Sociología de la literatura y cultura de masas

la aportación crítica de Leo Löwenthal.

Publicado en Teoría/crítica, nº 4 (número monográfico con el título “Modelos de Crítica: La escuela de Frankfurt”, editado por Vicente Jarque), ed. Verbum, Alicante, 1997, pp. 257-280. ISSN: 1134-9018.

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SOCIOLOGÍA DE LA LITERATURA Y CULTURA DE MASAS: LA APORTACIÓN CRÍTICA DE LEO LÖWENTHAL
1. «LA INFAMIA DE LO EXISTENTE»

            El pensamiento crítico de Löwenthal se caracterizó en todo momento por una decidida posición de resistencia. De sus recuerdos de juventud, Löwenthal destacó la impresión que le había producido la Teoría de la novela de Lukács y su denuncia de la ‘infamia de lo existente’: «Esta formulación elevó a concepto mi sentimiento básico de odiar todo lo establecido y de considerarlo infame».[i] Ese rechazo radical de todo lo establecido se fue matizando con los años, pero nunca le abandonó la energía para tomar una posición crítica frente al orden de la sociedad liberal-capitalista. Ahora bien, la sociología de la literatura y de la cultura de masas practicada por Löwenthal no apunta a una superación de la gran cultura burguesa, al contrario, Löwenthal siempre se sintió respecto a ella heredero, partícipe y, aunque crítico, defensor.

            Esa dualidad en su confrontación con la cultura burguesa se hace también patente en sus posicionamientos explícitamente políticos y religiosos. Como el propio Löwenthal confiesa, su interés juvenil por el judaísmo tiene más que ver con esa actitud de resistencia que con una sentida convicción religiosa. La identificación con la tradición judía, en oposición a su padre, judío no practicante, tiene algo de la rebeldía propia del expresionismo, cuyos rasgos son también detectables en algunas de sus obras de juventud relacionadas con el judaísmo.[ii] También dentro de esta posición de resistencia habría que entender su vinculación a los movimientos políticos marxistas, su participación en la Federación Socialista de Estudiantes o su afiliación a la USPD y su fidelidad posterior al ala izquierda de este partido después de su división.[iii] Pero el respeto de Löwenthal a la tradición burguesa no hace creíble el descubrir en él la figura de un auténtico revolucionario y mucho menos de un sionista radical. De hecho, se fue distanciando progresivamente del marxismo real, y, al recordar su visita a Alemania después de la guerra, dejó constancia de una opción decidida por la sociedad liberal-capitalista, confirmada vitalmente por el establecimiento de su residencia definitiva en Estados Unidos. En cierto modo, la cultura burguesa que defiende, la revolución política a que aspira o el Estado sionista soñado en su juventud son constructos ideales que sirven exclusivamente para establecer el punto de referencia desde el que se ejerce la crítica sobre lo existente.

            Nacido en Frankfurt en 1900, hijo de un doctor judío no practicante, Löwenthal estudió literatura, historia, filosofía y sociología en las universidades de Frankfurt, Heidelberg y Giessen. Pero fue en la primera de las ciudades donde se desarrolló la mayor parte de su actividad. Allí conoció a Adorno, Kracauer, Horkheimer y Erich Fromm, allí fundó junto con Franz Neumann y Ernst Fraenkel un grupo estudiantil socialista, allí se vinculó al grupo convocado por el carismático rabino Nehemiah A. Nobel, en que se encontraban Martin Buber, Franz Rosenzweig, Siegfried Kracauer y Ernst Simon, entre otros, y allí inició, algo más tarde, su colaboración con el Institut für Sozialforschung, que determinaría buena parte de su actividad profesional e intelectual.

            Si bien su opción rebelde por el judaísmo ortodoxo y la observancia de las normas kosher no duró mucho, el judaísmo ocupó un lugar importante en la vida y en la producción intelectual de Löwenthal. Más allá de su participación en una organización estudiantil sionista que aspiraba a la instauración de un estado utópico, en que habían de armonizarse los principios judíos y socialistas (proyecto del que pronto también se alejaria), lo que marcó más profundamente su pensamiento fue la relación antes citda con el círculo de Nobel y de la Freies Jüdisches Lehrhaus de Frankfurt, dirigida por Buber y Rosenzweig, donde Löwenthal encontró el lugar ideal para combinar sus preocupaciones filosóficas, políticas y religiosas. Löwenthal trabajó como redactor en la Jüdische Wochenzeitung y buena parte de sus publicaciones de juventud se refieren a temas judíos.[iv] Entre ellos habría que destacar Lo demónico. Esbozo de una filosofía negativa de la religión, una obra en que se dan cita el mesianismo, el marxismo y el psicoanálisis y donde se hallan referencias a dos figuras claves en el contexto intelectual de ese momento: E. Bloch y G. Lukács.[v]

            Su relación con la Lehrhaus de Frankfurt permitió también a Löwenthal recuperar el contacto con Erich Fromm, a quien había conocido como estudiante y a través del cual se inició en el psicoanálisis. Löwenthal recordaba que el movimiento psicoanalítico era en la Europa de los años veinte un movimiento marginal y esotérico, y que para él estaba indisolublemente unido a la religión judía, ya que fue en el sanatorio en que trabajaba Frieda Reichmann en Heidelberg (una especie de internado y hotel judío-psicoanalítico) donde él tuvo una relación más estrecha con la práctica psicoanalítica. «De algún modo vinculo a veces en mi recuerdo esta conexión sincrética de tradición judía y psicoanálisis con nuestr posterior ‘maridaje’ de teoría marxiana y psicoanálisis en el Institut, que tan gran papel había de jugar en mi evolución intelectual.[vi]

            Aun al final de su vida, Löwenthal siguió definiéndose a sí mismo como un filósofo. Sus primeros escritos filosóficos se articulan coherentemente con sus posiciones políticas y sus intereses religiosos. No es de extrañar que su disertación doctoral, La filosofía social de Franz von Baader llevara como subtítulo Ejemplo y problema de una filosofía religiosa y que aún en ella se siga manteniendo el estilo expresionista de Lo demónico. El interés de Lówenthal en este texto era el presentar el antiliberalismo radical de von Baader como un corrector de la cultura burguesa banalizada y rescatar la propuesta de una sociología religiosa para hacer frente al pensamiento irreligioso post-ilustrado.[vii]

            Sin embargo, esa primera aproximación crítica al pensamiento ilustrado delata también una temprana fascinación por el mismo, que se explicita en Helvetius, trabajo presentado para su habilitación en 1928 y reescrito a comienzos de los años treinta bajo el influjo de Hans Cornelius (maestro igualmente de Adorno y Horkheimer). Como declara en la introducción, el objetivo era presentar la Ilustración francesa, en este caso a través de Helvetius, como el lugar en donde «por primera vez en la historia de la filosofía» se intentó «no sólo desarrollar los principios de una teoría empirista desde el punto de vista de la teoría del conocimiento, sino aplicarlo también al ámbito de la praxis». Löwenthal presenta la obra de Helvetius liberándola de los prejuicios habituales en la interpretación de la historiografía del XIX y prestando especial atención a su filosofía social y su interpretación secularizada de la historia, para acabar subrayando la propuesta de Helvetius de una especie de «religión del conocimiento»: «el verdadero culto» es el que «la filosofía debe revelar a las naciones».[viii]

            La tercera de las dimensiones en la que Löwenthal concreta su lucha contra la infamia de lo existente es la sociología de la literatura. En 1981, Löwenthal la contemplaba como una actividad que le había permitido «vivir en los márgenes», la única posibilidad que resta a un intelectual en la sociedad contemporánea.[ix] Su dedicación a la literatura data de los años veinte, aunque la publicación de sus primeros textos sobre el tema es posterior a la de sus artículos y ensayos sobre judaísmo y filosofía. De hecho la primera publicación conjunta de esos textos no se produce hasta 1971, reunidos bajo el título de Narrativa y Sociedad. Lo que, según el autor, se intentaba en esos trabajos era «rastrear y describir de forma ideológico-crítica la decadencia y descomposición de la conciencia burguesa.[x]

