Brexit, Desigualdad y la idea de Europa

En un discurso pronunciado en Washington el 30 de abril de 1952, Jean Monnet sentenció que con el proyecto de unificación europea «no coaligamos Estados, unimos personas»; frase que se debería adoptar como lema fundacional del proyecto Europeo en su versión más idealista, progresista, romántica y ciudadana. La famosa sentencia subraya la primacía del ciudadano europeo, sobre cualquier otro tipo de consideración ya sea política o económica. Realmente el visionario Monnet anticipaba ya el posterior debate entre la construcción de una «Europa de los Ciudadanos » o una «Europa de los mercaderes». Si lo pensamos con perspectiva histórica, la Unión Europea sólo ha avanzado cuando la dimensión idealista y ciudadana ha predominado sobre la dimensión mercantil; cuando los principios de solidaridad y cohesión han conseguido imponerse a los intereses creados y a los «I-Want-my-money-back». Sólo tenemos más Europa cuando ésta se construye en torno a los ciudadanos y no en torno al dinero. Y parece que en los últimos tiempos predomina la vía mercantilista, sobre la vía ciudadana. ¿Cómo si no puede explicarse que Jean Claude Juncker, arquitecto de la política fiscal que ha transformado Luxemburgo en un paraíso para las grandes fortunas dentro de la propia Europa, sea el encargado de pilotar el proyecto Europeo? Resulta aún más paradójica su actuación ante el Brexit. «Out means Out» clama contra los Ingleses. «Que haces tú aquí» le pregunta a Nigel Farage. ¿No se da cuenta de que él ha contribuido a ello?

Hablar de la Europa de los Ciudadanos y de la Europa de los Mercaderes no implica considerarlos como grupos antagónicos. Unos y otros pueden beneficiarse, y deben beneficiarse, de la unidad de Europa. No es un juego de suma cero. Es más, una Europa mercantilmente próspera es condición sine qua non para una Europa socialmente más justa. El problema surge cuando Europa, de facto, se está convirtiendo en más próspera, pero socialmente más injusta como atestiguan los recientes informes que alertan sobre el crecimiento de la desigualdad. Los ciudadanos perciben entonces que sólo el 1% más rico, los bancos (rescatados con ingentes cantidades de dinero público) y las grandes corporaciones (evasoras de impuestos a través de ingeniería fiscal) son los beneficiarios del proyecto europeo y, por extensión, de cualquier proceso de globalización económica. Por tanto, la causa última del Brexit no hay que buscarla en el racismo o en sentimiento antieuropeístas (Que son más bien consecuencias) sino en la creciente desigualdad que se va extendiendo como un cáncer en nuestras sociedades y que poco a poco va deteriorando el consenso sobre el que se ha construido la estabilidad del mundo occidental tras la II Guerra mundial: la certeza de que todos podemos disfrutar de la prosperidad común.

El primer presidente 2.0, que pierde las elecciones

Se ha repetido muchas veces que en lo que llevamos de democracia, en nuestro país, las elecciones nunca las gana la oposición sino que las pierde el partido en el poder. Así ocurrió con Felipe González, que realmente no entendió el mensaje de las urnas del 1993 y perdió los comicios frente al Aznar del «váyase señor González«; quien a su vez los perdió frente al Zapatero del «no a la guerra»; quien a su vez los perdió Frente al Rajoy que le reclamaba «reconocer la crisis» . Ni Aznar, ni Zapatero, ni Rajoy ganaron las elecciones, sino que la ciudadanía soberana mandó al partido gobernante a la oposición, bien por la insostenible corrupción y el régimen clientelista de un partido que tentacularmente llegó a confundirse con el Estado, bien por la soberbia de meternos en una guerra a la que no queríamos ir, bien por la incompetente gestión de una crisis económica que no se quiso ver.

Personalmente creo que en estas elecciones se vuelve a cumplir esa regla no escrita de nuestra democracia. Pablo Iglesias adoptó la figura institucional de presidente «in pectore» y cómo tal articuló la campaña electoral. Se sintió seguro habiendo sometido a IU, aupado por las encuestas y por una Ley electoral que ahora sí le iba a ser favorable. Ofreció vicepresidencias al PSOE, referéndums por doquier y pintó líneas rojas hasta quedarse sin tinta. Además, se hizo socialdemocrata. Todo apuntaba bien. La Moncloa le esperaba, al igual que lo habían hecho las plazas llenas de indignados. Pero el electorado, de nuevo, se mantuvo fiel a su principio: castigar al presidente y al gobierno que, con soberbia desconecta de la sociedad y de los problemas reales de la gente y se cree que que todos los demás están equivocados. Le pasó a González; le pasó a Aznar, le pasó a Zapatero, le pasó a Rajoy en diciembre y, ahora, le pasa a Pablo Iglesias. Su personal tragedia es que «in pectore» no es los mismo que ostentar el cargo real. Podríamos decir que ha sido el primer presidente 2.0; ha creído ser presidente sin serlo y le han echado del cargo como a todos los anteriores. Nada nuevo bajo el sol.

