“Ya pudiste conocer el mundo de las ultracosas”, me dijo Cécile cuando nos encontramos más de una hora después de que ese “mundo” quedara temporalmente en reposo. Y, en efecto, Las ultracosas es el título de una construcción que abre un mundo. Es una construcción, porque seis personas en escena, dos en el control técnico, además del equipo del teatro, trabajan sin descanso, de acuerdo a pautas previamente definidas y con una multitud de objetos cuidadosamente acopiados y recursos técnicos previamente diseñados, para hacer posible que acontezca. Pero una vez que aparece, el mundo de las ultracosas se instituye con plena necesidad, y no queda otra que entrar en su ilógica o ignorar su existencia. ¿Habrá alguien que se asome a ese mundo y sea capaz de ignorarlo? A uno le gustaría pensar que no, que cualquiera atraído por la fuerza gravitatoria de las ultracosas no podrá sino aceptar la invitación amable a orbitar en torno hasta integrarse en su sistema.