            Aunque desde 1926, Löwenthal estuvo vinculado al Institut für Sozialforschung, su incorporación plena al mismo no se produjo hasta 1930. Durante esta época, fue profesor de alemán, historia y filosofía en Frankfurt y colaboró como consejero artístico de la Volksbühne, actividad que continuaría hasta 1932. A partir de esta fecha, gran parte de sus esfuerzos se concentraron en la redacción del Zeitschrift. Refiriéndose a la estructura del primer número, Löwenthal definía la ‘teoría crítica’ como «una perspectiva, una orientación crítica básica común acerca de torodos los problemas culturales, sin plantear nunca una pretensión de sistema. […] No otra cosa sino este denominador común colectivo es lo que debería entenderse por teoría crítica».[xi] Ese primer número contenía su artículo programático, «Sobre la dimensión social de la teoría de la literatura», y en números posteriores publicaría gran parte de sus contribuciónes sobre el tema, que más tarde recopilaría en el libro Literatura y Sociedad.[xii]

            Löwenthal trabajó en estrecha colaboración con Horkheimer en Frankfurt, Ginebra y Nueva York, no sólo como redactor del Zeitschrift, sino también como responsable de otros proyectos de investigación, así como en la realización de aquella idea de una comunidad de investigadores que anticipara la sociedad fraternal del futuro.[xiii] El primero de los proyectos importantes en que participó fue los Estudios sobre autoridad y familia. «La idea -escribe Löwenthal- era estudiar la autoridad como argamasa de la sociedad; es decir, la idea era que en Marx falta precisamente esto, una teoría de los eslabones psíquicos intermedios que operan funciones de mediación entre la base y la sobrestructura. […] Nos pareció teórica y empíricamente de lo más prometedor estudiar la familia como una matriz, como una forma modal de lo que significa la autoridad en la sociedad moderna».[xiv] Löwenthal coordinó directamente la tercera sección del proyecto, que incluía dieciséis estudios sobre temas diversos en relación con la familia. 

            De finales de los años treinta y principios de los cuarenta son sus principales trabajos sobre sociología de la cultura de masas, siendo especialmente relevantes sus estudios sobre las biografías populares. Su última gran contribución con el Institut se produce en el marco de Estudios sobre el prejuicio, en los que Löwenthal participó con un estudio en colaboración con Guterman titulado Profetas del Engaño, un trabajo de base histórica sobre el fenómeno de la agitación política en que se utilizaban instrumentos psicoanalíticos.

            En 1949, Löwenthal comenzó a trabajar como investigador en la Voice of America, algo en lo que ya tenía cierta experiencia debido a su adscripción durante la guerra en la Oficina de Información de Guerra. Fue en desempeño de aquella función como Löwenthal regresó por primera vez a Alemania después de la guerra.[xv] Desde 1955 hasta 1993 trabajó como profesor en la Universidad de Berkeley, donde siguió manteniendo una actitud de resignada resistencia tanto ante los grandes desplazamientos de la historia como ante las tendencias empiristas de su entorno sociológico o la aparición del pensamiento postmoderno.

2. PROGRAMA DE UNA SOCIOLOGÍA DE LA LITERATURA    

            En la primera entrega del Zeitschrift, en 1932, Löwenthal publicó un artículo, Sobre la dimensión soial de la teoría de la literatura, que contenía el programa de la investigación a realizar en este ámbito en los años sucesivos. Löwenthal volvería a abordar la reflexión programática en otros dos artículos: Tareas de la sociología de la literatura(1948) y Sociología de la literatura en retrospectiva (1982). A pesar de la distancia entre ellos, las ideas programáticas de Löwenthal permanecen por lo general inalterables.

            A partir de la experiencia de sus ensayos sobre literatura de los años veinte, Löwenthal sistematizó en 1932 sus ideas metodológicas, inscribiendo la teoría de la literatura en el marco global de la teoría crítica. Se trataba, como Horkheimer definiera, de mostrar «los problemas sobre los que trabajamos en concreto» como «sustancialmente determinados por intereses históricos concretos, por la situación concreta, históricamente dada».[xvi] En 1982, Löwenthal reconocería como tareas primordiales la integración de la literatura en el sistema de ordenación funcional de una sociedad y la investigación de las formas literarias correspondientes a diversos destinos sociales.

            El artículo de 1932 comienza con un cuestionamiento de la insuficiencia de la crítica literara contemporánea. En concreto, denuncia el que se la considere como una actividad a priori, «una actividad unitaria antes que una tarea científica a organizar». Löwenthal rechaza el que se pueda tomar como punto de partida de investigación ‘la personalidad poética’ y ‘la obra poética’, construcciones apriorísticas, impenetrables e inanalizables y descalifica el intento de objetivar la investigación acudiendo la concepto de ‘ley’, que profundiza, según él, en la orientación metafísica de dicha crítica.[xvii] También se desmarca tanto de las tentantivas de un análisis científico, que según Löwenthal habían producido escasos resultados hasta entonces, como de los análisis puramente formales.

            El autor defiende la importante contribución que puede ofrecer la psicología, y especialmente, al psicoanálisis. La psicología se convierte en una de las más útiles ciencias auxixliares de la crítica literaria en cuanto permite mostrar las mediaciones presentes en las relaciones de la existencia humana. Su objeto concreto serían «los procedimientos psíquicos de introspección de la estructura social reconocidos en la obra literaria».[xviii] En cuanto al psicoanálisis, Löwenthal propone su utilización tanto para el estudio biográfico del autor como para el análisis del ambiente social de lo íntimo y lo privado y la indagación de fenómenos tales como el amor, la amistad,  la relación el ser humano con la naturaleza, la imagen que se tiene de sí, el gusto».[xix]

            El objetivo último consiste en situar la obra literaria en su complejidad histórica: «el proyecto de una historia literaria que, ocupándose de la obra de arte con técnicas adecuadas de investigación filológica, quiera explicarla desde el punto de vista histórico, no limitándose a una descripción positivista pura y simple, pero menos aún a una fuga en las alturas solitarias y remotas de la especulación metafísica».[xx]  Esto exige apoyarse en una teoría adecuada de la historia y de la sociedad y renunciar a la autonomía, pues ésta no es lícita en ninguna teoría que pretenda el análisis de las formas superestructurales. Ya en este punto, Löwenthal define los dos principales ámbitos de trabajo que se propone: la investigación de la estructuras económicas fundamentales y la investigación de los efectos que la obra, interpretada materialistamente, produce al interior de la sociedad condicionada por la economía.

            La sociología de la literaria asume, pues, como una de sus principales funcionales el desenmascaramiento social de la superestructura y en este contexto asume una posición determinante el concepto de ‘ideología’: «La ideología de hecho es una forma de la consciencia que tiene la función de ocultar las contradicciones de la sociedad y de fundar la apariencia de la armonía. Tarea de la historia literaria es en buena parte el análisis de la ideología.»[xxi]Esto no implica, advierte Löwenthal, identificar la literatura con ideología, sino reconocerla como «única fuente seria para la consciencia y autoconsciencia humana, para la relación del individuo con el mundo como experiencia».[xxii]

            En el artículo de 1948, Löwenthal explicitaba las principales tareas confiadas a la sociología de la literatura, que clasificaba de la siguiente manera: 

            1. La primera tarea, antes citada, debía consistir en poner en relación la literatura con la estructura social y desarrollar un análisis de las formas como indicativos de las relaciones sociales. Como ejemplo, Löwenthal aducía en 1932 la evolución del diálogo: en la reducción de la novela impresionista al diálogo, en la renuncia al comentario por parte del autor, como si el lector pudiera leer entre líneas de las réplicas toda la información complementaria, se refleja la impotencia a producir teorías sociales, la ausencia de puntos firmes.[xxiii]

            2. La posición del escritor en la sociedad. El análisis histórico documental sobre el escritor tiene dos objetivos: elucidar la autoconcepción subjetiva del propio escritor y documentar la influencia del mundo objetivo: las fuentes de prestigio e ingresos, presiones externas, control de órganos institucioanales, influjo de la técnica y del mercado, etc.[xxiv]