Lo que sí es real es que pudo mandar a Rajoy a hacer senderismo por esos mundos de Dios; y no lo hizo. Que pudo haber calculado el mínimo común múltiplo con PSOE y Ciudadanos y haber contribuido la regeneración en una legislatura corta; y no lo hizo. Que pudo…; y no lo hizo.

Una última reflexión: Que el principal granero de votos de los independentistas catalanes sea el ínclito Mariano Rajoy y que el principal granero de votos de del ínclito Mariano Rajoy sea Pablo Iglesias es algo que sólo puede pasar en este país.

Rajoy y la máquina de escribir

il_570xn-455996805_c4zdEl otro día en mi vieja habitación de la casa familiar me encontré con mi antigua máquina de escribir; una máquina de gama medio-baja pero que cubría estupendamente bien las necesidades de un estudiante de Bachillerato de finales de los 80. Pues bien, no sé porqué (quizá llevado de ese impulso nostálgico de los que estamos en una edad que no sabemos si vamos o venimos o que lo mismo nos sale una cana que un grano p…..) pues decidí desempolvarla, apretar las teclas y…¡voila! funcionaba a las mil maravillas.  Y pensé: ¿con al aura nostálgico-romántica que tienen las máquinas de escribir, porque no mantengo mi blog con mi antigua Olympia verdoncha?¿Quizá las musas me sean más propicias? Total, que no sé si el angelillo del hombro derecho o el diablillo del izquierdo me decían: «coge tu vieja máquina y déjate de ordenadores y chiches que enturbian más que esclarecen el pensamiento».  Por supuesto, la máquina se quedo en casa de mis padres y yo ando tipeando esta entrada en mi ordenador y viendo cómo se desplaza el cursor delante de una estupenda pantalla LED de 27″. Obviamente, una anécdota no hace categoría, pero a veces el poder evocador es tan poderoso que puede convertirse en cuento con moraleja.

A estas alturas de la película, creo que no sorprende a nadie el inmovilismo épico de nuestro presidente del gobierno. Dejar las cosas como están es una manera tan legítima como otra de entender el servicio público. Y si sus votantes lo avalan, pues nada que objetar. Ahora bien, lo que me rechina enormemente es el argumento: «Si las cosas funcionan para qué vamos a tocarlas». En la entrevista de Jordí Évole la idea sobrevoló buena parte de sus intervención, justificando con convicción su inmovilista manera de entender la política. Y la idea, lejos de ser una más de entre las cientos que rellenan los discursos, se está convirtiendo en el eje central de su mensaje electoral con el doble objetivo de convencernos, primero, de que las cosas funcionan y, segundo, del daño que pueden hacer aquellos-que-quieren-cambiarlo-todo. No es que yo defienda ponerlo todo patas arriba; si no no ser maximalista en los postulados.

Pues bien, creo que a Rajoy le vendría bien repensar su posición del «si-funciona-para-que-cambiarlo» mirando empresas como Olivetti (por seguir en el sector de las máquinas de escribir) o de Kodak (en el sector fotográfico) o de Nokia (telefonía móvil). Empresas que teniéndolo todo, siendo las auténticas líderes mundiales y partiendo de una excelente posición de salida se dejaron adelantar por la derecha por starts-up (firmas más pequeñas o más creativas) que sí creyeron en qué se podían cambiar las cosas que funcionaban.  Algo parecido pasa en el sector del cine y la TV; mientras que los grandes estudios siguen presionando a gobiernos para conseguir leyes más estrictas, al tiempo que anacrónicas e inútiles, y extensiones temporales de los derechos de autor, otras nuevas compañías, como NEtflix, perciben que los modos de hacer negocio han cambiado y triunfan donde las grandes sólo saben lamerse las heridas.

