Como cada inicio de curso, toca empezar definiendo lo que es la Economía. Cualquier libro de texto que cojan vendrá a decir cosas más o menos parecidas a que «la economía es a ciencia que estudia la asignación eficiente de los recursos escasos» o que «la economía es el estudio de cómo la sociedad gestiona sus recursos escasos».
Artículo en «Economía Digital»: Sobre Ética y Economía
Hoy me publican en «Economía Digital » de LaCerca.com un artículo sobre «Ética y Economía»
Así no, Mariano
Como ya dije anteriormente, en una de las entradas más leídas, los economistas aciertan cuando la realidad se comporta como el modelo, pero fracasan estrepitosamente cuando se olvidan de la dimensión histórico-institucional. El ejemplo de la transición económica de la Ex-URSS es paradigmático. Hace unos días veía una antigua entrevista a Gorbachov, en la que el antiguo dirigente se quejaba amargamente sobre como occidente se comportó: «hicimos lo que vuestros expertos nos dijeron». De todos es sabido cual ha sido el resultado: un estado desamortizado y vendido al mejor postor, con nulos beneficios sobre el común de los mortales. No digo yo que al final del túnel y con el desarrollo económico y la estabilización democrática, la población rusa no estará mejor que en el antiguo régimen; pero sí estoy convencido de que el camino tomado va a ser más largo y penoso que el que hubiera resultado de una transición menos liberal y más controlada.
Leyendo sobre… Prosperidad sin crecimiento
«Prosperidad sin Crecimiento» (Prosperity without growth) fué seleccionado como uno de los libros del año por el, nada-sospechoso-de-radicalidades, Financial Times; lo cual no es mala carta de presentación.
Su autor, el profesor Tim Jackson, plantea la urgencia de encontrar una alternativa al crecimiento económico meramente material (léase incrementos del PIB) como única opción de futuro para la especie humana en el marco de una planeta finito. El libro trataría de responder a la metafísica pregunta de si es posible ser feliz sin depender de un consumismo desenfrenado y esquilmador de recursos. La obviedad de la respuesta parece hacer innecesaria la pregunta. Creo que todos estaríamos de acuerdo en que la riqueza no da la felicidad, superado un umbral mínimo de subsistencia biológica. Sin embargo, nos desvivimos por aumentar permanentemente nuestra riqueza. El autor nos transmite la idea de que no somos más prósperos por ser más ricos pues, «al final del día la prosperidad va más allá del placer material. Transciende las preocupaciones materiales. Reside en la calidad de nuestras vidas y en la salud y felicidad de nuestras familias. Se halla presente en la fortaleza de nuestras relaciones y en la confianza en nuestra comunidad. Se evidencia en la satisfacción con nuestro trabajo y en el compromiso con un significado y objetivos compartidos. Se transmite en nuestro potencial para participar plenamente en la vida de la sociedad». El modelo occidental de felicidad tiene mucho que ver con el consumo posicional, el cual añade muy poco o nada a la felicidad individual pero contribuye enormemente al agotamiento de los recursos.
La prosperidad bien entendida no deberían ser más toneladas per cápita de un montón de gadgets, sino calidad relacional; en otras palabras, sentirse apreciado y comprometido con el entorno en el que se vive. El autor se apoya en el enfoque de capacidades de Sen para identificar la prosperidad con las capacidades para crecer integralmente como seres humanos; a saber: salud nutricional, esperanza de vida y participación en la sociedad).
Puede que, como nos advierte el propio autor, la propia opulencia nos haya traicionado de tal manera que, como especie, hemos confundido lo que importa de lo que reluce.
Artículo en «Economía Digital»: Sobre la Responsabilidad Social
Hoy me publican en «Economía Digital » de LaCerca.com un artículo sobre Responsabilidad Social Corporativa,
El «político» como problema
Shakespeare, en su conocida tragedia sobre el asesinato de «Julio César«, pone en boca de Bruto unas memorables palabras sobre la corrupción del poder político: «El abuso de la grandeza viene cuando en ella se divorcia la clemencia del poder. A decir verdad, nunca he visto que las pasiones de César dominasen más que su razón; pero es cosa sabida que la humildad es una escala de la ambición incipiente, a la que vuelve el rostro trepador; pero una vez en el peldaño más alto, da entonces la espalda a la escala, tiende la vista a las nubes y desdeña los humildes escalones que le encumbraron. Igual puede César; luego evitémoslo antes que lo hiciere«. Con estas palabras quiso Bruto legitimar su papel ante la historia en la conspiración que acabó con la vida de Julio César. Queda a cada cual juzgar si fue el héroe del tiranicidio legítimo o el villano ávido de poder que quiso derrocar con el puñal y no con la fuerza de la oratoria. En cualquier caso, resulta pertinente rememorar este pasaje al hilo del descrédito que sufre nuestra actual clase política. Nos recuerda Bruto el carácter de servidor público al que se debe el político y con qué facilidad dicho político lo olvida cuando asciende hacia el Olimpo de los poderosos.