            3. Sociedad y problemas sociales como materia literaria. Éste ha sido, según Löwenthal, el ámbito habitual de la sociología de la literatura. Pero no sólo hay que investigar para interpretar el mateiral literario, sino que hay que investigar también las implicaciones sociales de temas y motivos literarios que aparentemente tienen poco que ver con acontecimientos políticos o sociales: por ejemplo, la vida privada o la relación con naturaleza. «La tarea de la sociologia de la literatura -vuelve a definir Löwenthal- consiste en poner en relación las figuras imaginarias de la creación literaria con la situación histórica específica de la que proceden y de este modo hacer de la hermenéutica literaria una parte de la sociología de la cultura.» [xxv]

            4. Determinantes sociológicos del éxito. En este punto, Löwenthal alude directamente a la investigación de los medios de comunicación de masas y se refiere a la tarea de la formulación de hipótesis para la investigación empírica sobre la significación de la lectura para los hombres: influjo de las constelaciones sociales e históricas sobre el lector (diferente recepción en períodos de paz o de guerra, de depresión o crecimiento, etc.), influjo de los controles sociales, tanto institucionales (premios, subvenciones, etc.) como informales (recensiones, críticas, etc.), e incidencia de las transformaciones técnicas y sus consecuencias sociales y económicas (por ejemplo, el desarrollo de la industria editorial, o la incidencia del cine y la radio sobre el consumo de libros….).

            La consciencia del desbordamiento que han sufrido las disciplinas dedicadas al análisis de la literatura a consecuencia de la literatura de masas, los periódicos populares, los comics, etc., lleva a Löwenthal a plantear también como tarea de la sociología de la literatura la investigación empírica sobre la literatura de masas, que concreta en los siguientes puntos:

            1. Análisis de la función del contenido. Recopilación de información cuantitativa y cualitativa sobre el contenido de la literatura de masas. Según Löwenthal el contenido de la novela actual es más escapista, y al mismo tiempo que se ha intensificado y acelerado la acción, se ha reducido la reflexión y la descripción. La presión de la experiencia, hace imposible la novela compleja del XIX y obliga a la identificación con un único yo o con su vida interior.

            2. La actitud del escritor. Esto también puede hacerse extensivo a la literatura de masas: por medio de una encuesta sobre temas concretos que aparecen en una selección representativa de obras de literatura de masas se puede averiguar la ideología de su editor o la posición social de los escritores, la idea que ellos tienen de sí mismos y sobre el influjo de esta autoconcepción oculta sobre el lector.

            3. La herencia cultural. En comparación con el lector de hace un siglo, se advierte cómo el lector actual se deja arrastrar por la necesidad de aprender los mecanismos de la adaptación y el conformismo.

            4. El papel de la situación social. Análisis de la incidencia de los determinantes antes citados: situación socio-política, transformaciones técnicas, etc.[xxvi]

            Finalmente, habría que mencionar la insistencia de Löwenthal sobre la necesidad de concebir la sociología de la literatura como una ciencia no autónoma, sino integrada con otras teorías de la historia, de la economía y de la sociedad. Probablemente sea en «Animal de tiro y esclavitud» donde de una forma más radical sostenga la necesidad del trabajo en equipo y de una interconexión entre las ciencias humanas y las ciencias naturales. La teoría histórica legítima sólo se hace efectiva allí donde sus métodos llegan a concretarse tanto que la iluminación de las transformaciones en la esfera cultural se derivan de acontecimientos muy concretos de la base material. Löwenthal llega a sostener que incluso la contraposición de las clases no es meramente un fenómeno de la historia humana, sino que se trata de luchas que es preciso explicar a partir de las formas en que se desarrolla la relación del hombre con la Natualeza. «Toda la historia cultural poddría considerarse entonces como una parte de la gran contraposición del hombre con la naturaleza».[xxvii]

3. SOCIOLOGÍA DE LA LITERATURA BURGUESA

            Los artículos sobre sociología de la literatura publicados en el Zeitschrift con posterioridad al programático de 1932 constituyen la puesta en práctica de los principios formulados en el mismo y continúan la actividad ya iniciada por Löwenthal en los años veinte, cuyo objetivo había sido proponer «una nueva valoración de la literatura europea desde el renacimiento» aplicando a la crítica literaria las enseñanzas de Marx, Freud y la gran tradición filosófica. «Nos esforzábamos, cada uno de acuerdo a su propio conocimiento e inclinación, a interpretar los problemas históricos y contemporáneos de tal modo que revelaran su carácter socialmente regresivo o progresivo».[xxviii] La historia materialista y psicológico-social de la literatura desarrollada por Löwenthal se ocupó, ante todo, del descubrimiento de la ideología en autores que pudieran ser considerados como «paradigmas de la conciencia burguesa que nunca llegó a realizarse en Alemania».[xxix]

            La crítica literaria como desenmascaramiento de la ideología se ejerce con toda claridad en el artículo sobre Knut Hamsun, que subtitula: «Para una prehistoria de la ideología autoritaria».[xxx] Löwenthal denuncia la presencia de rasgos propios de la ideología nazi en las novelas de este autor, tradicionalmente consideradas como denuncia de la alienación. A partir de la visión de la Naturaleza, Löwenthal muestra cómo, frente a la relación productiva con ella propia del liberalismo, en las novelas de Hamsun se opta por una identificación pasiva, que nada tiene que ver con el ‘paseo’ romántico, sino más bien con la huida, con el aislamiento social, signo de la impotencia y de la renuncia al activismo. En el análisis de la más célebre novela del autor, Hambre, Löwenthal descubre la huida a la naturaleza como rechazo del ideal, como renuncia a la esperanza histórica, como opción por el individualismo frente a la vida social de la ciudad. La paz a que aspiran los protagonistas en su huida a la naturaleza se desvela así como un signo de misantropía; frente a la soledad romántica, en la intimidad de los personajes de Hamsun con la naturaleza no hay más que egoísmo; y en la identificación con la naturaleza, ninguna trascendencia, simplemente pasividad. Pero hay otros indicios que permiten presentar a Hamsun como un antecedente directo de la ideología nazi. La unidad de hombre y naturaleza conduce a la idea de que el hombre no es más que naturaleza, es decir, raza y pueblo. El mito de la tierra como ‘patria del hombre’ y de la ‘sociedad natural’ revelan a Hamsun como continuador de los fisiócratas, pero con una diferencia histórica que convierte su pensamiento en utópico y reaccionario: el principal atributo del campesino es la disciplina, y la principal característica que revela la identidad de la vida del campesino y la vida de la naturaleza es la idea de ritmo, de repetición, es decir, de uniformidad, de ausencia de progreso. Por otra parte, se predica un cierto biologismo, una alabanza de la juventud y un desprecio antiirracional de la madurez y la sabiduría, que enlaza con la imagen negativa presentada de la realidad social y muy especialmente de los intelectuales. El biologismo es perceptible también en la negación a la mujer de otra función que la de madre. La imagen del proletariado es siempre negativa: se le presenta como enemigo, mientras se manifiesta una simpatía táctita hacia la clase dominante, que muestra claramente, según Löwenthal, la relación de servil de Hamsun con la misma. Finalmente, Löwenthal observa cómo la ambigua filosofía de la vida de Hamsun tiene su correlato formal en el recurso a la repetición, que se manfiesta tnato en el estilo de las frases como en la estructuración de las novelas.[xxxi]