En definitiva, ese inmovilismo del Sr. Rajoy me suena a viejuno, a tratar de que se pare el mundo porque yo no soy capaz de adaptarme. Creo que nuestra clase política y la sociedad en general ganaría mucho si supiéramos diferenciar entre los viejo y lo viejuno. Lo viejo y lo antiguo puede incluir elementos dignos de preservarse y cuando todo en ellos es excepcional lo etiquetamos como clásico; pero lo viejuno es otra cosa, es una manera casposa, sectaria y torpe de intentar frenar todo aquello que no cuadra con mi inmovilista visión del mundo.

Rajoy y la máquina de escribir es un cuento con moraleja, sobre unos políticos analfabetos digitales que no se enteran de cómo ayudar a su país a ser más competitivos en un entorno tan cambiante y de suelo tan resbaladizo. Por supuesto, que el ser humano se encuentra más a gusto en la certeza del tiempo pasado; pero el cambio es de dimensiones tan épicas que el «si-las-cosas-funcionan-vamos-a-dejarlas-como-están» no nos va a servir para nada más que para perder, de nuevo, como tantas otras veces, el tren de la historia. Y mientras tanto, seguiremos tipeando en máquinas de escribir… porque esas sí que funcionan.

Mínimo común múltiplo y pactos post-electorales.

 

He de reconocer que de mis años de EGB (ahora tan de moda) me quedan pocos recuerdos nítidos de lo que allí aprendí; sabría localizar ríos y cordilleras más por haberlos recorrido a lo largo de los años, que por recordar fijarlos en aquellos mapas físicos de multicopista en blanco y negro. No obstante, hay un algunas cosas que si se grabaron indeleblemente en mi memoria, entre ellas «la canción del pirata», con su evocadora visión aventurera, y el mínimo común múltiplo (MCM) y máximo común denominador (MCD), de nombres tan rimbombantes que, por aquel entonces, me parecían el súmmum de la ciencia. Es cierto que volví sobre ellos innumerables veces en bachillerato y Universidad; pero lo que permanece fijo en mi memoria son aquellos iniciáticos cálculos en libreta cuadriculada, con lápiz bien afilado y refondeados números, que bien quisiera tener ahora. Y de los dos, el que más me gustaba era el MCM; me parecía fascinante que hubiera un «número» que los demás pudieran tener en común.Pues bien, en esta larga etapa post-electoral -que más bien parece de pre-campaña- no puedo quitarme el concepto de MCM de la cabeza.

Me parEl-Roto-Eleccionesece un despropósito monumental que tengamos que volver a repetir las elecciones. Es cierto, que los políticos se encuentran más a gusto con mayorías estables (ni digamos si es absoluta) para poder cumplir/incumplir con tranquilidad cuatrianual su programa electoral. Pero quizá ese es un «paraíso» perdido. Los sondeos indican que los resultados no serán muy diferentes a los actuales y los pactos serán necesarios. Por ello, no puedo entender que habiendo sustanciales e importantes cosas en común entre los bloques políticos no decidan fijarse, por el momento, sólo en lo que les une, dejando para futuras convocatorias electorales aquellas otras propuestas más propias. Pues nada de eso, nuestros políticos se empeñan en la vía maximalista y en el «yo-contigo-no-voy» con independencia de que coincidan en las mínimas cuestiones básicas. A mi juicio, prima el postureo estratégico-político para contentar a los propios, sin importar el interés general y el hartazgo ciudadano. En particular es una pena que teniendo tantos puntos en común que el bloque PSOE-Ciudadanos-Podemos no hayan sido capaces de articular un acuerdo de gobierno que permitiera una «legislatura corta» en la que abordar las cuestiones básicas y urgentes en las que todos estamos de acuerdo. 2 años serían suficientes para aprobar unas leyes de contenido REGENERADOR que devolvieran a la ciudadanía la confianza en lo público y en las posibilidades de el esfuerzo conjunto. Cuestiones como dotar de mayor independencia a la justicia y a la radio televisión pública, hacer más transparente la administración, potenciar las libertades civiles y la protección a los más desfavorecidos y, en definitiva, regenerar la vida pública… son elementos que unen a los tres partidos; son un MCM que podrían llevar a cabo en una legislatura de urgencia y con gran legitimidad social.