No vayan a creer que pienso que todos los políticos son unos arribistas. También los hay vocacionados que con fortaleza de ideales se lanzan a transformar el mundo, aunque muchos de ellos antes o después acaban perdiendo el norte (que es y siempre será el servicio a los demás) tendiendo la vista a las nubes y desdeñando las humildes escalones que los encumbraron.
Así pues, entre los arribistas sin vocación y los que inicialmente sí la tuvieron pero de ella se olvidaron al ascender en el escalafón, nos encontramos con una falta de liderazgo moral atroz. Que no digo yo que sea la causa de la actual crisis, pero todo ayuda. Los discursos y las agendas políticas ilusionan menos a la población que una visita al dentista.
Que con la que está cayendo, la clase política sea parte del problema y no parte de la solución es para nota.
Y claro no me extraña que con este panorama pongamos toda nuestra esperanza de redención ante el destino en 11 chavales vestidos de rojo, que parece ser el único mínimo común denominador de esta tierra llena de envidias yen la que todo, absolutamente todo se considera arma política. En vez de estar pensando en gobiernos de concentración, lealtades más allá de los partidos y pactos de Estado que recompongan nuestra ilusión como nación, aquí seguimos dándonos garrotazos. Parece que poco o nada ha cambiado desde que Goya retratara con tanta precisión nuestra alma más profunda.
La crisis en 22 viñetas
¿Vivimos una crisis económica? Por supuesto, pero no sólo. Los lectores del blog ya sabrán que uno de mis temas recurrentes es el trasfondo ético de las presente crisis económica. Querer exprimir al máximo cualquier oportunidad de beneficio sin importar el «cómo» y el «a-qué-costa» no es la mejor estrategia de un proyecto común de sociedad. Me envía un beligerante colega y contertulio de animadas conversaciones una colección de viñetas de «El Roto», que en su conjunto perfilan con fina ironía y certera precisión algunos de los caracteres estelares de la película de no-ficción en que se ha convertido esta nuestra crisis occidental.
La «animada» crisis del capitalismo y su crítica
Recupero para la «videoteca» del blog, este vídeo que fue viral en su momento y que se ha convertido en un clásico (léase viejo para algunos, ¡y con sólo dos años!) de la pedagogía divulgativa de la crisis. Pongo también la crítica que se le hizo.
El consenso de Washington se ha hecho para el hombre y no al revés.
Keynes, en una de sus citas más conocidas, afirmaba que «las ideas de los economistas y los filósofos políticos, tanto cuando son correctas como cuando están equivocadas, son más poderosas de lo que comúnmente se cree. En realidad el mundo está gobernado por poco más que esto. Los hombre prácticos, que se creen exentos por completo de cualquier influencia intelectual, son generalmente esclavos de algún economista difunto. Los maniáticos de la autoridad, que oyen voces en el aire, destilan su frenesí inspirados en algún escritorzuelo académico de hace algunos años. Estoy seguro de que el poder de los intereses creados es grandemente exagerado en comparación con la invasión gradual de las ideas, que, en la práctica, no sucede de forma inmediata, sino después de un cierto intervalo […]. Pero, tarde o temprano, son las ideas, y no los intereses creados, quienes resultan peligrosas, tanto para mal como para bien.»
Artículo en «Economía Digital»: Sobre la «receta» del Euro
Hoy me publican en «Economía Digital » de LaCerca.com un artículo sobre ¿cómo se cocina el Euro.?
Cocinar requiere algo de ciencia, bastante de técnica pero, sobre todo, mucho, pero que mucho arte. Ya he escrito en otro lugar sobre Economía y Cocina. Allí comentaba la poca ciencia, mejor técnica y mucho arte de mi madre en la cocina. Cocinar por instinto tiene la gran ventaja de que las comidas siempre están en su punto y el pequeño inconveniente de que no hay manera de conseguir una receta exacta, pues las cantidades y tiempos no son constantes sino probables en función de lo que “el guiso te vaya pidiendo”. Y así, claro, no hay manera. Esta metáfora es un buen punto de partida para analizar la crisis monetaria en Europa pues bien sabemos, a nuestro pesar, que al guiso del Euro nuestros ínclitos cocineros europeos no acaban de darle el punto y estamos a un paso de que se nos atragante. Veamos porqué.