            De lo que se trata -formula Löwenthal- es de descubrir por medio del análisis sociológico literario una explicación histórica de obras que aparentemente están al margen de las determinaciones sociales. Y si en el caso de Hamsun, el propósito de Löwenthal había sido desvelar la ideología de Hamsun como precursora del nazismo, en el artículo sobre Conrad Ferdinand Meyer, lo que resultaba aparentemente inapreciable y había que poner de releive era la coincidencia de la ideología patricia de Meyer con los intereses de la gran burguesía monopolista dominante en Alemania. Löwenthal recurre para ello al análisis de la concepción de la historia en las novelas del autor y muestra cómo ésta es suplantada por los hechos individuales de los grandes hombres. «La historia es meramente una historia de luchas entre individuos, no de intereses de grupos. Las cuestiones económicas, las guerras por el poder financiero, las revoluciones sociales escapan por completo a los relatos históricos de Meyer, a pesar de que su material sea propicio para una reconstrucción de la lucha de clases en la época renacentista y absolutista.»[xxxii] Lo esencial, observa Löwenthal, es que el mundo descrito por Meyer no admite negatividad, pues se trata de la visión que las clases dominantes tienen de sí mismas y no cabe en su visión del mundo una alternativa de poder que no esté en ella. Del estudio de la obra de Meyer, Löwenthal propone una importante revisión: en Alemania no se ha dado un liberalismo propiamente dicho como expresión de la conciencia de clase del sector dominante, sino que surgió a partir de determinadas condiciones políticas y financiares, una alianza entre los grandes agricultores, comerciantes y militares que fue extraordinariamente propicia al irracionalismo heroico. De ahí resulta que la mezcla de lo patricio y lo burgués en la obra de Meyer resulte extraordinariamente adecuada para explicar ideológicamente la alianza de los sectores alemanes dominantes.[xxxiii]

            Uno de los ensayos sobre literatura burguesa más interesantes de Löwenthal es el dedicado a Ibsen, «El indviduo en la sociedad individualista».[xxxiv] El objetivo aquí no es tanto desvelar la ideología subyacente a la obra, sino utilizar el material literario de Ibsen como sintomático de la situación social y psicológica del hombre contemporáneo. Para ello, Löwenthal se centra especialmente en el análisis de los personajes presentados por Ibsen, intentando mostrar la distancia entre la ideología de la sociedad liberal, en la que el propio Ibsen se sitúa, y la realidad de los personajes, incapaces de vivir de acuerdo a dicha ideología. Que el espacio propio de los pesonajes ibsenianos sea la casa, es decir, el ámbito de lo privado, constituye un primer indicio del fracaso de la ilusión liberal: la sociedad como fenómeno histórico no afecta a la vida de los personajes y la teoría más extrema del liberalismo, es decir, la del estado como «guardia noctura» es radicalizada hasta llegar a un mero «sueño del estado». El individuo se muestra impotente en la confrontación con el mundo externo, pero tampoco encuentra una vía de realización en el ámbito de la familia: la ley de la competencia presente en el ámbito profesional afecta también a lo privado y sus consecuencias son devastadoras. La crisis del matrimonio es mostrada como consecuencia directa de instituciones propias de la sociedad liberal: la propiedad privada, la lucha egoísta por la supervivencia… Ser marido, mujer, amigo o padre se convierte en uno de los principales obstáculos para la realización profesional o personal. Esto genera una situación de hostilidad y conflicto permanente en el interior del círculo privado, reflejo del fracaso en la realización de la ideología liberal. Dicho fracaso, social y privado, conduce a los individuos al aislamiento. Löwenthal observa cómo todas las atmósferas descritas por Ibsen tienen algo siniestro: la «catástrofe burguesa» habita en ellas como amenaza constante. Y ese miedo, esa angustia contagia todas las relaciones humanas; la liberación del mismo, el ·»coraje de vivir» coincide en muchos personajes con la muerte.

            Una atención especial dedica Löwenthal a la función de la mujer en la obra de Ibsen. Ya en sus estudios anteriores, Löwenthal había mostrado el interés de los grupos de personajes periféricos para determinar el grado de socialización individual permitido por la sociedad. Concretamente, en su estudio sobre Cervantes, se había detenido en el protagonismo concedido por éste a las figuras marginales, en las que se puede encontrar una contra-imagen utópica del hombre, siendo el caso más relevante el de don Quijote, una figura marginal convertida en protagonista de la novela.[xxxv] Pero es en el estudio sobre Ibsen donde más profundiza en esta perspectiva crítica mediante el análisis de la figura de la mujer.

            Ibsen identifica explícitamente el mundo del liberalismo con el mundo de lo masculino y frente a ellos coloca al obrero y a la mujer. En una sociedad marcada por el dominio masculino, la mujer se mantiene, al menos tendencialmente, en una esfera en que se desarrollan o se anuncian las formas de una vida realmente humana. La mujer ofrece así a Ibsen la perspectiva desde la que es posible desenmascarar las racionalzaciones masculinas, su falso iealismo, su egoísmo. Desde un punto de vista positivo, en la mujer se sitúa la alegría y la sensualidad, aunque el fracaso o muerte de las mujeres ibsenianas es indicativo de la imposibilidad de felicidad o de placer en el mundo masculino del liberalismo burgués.

            Una tercera tarea puesta en práctica en la serie de artículos sobre literatura publicados en el Zeitschrift consiste en el desvelamiento del posicionamiento ideológico del autor mediante el estudio de materiales biográficos, declaraciones, correspondencia, etc. A ello dedica Löwenthal las últimas páginas de su artículo sobre Ibsen. Contrastando el tipo de material antes citado con el análisis realizado de sus obras literarias, Löwenthal pone de relieve las contradicciones entre la actitud del autor y su pensamiento crítico: por ejemplo, entre la libertad que sus obras anuncian y la severidad con que tal anuncio se produce. Löwenthal insiste en que el rigorismo y el agnosticismo burgués de Ibsen lastran su pensamiento y tiñen de pesimismo su esperanza revolucionaria. De este modo, Löwenthal confirma al final de su estudio la hipótesis de partida: Ibsen es ante todo un artista burgués, que permanece ligado a una estructura social «en que la actividad artística se desarrolla y se realiza en función de la conservación y de la sublimación».[xxxvi]

            Un análilsis similar se encuentra en el artículo sobre Meyer, aunque en ese caso no se trata de poner de manifiesto los contradicciones entre la ideología implícita en la obra y la explicitada por el autor, sino su coincidencia. Löwenthal se esfuerza en demostrar cómo el hecho de ser descendiente de los patricios suizos no le impidió defender la ideología de la gran burguesía ‘capitalista monopolista’: sus convicciones políticas mostraban una orientación hacia la política nacionalista de gran estado que permitía aunar los intereses de la industria y el comercio con los de los latifundistas y los militares, bajo el liderazgo de una clase política liberal y el control último de la gran clase financiera. El apoyo de Meyer a Bismarck es señalado por Löwenthal como un elemento signficativo para la confirmación de su tesis: lo que a Meyer le habría gustado habría sido vivir en Alemania, en el espacio vital propio de la gran burguesía.[xxxvii]

            Finalmente, la cuarta de las tareas abordadas tiene que ver con el estudio de la recepción. Löwenthal dedica unos párrafos al mismo en su estudio sobre Meyer, observando que los destinatarios de sus obras fueron especialmente los componentes de la clase alta internacional. Una perspectiva más histórica tiene el estudio de la recepción de Hamsun en la última parte del artículo sobre su obra.[xxxviii] Pero es el trabajo sobre Dostoievski el que de un modo exclusivo asume como objeto de estudio no la obra o el autor, sino su recepción. La crítica ya no se restringe al ámbito de la literatura: pretende indagar en la conciencia social, en este caso en la conciencia social de la pequeña y mediana burguesía alemanas. Löwenthal muestra que el interés despertado por la obra de Dostoievski se justifica por el sentimiento de impotencia económica y política y de angustia frente a la amaneza del proletaria que se instaló en la conciencia de la burguesía alemana a principios de siglo. En ese momento, la obra de Dostoievski es recibida como portadora de mitos ‘consoladores’: el mito de la pasividad y el mito de la comunidad. El mito de la comunidad tiende a favorecer el nacionalismo y fue el acentuado por el crítico populista Moeller van den Bruck, uno de los principales editores alemanes del novelista ruso. Respondería, según Löwenthal a la necesaria introduccion del irracionalismo en la conciencia social como consecuencia de la máxima racionalización de la infraestructura económica capitalista monopolista. En cuanto al mito de la pasividad, serviría para justificar la incapacidad de intervención política o externa desplazando los conflictos al ámbito de lo anímico. Löwenthal explora a continuación otras razones del atractivo de la obra de Dostoievski, por ejemplo, su tan citada maestría psicológica (puesta en cuestión por Löwenthal), que da sus mejores frutos en el aflorar de pulsiones censuradas por la vía de la sublimación. El artículo se completa con un estudio de la recepción de Dostoievski en otros grupos sociales y un esbozo de la recepción posterior a la guerra.[xxxix]

            Años después, Löwenthal reconocería deficiencias metodológicas en este trabajo. De hecho, sus investigaciones en el marco del Institut así como sus trabajos sobre sociología de masas le llevarían al coocimiento de métodos más avanzados de investigación de opinión y psicología proyectiva. Sin embargo, la consideración de las obras de un autor como «instruentos proyetivos para el despliegue, a través de comentarios ampliamente divulgados, de rasgos y tedencias ocultos típicos de amplios estratos de la población» dio lugar a un tipo de trabajo que constituye sin duda el enlace más claro entre la sociología de la literatura ‘como arte’ de Löwenthal y su sociología de la literatura de masas.