La «Capacidad» de elegir

En su famosísimo libro «libertad de elegir» Miltron Friedman argumentó convincentemente sobre las bondades del mercado para mejorar nuestra calidad de vida y ampliar las libertades personales. El libre mercado, sustanciado en el papel coordinador de los precios y en un marco jurídico que permita la máxima autonomía en los intercambios voluntarios, es una condición para la prosperidad y la libertad. Ahora bien, conviene matizar claramente que no es lo mismo la «libertad-de-elegir» que la «capacidad-de-elegir», como bien advierte Amartya Sen en su estupendo libro «Desarrollo y libertad«. La «capacidad » está relacionada con las libertades reales que la gente puede disfrutar, y no solamente con las nominales. Un par de ejemplos, del propio Sen ilustran claramente la distinción. No es lo mismo el derecho al voto, que la capacidad de votar. Imaginemos que un país recoge en su ordenamiento jurídico el sufragio universal, este reconocimiento será un derecho meramente nominal si la gente no puede ejercerlo realmente, como sería el caso de que no supieran leer/escribir o de que se ejerciera un control caciquil o de que las urnas estuvieran muy lejanas y mal distribuidas, etc… En definitiva, la ley reconoce al voto, pero algunos ciudadanos no tendrían la capacidad de ejercerlo por la existencia de unas barreras que suponen obstáculos insalvables o que requieren un elevado esfuerzo desincentivando el ejercicio de esa libertad. Un segundo ejemplo es, quizá, aún más ilustrativo: no es lo mismo ayunar voluntariamente que no tener nada con que alimentarse. Las consecuencias fisiológicas son similares (desnutrición por la ausencia de ingesta de alimentos) pero en el primer caso es una «libertad» ejercida voluntariamente (bien por motivos religiosos o de protesta política, como en el caso de las huelgas de hambre, o incluso estéticos) mientras que en el segundo es una imposición de la realidad que limita la «capacidad» de la gente.

Me viene  a la cabeza todo esto porque hace poco tiempo «decidí» voluntariamente darme de alta en un tratamiento de fisioterapia en el que llevaba varios meses. En la decisión valoré el coste temporal, los resultados ya alcanzados y el poder continuar por mi cuenta. La decisión fue totalmente libre, pero la pude tomar porque tenia la «capacidad» para hacerlo. Capacidad que venía dada porque en España gozamos de un estupendo sistema de Seguridad Social que me «ofreció» la posibilidad de ser tratado. En aquellas otras regiones del mundo donde tal posibilidad no existe (sistemas médicos privados o sistemas públicos deficientes y/o saturados) la gente no es «libre» para tomar esa decisión. Este complaciente párrafo sobre mi experiencia sanitaria, no me hace olvidar que tal como se está poniendo el patio en España la «capacidad» sanitaria se está resintiendo por problemas asociados a la falta de medios y las listas de espera. Si estoy meses y meses y meses a la espera de un tratamiento mi «libertad» efectiva se ve claramente mermada.

La moderna visión del desarrollo que debemos a Sen insiste claramente en que frente a las «libertades-para-elegir» nominales, el verdadero desarrollo se centra en las capacidades efectivas o las «libertades-para-elegir» reales que la gente puede disfrutar. Sin ser exhaustivo, Sen reconoce algunas libertades sustantivas y básicas para que podamos hablar de desarrollo, entre ellas: ser capaz de evitar privaciones como pasar hambre, estar malnutrido, escapar de la mortalidad prematura, gozar de las libertades asociadas a la alfabetización, disfrutar de la participación política y de la libertad de expresión. Es por todo ello, que Sen concluye que el verdadero desarrollo se sitúa más en el ámbito de la expansión de las libertades que en el del mero crecimiento económico (sin que ambos sean excluyentes). Habrá más desarrollo cuando haya más libertades efectivas o, en sentido negativo cuando se eliminen las mayores fuentes de no-libertad como son: pobreza, la tiranía, al escasez de oportunidades económicas, la privación social, la ausencia de infraestructuras públicas socio-sanitarias, la intolerancia o la represión política. Como bien advierte Sen el elemento más favorable al libre mercado es la libertad en sí misma, más que el mecanismo. Es por tanto, en la expansión de las libertades donde hay que centrar los esfuerzos.

Todas estas Ideas conviene tenerlas bien presentes en un contexto de creciente desigualdad económica. Como ya he comentado  varias veces (aquí, aquí, aquí) la desigualdad extrema puede convertirse en el gran desafío socio-económico para el siglo XXI. Un cierto grado de desigualdad alienta e incentiva, diría incluso que es necesario para que la gente se esfuerce por prosperar y por recibir la adecuada remuneración de su valía, pero la obscenidad de que 62 personas tengan lo mismo que las 3.500.000 millones más pobres sólo puede ser un caldo de problemas e inestabilidades, amén de una profunda injusticia.

