desoladora, porque el humor introduce un segundo nivel de comprensión que mantiene la posibilidad de la acción más allá del desconcierto.

            el texto, en clave de comedia, recupera algunos recursos utilizados por jesurun desde chang in a void moon: una estructura en secuencias estáticas pero con una acción verbal vertiginosa, unos personajes aparentemente desproporcionados que se van mostrando progresivamente cien por cien humanos, el recurso a motivos ‘culebronescos’ como elemento de distanciamiento y reflexión…, a lo que se unen los hallazgos estructurales derivados del propio tema: la alternancia de la música y la palabra, el juego con la voz a micro abierto y micro cerrado, llamadas telefónicas e interferencias, generadores todos ellos de nuevas convenciones que limitan y obstaculizan el naturalismo humorístico hacia el que la acción tiende.

            los actores deben enfrentarse a la construcción de unos personajes y una acción ‘naturales’, en lucha constante con los impedimentos que les plantea el dinamismo brutal del propio texto, por una parte, y la inmovilidad física a que se ven sometidos por la tiranía del micrófono y los controles, por otra parte, más la discontinuidad del tiempo, artificialmente acelerado tanto por los cortes musicales, reducidos a segundos, como por los saltos injustificados de la acción, aparentemente continua. jesurun propicia una apropiación de cada personaje por la persona del actor, y luego los somete a un juego de pequeños desplazamientos, movimientos rápidos y recelosos, que componen un paisaje de ‘egos’ irreconciliables en constante transformación y sin salida posible.

            la puesta en escena mantiene las constantes estéticas de anteriores espectáculos de jesurun, con un escenario limpio, ocupado por tres mesas blancas que sirven para la evocación de los distintos espacios. la horizontalidad de las mesas se verá cortada por la escalera y por las cuerdas que desde el telar componen elementos de tensión añadidos a la propia palabra y al sonido de los micros. la iluminación focalizada sobre las posiciones individuales apoya igualmente la impresión de un espacio dramático sometido a múltiples limitaciones y convenciones contrarias a la naturalidad de la acción comunicativa.

            pero sobre la disciplina de los obstáculos prevalece el humor. la conciencia de la propia debilidad e insignificancia permite una mirada cariñosa sobre los personajes y su conflicto. el ser capaces de escenificar el aislamiento y la impotencia desde una perspectiva distendida e irónica, el ser capaces de reflexionar sobre la dominación a que nos somete la sociedad de los ‘media’ no desde la abstracción sino desde lo humano, el ser capaces de participar como actores o espectadores en ese juego propuesto por jesurun nos sitúa en condición de superar las resignaciones, abandonar la obsesión paralizante y volver con un escepticismo positivo a emprender los recorridos de la vida.


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