4. SOCIOLOGÍA DE LA LITERATURA DE MASAS

            Las dos principales investigaciones sociológicas de Löwenthal en el ámbito de la literatura de masas tienen como objeto las biografías populares publicadas en Alemania en el período de entreguerras y en Estados Unidos en los años treinta: se trata de La moda biográfica (publicada en 195.) y El triunfo de los ídolos de masas (1943). «Intenté analizar -recuerda Löwenthal- en dos sociedades diferentes las biografías populares como una iluminación de criterios para significantes transformaciones en la estructura política y social».[xl]

            Löwenthal consideraba su trabajo La moda biográfica como una prolongación de su estudo sobre Dostoievski: éste era el novelista más aceptado en Alemania después de la primera guerra mundial y la biografía era la forma literaria más extendida de la narrativa. Las obras de Emil Ludwig, Stefan Zweig y otros habían perdido su función literaria artística y se habían convertido en productos de consumo. El método änalítico de Löwenthal consiste en extraer citas de cada una de las biografías y agruparlas en diversos registros temáticos: comprensión anímica, comportamento singular, catálogo de mitos, lista de secretos, modelos de soledad y muerte. A partir de este trabajo analítico, Löwenthal propone su interpretación. Lo primero que destaca es la contradicción entre el carácter histórico de todos los personajes objeto de las biografías y el desprecio de la historia con que escriben los autores: ésta, en efecto, queda reducida a una acumulación de datos, y equiparada a la naturaleza, la historia como proceso de repetición de lo mismo. El carácter repetitivo de esta literatura tiene -observa Löwenthal- un efecto tranquilizador y, como ocurriera en el caso de las novelas de Hamsun, se podrían intercambiar partes enteras sin que afectara al desarrollo de la narración.[xli] Por otra parte, Löwenthal muestra cómo los análisis que los biógrafos realizan del poder y de la política son acríticos, maquiavélicos y pecan de resentimiento. Los biógrafos se sitúan frente a sus héroes como ante individualidades desmesuradas, pero al mismo tiempo no dueñas de sí mismas, sino sometidas a una especie de destino mítico e insondable, prisioneras de secretos no comunicables que las condenan a la soledad y finalmente a la muerte. En el fondo, la desconfianza hacia la política y la aceptación de la impotencia destruyen también la aparente singularidad de los individuos presentados por los biógrafos, que sólo se sostiene por el recurso constante al superlativo, en tanto la verdadera individualidad desaparece bajo la acumulación de datos que actúa también en contra de la comprensión de la historia.

            La misma metodología interpretativa aplica Löwenthal en su estudio sobre las biografías populares aparecidas en periódicos neoyorkinos en los años treinta e inicios de los cuarenta y que da lugar a El triunfo de ídolos de masas. La tesis central es la siguiente: mientras en los últimos años del XIX y principios del XX las biografías populares mostraron su preferencia por los ‘ídolos de producción’ (empresarios, escritores, políticos, etc.), en los años analizados por Löwenthal, el lugar de los héroes fue ocupado principalmente por atletas y artistas de entretenimiento, es decir, los ‘ídolos del consumo’. Löwenthal interpreta este cambio en relación con la transición del capitalismo liberal, la época del individualismo duro y el esfuerzo por la construcción nacional, al colectivismo manipulado, en que el ocio ocupa un lugar privilegiado de atención.[xlii]

            En cuanto al tratamiento dado a los personajes y a la historia, Löwenthal señala rasgos similares a los ya apuntados en el estudio anterior: los personajes se caracterizan por su pasividad, el destino vital parece venirles marcado desde la infancia, condicionado por la relacion con sus familiares y amigos. La vida privada, y consecuentemente el tiempo de ocio, suele ocupar más espacio en la biografía que la vida pública del héroe, aunque de la vida privada se elimine en gran parte todo lo relacionado con el amor y la vida sexual (algo que Löwenthal denuncia también en otros textos como propio de la cultura de masas).[xliii] El análisis psicológico es en muchos casos suplantado por una minuciosa descripción de los ojos. Esto está en relación con la concepción del individuo como ser ahistórico: el héroe se forma durante su infancia, madura en soledad, y despliega posteriormente su talento de forma espontánea en el mundo externo. No hay una auténtica intervención del héroe en el desarrollo histórico: el éxito es algo que sobreviene.

            Lo más importante es el efecto sobre el espectador. Por una parte, todos los héroes son uniformizados de modo que se adapten al modelo masivamente aceptable: el trabajador responsable y procedente de buena familia. También en este caso, el uso del superlativo sirve para acentuar la singularidad, pero su abuso tiene un efecto contrario: vulgariza al héroe. Precisamente esto es lo que en el fondo se pretende, y a lo que también contribuye la insistencia en la vida privada y el tiempo libre: convertir al héroe en un personaje medio, con el que el lector se pueda identificar. La pseudoindividualizaión del héroe correspode a la pseudoindividualización del lector. El biógrafo intenta conseguir el efecto de presentar directamente un hombre a otro, y para ello recurre a la apelación directa al lector, que tiene el mismo efecto que el superlativo: al mismo tiempo eleva y limita.

            La moda biográfica delata un empobrecimiento interno del individuo contemporáneo. La biografía, que aparentemente tiene una función pseudoformativa y pseudocientífica lo que en realidad hace es ocultar los procesos históricos: de la lectura de la biografía no se extrae ninguna comprensión de la historia ni de la propia vida del lector, ya que la biografía sólo cuenta lo que ya se sabe. De la centralidad de la idea de ‘repetición’ tanto a nivel interno como a nivel externo, Löwenthal saca una productiva conclusión que va más allá de la crítica de la literatura de masas: «Dado que la jornada laboral del hombre medio se desarrolla según un esquema que a veces no muestra ninguna variación durante toda su vida, se debe asumir que el transcurso esquemático y rico en repeticiones de las ocupaciones del tiempo libre sirven como una especie de justificción y explicación de la jornada laboral».[xliv]

            En su análisis sobre la «posición de la cultura de masas», Löwenthal parte precisamente de la cuestión del ‘tiempo libre’, abordando el problema histórico de la cultura de masas desde un planteamiento antropológico: «¿cómo debe configurar el hombre esa parte de su vida que no se llena ni con el sueño ni con el trabajo?».[xlv] Löwenthal se remonta a la contraposición entre Montaigne y Pascal. Mientras Montaigne, como buen escéptico del XVI, se muestra tolerante con la diversión, las dispersión que libera de las opresiones de la soledad y de las preocupaciones del meditabundo (la dispersion, la inconstancia y la distracción son procedimientos de la Naturaleza), Pascal, como buen fundamentalista del s. XVII no ve en todo ello sino la huella del pecado, de la vanidad, de la autodestrucción del alma, considerando particularmente el teatro como «la más peligrosa de todas las distracciones».[xlvi] La intención de Löwenthal es «mostrar que la discusión sobre la cultura de masas tiene una tradición de siglos en la historia moderna». Según el autor, la oposición entre arte y cultura de masas comienza con las revistas Spectator y Tatler, de Addison y Steele, y alcanza su punto álgido en el romanticismo y el clasicismo alemán.[xlvii] Siguiendo esta idea, Löwenthal analiza la crítica formulada por los románticos ingleses, Wordsworth, Matthew Arnold, Walter Bagehot, William Hazlitt y Leigh Hunt contra la insesibilidad del público hacia el verdadero y la falta de compromiso de los medios de comunicación para dar «alimento espiritual a las masas».[xlviii] También en diversos lugares se ocupa Löwenthal de los planteamientos de Goethe y Schiller: según Löwenthal, ya en esa época, Goethe advirtió con claridad la potencialidad manipuladora de las empresas de entretenimiento, la supeditación del mismo a criterios económicos y el conflicto generado por la contraposición de los deseos del público de masas y las necesidades del artista verdadero. En la misma línea de contraposición entre arte y cultura de masas, Löwenthal comenta las reflexiones de Schopenhauer y Nietzsche, a quien califica como «insuperable crítico y analítico de la moderna cultura de masas, cuando no su descubridor», contraponiendo la crítica de estos a la visión de Walt Disney, representante puntero de lo acrítico y de lo ingenuo que caractrizan la producción de masas.