Sobre el gasto sanitario

Circunstancias personales me están llevando (contra mi voluntad, todo sea dicho) a hacer un uso intensivo de intensivo de la sanidad pública española; castellano-manchega más concretamente (Que parece que la diferenciación empieza a ser relevante).

Con su más y sus menos (los menos asociados a detalles menores), el servicio está siendo estupendo y el personal sanitario unos enormes profesionales. ¡Y todo esto a precio de ganga! ¿no se lo creen? Pues fíjense en el siguiente gráfico publicado en el nada sospechosos The Economist; en concreto, en la línea de burbujitas correspondiente a la línea de salud (Health). Si comparan el dato USA/EU-28 el diferencial en el tamaño de las burbujas no puede ser más elocuente.

20150912_woc650_1 (1)

 

El gráfico recoge el dato agregado para EU-28 lo que puede esconder diferencias interesantes entre países (aquí tienen el gráfico desagregado). Al margen de las diferencias entre países, la conclusión fundamental es que Estados Unidos gasta muchísimo más en salud que la Unión Europea (Sorprende, por ejemplo que, mientras en España una operación de cadera cuesta sobre 7.700 $ en Estados Unidos cuesta (o cobran por ella) más de 40000$). Y todo este mayor gasto sin que la calidad sea superior. Si nos fijamos en algunos recursos por 100.000 habitantes, vemos que EU es superior en plazas hospital y médicos y USA en enfermeras y dentistas.

Tabla_Sanidad01

Por otra parte, la esperanza de vida al nacer y la esperanza de vida saludable al nacer son similares en ambas regiones (más datos en el informe de Eurostat «The EU in the world» 2015, capítulo 4).

Todo esto es algo ya sabido, pero conviene recordarlo para seguir apostando por una Sanidad pública que es símbolo de eficiencia, barata-frente-a-otras-alternativas y de buena calidad. No es que me oponga yo a la sanidad privada complementaria de la pública para quien desee pagarla, pues en un entorno de libertad debemos garantizar el «derecho a elegir» de los ciudadanos. Los más libertarios dirán que no hay verdadero derecho a elegir si se expropia, via impuestos, parte de la renta a los contribuyentes para pagar la sanidad, pues en sentido estricto el que pone el impuesto ya están eligiendo por el ciudadano. Razón llevan, pero el «derecho a elegir» debe ser compatible con el interés general de tener una sanidad pública y universal que sea garantía de un servicio de calidad para todos. Todo esto sin valorar la enorme externalidad que es la salud pública, (con menores tasas de enfermedades infecciosas todos vivimos más seguros).

Creo, por tanto, que hay que pagar la sanidad publica entre todos y el que quiera adicionalmente otro tipo de sanidad que la pague adicionalmente. Ceder a las presiones corporativas de seguros privados de salud, puede alentar el crear unos lobbies que luego resultarán difíciles de controlar como bien ha aprendido Obama en sus propias carnes con su intento de reforma sanitaria.

En resumen: tenemos una excelente Sanidad que merece la pena defender; que el palpable deterioro (listas de espera, masificación…) está más relacionado con los recortes que con la ineficiencia del sistema y que la alternativa privada es una opción estupenda, para quien quiera contratarla… ¡aparte!; pues como los datos demuestran, cuando lo privado expulsa a lo público en el ámbito sanitario todo se vuelve más caro (véase USA) y no necesariamente de mejor calidad.

beneficencia

 

 

 

La «mediocracia» a examen

Quizá hayas muchas cosas nuevas bajo el sol, pero algunas, que pudieran parecer novedosas, son bien antiguas. Decía Maquiavelo allá por el Siglo XVI

«El primer juicio que hacemos, desde luego, sobre un príncipe y sobre su espíritu no es más que conjetura; pero lleva siempre por fundamento legítimo la reputación de los hombres de que se rodea este príncipe. Cuando ellos son de una suficiente capacidad y se manifiestan fieles, podemos tenerle por prudente a él mismo, porque ha sabido conocerlos bastante bien y sabe mantenerlos fieles a su persona. Pero cuando son de otro modo, debemos formar sobre él un juicio poco favorable; porque ha comenzado con una falta grave tomándolos así.»

Dicho así es fácil dar consejos, pero, ¿y cómo puede el Príncipe discernir entre la buena y la mala hierba?