            La tesis sostenida por Löwenthal en este punto es que cuando Dios ha muerto, la cultura de masas llena el vacío. Pero la cultura de masas sólo puede ofrecer una experiencia y una satisfcción inauténticas: la liberación del dominio mítico de la naturaleza que el arte ofrece a los hombres mediante la experiencia de la belleza, la cultura de masas la consigue mediante la negación de todo lo que trasciende la realdad dada, incluida la propia belleza.[xlix]Desarrollando el argumento, Löwenthal observa como consecuencia de lo anterior el que las ciencias naturales hayan sustituido a la teología, con lo que la meta de la redención ha sido suplantada por la meta de la manipulación. La extensión de la metodología empirista en el ámbito de la sociología es contemplada por Löwenthal como una derivación del mismo principio y propone, por tanto, volver a la tradición del pensamiento crítico.[l] Esta apelación al pensamiento crítico es paralela a su apelación al arte verdadero como antídoto contra la destrucción de la historia y del sujeto provocada por la cultura de masas.

5. «LA HERENCIA DE CALIBAN»

            Este es el título de una conferencia publicada por Löwenthal en 1983.[li] Aquí recupera el tema de la reflexión sobre la destrucción de la historia desde una perspectiva que vuelve a incorporar el tema judío. Löwenthal parte del ritual de la quema de libros practicado por los nazis y  rastrea sus antecedentes literarios e históricos para asociar ese ritual con el deseo de aniquilación de la historia, un fenómeno que conecta con la ideología postmoderna. La quema de libros aparece como uno de los rituales que contribuyen a la justificación de los regímenes totalitarios, creando un sistema ex-nihilo y utilizando el antiintelecutalismo para someter acríticamente a las masas. El proceso de quema de libros entendido como depuración, como limpieza, va dirigido, finalmente, a la liquidación del sujeto, a su disolución en la colectividad. Lo que se liquida es la memoria, y con la memoria se reconduce el sistema de lo histórico a lo natural. El individuo aparece en este contexto como lugar de la resistencia: es él quien conserva la memoria en el ámbito de lo privado en forma de lectura. Löwenthal presenta en este punto al judío como símbolo del lector, en cuanto lector del libro por excelencia. La destrucción del libro implica atentar contra la libertad de interpretaciones pluralistas, hermenéuticas, es decir, individuales. De ahí que la aniquilación del pueblo judío pueda ser entendida como símbolo de la de toda la intelectualidad. Resultado de todo el proceso es la fragmentación de la experiencia como consecuencia de la pérdida de la memoria, y la fragmentación del individuo, convertido en objeto.

            La reflexión sobre la ‘quema de libros’  permite a Löwenthal regresar a sus posiciones juveniles: plantear nuevamente lo judío como lugar de resistencia y renovar su llamada a combatir la «infamia de lo existente». En este caso, no se trata de advertir contra las ideologías ambiguas de la Alemania de los años veinte que apoyaban el ascenso al poder del nazismo, sino contra una corriente de pensamiento igualmente peligrosa a juicio de Löwenthal y a la que explícitamente se refiere en el artículo anterior: el postmodernismo. En una entrevista mantenida en Berlin en 1985 con E.G. Zugaro, Löwenthal, a propósito de un comentario sobre una posible actualización del estudio sobre Hamsun, declara: «Creo que se trata de un asunto muy importante. Lo que usted dice es sumamente correcto. La así llamada postmodernidad es una orientación pseudo-filosófica que se basaría -creo que sin justificación- en Nietzsche, que era mucho más un moralista que un inmoralista.» Y más adelante: «Como ser humano, uno no tiene derecho a enseñar de modo casi sistemático que el final de la humanidad en la historia ha ocurrido ya y que las energías humanas capaces de cambiar lo que Georg Lukács llamara la ‘infamia del status quo’  ya no pueden ser desarrolladas»[lii].

            Pero la ‘quema de libros’ también remite a los procedimientos de la cultura de masas y a lo que Löwenthal denominó la ‘deshumanización de la comunicación’. En «Humanidad y Comunicación» (1969), Löwenthal había criticado un programa del Readers Digest, en que se ofrecía al lector una selección de obras con el argumento de que habían sido minuciosamente seleccionadas como las obras fundamentales de acuedo a un criterio de duración e intemporalidad: el lector no debía temer perder su tiempo, porque ya el editor había empleado el suyo en efectuar la selección de lo imprescindible. Löwenthal denuncia la estrategia comercial del editor como un atentado directo contra la comunicación auténtica, como un proceso encubierto de ‘quema de libros’. «El desarrollo de la comunicación en el mundo moderno ha hecho prácticamente imposible la comunicación entre los hombres».[liii] Del mismo modo que la quema de libros provoca la circunscripción de la lectura al ámbito de lo privado, también la deshumanización de la comunicación provoca el desplazamiento de la comunicación humana a la conversación privada, íntima, siempre como fenómeno temporal. 

            La deshumanización de la comunicación va también íntimamente unida a la pérdida de la memoria histórica: el hombre contemporáneo ha perdido la capacidad de memoria, su memoria se limita a las noticias del pasado inmediato, cuando no meramente a las del presente. A propósito de este, Löwenthal remite a la reflexión propuesta por Platón en Fedro: la invención de la escritura dañó la memoria, en vez de fortalecerla, pues los hombres confiaron en lo escrito y se desentendieron de mantener el recuerdo vivo; el alfabeto se convirtió en un ‘pharmakon’ de consecuencias negativas. La comunicación auténtica, según Platón, sólo podía existir en la experiencia inmediata, por lo que la invención de la escritura atentó tanto contra la memoria como contra la comunicación: al perder la memoria, el hombre perdía también su punto de orientación y caía en la existencia de la mano en la boca propia del hombre contemporáneo.

            Löwenthal interpreta la crítica de Platón a la escritura como una denuncia de la instrumentalización del lenguaje y del pensamiento, operada en nuestros días por las empresas de la comunicación de masas, que dejan fuera la dimensión espiritual de la vida: «la comunicación es parte de la cultura consumista, en la que  los que producen y los que consumen resultan difícilmente diferenciables, porque ambos parecen dependientes de un estilo de vida de la conformidad y la reglamentación. Es la principal tragedia y la paradoja de la civilización moderna y especialmente de la fase presente, el que la ideología de la formación  y del convencimiento alcance su verdadero significado mediante la palabra hablada y escrita en una realidad de la mudez y la insensibilidad y que la iluminada creencia de los poderes en todos los ámbitos de la vida política, cultural y económica sea respondida por medio del convincente influjo del mensaje hablado, con un creciente escepticismo, cuando no con una fundada sospecha, hacia la palabra misma».[liv]

            Frente a esto, sólo cabe la defensa de la comunicación auténtica, del lenguaje no instrumentalizado, es decir, del lenguaje del arte. Una vez más, Löwenthal se enfrenta al problema de la cultura de masas recuperando la herencia de la gran cultura: en una conferencia pronunciada en 1982, Löwenthal presenta a Goethe como un modelo de crítica negativa, que desenmascara el arte diletantista, carente de tradición, y propone un arte profundamente enraizado en la historia como medio para el desarrollo de una sociedad verdaderamente humana en la que pueda vivir un individuo no extrañado. «La embriaguez y la destrucción coinciden en Goethe en el reino de lo casual, de lo anecdótico, de la falsa subjetividad». Frente a la falsa subjetividad, Goethe plantea la idea del aislamiento, mediado por el arte, donde se produce el auténtico encuentro con uno mismo, a espaldas de un mundo de derroche y de una subjetividad arbitraria.[lv]