«He aquí un medio que no induce jamás a error. Cuando ves a tu ministro pensar más en sí que en tí, y que en todas sus acciones inquiere su provecho personal, puedes estar persuadido de que este hombre no te servirá nunca bien. No podrás estar jamás seguro de él, porque falta a la primera de las máximas morales de su condición. Esta máxima es que el que maneja los negocios de un Estado no debe nunca pensar en sí mismo, sino en el príncipe, ni recordarle jamás cosa ninguna que no se refiera a los intereses de su principado

 

2011-05-17

Efectivamente, parece que no enteran. La «novedad» del final del bipartidismo, a mi juicio, no es más que el castigo de la ciudadanía a la mediocridad imperante en los partidos políticos; a una selección de élites menos pensada en el servicio a la sociedad que en la disciplina de partido. La corrupción no es la causa del derrumbe de los partidos dominantes sino que es más bien la consecuencia de una política de recursos humanos nefasta.

Recuerdo de mis años de estudiante de Ciencias Políticas que una de las misiones fundamentales de los partidos políticos es la «selección de las élites». Es decir, los partidos se justifican institucionalmente dentro del sistema (por eso reciben ayudas públicas) como vehículo que canaliza los votos hacia los mejores representantes. Pues bien, creo que las mayorías absolutas condujeron a ciertas soberbias que hicieron pensar a los líderes de los partidos que estaban por encima de los votantes. Convirtieron los aparatos de los partidos,  los cargos de confianza, e incluso las plazas de funcionario, en sinecuras con las que recompensar a los fieles, a los aduladores, a lo voceros… a gente, salvo honrosas excepciones, sin más currículum que el carnet del partido. Esta desastrosa selección pudo ser premeditada (para que el segundón no hiciera sombra al líder) o no; en cualquier caso, la consecuencia ha sido unos partidos mediocres en los que muchos encontraron más un puesto para medrar que una oportunidad para servir. Y claro, al final, los esforzados ciudadanos se indignan con que el más mediocre de la clase se dé ínfulas de virrey en coche oficial con los cristales muy oscuros. La única aptitud que exigían los partidos fue la de repetir con convicción, y ferocidad si era asunto de oposición,  los comunicados internos  que cada lunes repartía el partido.

 

Con otra política de Recursos Humanos quizás los ciudadanos hubieran sido más benevolentes con la casta política ante los envites de la crisis; pero lo que nos ofrecieron y nos siguen ofreciendo es una legión de mediocres al servicio del partido. Un constante «y tú más»; un  permanente mirarse al obligo, un aferrarse al sillón… que produce hartazgo y un impulso instintivo a hacer zapping ante determinadas caras y mensajes.

Insumisión al Tribunal Supremo pues lo de las cláusulas suelo no convence.

Lo de las cláusulas suelo lleva camino de convertirse en un culebrón jurídico; divertido, por otra parte, si no fuera por el coste que tiene para millones de hogares que se esfuerzan en pagar sus hipotecas. Vamos por partes: (Jack el destripador dixit).

vineta_garantia-hipotecaria_forges

El Tribunal supremo (TS), en sentencia del 09/05/2013, declaró nulas las cláusulas suelo no transparentes, pero con carácter irretroactivo, de tal manera que aunque fuesen injustas sólo podrían reclamarse los perjuicios económico a partir de la fecha de la propia sentencia. El TS justifica esta sorprendente consideración basándose básicamente en que «generaría riesgos de trastornos graves en trascendencia al orden público económico». En otras palabras, que a los bancos les «dolería» devolver lo cobrado de más y puede que toda la economía se resintiera con tanto dolor bancario. Como ya le contaba en la entada anterior, lo  que de hecho suponía la sentencia es que al final «Gana la banca… como siempre«, pues aunque se reconoce el abuso jurídico, el causante del mismo no paga totalmente por los daños infringidos. No me digan que no es un estupendo incentivo para las prácticas abusivas.

Pues bien, a los órganos jurídicos inferiores no les convenció mucho el dislate jurídico, hicieron de su capa un sayo y, según casos, siguieron condenando a devolver las cuantías cobradas desde el inicio del contrato amparándose en que en los casos individuales (no acciones colectivas) devolver la totalidad no afectaría al sistema económico español; dejando en papel mojado la irretroactividad del TS. Total que unos tribunales la aplicaban, otros no, otros en parte… ¿Que hacer? Pues nueva sentencia para volver a unificar criterios. La sentencia de abril del 2015 reafirma la irretroactividad incluso en los casos individuales, pues si los miles de afectados reclamaran individualmente la banca volvería a pasar un mal rato. ¿Queda así zanjada la cuestión.?