            «La falsa subjetividad -comenta Löwenthal- se oculta bajo diversas máscaras en la sociedad moderna: en los capitalistas competitivos, en los patriotas pragmáticos, en los poetas y novelistas de la nueva interioridad, que se dirigen nuevamente hacia el alma y la naturaleza, y de modo especialmente pregnante, en la afectación del burgués, que cree llevar consigo su propio reino».[lvi] El punto más claro de enlace entre los planteamientos de Goethe y Schiller y la denuncia de los falsos sujetos de la cultura de masas cree reconocerla Löwenthal en la crítica de aquellos al diletantismo, al falso artista. El diletante se sitúa fuera del contexto de la cultura, fuera de la tradición, en la experiencia desmemoriada de lo fragmentario. Frente a él, Löwenthal, siguiendo a Goethe, concibe al verdadero artista como aquel que busca la justificación de su subjetividad específica en diálogo con las contradicciones de la forma social y la herencia cultural.[lvii]

            La crítica más seria de Goethe a la contemporaneidad reside en la idea de una consciencia del contexto histórico de la integridad del individuo, que se constituye por medio de la historia y por el revisión vivencial crítica de la historia de la humanidad. Goethe fue un miembro de la burguesía, que practicó una crítica inmanente, y Löwenthal, asumiendo plenamente el modelo del clásico alemán, concluye: «sólo la crítica inmanente tiene sentido».[lviii]