Pues resulta que no. Una juez de Zaragoza, el pasado 27 de abril (once días después de la sentencia del TS) dice que el Derecho de la UE tiene primacía sobre el derecho nacional, incluso el del TS y que si la cláusula es abusiva debe aplicarse la retroactividad. Parece pues que el juzgado mercantil número 2 de Zaragoza se hace insumiso al TS.

La verdad es que todo este asunto de la cláusulas suelo está resultando un poco vergonzante. Están los poderes más preocupado por proteger a la banca que a los derechos de los consumidores. El legislativo (PP) también se cubrió de gloria cuando rechazó anular las cláusulas suelo; no sólo las antiguas (que ya quedarían en manos de los tribunales) sino las eventuales que se formalizaran de nuevo. Pues no lo entiendo (aquí lo explico). Si son un abuso pues que se prohíban y que el legislativo ejerza su función de proteger a los ciudadanos y no abocarlos a que cada uno con sus medios acuda a los tribunales.

En definitiva, un culebrón, que poniéndonos hermenéuticos o interpretativos podríamos relacionar con la famosa tesis extractivo-inclusivo de Acemogly y Robinson o con el capitalismo castizo de César Molinas sobre las que ya les hablé (aquí y aquí) . Parece ser el nuestro un país de instituciones extractivas, que ejercen su influencia para beneficiar a unas élites y no a toda la sociedad.

Gana la «banca»… como siempre.

Imagínense que por algún avatar de la vida -cómo la crisis de la mediana edad, la envidia ajena al ver un callejeros de «cómo viven los ricos» o creerme que por que yo lo valgo y la vida no me recompensa- me da por cometer una flagrante injusticia para enriquecerme, ya sea timo, engaño, robo o similares. Fruto de mi fechoría me enriquezco indecentemente. Al cabo de cierto tiempo los afectados me localizan y se querellan. No nos engañemos, la justicia rápida, lo que se dice muy rápida no es. Total que entre idas y venidas, abogados,  procuradores, plazos legales, traslados de expedientes, bajas laborales, fiestas patronales, saturación de juzgados, resoluciones en primera instancia y, posterior, elevación a órganos superiores transcurren unos cuantos años hasta que el Tribunal Supremo se pronuncia. Como la injusticia era flagrante, el Supremo da la razón a los querellantes y me condenan, pero, con un matiz: dado que la condena obviamente, me supone un trastorno grave para mi situación económica decide que sólo me haga responsable desde que la fecha de la propia sentencia; con lo cual lo estafado con anterioridad me lo quedo. ¿A que les suena estrambótico?

2013-06-18-trampasPues algo similar ha pasado con la última sentencia del Supremo sobre las cláusulas suelo. El alto tribunal ha apelado al «trastorno económico» que supondría para la banca devolver todos lo cobrado de más y establece que las cantidades a devolver sólo serían desde el 9 de mayo de 2013, fecha en que declaró nulas todas las cláusulas suelos que no fueran transparentes. Existe un importante matiz entre mi hipotético caso y el de la Banca, matiz que es el nudo gordiano de la sentencia. Una sentencia individual no alteraría la macroeconomía española, pero sí la resolución colectiva de todas las cláusulas suelo. O como dice el Supremo «la afectación al orden público económico no nace de la suma a devolver en un singular procedimiento, que puede resultar ridícula en términos macroeconómicos, sino por la suma de los muchos miles de procedimientos tramitados y en tramitación con análogo objeto». Las cifras no las dan (quizá en la sentencia); con lo cual, de momento, no sabemos con exactitud cual sería el trastorno económico, pero tampoco nos debería importar aunque fuese enorme (aquí dan algunas cifras). Si algo es injusto, la cuantía no debería entrar en la ecuación. De lo contrario cuanto mayor fuera el abuso, menor el castigo jurídico.

Se me rompe así uno de los más importantes mitos de la justicia: que es ciega. Es decir, que la situación particular del que comete injusticia influye en la decisión sobre la misma. Me lo cuentan y no me lo creo. Peligrosa puerta se abre entonces. Muy peligrosa. Si no me equivoco una cláusula abusiva es nula de pleno derecho y puede ser declarada irretroactiva (conserva los efectos hasta la declaración de nulidad) o retroactiva (se revierten los efectos hasta el origen). Pues bien, nuestro Tribunal Supremo ya la consideró irretroactiva en 2013 y ahora, la reciente sentencia, insiste en que ni se nos ocurra pedir la devolución del abuso antes del 9 de mayo de 2013; ni a los tribunales concederla, pues muchos hicieron oídos sordos de la irretroactividad, creo que por justicia torera, aunque argumentando para que el Supremo no protestará que un caso particular no tendría efectos letales para la economía.

De todo esto extraigo dos lecciones; dos tristes lecciones:

Primera.- Los conocidos bancos como «Too Big Too Fail» (bancos sistémicos que son demasiado grandes para caer») fortalecen su posición dominante. Ya no sólo es que el Estado inyectará las cantidades necesarias para salvarlos o los nacionalizará, sino que pueden cometer abusos en la negociación con sus clientes, pues los tribunales tendrán en cuenta que las sentencias no les hagan mucha pupa.

Segunda.- La justicia se pone, supuestamente, al servicio de la macroeconomía primando el trastorno económico sobre las garantías jurídicas; y esto es tremendo.

 

La desistitucionalización de España.

Como ya les comentaba en una entrada anterior (aquí) está haciendo fortuna la tesis sobre las «instituciones inclusivas y extractivas» para explicar «por qué fracasan las naciones«. La idea básica es que las primeras sientan las bases del desarrollo, mientras que las segundas benefician sólo a grupos o élites determinadas. Entre las primeras destaca: las garantías sobre la propiedad privada, un sistema legal imparcial y una provisión de servicios públicos que beneficia a todos por igual y donde todos pueden intercambiar libremente. Estas instituciones alientas la inversión y conducen al desarrollo. Por el contrario, las instituciones extractivas, extraen la riqueza de la comunidad en beneficio de unos pocos que ejercen toda sus influencia para perpetuar sus beneficios particulares. César Molins ha desarrollado una versión castiza de la teoría, capitalismo castizo lo llama, en el que denuncia cómo este país lo controlan un grupo de selectas estirpes empresariales con conexiones políticas (puertas giratorias se les denomina ahora) que han ido haciendo fortuna al amparo del BOE. De hecho parte de la moderna «armada invencible» española: Telefónica, Repsol, Tabacalera, Endesa… sólo se entiende a partir de los proceso de privatización y de las contratas públicas.

Transparencia

Toda esta introducción no es sino un pretexto para alertar sobre los peligros de las instituciones/políticas/élites extractivas que presionan al gobierno de turno o capturan al regulador (como se dice más sofisticadamente en economía) para que legisle en su poder. En este sentido los 3 años de gobierno del PP han sido especialmente nefastos; lo cual no quiere decir que el PSOE no tenga pecados que purgar en este sentido. Bien por presiones de grupos de interés o bien por política partidista, el PP no ha dejado de minar la independencia de instituciones garantes y protectoras de los intereses generales. Como muestra un botón (o varios):

– El gobierno aprobó a final de año el denominado canon AEDE también conocido como «Tasa Google». Ampliamente criticado en redes sociales, que motivó el cierre de Google News en España (único país en el mundo) y que pretende beneficiar (si al final lo hace) a un selecto grupo de editores.

– Todo el sistema de regulación de la tarifa eléctrica, no es sino una concesión a uno de los lobbies más importantes del país. Para ser rigurosos, el PSOE también tendría que hacer penitencia en este sentido. Si les interesa el tema (aqui).

– La Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC) de reciente creación tras fusionar los organismos reguladores y autoridades de competencia suscita dudas sobre su ideonidad (aquí). Si bien su presidente parece que está haciendo valer su independencia, lo cual no está gustando al gobierno, de nuevo activista en favor de los grandes (aquí)

Pero lo más llamativo es la instrumentalización política de instituciones de las que, hasta ahora, nadie dudaba. El caso de la Agencia Tributaria es para nota. La ridiculez del informe «por imperativo legal» ante la petición del Juez Ruz en el caso de los papeles de Bárcenas para exonerar al PP no tiene nombre. Lástima de los técnicos y excelentes profesionales de hacienda que se ven obligados a navegar bajo esa bandera.

El penúltimo caso (el último está por llegar) es el del gobernador del Banco de España que sostiene que la austeridad y los recortes son patrióticos. El adjetivo desde luego le ha quedado fino. Patriótico. Máxime teniendo en cuenta que los beneficios de la austeridad son discutidos todavía a nivel académico por muchos economistas e instituciones nada sospechosas (aquí). Aunque para ser justos, el Banco de España nunca escapó a los afanes de control del PSOE.

En fín que en vez de apostar por instituciones estables, independientes, garantistas y que den certeza a los ciudadanos… mejor vamos cortándolas a nuestra medida y ponemos a amiguetes en ellas.