  • [i]Helmut Dubiel, Leo Löwenthal. Una conversación autobiográfica, edicions Alfons el Magnànim, Valencia, 1993 (edición alemana de 1980), p. 20.
  • [ii]Leo Löwenthal, «Das Dämonische. Entwurf einer negativen Religion philosophie», en L. Löwenthal, Schriften, vol. 5, Suhrkamp, Frankfurt am Main, 1987, pp. 207-223. Löwenthal se refiere a este texto, de ‘estilo expresionista», como «una hoy apenas legible obra maestra» que escribió de joven, y de la que dice simplemente: «ya no entiende ni una palabra»  (Leo Löwenthal, «Erinnerungen an Th. W. Adorno», en Ludwig von Friedeburg y Jürgen Habermas (eds.), Adorno Konferez 1983, Frankfurt, Suhrkamp, 1983, p. 391.
  • [iii]Löwenthal participó en 1918 en la Federación Alemana de Estudiantes Socialistas. En Frankfurt, fundó un grupo estudiantil socialista, junto con Franz Neumann y Ernst Fraenkel. En 1919-20 fue miembro de la USPD y, tras su división, permaneció en el ala izquierda, considerando la socialdemocracia, según su propio testimonio, como algo pequeño burgués o simplemente burgués, «traidor a la causa de la revolución» (H. Dubiel, o. cit., p. 33)
  • [iv]Los artículos e intervenciones sobre judaísmo publicados por Löwenthal en los años veinte, así como la serie  publicada en Bayerische Israelistische Gemeindezeitung, «Judentum und deutscher Geist», están recogidos en el cuarto volumen de la edición citada de sus Schriften.
  • [v]L. Löwenthal, Schriften, vol. 5, ed. cit., p. 226. El motto lo extrae de Isaías, 6. Delo que se trata es, más o menos, de una reflexión sobre lo ‘demónico’ como espacio de la mediación con Dios y, por tanto, con el absoluto de la mediación con Dios y, por tanto, con el Absoluto en general. En este sentido, lo ‘demónico’ incluye a los demonios en general, al diablo, a los ángeles y hasta a los ‘amoracillos’ barrocos (p. 210) Lo ‘demónico’ ha de entendrese en el sentido del ‘daimon’ griego, que no era sino el distribuidor o ‘repartido’ [Zuteiler] (p. 213). L. lo vincula con la necesidad humana de confrontar la naturaleza y de proyectar en ella los ‘valores’. Lo ‘demónico’ es mediación hasta el punto de qe no se deja fijar en ninguna figura única, sino que aparece como «la expresión de lo dinámico» (p. 214).
  • [vi]H.Dubiel, o. cit., p. 20.
  • [vii]Cfr. L. Löwenthal, Schriften, ed. cit., vol. 5, p. 103. «El hombre quería ser un hombre sin Dios, pero Dios no quería ser Dios sin el hombre», afirma von Baader» (Ibidem, p. 106). En su conclusión, Löwenthal muestra cómo von Baader ve la sociedad burguesa como una ‘Dämonokratie’ y propone una «contrarrevolución», que, sin embargo, no sería identificable con la del tardío romanticismo reaccionario. Cfr. idem., pp. 164-5.
  • [ix]«Sociology of Literature in Retrospect», en Leo Löwenthal, An Unmastered Past, editado por Martin Jay,  University of California Press, Berkeley, Los Angeles, Londres, 1986, p. 182.
  • [x]H. Dubiel, o. cit., p. 124.
  • [xi]Ibidem, p. 59.
  • [xii]L. Löwenthal, Literatur und Geselschaft, Berlin, Neuwied, 1964.
  • [xiii]M. Jay, La imaginación dialéctica (Historia de la Escuela de Frankfurt y el Instituto de Investigación social. 1923-1959), Taurus, Madrid, 1974, p. 67. Cfr. la correspondencia de Horkheimer y Löwenthal, en la que queda patente la importante labor de ambos en la época del exilio de numerosos intelectuales judíos y socialistas, y en concreto la carta de Horkheimer a Löwenthal 29 de noviembre de 194, en H. Dubiel, o. cit., p. 205.
  • [xv]Cfr. Dubiel, o. cit., p. 104ss.
  • [xvii]L. Löwenthal,  «Zur gesellschaftlichen Lage der Literatur», en Zeitschrift, 88-89.
  • [xix]L. Löwenthal, «Sociology of Literature in Retrospect», ed. cit., p. 169.
  • [xx]L. Löwenthal,  «Zur gesellschaftlichen Lage der Literatur», ed. cit.,  92.
  • [xxii]L. Löwenthal, «Sociology of Literature in Retrospect», ed. cit., p. 169.
  • [xxiii]L. Löwenthal,  «Zur gesellschaftlichen Lage der Literatur», ed. cit., p. 97.
  • [xxiv]L. Löwenthal, «Aufgabe der Literatursoziologie», en L. Löwenthal, Schriften 1, ed. cit., p. 330.  A propósito del análisis de la posición del escritor, Löwenthal ponía como ejemplo clarificador las novelas de tipo  enciclopédico de Balzac y Zola, que pretenden ofrecer un cuadro de la sociedad completa de su tiempo: «La notable amplitud de la obra es un indicador no solo de la pertenencia del autor a una clase integrada en el poder, sino también del particular punto de vista que asume en la confrontación con la estructura económica de su tiempo .» (L. Löwenthal, «Zur gesellschaftlichen Lage der Literatur», ed. cit.,  96)
  • [xxv]L. Löwenthal,  «Aufgabe der LIteratursoziologie», ed. cit., p. 332.
  • [xxvii] Leo Löwenthal, «Zugtier und Sklaverei. Zum Buch Lefebvre des Noettes: L’attelage. Le cheval de selle à travers les âges«, Zeitschrift, II, p. 210. Löwenthal comenta un ensayo de Lefebvre de Noettes, quien establece una conexión entre el avance técnico de los enganches de los animales de tiro durante la Edad Media y el final de la esclavitud. L. alaba el estudio como una saludable «destrucción de leyendas», que debe ser una de las tareas de la consideración progresista de la historia. Del mismo modo que el rechazo a las teorías de Freud se debe en gran parte al daño que provoca en el narcisismo del hombre saber que los más elevados fenómenos del espíritu y la cultura proceden de los mismos impulsos que el resto de sus acciones, también el posible desprecio de las tesis de Lefebre se debe al daño que para el narcisimo de la cultura occidental implica reconocer que la abolición de la esclavitud no fue consecuencia de una toma de conciencia humanista revolucionaria, sino de avances técnicos y necesidades económicas.
  • [xxviii]L. Löwenthal, «Sociology of Literature in Retrospect», ed. cit., p. 164.
  • [xxix]H. Dubiel, o. cit., p. 136.  Al preguntarle Dubiel por qúe nunca se ocupó de la literatura de vanguardia, Löwenthal da dos razones:  que no ha pasado por el tamiz de la historia y que desde su perspectiva de filosofía social su forma de considerar la literatura es suplementaria respecto a consideraciones puramente estéticas  (Ibidem, p. 137).
  • [xxx]L. Löwenthal, «Knut Hamsun. Zur vorgeschichte der autoritären Ideologie», en Zeitschrift,
  • [xxxi]Del trabajo sobre Hamsun, Löwenthal deriva una idea de literatura como «documentación de la mediación social del espacio psíquico interior» o bien: «la literatura es la mejor fuente de datos para informaciones sobre los tipos de socialización de una sociedad» , de lo que Dubien interpreta: «Sociología de la literatura, pues, no en el sentido de una sociología de la producción y circulcaión de la literatura, sino literatura entendida como un material junto a otros documentos culutrales, en el que se pueden identificar estructuras sociales y culturales. Para una visión de la literatura dfe este tipo, la literatura es sólo medio y material del análisis de la sociedad.»  H. Dubiel, o. cit., p. 129.
  • [xxxii]L. Löwenthal, «Conrad Ferdinand Meyers heroische Geschichtsauffassung», en Zeitschrift, p. 52.
  • [xxxiv]«Das Individuum in der individualistischen Gesellschaft. Bemerkungen über Ibsen», Zeitschrift,
  • [xxxv]«Don Quijote es simbólico de una crítica de la sociedad burguesa, de su conformismo manipulado desde sus formas tardo feudales en torno a 1600 hasta el presente» (L. Löwenthal, «Sociology of Literature in Retrospect», ed. cit., p. 174). En referencia a los personajes maginales de las Novelas ejemplares de Cervantes, Löwenthal observaba: «El artista, al dar voz a esta gente, puede pretender insipirar intranquilidad de parte de aquellos que se han beneficiado del orden prevaleciente. La voz del autor es la voz de los perdedores. El otro aspecto en que las figuras marginales pueden ser contempladas puede dirigirnos de vuelta la concepto de la utopía. Las figuras marginales no sólo sirven para  la negativa función de indicar el roden social; también positivamente demuestran la verdadera ifdea de hombre. Todos ellos sirven para mostrar las posibilidades de la utopía: […] todos trabajan de acuerdo a su propio talento y todo es compartido entre todos.» (Ibidem, p. 172).
  • [xxxvi]«Das Individuum in der individualistischen Gesellschaft. Bemerkungen über Ibsen, ed. cit., p. 360
  • [xxxvii]«Meyers», pp. 55-59. Löwenthal también analiza su relación con otros escritores, subrayando su desprecio del naturalismo y su rechazo hacia la utilización como material literario de la «brutal actualidad contemporánea».
  • [xxxviii]Löwenthal mostraba cómo, si  bien antes de la primera guerra mundial, algunos críticos habían denunciado su resignación, después de la misma, la obra de Hamsun había sido admitida sin reservas por socialistas y liberales, así como por las literturas fascitas.
  • [xxxix]«Die Auffassung Dostoievskis im Vorkriegsdeutschland», en Zeitschrift, III. En una carta de 1934, Benjamin felicitaba a Löwenthal por su artículo sobre Dostoievski: «Por diversas razones ha sido para mí sumamente productivo. Ante todo, porque ahora, según su indicación preparatoria en el artículo sobre Conrad Ferdinand Meyer, tengo ante mis ojos el tipo exacto y, debido a esa exactitud -por lo que sé, nuevo de una historia de la recepción. Hasta aora jamás habían aparecido ensayos parecidos por falta de un planteamiento racional del problema de lo histórico concreto» (H. Dubiel, o. cit., p. 192-3)
  • [xl]«Sociology of Literature in Retrospect», ed. cit., p. 178.
  • [xli]«Die biographische Mode», en L. Löwenthal, Schriften 1, ed. cit., pp. 234-36. Cfr. «Sociology of Literature in Retrospect», ed. cit., p. 179. Horkheimer se interesó por el concepto de ‘repetición’ subrayado por Löwenthal en este artículo: Jay, p 350.
  • [xlii] Incluso en los años de la guerra -observa Löwenthal-, las páginas de los principales diarios destinaban más espacio a cuestiones relacionadas con el ocio que a las cuestiones políticas y económicas. (Éste analisis, por otra parte, corresponde a una de las tareas definidas por Löwenthal en su artículo de 1948: la de estudiar la incidencia de las diversas situaciones históricas sobre la producción). («Der Trumph der Massenidole», en Schriften, vol. 1., p. 270).
  • [xliii]En una carta a Horkheimer, quien le había llamado la atención sobre el montaje realizado en algunas películas mediante el cual la vida del héroe era ofrecida en uno o dos minutos, destruyendo por tanto la ‘durée’ de la vida humana, Löwenthal interpretaba que este tratamiento de la vida reflejaba la falta de amor, que es el elemento de continuidad: «La cultura de masas es una conspiración total contra el amro y también contra el sexo. Pienso que usted ha dado en el clavo con su observación de que… los espectadores son continuamente traicionados y privados del placer real por medio de trucos sádicos. (Jay, 351).
  • [xliv]«Der Trumph der Massenidole»,  ed. cit., p. 295.
  • [xlv]«Standortbestimmung der Massenkultur» (1950), en Schriften, vol. 1., ed. cit., p. 11.
  • [xlvi]Ibidem, pp. 11 y 13. Cfr. «Die Diskussion über Kunst und Massenkultur: kurze Übersicht», en Idem, p. 31. Las referencias a Montaigne y Pascal se localizan en: Montaigne, Essais III, Gallimard, Paris, 1980, pp. 81-83 y Pascal, B., Pensées, Flammarion, Paris, 1976, pp. 86-87 y 91-92.
  • [xlvii]H. Dubiel, o. cit., p. 134.
  • [xlviii]«Die Diskussion über Kunst und Massenkultur: kurze Übersicht», ed. cit., pp. 46-65.
  • [xlix]«Standortbestimmung der Massenkultur», ed. cit., p. 16.
  • [l]Cfr. H. Dubiel, p. 153.
  • [li]«Calibans Erbe», en  Untergang der Dämonologien (Leipzig, Reclam-Verlag, 1990), p. 218-234.
  • [lii]«Against Postmodernism» (Entrevista con Emilio Galli Zugaro, Berlin, mayo 1985), en M. Jay, An Unmastered Past, ed. cit., pp. 263 y 266.
  • [liii]«Humanität und Komunikation», en Untergang der Dämonologien, ed. cit., pp. 237-238.  En «Sociology of Literature in Retrospect» (ed. cit., p. 175), Löwenthal hablaba del concepto de ‘aburrimiento’ como conector de la crítica de la literatura y de la de la literatura de masas. Es el aburrimiento el que ofrece el acceso al factor más significativo: «la mutilación de la imaginación que obstruye la experiencia artística y da vía libre a las fuerzas de la manipulación. Hasta qué punto la ‘administración’, o supresión de la imaginación es parte del negocio de la cultura de masas es algo que puede quedar clarao en unos pocos ejemplos». (Entre estos ejemplos, vuelve a citar el programa del Readers Digest).
  • [lv]«Goethe und die falsche Subjektivität» (Festrede zu Geothes 150. Todestag in der Frankfurter Paulskirche am 22. März 1982), p. 18.
  • [lvii]Löwenthal se había ocupado de la crítica al diletantismo de Goethe y Schiller en «Die Diskussion über Kunst und Massenkultur: kurze Übersicht», ed. cit., pp. 35-37. También en este artículo se encuentran aplicaciones más concretas de la reflexión de Goethe a la crítica de la cultura de masas.

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